Esquire España

Keanu Reeves ¿ es real ?

PARÍS, LA VÍSPERA DE HALLOWEEN. Sentado en el reservado de una brasserie parisina, con medio capuchino en una taza de porcelana, toquetea la pantalla del móvil con la mano izquierda, cubierta de cortes con sangre seca. “A ver, dónde está...”, suelta. Busca un mensaje de texto que envió hace casi dos años a Carrie-Anne Moss, su compañera de reparto en la franquicia Matrix. Keanu Reeves ha llegado a la cita hace unos minutos, puntual, habiendo dormido unas cinco horas. Estamos en Le Grand Colbert. La última vez que estuvo aquí fue en 2003, durante una larguísima noche, con Jack Nicholson y Diane Keaton, rodando el final de Cuando menos te lo esperas. Desde entonces no había vuelto a pisar el lugar.

Lleva una mascarilla quirúrgica, un gorro de punto negro sobre su larga melena negra, una chaqueta negra de motorista y vaqueros. Muestra su certificado de vacunación al maître antes de entrar en el luminoso salón de techos altos, lámparas de globo enormes, barandillas de latón, vasos tintineantes y camareros con camisas inmaculadas y delantales oscuros. Se quita la mascarilla y atraviesa el restaurante, mientras los comensales y los camareros le observan. Es un momento surrealista, como un salto en el tiempo. Como cuando Meg Ryan se deja caer por Katz’s para comer un sándwich de pastrami.

Se detiene en una mesa para charlar con alguien que había trabajado con su novia, la artista Alexandra Grant. Pasa al lado del cubículo donde se filmó la famosa escena. La gente siempre pide esa mesa. Hoy, la mujer sentada donde se sentaba Keanu Reeves –porque le encanta esa película– ha levantado la vista y, al verle, casi se le atraganta el caracol.

Sigue buscando en el móvil. “Uf, eso duele, ¿no?”, le comento. “La mano”. Gira la mano y la mira, mostrando un corte que se extiende por el lado de la palma desde el meñique hasta el hueso de la muñeca. “Oh, sí”, afirma. “¡Gajes del oficio!”.

Keanu ha quedado conmigo para promocionar , la cuarta entrega de una franquicia multimillonaria, aunque la razón por la que está en París es el rodaje de la cuarta entrega de su otra franquicia multimillonaria. “Ahora estamos rodando por las noches, y hoy hemos acabado a las siete de la mañana”, me explica echándose el pelo hacia atrás, aún húmedo de la ducha. “Me acabo de despertar”. Es la una

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