Detrás Del Arcoíris
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Las ocasionales amistades mitigan el dolor de un tormentoso matrimonio.
En busca de una ventana, se enfrenta a seductores candidatos, vacilantes hacia el camino que ella acucia, hasta finalmente, encontrar al generoso y enigmático caballero que enciende su ser transportándola a un horizonte glorioso.
Juanita de la Vega Bünzli
Esta es la séptima novela de Juanita de la Vega Bunzli. La autora es una persona de carácter alegre, positivo y frondosa imaginación. Actualmente reside con su esposo en Fullerton, Sur de California. Después de haber viajado y residido en numerosos países. Madre de tres hijos adultos y seis nietos. Posee tres nacionalidades, argentina, suiza y estadounidense.
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Detrás Del Arcoíris - Juanita de la Vega Bünzli
Detrás del arcoíris
Juanita de la Vega Bünzli
Copyright © 2019 por Juanita de la Vega Bünzli.
CORRECTOR: Diego Dattoli
Email: diego.dattoli@yahoo.com.ar
Email de la autora: eandjbunzli@att.net
ISBN: Tapa Blanda 978-1-5065-3085-7
Libro Electrónico 978-1-5065-3084-0
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
Fecha de revisión: 18/11/2019
Palibrio
1663 Liberty Drive, Suite 200
Bloomington, IN 47403
805834
Índice
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Dedicatoria
Con todo afecto dedico esta novela a mi apreciable amiga Dorothee Morath.
Capítulo I
Durante un breve período de mi vida, mi única atención fue la de dedicarme a acompañar y atender a mi madre enferma, con ansias de verla recuperada. Durante esos interminables momentos, acariciándola expresaba dulcemente inconsolables imposiciones de mí corazón:
-Mamá querida, escúchame…mírame…tal vez hoy, inexcusablemente, ha llegado el día en que puedes reconocerme…-ilusionada y deseosa esperaba alguna respuesta, al no tenerla mis ruegos continuaban:
-Madre, esfuérzate, suplico tu atención tal como te lo pedía cuando era pequeña, en aquel entonces, cuando mi obstinación me esgrimía. Hoy quedan olvidados mis conductas de enfado ante tu indiferencia a mis necesidades emocionales y sentimentales y la angustiada insistencia que exigía de ti. Mis frustraciones no concebían otra alternativa excepto conformarme con que eran demasiados tus compromisos y excesivos mis reclamos. Recuerdo, eso sí, que siempre admiré, hasta el día de hoy, lo cual jamás llegué a entender cómo conseguías abarcar y resolver tus múltiples tareas y ocupaciones.
-¡Oh! Creo haberte visto parpadear -insistía, esperanzada, pretendiendo que me oía mientras imploraba: -por favor, justifica tu secreto con dulces palabras explicándome sucesos que de ningún modo me revelaste y que jamás en el futuro alcanzarás a aclararme…
-MADRE, ¡MADRE! ¡recuerda por un instante! …ya que, cuando podías comunicarte conmigo, mis ansias de saber no fueron solucionadas. Todavía recuerdo tus ‘Ya te contesto, espera un momento, déjame terminar lo que estoy haciendo, tengo prisa para…, ahora no puedo atenderte, debo hacer urgente un llamado". Esas fueron constantemente tus objeciones, vivías convencida de que ya se había hablado de lo que yo reclamaba y necesitaba saber.
-¡Mamá querida, con todo el dolor de mi alma finalmente presiento que hoy tú y yo hemos arribado a un término! Sin embargo, mi perdón está lejano…lo alcanzaras a su debido tiempo ¡Sí! ¡Hoy es el irremediable día de tu partida! solo logré el privilegio de haberte acompañado. Es imposible retenerte, debes ir hacia donde en el futuro llegar a ti será inaccesible.
