El tesoro de los jesuitas (Segunda parte)
Pusimos nuestro campamento precisamente en los Casahuates, lugar en el que hacía unos 50 años había sido la cita de don Chico con El Morrongo. Inmediatamente le pedimos a don Francisco nos señalara el lugar de la cueva. Caminamos entre rocas, yerba seca y árboles; es una maleza de lugar tropical, molesta y llena de alimañas. Finalmente llegamos al sitio; efectivamente, tal como nos lo había referido, había una carricera y un teclate; éste es un arbusto que desprende una resina muy agresiva. “Es capaz de quitar el temple de un machete”. De la entrada nada; tal vez por los temblores, la acción del Morrongo o del tiempo, había desaparecido. Dudamos de la memoria de don Chico; alguien le preguntó:
–Don Chico, ¿está usted seguro de que este es el sitio?
A lo que el viejo contestó:
–¡Claro que estoy
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