CUERDA FLOJA
DE SALLY AVIGDOR, PARA VANIDADES
Alicia sale de su lectura de tarot completamente desconcertada. No sabe qué creer. Las afirmaciones de Aída, su mirar omnipresente, las cartas, sus símbolos, las vibraciones, la imagen de La Torre partida en dos por un rayo devastador, el contacto con su propio dolor, el inminente viaje de su hijo Lucas, la gran incógnita de Cecilia y, coronando el misterio, la aparición de otro hombre en su vida.
Es demasiado. Necesita hablar con alguien, contárselo a Rebeca. En el fondo hubiera sido más fácil escuchar que Cecilia Echeverri amenaza su estabilidad. Así al menos sabría a quién atacar, de quién defenderse, pero ahora el escenario es otro. En ese juego de adivinación, oráculo ancestral, puente entre lo terrenal y lo divino -o como cada uno entienda este tipo de fenómenos- seguramente las cartas pueden trasmitir mensajes ambiguos. El destino cambia minuto a minuto, creamos a diario nuestro presente, la suerte no es más que un cúmulo de actitudes, acciones, decisiones. Es imposible creer lo que la tarotista asegura, son todas especulaciones sin sentido, posibilidades remotas, “cosas del diablo” como bien dice su mamá.
“A Charly jamás lo dejaré. Son demasiados compromisos los que hay en esta unión, me casé ante Dios y mis padres. ¿Soy feliz con él?, cuestionar la felicidad no es algo que quiera poner sobre la mesa. A mis 42 años no voy a hacerme esa pregunta. No quiero lastimar a nadie, es demasiado lo que puedo perder”.
Inmersa en su torbellino mental sale a la calle. Un atisbo de sol ilumina aún la
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