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La Luna Que Lycan Rechazó
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Libro electrónico186 páginas2 horas

La Luna Que Lycan Rechazó

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Información de este libro electrónico

Anaiah Ross nunca recibe ningún respeto de los miembros de su manada después de que ella mató a alguien en su primer transformación, y su compañero alfa, Amos, la rechazó y la arrojó al calabozo haciendo que su corazón se rompiera en pedazos. Más tarde acepta su rechazo y encuentra un segundo compañero que no es otro que un poderoso y peligroso rey Lycan, pero Amos se da cuenta de que no puede dejar ir a Anaiah.


Con dos hombres luchando por ella, todo se complica y se revelan planes malvados y Anaiah descubre su verdadero poder que cambiará el curso de su vida y la convertirá en un objetivo. ¿Sobrevivirá Anaiah a los malvados planes y encontrará la felicidad con el hombre que elige? ¿O se ahogará en la oscuridad sin vuelta atrás? ¡Mírala subir más alto!

IdiomaEspañol
EditorialPublishdrive
Fecha de lanzamiento16 ene 2023
La Luna Que Lycan Rechazó

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    La Luna Que Lycan Rechazó - PopNovel

    ÍNDICE

    Capítulo 1: Paria

    Capítulo 2: Pelea

    Capítulo 3: Aceptación

    Capítulo 4: Encuentro

    Capítulo 5: Hospital

    Capítulo 6: Ella es mía

    Capítulo 7: Reina

    Capítulo 8: Golpes en el hospital

    Capítulo 9: Compartiendo las buenas nuevas

    Capítulo 10: Sueño

    Capítulo 11: Arya

    Capítulo 12: Compras

    Capítulo 13: Comedor

    Capítulo 14: Eres la elegida

    Capítulo 15: Defender la ciudad

    Capítulo 16: Deseo

    Capítulo 17: Unión

    Capítulo 18: Noticias

    Capítulo 19: Enfrentamientos

    Capítulo 20: Conociendo a la nueva manada

    Capítulo 21: Tengo una pregunta

    Capítulo 22: Complot

    Capítulo 23: Nuevo trabajo

    Capítulo 24: ¿Fiesta de compromiso?

    Capítulo 25: Enfrentamiento con la novia de mi compañero

    Capítulo 26: Buscando a Anaiah

    Capítulo 27: La verdadera historia

    Capítulo 28: Haciendo tratos entre enemigos

    Capítulo 29: Erickson

    Capítulo 30: Altamirano

    Capítulo 31: Jacob Jones

    Capítulo 32: ¿Tenemos un acuerdo?

    Capítulo 33: Lobos blancos

    Capítulo 34: Reunión

    Capítulo 35: Hermanos

    Capítulo 36: Anuncio

    Capítulo 37: Cita en el casino

    Capítulo 38: Cama

    Capítulo 39: Arena

    Capítulo 40: Pelea

    Capítulo 41: Victoria

    Capítulo 42: Cena a la luz de las velas

    Capítulo 43 Leondre, ¿todo bien?

    Capítulo 44 Déjame en paz

    Capítulo 45 ¿Por qué me estabas evitando?

    Capítulo 46 ¿Me amas?

    Capítulo 47 ¿Está todo bien?

    Capítulo 48 ¡Dije que no!

    Capítulo 49 ¿Cómo te sientes, Luna?

    Capítulo 1: Paria

    Anaiah

    Mi nombre es Anaiah Ross y todos en la manada me odian. La razón fue porque Tomas Rivers, el hermano del Alfa, intentó abusar de mí durante mi primera transformación y lo maté en defensa. Tomas era un hombre horrible que siempre me estaba tocando indebidamente cuando nadie más lo veía, así que no me importó verlo morir. Sin embargo, los demás no lo tomaron de la misma manera porque su esposa, Leah, lo defendió incansablemente diciendo que él nunca hubiera hecho algo así, no importó las veces que traté de explicar lo que había pasado, nadie me creyó y me convertí en una paria. Aunque Leah insistió en la inocencia de su esposo, estoy segura de que sabe la verdad. 

    La única razón por la que sigo con vida fue gracias a mis padres. Rogaron porque no me ejecutaran y se les concedió su deseo pero a cambio perdieron su rango como gammas y fueron destituidos a omegas quienes son considerados como los más débiles en nuestra sociedad. Usualmente se les encomienda trabajos de limpieza y no tienen ninguna voz en las decisiones de la manada. Ellos también terminaron abandonándome por esto. 

    —¿Dónde está esa m*ldita? —grita Leah a lo lejos y no puedo evitar poner los ojos en blanco. Ella es la que peor me trata dentro de la manada. Salgo de mi cuarto, que realmente es uno de los almacenes del segundo piso. Mi cama es un simple colchón y tengo un espejo roto sobre el mueble. Tengo cuatro mudas de ropa, un par de zapatos y una pequeña colección de mis libros favoritos. 

