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Antes de vivir: Una fabula moderna sobre crecimiento personal y felicidad
Antes de vivir: Una fabula moderna sobre crecimiento personal y felicidad
Antes de vivir: Una fabula moderna sobre crecimiento personal y felicidad
Libro electrónico121 páginas1 hora

Antes de vivir: Una fabula moderna sobre crecimiento personal y felicidad

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Ismael es un hombre de familia y un exitoso empresario que tuvo que lidiar con duros eventos desde la niñez. No obstante, logra con esfuerzo y perseverancia lo que muchos desean, pero pocos alcanzan.
Una mañana al despertar se encuentra en un lugar desconocido, pero extrañamente familiar, en compañía de una pequeña niña a la que le relata partes de su vida. Así comienza un recorrido por su historia, entre las décadas de 1970 y 1980, marcada por eventos que demuestran que una persona puede romper los dogmas establecidos por una sociedad y lograr vivir y ser feliz.
Escrito desde los fundamentos de la psicología positiva y del coaching, Antes de Vivir, basada en varias historias reales, integradas en la vida de Ismael, es una novela que inspirará a sus lectores a no rendirse y a seguir adelante, aunque todo parezca en su contra.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 mar 2020
ISBN9789569641855
Antes de vivir: Una fabula moderna sobre crecimiento personal y felicidad

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    Antes de vivir - Alvaro Acuña Hormazabal

    PROLOGO

    La trayectoria de la esperanza:

    Fábulas, realidad y sendas de realización personal y colectiva

    Benito Baranda 2019

    Hay en estas páginas un camino, una detención y una contemplación. Álvaro Acuña nos introduce en la senda de la auto reflexión, de la introspección, es decir, de la mirada hacia uno mismo. Es capaz desde la sencillez del lenguaje y lo limpio de la argumentación de hacernos viajar hacia el interior. Suena raro en un mundo líquido, como dice Zigmunt Bauman, volver a los vínculos humanos y a lo que ellos labran en el alma. Volver a los sentidos que sostienen la existencia de cada uno, desde la cooperación mutua y el acompañamiento. Eso no está de moda, ni es lo que privilegia esta sociedad acelerada y competitiva.

    Estas páginas revuelven la naturaleza de la humanidad. Se involucran desde la cotidianidad para desmenuzar las percepciones y los afectos con creatividad. El libro es una ‘fábula’ con contenido real, que —como un espejo— refleja nuestro propio crecimiento y felicidad, provocando búsquedas en espacios no transitados. La trama se entreteje con reflexiones que permiten detenerse.

    Hay contrapuntos que cuestionan, por ejemplo, el relato de vida que lleva adelante el protagonista. En el diálogo que abre con la niña que le confronta, surge la siguiente reflexión:

    Sus palabras tenían un dejo de angustia que el hombre notó, así es que se limitó a afirmar con su cabeza. Solo agregó que al principio comían a la intemperie, en invierno y verano, lo que profundizó la angustia de la menor que se expresó en la siguiente frase:

    —Pero tú dijiste que eran felices.

    Esto es acompañado de una ‘pausa conceptual’ que articula contenidos teóricos, análisis de científicos u opiniones doctas, con el transcurrir de la historia. Continuando con el relato anterior, identificamos una ‘pausa’ que abre la mirada.

    Ismael y su madre, si bien no tienen las condiciones de vida que uno puede considerar como mínimas, tienen una choza donde dormir, una cocina donde comer, un policlínico donde tratar sus enfermedades, pero por sobre todo una comunidad con quien relacionarse, distraerse, compartir y un sueño que les da esperanza: Tener una casa propia y salir de la pobreza. Todo esto hace que ellos definan su vida como una vida feliz.

    Ubicado en un momento histórico densamente cargado de acontecimientos dolorosos para Chile, el texto logra introducirnos en vidas y sueños, en alegrías y dolores, sin relativizar lo que ocurre. Tiene el poder de hacer de los sentimientos algo cotidiano, no extraordinario, y lo va dejando sentir en la historia y en los diálogos, tanto en relación con él mismo como con los demás. Tomemos algunos testimonios de ello: Mis ojos se humedecieron al instante y mi garganta se apretó, tenía ganas de llorar, nunca nadie con solo palabras me había hecho sentir tanto dolor. Aguanté lo que más pude, pero una lágrima cayó, no lo pude evitar.

    En otro pasaje, a partir de la experiencia, nos cuestiona desde el corazón:

    ¿Por qué a los papás de un niño enfermo con cáncer les da miedo y rabia?

    Miedo porque piensan que su hijo se va a morir y rabia porque se cuestionan por qué les ocurre a ellos, a su hijo.

