PARTE 6 DE 6 COLECCIÓNALA CUERDA FLOJA
“Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos en pie”.
-Emily Dickinson
Un rayo de sol entra a través de la persiana blanca iluminando la habitación. Afuera el mar está en calma, Alicia lo sabe porque ha aprendido a escuchar el oleaje. Ahora pasa algunos fines de semana en una pequeña villa de la Costa Brava, cerca de Cadaqués. Despierta antes de lo habitual, Gustavo aún duerme, ella lo mira hipnotizada, colmada de amor. Le gusta ver cómo, con cada respiración, su pecho levanta suavemente la sábana; contempla sus ojos cerrados, su barba creciente, su pelo revuelto. No quiere despertarlo, pero le gana el impulso de tocar su piel. Desliza la mano por su pelo, delicada pero juguetona. Gustavo mueve la cabeza como si tratara de espantar un mosquito, Alicia se queda quieta, él abre los ojos, sonríe al verla, la abraza. Alicia siente el calor de su cuerpo, se acurruca entre sus brazos, como si fueran un capullo que la envuelve y protege del mundo. Se siente a salvo. Gustavo acaricia su cuello, busca su boca, se dan un largo beso, íntimo, apasionado.
—Buenos días amor, ¿cómo dormiste? —pregunta Gustavo.
—Dormí bien, bueno, la verdad no tanto, me desperté varias veces. El tren sale a las 11. Ya sabes que siempre que viajo me pongo nerviosa.
—Todavía hay tiempo, danos otro ratito –Gustavo la mira con esos ojos llenos de horizonte–. No te vayas aún.
—Hoy es el ensayo general, ¿lo puedes creer?
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