Mi romance con un brujo
Por César Albarracín
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Una joven renuncia a su trabajo, a su vida cotidiana y rutinaria, para irse por unos días a un lugar alejado de la ciudad. Compra un pasaje a un lugar al azar, y se marcha. En el bello paraje al que llea, conoce a un joven simpático que viaja solo, con su mochila, y entablan una amistad de improvisados compañeros de viaje. Pero este muchacho guarda un secreto: es un poderoso brujo. Aprender de él probablemente sea la única forma de salvar su vida en un mundo de espíritus y demonios que la joven desconocía, pero estaba destinada a encontrar.
Un libro que recuerda autores como Castañeda y Cohelo, escrito en primera persona, invitando a la aventura de leerlo y vivirlo. Sentirás que fue escrito para ti.
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Mi romance con un brujo - César Albarracín
1
¿Esto será la muerte? No lo sé... no estoy segura... La cima de esta montaña se ve tan bella. Si fuera la muerte no sería nada malo, a decir verdad. Se acabaría todo... no mas problemas con hombres, ni con jefes, ni con familiares. Quizás sea bueno que sea la muerte.
¡Oh! ¡Siempre tan cambiante yo! De repente comienzo a sentir miedo... si es la muerte, no se como afrontar lo que hay mas allá.
¿Dónde está Juan? No quiero estar sola... él estaba aquí conmigo hace solo segundos... ¿Por qué no lo veo? ¿Se habrá ido? No quiero morirme sola. Morir junto a él sería hermoso, al fin y al cabo quizás sea la primera persona real que conozco. Siento que todos los hombres que conocí antes que él son nada... son como una caricatura dibujada en un cartón corrugado. Todos vacíos por dentro, de cualquier cosa que pueda significar algo. Ahora recuerdo también las ideas y palabras de mi amigas,
también vacías... Los problemas de mis padres... todo vacío. ¿O será acaso que mi vida estaba vacía antes de él?
Juan... que hombre... como conmovió mi vida desde el momento que nuestros ojos se cruzaron en aquella plaza... pequeño tramposo... siento que todo esto lo tenías pensado. Que mi encuentro con vos no fue casual... como si las cartas del destino hubieran sido repartidas desde hace mucho tiempo. Vos sabías que cartas tenías, pero yo ni siquiera sabía que estaba jugando.
¡Mierda!... la cara se me está adormeciendo...ahhh...se entumece como si algo me la estuviera presionando. Me recuerda el espíritu que nos intentó detener cuando intentábamos llegar hasta acá, pero no siento la presencia de nada esta vez.
¿Será Juan que presiona mis mejillas? Pero no lo veo... de hecho, no se si veo... las formas... no entiendo las formas... Mi cabeza no me da para entender que es lo que está pasando.
El entumecimiento aumenta, lo siento ahora con mas fuerza sobre la frente, como si un gigante pusiera su dedo pulgar en mi entrecejo y apretara... como si ese dedo atravesara mis huesos sin romperlos y empujara mi cerebro.
¡Ay Dios! Creo que me estoy muriendo. Tengo miedo. ¡Me estoy muriendo! ¡Juaaaaaaaaaaannn!
Momento... ¿Qué fue lo que me enseñó Juán? Ah... si... que tratara de observar mis manos. Me está costando hurgar en mi memoria.
Mis manos... ¿donde están mis manos?... ah... si... abajo... ¿pero... qué? ¡Esas no son mis manos! Son como garras, pero sus contornos se me confunden, es como si la piel estuviera viva. Me siento fascinada por esta imagen. Mis manos se mueven de una forma muy extraña, creo que veo cada una de las moléculas que forman
los poros de la piel. Todas se mueven, bailan, cantan, es como una gran fiesta... ¿Estás son mis manos? ¿Seguro?