    La lectura de estas páginas removerá las propias historias para hacer de ellas algo más rico y abundante que la mezquina mirada del relato personal que se ha construido. A partir de ello, seguramente, de esa memoria agradecida se tejerán comportamientos de gratitud y encuentro solidario que conllevarán a la esperanza y a un ‘estar en el mundo’ positivo. El protagonista nos da una pincelada final, al reflexionar acerca de su existencia:

    …desde niños con Luisa nacimos en el amor, vivimos en él, formamos un hogar, nació Simón primero y María Jesús después, y a pesar de los eventos que nos tocó vivir, siempre la esperanza y el optimismo reinaba nuestros pensamientos y desencadenaban emociones positivas en nosotros que nos permitían ser felices, aunque la vida nos hubiera tirado al suelo y nos pegara patadas en las costillas.

    Les recomiendo iniciar este viaje con el alma y el corazón abiertos, dejándose hurgar en la intimidad. La excepcionalidad de cada historia vivida por nosotros seguramente no ha sido contemplada y no se ha transformado del todo en un sabio nutriente para la existencia presente y futura. Allí está la esperanza: en ese sustrato positivo que, como un iceberg gigantesco, se oculta a la mirada superficial.

    Uno

    En algún lugar

    23 de febrero de 2019

    Despertó medio mareado. Aún sin abrir los ojos sentía que su cabeza iba a explotar, como cuando era joven y amanecía después de una borrachera que se había dado, celebrando el triunfo de su equipo de fútbol amateur. Estaba recostado y pensó en seguir así; quizá podría dormir un poco más, descansar. Pero luego recordó que eran muchas las cosas que tenía que hacer y, además del dolor de cabeza, sentía que su pecho estaba apretado. Decidió que no esperaría más para ir al médico, se lo había prometido a su esposa. Ya había tenido un infarto y no se podía arriesgar. Rápidamente decidió abrir los ojos.

    ¿Dónde cresta estoy? fueron sus primeras palabras al verse envuelto con paja en el suelo de lo que parecía un establo, uno de esos que cuando niño solía visitar y que después de un tiempo se convirtieron en su hogar.

    Todo se notaba tranquilo ahí, no tenía frío ni calor. Al parecer estaba amaneciendo; lo suponía por la luz del sol que entraba entre las tablas de esa precaria construcción. El olor era conocido, el mismo con el que creció; eso lo hizo recordar su infancia en el campo.

    Siempre fue muy escéptico, desconfiado, pero esta vez por algún motivo se sintió a gusto en ese lugar desconocido. Se sentó sobre un fardo y observó en detalle el lugar. Era muy parecido a los establos en los que vivió: los mismos espacios entre las tablas que dejaban entrar la luz del caluroso sol de verano, pero también el frío en las noches de invierno. Era como retroceder en el tiempo.

    Se dispuso a cerrar sus ojos y disfrutar de este viaje al pasado. No tenía prejuicios, no le importaba saber cómo había llegado ahí, ni dónde estaba. Solo quería disfrutar el momento, recorrer su pasado desde el presente, desde el éxito que había logrado, a pesar de la pobreza de su niñez y de su dura infancia.

    Tenía sesenta y un años, una esposa y una hija, en realidad dos; además iba a ser abuelo, su hija estaba embarazada. Tenía una casa donde dormir, la que pudo construir después de que un incendio destruyó la que el gobierno le entregó. Había logrado formar un hogar, era un hombre de familia. Nunca pensó que ese sería el mayor de sus éxitos: su familia. De pequeños nos enseñan que el éxito se relaciona con cosas materiales y el dinero, pero él a su edad, y después de varias experiencias, entendía que el sentido de la vida era otro.

    Entre la paja de su asiento y la charlata que cubría el establo siguió recordando su niñez, su vida en el campo, cuando una voz suave, pero firme, le dijo Hola.

    Dos

    ¿Y tú quién eres? preguntó un poco asustado, un poco sorprendido, a la niña que —sentada en otro fardo de paja, en una esquina del establo— pelaba una naranja de aspecto muy sabroso, lo que hizo reaccionar a su cuerpo. Sintió hambre y sed. ¿Quiere? le preguntó la niña, estirando con su mano izquierda un gajo de naranja recién sacado.

    La oferta era muy tentadora, pero aún no sabía quién era y qué estaba haciendo allí. Y aunque parecía inofensiva, su escepticismo y desconfianza de siempre volvieron a él y prefirió no aceptar. Volvió a preguntarle quién era.

    La niña sonrió y se comió el gajo de naranja. Luego levantó una ceja y le dijo Usted se lo pierde.

    Si bien sentía que debía estar molesto por la insolencia e irrupción repentina de esta niña, algo le producía cariño hacia ella, ternura y confianza. Seguro tenía once o doce años, no más; lo sabía porque tenía muchas sobrinas de esa edad.

    Era de tez clara, como su hija —mucho mayor que ella —, tenía el pelo largo y brillante. Era muy linda y transmitía dulzura.

    No lo dejaba de mirar con ojos desafiantes y una sonrisa permanente, como esperando algo. No decía nada y aunque sabía que eso debía molestarle, por algún motivo no lo hacía. Él también comenzó a sonreír y mirarla. Estuvieron un rato así hasta que ella habló:

    —Apuesto a que

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