    Me preparo mentalmente para los insultos y golpes que seguramente recibiré mientras me acerco a la sala principal. Leah está parada en el medio vestida elegantemente con un largo vestido y unos tacos aguja. Tiene los brazos en jarra y no deja de mover el pie de arriba abajo con impaciencia. En la manos tiene algo de color amarillo que me tira a la cara ni bien me acerco lo suficiente. Me lo quito rápidamente y lo dejo caer al suelo con molestia. Antes de que pueda preguntarle cuál es el problema, su mano se estampa contra mi mejilla y me caigo por la fuerza del impacto. 

    Me ha golpeado con tanto vigor que me sangra la nariz, pero a ella no parece importarle porque se me acerca y comienza a patearme en el estómago. Dejo escapar un gruñido sordo, pero me ignora y me grita. 

    —¡Te dije que lo lavaras a mano! —chilla mientras cubro mi rostro con mis brazos. Desde que su esposo murió, no ha dejado de hacerme saber lo mucho que me odia. 

    Capítulo 2: Pelea

    Me levanto con cuidado después de que Leah se cansara de pegarme y me dirijo al baño destinado para los de servicio para limpiarme. La agua está fría y no puedo evitar un escalofrío cuando toca mi piel. Luego de echarme una pomada para mis heridas y cambiarme de ropa, voy corriendo a la cocina para preparar el desayuno. Hay más de cien personas viviendo dentro de la mansión, algunos viven en suites lujosas junto a sus familias o si son huérfanos en habitaciones separadas. 

    Termino de cocinar junto con la ayuda de otros omega. El desayuno de preferencia es el inglés lleno de salchichas, tocino, pan tostado, huevos y frijoles. Estamos sirviendo las grandes bandejas cuando entra Amos, el futuro Alfa de la manada, con su aire de suficiencia que lo caracteriza. A pesar de su fama de mujeriego, no puedo evitar admirar su belleza. De todas formas, esto no es suficiente para olvidarme de todas las veces que me molestó junto con los demás o golpeó por equivocarme. Una vez me abofeteó por derramar café caliente sobre Eunice, su novia, y aunque mi loba quiso responder el ataque, le recordé que si hacíamos algo, terminaríamos muertas. 

    Amos se me queda mirando de forma extraña, pero decido ignorarlo y seguir con mis labores. Los demás chicos también notaron mi presencia y comenzaron a molestarme pero los ignoro a todos. Mis padres llegan después de unos minutos, pero me miran con tanto odio y disgusto que me volteó rápidamente con los ojos llenos de lágrimas. Camino con prisa para calmarme, después de todo, me prometí a mí misma que encontraría la forma de escapar de este infierno y para eso tengo que ser fuerte. 

    Chalo, mi loba, me recuerda que las cosas mejoraran cuando encontremos a nuestro compañero de vida. Desde que nos contaron sobre esta personas elegida por el destino para amarnos, Chalo piensa que él nos salvara de esta tortura y nos cuidará para siempre. 

    Algunos de los chicos se ponen sus mochilas para irse a la escuela y no puedo evitar sonreír con amargura. Extraño estudiar y extraño a mis profesores, a pesar de que los otros estudiante usualmente se burlaban de mí. Dejé de ir a la escuela en mi segundo año de secundaria porque la manada decidió que no valía la pena invertir en mi educación. Después de todo, no es como si pudiera entrar a una buena universidad con mi historial. 

    Salgo un rato al patio para tomar un poco de vitamina D ya que mi piel está extremadamente pálida de todo el tiempo que paro adentro. Sonrió suavemente cuando los rayos de sol calientan mi piel y mi loba deja escapar un suspiro contenta. Me escondo detrás de las gradas mientras veo a los guerreros de la manada entrenar. Me gusta observarlos para saber lo básico sobre defensa. 

    Nuestra manada, Dawnrise, no es muy fuerte y nos valemos de los diferentes tratados con otras manadas para sobrevivir. La peor pesadilla del líder es que molestemos a otra más fuerte y entremos en guerra, por ello, nos aseguramos de celebrar todos los años la renovación de estos tratados a lo grande con un banquete completo y una fiesta en la que todos participan. 

    Una mano me agarra del cabello repentinamente y me caigo de espaldas. Eunice aparece en mi campo de visión, con los brazos cruzados y una sonrisa triunfante en el rostro. Hago mala cara al verla y trato de levantarme pero ella pone su pie sobre mi estómago. No está sola, está acompañada de dos rubias cabeza hueca. 

    —¡Deja de mirar a mi novio! 