Me pregunto si estando muerta veré todo así. Ay... me esta volviendo el miedo a estar muerta. Tengo que confiar en Juan, el siempre ha hecho todo para que yo aprenda y esté bien, no va a matarme ahora... creo... ¿Y si todo esto lo planeó para matarme?
¿Pero que estás diciendo, pelotuda? ¿Todavía no aprendiste a confiar?
¿Qué tiene que suceder para que por una vez en tu vida confíes en alguien y en vos misma? Si Juan hubiera querido hacerte daño lo habría hecho en el primer momento que estuvo a solas con vos. Y el fue el que te salvo de esa cosa que estaba en el río.
Tranquila, nena, confiá en vos, va a estar todo bien... soy fuerte...
Mentira, no soy fuerte, soy una pendeja asustadiza que nunca salio de la falda de los papis y no puede vivir sin su abuelo... una pendeja que la única vez que quiso hacer algo sola le viene a pasar esto... y ahora me voy a morir, y voy a quedar tirada en el medio de la nada... en la cima de una montañita de mierda a la que no suben ni los bichos.
¡Ay! Ya estoy viendo como va a quedar mi cuerpo, tirado solo, aquí. Se va a empezar a descomponer hasta que queden solo piel podrida y huesos. Voy a estar llena de gusanos. Si me encuentran, me van a encontrar así, hecha una porquería.
¡Por dios! Voy a estar horrible cuando alguien me encuentre. ¿De que me sirvió bajar kilitos si la próxima vez que alguien me vea voy a tener la carne totalmente podrida?
¡Bastaaaaaaaaaaa! Todo va a estar bien, que se calle esa voz en mi cabeza, todo va a estar bien... se que todo va a estar bien.
No se donde estoy. ¿Dónde es que estaba? Ah... si... en la montaña... ahora puedo ver un poco de la montaña... y ahora me perdí de nuevo... que viaje... voy a
tratar de ponerme de pié... primero voy a apoyar mi mano sobre el piso y... Ay... no siento mi brazo... no puedo mantenerme... voy a intentar pararme de todos modos. Ay... tampoco siento mi pierna...
Se me parte la cabeza, no doy mas... esta bien... me rindo... que sea lo que tenga que ser, hasta acá llegué... fin... the end...
Las estrellas están hermosas, ahora puedo verlas... mis oídos vibran... siento un extraño zumbido. No... es una canción, como esas cosas rara que canta Juan cada tanto... Pero no la está cantando él... ¿Quién la canta?
Todo canta. Todo tiene su canción. Ahora entiendo, cada cosa, cada árbol, cada piedra, tiene su canción. Juan la escucha y simplemente la repite.
Cerca mío hay una pequeña plantita verde. No me había percatado de que estaba, ni de que era tan hermosa. Ella también canta. Quiero cantar con ella. No es difícil repetir su canción. Canto exactamente igual que ella, aunque no reconozco mi voz, ¿esa soy yo? Siento otras voces que repiten la misma canción, la de la plantita, pero no veo nada ni nadie cantando. Pero ahí están, siento que cantan conmigo en alguna parte, en algún lugar.
La plantita me está mirando, no tiene ojos, pero se que me está mirando. Se detuvo un segundo para escucharme cantar. Ahora canta de nuevo. Se mueve... se mueve para mi... ¿Está bailando?... no... no esta bailando... sus hojas se abren y se cierran, como si el tiempo se hubiese acelerado de golpe, como si se hiciera de día y de noche en segundos. No entiendo que me quiere decir. Hay algo extraño, una de sus hojas se está poniendo marrón, se esta secando... y ahora se le cae... y sobre ella crece un brote nuevo... y otros se secan. Ya entiendo, no se por que, pero ahora lo entiendo, se esta muriendo, pero a ella no le preocupa morir.
Ahora se está secando completamente, pero no hay brotes nuevos surgiendo de ningún lado. La canción no tiene palabras comprensibles... y yo solo la repito, estoy fascinada con lo que está haciendo esta plantita, pero sigo sin entenderla.
