El tesoro de los jesuitas (Primera parte)
Por el año 1970 en la ciudad de Cuernavaca, Morelos, por conducto de un amigo llamado Jacob Mondragón conocí a don Francisco Silva. En ese tiempo debió de andar por los 80 años; aunque fuerte y alegre, era cargado de espaldas… para caminar se apoyaba en un bastón. Se veía que en su juventud había sido alto y bien parecido. Él nos refirió lo siguiente:
A principios del siglo XX, algunos años antes de la Revolución Maderista, don Chico –así se les dice a quienes se llaman Francisco– vivía en una pequeña ranchería llamada el Cacahuananche, en el sur del estado de Morelos, relativamente cercana al río Amacuzac. Siendo adolescente, entre los 12 y los 13 años, llegaron a su ranchería unas personas; no recordaba sus nombres pero sí tenía presente que decían que eran jesuitas y que venían de España.
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