    Me duelen las costillas donde me está pisando y toso ligeramente para soportar el dolor. Mi loba está tratando de curarme lo más rápido que puede, pero nuestra habilidad está severamente mermada porque no nos transformamos tanto como deberíamos. Finalmente, levanta su pie e intento levantarme con dificultad pero ella me golpea las piernas para que caiga de nuevo. Pone su talón sobre mi cuello y cierro los ojos esperando lo peor. 

    —Si presiono un poco más fuerte, podría terminar con tu sufrimiento para siempre —me dice de forma maliciosa a lo que mi corazón comienza a latir desenfrenadamente. Mi loba no deja de rugir, pero sé que no hará nada. Ella tiene bastante ímpetu, pero trato de controlarla lo mejor posible porque no podemos correr este riesgo. Chalo de todas maneras me intenta ayudar y reúna las fuerzas suficientes para patear a Eunice en las piernas haciéndola caer. Me levanto de un salto, enojada con el mundo, y comienzo a golpearla sin parar en la cara. 

    Unos brazos me agarran y nos separan a la fuerza mientras los demás están vitoreando nuestra pelea. Una sensación curiosa se extiende por mi cuerpo ante el contacto, pero lo ignoro por la furia que corre por mis venas. 

    —¡Déjame! —grito pataleando para soltarme. Me deja caer al suelo y lo enfrento con el puño levantado listo para golpearlo cuando me doy cuenta de que es Amos. Me detengo en seco y trago saliva con dificultad al verlo frente a mí. Se ve increíble en su uniforme de baloncesto. Este sonríe de lado al verme admirarlo haciendo que me sonroje violentamente y le evite la mirada. 

    —¿Por qué estás ocasionando problemas, omega? —me pregunta enojado. 

    —¡Ella fue la que comenzó! 

    —Serás castigada de todas maneras, ¿te das cuenta de lo que hiciste? —me gruñe, amenazante, mientras me empuja contra un árbol. Me estremezco ante el impacto y me comienza a asfixiar. Trato de golpearlo, pero pareciera que estuviera golpeando a una pared. Mi mirada comienza a nublarse y siento que mis pulmones me arden. Cuando mis manos caen a mis costados, sin fuerza, Amos finalmente me suelta y caigo rendida al suelo. 

    Mientras trato de recobrar el oxígeno, el chico se agacha a mi costado y pareciera que me mirara con preocupación, pero estoy segura de que me lo debo estar imaginando porque un segundo después sus ojos se oscurecen y se desenfocan. Debe estar llamando a los guardias de la manada para que me apresen. 

    —Te quedaras en las mazmorras por lo siguientes días —me explica y abro los ojos con horror. 

    —¡Ella fue la que comenzó! —gritó, aunque sé que es inútil. No quiero pasar ni un día en las mazmorras, los guardias se aprovechan de las mujeres siempre que pueden. Nunca me ha pasado, pero tampoco quiero arriesgarme. Este me ignoró y se levantó para irse, pero se detiene después de dar dos pasos. 

    —Antes de que me olvide, quisiera dejar esto en claro. Yo, Amos Rivers, te rechazo como mi compañera y futura Luna, Anaiah Ross. 

    Capítulo 3: Aceptación

    Me quedo pasmada al escucharlo, las palabras se repiten sin parar en mi cabeza, pero no sé cómo reaccionar. No puedo creer que mi compañero sea Amos. Eso significa que lo ha sabido por años, pero prefirió quedarse de brazos cruzados mientras me golpeaban y maltrataban. El joven se queda frente a mí sin ninguna expresión en el rostro y un escalofrío recorre mi espalda. 

    —¡Guardias! 

    Unos guardias aparecen al lado de Amos y lo saludan con una reverencia. Eunice está ahí también, sus ojos están rojos y su perfecto cabello despeinado. Tiene cortes en las mejillas y debajo del párpado. Sonrió con satisfacción, pero se me borra del rostro cuando la veo susurrándole algo al oído y recibiendo un asentimiento después. 

    —Enciérrenla y denle latigazos todos los días hasta que diga lo contrario —ordena con una voz suave como satín y no puedo quitarle los ojos de encima. De la nada, siento algo frío caer por mis mejillas y me doy cuenta de que estoy llorando. Los guardias me agarran de los hombros y me llevan a la mazmorras, me tiran adentro como si fuera un saco de papas y me dejan sola luego en la oscuridad. Siento que mis sangre bulle por la vergüenza de haber sido rechazada. En la privacidad de mi confinamiento, dejo escapar un sollozo y me abrazo los brazos mientras lloro por todo lo que me ha pasado en la vida. Pensé que cuando encontrara a mi compañero, encontraría mi salvación, pero ahora veo que esa no es la realidad. Mi loba no me responde y la siento retirarse a los rincones más lejanos de mi mente. 

    Los días pasan rápidamente y los guardias cumplen con sus órdenes. La piel de mi espalda se rompe en

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