Ha muerto... no... algo brillante se levanta de su polvo. Es como una pequeña nubecita de brillantina que viene hacia mi. Viene hacia mi pecho, está entrando.
Se que me estas queriendo decir... pequeñita... te sacrificaste para contármelo... me estas enseñando lo que es el ciclo de la vida... Todo tiene un ciclo, y la muerte de algo, es el nacimiento de otra cosa. Que bella que sos ahora, plantita. ¿Te vas? ¿si? Gracias por lo que me enseñaste.
Una parte de ella se queda conmigo; la otra, parte hacia algún lugar.
Ahora estoy mas tranquila, si debo morir que así sea.
2
Era un domingo a la noche cuando decidí irme de Buenos Aires por unos días, unos meses, que se yo. Me había pasado todo el fin de semana llorando como una estúpida y agotando el depósito de pañuelos de papel que compre de oferta en el supermercado chino que estaba a dos cuadras de casa. Y sí, ¿Qué otra opción me quedaba? A esa hora no iba a conseguir más pañuelos en ningún lado, y si seguía a ese ritmo, el aguinaldo me lo iba a gastar en un suspiro, sumándole también lo que se me iba de plata entre chocolates, películas que me hacían llorar aun más, y pastillas para dormir. Definitivamente era hora de un cambio. Los regaños de mis amigas diciéndome que no se debe llorar por un tipo no me eran suficientes. Además no tenía ganas de ver a ningún conocido, ni conocida. A nadie...
Ese domingo a la noche definitivamente estaba agobiada de todo. Trabajo, facultad, estudio en casa, gimnasio para bajar esos molestos indicios de rollos que iban asomándose de a poco a mi realidad, ufffff... que cansancio. ¿Así iba a ser el
resto de mi vida? Obviamente, no eran esos mis planes, yo soñaba con terminar mi carrera, crecer en ella, a la vez tener un buen marido al lado, que llegaran los hijos de a poco. Pero si no llega el novio, tampoco se transformará en marido, tampoco tendré hijos, a menos que sea por algún accidente con un preservativo barato, o adopte... o sea que todo apuntaba a que sería una triste e infeliz profesional, en una ciudad atiborrada de edificios grises, del mismo color que me iría poniendo yo mientras los años me pasaran. Quizás tendría algún romance por ahí. Algún portero mas o menos agradable tendría sexo conmigo en las noches, o en el ascensor. ¡Por Dios! ¿Tener sexo con un portero? No tengo nada en contra de ellos, seguro son gente muy agradable, pero la única imagen que me viene a la cabeza es la de don Carrizo, mi viejo y arrugado portero que tiene amoríos con la solterona vecina de arriba, aun siendo casado y con aproximadamente media docena de hijos. Y siempre me mira con deseos oscuros por debajo de sus lentes rayados y gruesos cuando salgo, más si es un viernes o sábado a la noche y estoy un poco arreglada. No puedo terminar saliendo con Don Carrizo, o su hermano menor!!! Me niego rotundamente!!!
Y así tomé la decisión de irme sin dar muchas explicaciones.
Al otro día a primera hora pase una nota a la jefa de personal de la oficina, explicándole que me tomaría los días que me debían, que eran muchos, por cierto. Me mando a llamar a la hora del almuerzo. ¿Por qué en mi hora libre? Como si no conocieran los convenios del gremio y demás. ¡Tengo derecho a comer mi sándwich vegetariano, y mis cuatro alfajores de chocolate, y a chatear un rato en mi hora libre, será de Dios!
Pero fui sin chistar. Siempre la misma boluda. Ninguna de las demás chicas de la oficina hubiera ido. En realidad, tampoco las hubieran llamado en la hora
de almuerzo. ¿Será por que no me río con los chistes machistas, sexuales, y de mal gusto del jefe, que siempre me la tengo que comer yo?