Efectivamente así ocurrió, acaricié su rostro y la retuve entre mis brazos, luego tomé sus manos entre las mías conforme la suyas aflojaban su presión, y así, abrazando su cuerpo al alejarse su espíritu, su vida dócilmente se fue deslizando hacia la eternidad.
Finalizadas las exequias y arreglado entre los tres hermanos la correspondiente sucesión, solo quedaba despedirnos.
La pena nos afectaba de diferente manera, conscientes de la importancia de que cada uno de nosotros precisaba continuar con su vida a través de sus diversos proyectos y destinos.
Convencida de que nada me retenía en ese lugar, decidí regresar a mi ciudad, mi residencia habitual, la que años atrás había elegido al concluir mis estudios universitarios, el lugar donde había conseguido mi primer empleo y en el cual tal vez retomaría mi ocupación. Era lo que sensatamente me correspondía hacer en esos momentos. Al mismo tiempo, durante esos largos períodos mientras acompañaba a mi madre, razonaba acerca de las incalculables energías que se hubieran requerido para restablecer en este sitio las dispersadas amistades de mi juventud.
De cualquier manera, aunque busque la mejor forma de describirlo, la despedida con mis dos medios hermanos, Jorge y Julio fue conmovedora, fortaleciendo el aprecio entre nosotros. Lloré convulsivamente al ver lágrimas en sus ojos. ¿Cuándo nos volveremos a ver? Lloré por desazón y congoja lamentando que nuestra madre se fue a la tumba; manteniendo en secreto la identidad de mi padre.
Resolví viajar hacia mí residencia por tren. Cuando el viaje comenzó, reposé plácidamente la cabeza en el respaldo de mi asiento, por fortuna me tocó el de la ventanilla. Al experimentar el reconfortante vaivén del vehículo, no pude contener un profundo suspiro de alivio, mis sentimientos y mi corazón necesitaban reponerse consintiendo que lágrimas aprisionadas cubrieran mis mejillas.
El tren circulaba presurosamente, habíamos dejado atrás la ciudad y empezábamos a ver el campo abierto, el cual me conminaba a imprimir esa impresionante escena en mi imaginación, la de una serie de colinas cubiertas de amarillas flores silvestres. Me entretuve demasiado tiempo mirando y divagando, disfrutaba de la tranquilidad del viaje paladeándolo con gusto, embelesada, contemplando el paisaje que ahora ofrecía diferentes colores de verde hasta sentir una intensa presión en mi cuello tras sostener durante largo tiempo una incómoda postura. Mientras trataba de acomodarme en mi asiento, sonreí a la señora sentada a mi lado.
Ella no tardó en reaccionar con simpática actitud:
-¿Usted viaja sola? -fue su introducción, una manera sencilla invitando al diálogo.
Me resultó encantador el hecho de encontrar a alguien que no me conoce ni sabe nada acerca de mí, aunque, aun así, se interesaba en saberlo, de inmediato me sentí a gusto, me infundió confianza para participar y contestarle:
-Sí… me siento feliz de regresar a mi residencia después de haber cumplido con ciertos asuntos de familia.
Nos interrumpió el camarero para anunciarnos que el comedor estaba disponible para servir el almuerzo.
-Señora…-amistosamente le dije y ella me interrumpió:
-Mi nombre es Sara -aclaró mirándome llanamente a los ojos.
-Yo me llamo Ivonne -le contesté -seguramente habrá algo delicioso para saborear, caminemos al comedor.
Marchamos balaceándonos entre coche y coche hasta llegar a una mesa.
Mientras almorzábamos, reparé en lo siguiente: nuestra trivial conversación giraba de tema en tema; cuidándonos de no mencionar asuntos personales. Después de todo, se trataba de una compañera de viaje, a quien tal vez jamás en el futuro volvería a ver. Sin embargo, no podía dejar de ser amable prestándole la atención debida.
Sara era una persona mayor, fina y educada. Mientras saboreábamos la deliciosa comida seguí