-No te podemos dar los días que pedís. Estamos atrasados con varias presentaciones. Carlos no me lo va a permitir.
Carlos es el jefe, se los presento. Ah, no, cierto que ya se los presenté, el de los chistes boludos. También dicen que tiene historia con la de personal, y con la que se ría de sus ocurrencias. ¿Será posible que todos tengan amoríos relativamente duraderos menos yo?
-Pero me deben las vacaciones, que no me tomé por que también estábamos atrasados, y tengo días a favor desde principio de año.
Increíble. Puse un pero. Esa no soy yo.
Recuerdo perfecto la risa para un costado, y el jugueteo con la lapicera
de esa mujer.
-Mira, chiquita, no hay tanto trabajo en la calle, y si vieras un poco las noticias te enterarías de que el país está en crisis. Nosotros tenemos la suerte de estar con mucho trabajo. Me parece una falta de compromiso con la empresa lo que estas pidiendo, y el momento en que lo estas pidiendo.
Pero que vieja forra. Todavía me acuerdo y no lo puedo creer. Como si La Empresa
fuera una persona a la que hay que tener feliz, por que se pone triste con facilidad, y le hace mal para su gastritis. Y yo que siempre me quedaba callada y me aguantaba todo. Estaba a punto de asentir con la cabeza, y pedir disculpas, cuando la garganta se me hizo un nudo, y me dieron ganas de llorar y... ¡Basta de llorar nena!
¡Un poco de dignidad! Si te quedas sin trabajo le pedís guita a tus viejos hasta que salga algo... o no... te la bancas... que se yo. De última te volvés a vivir a su casa. Prefiero eso a Don Carrizo.
-Mire, me las necesito tomar, y las voy a tomar, así tenga que
renunciar.
Ooooops... se me fue un poco la mano...
Lo que vino después fue un desastre, pero me sentí tan bien. Hubo un momento de silencio, ella no decía nada, yo tampoco, así que di la media vuelta y me fui. Al rato me pasaron a visitar por mi escritorio, me dijeron que me podía ir a casa a esperar el telegrama de despido. Varias de las chicas se pusieron de mi parte. Eso no me lo esperaba. Pensé que iba ser mas difícil pero, a decir verdad, no podía estar más feliz. Agarre mis cosas, salude a todos con un beso, y salí a la calle. ¿Y qué? Jeje...
Preparar el viaje fue para mí toda una experiencia. No le dije nada a mis amigas, pero las visite a todas esa semana. Después llamé a mi mamá, obviamente no le conté que no tenía trabajo, pero si le dije que me iba de vacaciones. Me preguntó adonde, y le mentí algo, ya no me acuerdo que cosa exactamente.
Al final, llegó el viernes y no sabia adonde ir. Agarre Internet y elegí al azar un pueblito turístico del interior del país. Averigüé los colectivos que llegaban hasta allí, reserve pasaje, arme la mochila, y me fui. Así de lisa y llanamente. Con la misma sensación que tuve alguna vez cuando pensé en el suicidio. De alguna manera, creo que ese viaje era mi forma de matarme.
Estación de retiro. ¡Cuanta gente! Pasillo de embarque. Antes no había, dicen que con esto hay más seguridad y menos robo. De todos modos llevo solo una mochila, con mi ropa más cómoda. Sin nada para salir de noche, nada de valor. La billetera la llevo pegada al cuerpo, como me sabía enseñar mi abuelo. Todo está mas que bien, y seguro. Mmm... esa sensación de que olvidaba de algo. Dicen que es normal, por eso lo de las cosas que uno hace automáticamente. Me indigna tener esas
sensaciones. Bueno... ya fue... lo que sea que me falte lo compro en mi lugar de destino.
Así fue mi salida en busca de un nuevo camino, y deseaba encontrarlo mas que nunca, con toda mi alma.
El viaje fue algo cansador, y muy caluroso. Parece que a los colectiveros se les paso un poquito la mano