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Odiada Por el Alfa
Odiada Por el Alfa
Odiada Por el Alfa
Libro electrónico342 páginas5 horas

Odiada Por el Alfa

Calificación: 4 de 5 estrellas

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Información de este libro electrónico

Como hija de un Alfa, solo soy una Omega débil, pero mi hermana es una Beta noble.
Esta diferencia me condenó sin el respeto y el cariño de los miembros de la manada, incluso mi madre me detestaba.
Mientras que mi hermana recibió tantos cortejos de los hombres, yo me quedé con las tareas de la manada y nadie se daría cuenta de mi mediocre yo.
Pero lo que no esperaba era que mi destino cambiara por completo cuando conocí al prometido Alfa de mi hermana, Aiden.
La primera vez que lo conocí, estaba en celo frente a él. Pensé que me trataría como todos los demás.
Pero no lo hizo; al contrario, me concedió protección y atención.
Y en la noche de su boda, en lugar de ir a mi hermana, vino a mí.
Dijo que yo era su única compañera.

IdiomaEspañol
EditorialPublishdrive
Fecha de lanzamiento11 nov 2022
Odiada Por el Alfa

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11 clasificaciones2 comentarios

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  • Calificación: 5 de 5 estrellas
    5/5

    Jan 11, 2025

    Muy interesante la trama, y las escenas románticas (por llamarlas así) estuvieron en su justo momento y no tan abundantes, me gusto. Aunque aquí fala la parte final de la historia
  • Calificación: 4 de 5 estrellas
    4/5

    Nov 22, 2024

    Me gustó mucho, la trama y la descripción de los personajes y escenarios, sin embargo está incompleta, quedamos con muchas interrogantes!!

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Odiada Por el Alfa - PopNovel

ÍNDICE

CAPÍTULO 1

CAPÍTULO 2

CAPÍTULO 3

CAPÍTULO 4

CAPÍTULO 5

CAPÍTULO 6

CAPÍTULO 7

CAPÍTULO 8

CAPÍTULO 9

CAPÍTULO 10

CAPÍTULO 11

CAPÍTULO 12

CAPÍTULO 13

CAPÍTULO 14

CAPÍTULO 15

CAPÍTULO 16

CAPÍTULO 17

CAPÍTULO 18

CAPÍTULO 19

CAPÍTULO 20

CAPÍTULO 21

CAPÍTULO 22

CAPÍTULO 23

CAPÍTULO 24

CAPÍTULO 25

CAPÍTULO 26

CAPÍTULO 27

CAPÍTULO 28

CAPÍTULO 29

CAPÍTULO 30

CAPÍTULO 31

CAPÍTULO 32

CAPÍTULO 33

CAPÍTULO 34

CAPÍTULO 35

CAPÍTULO 36

CAPÍTULO 37

CAPÍTULO 38

CAPÍTULO 39

CAPÍTULO 40

CAPÍTULO 41

CAPÍTULO 42

CAPÍTULO 43

CAPÍTULO 44

CAPÍTULO 45

CAPÍTULO 46

CAPÍTULO 47

CAPÍTULO 48

CAPÍTULO 49

CAPÍTULO 50

CAPÍTULO 51

CAPÍTULO 52

CAPÍTULO 53

CAPÍTULO 54

CAPÍTULO 55

CAPÍTULO 56

CAPÍTULO 1

Parte 1

Desde donde yo estaba parada la frontera era visible. Me limpié el sudor que me escurría por la frente y miré por encima del hombro para echarle un vistazo al viejo roble. Entonces escuché los golpes de las poderosas patas de mis perseguidores que aplastaban las hojas del camino. Un gemido escapó de mis labios, aunque era consciente de que la manada no iría más allá de la frontera y sabía que el árbol sería un buen refugio si pudiera llegar a tiempo.

Justo cuando uno de los lobos se me acercó, di un giro intempestivo y salté sobre un árbol caído.

Mis atacantes eran más rápidos y fuertes, ya que eran alfas y betas, pero yo era ágil y experimentada. El hecho de ser pequeña me proporcionaba ventajas, ya que sabía cómo esquivar, dar giros bruscos y saltar obstáculos más rápido que los lobos de gran tamaño.

En ese momento, un enorme alfa brincó hacia mí para atrapar mi pierna entre sus fauces, de modo que hundió sus colmillos en mi pantorrilla, logrando que yo cayera de bruces.

¡Aaaah!, grité, sintiendo un dolor atroz en mi pierna derecha, pero jalé con fuerza y logré liberarme.

Vacilé durante unos segundos mirando mi pantorrilla con la sangre que empezó a manar de la profunda rajadura que mi atacante logró hacer en mi piel. El dolor hizo que mis ojos se llenaran de lágrimas, pero me di cuenta de que los otros lobos se acercaban a gran velocidad.

Tomando una respiración profunda, cerré los ojos y, haciendo un enorme esfuerzo, fui capaz de ponerme en pie y correr, impulsada por la adrenalina que recorría mi cuerpo.

Y apenas lo logré.

Al ir corriendo estuve a punto de chocar con un tronco gigante, pero pude detenerme en seco y esquivarlo. Si los lobos cruzaban la frontera, moriría en cuestión de segundos. No había forma de que pudiera superar el dolor de mi pierna y la falta de aire en mis pulmones.

Casi lloré de alegría, cuando vi que los aterradores lobos se detenían abruptamente, amontonándose unos sobre otros en un lío de extremidades y ladridos confusos en el límite de su territorio. Sintiéndome aliviada, me dejé caer extenuada sobre la tierra húmeda.

Entonces me apoyé en el árbol para agarrarme la pierna con ambas manos, tratando desesperadamente de recuperar el aliento. El enjambre de alfas y betas se desenredó lentamente, permitiendo que el líder pasara al frente.

Si te atrapo acechando en nuestro territorio otra vez, te arrancaré la cabeza, ¿está claro?. Su voz retumbó, tan profunda e intensamente que hizo vibrar las entrañas de la Tierra.

En ese momento, me desperté con una sacudida y miré a mi alrededor dándome cuenta de que estaba en mi habitación. Mi pecho subía y bajaba con mi jadeante respiración. Cerré los ojos y, sintiendo en mi piel el sol de la mañana, tomé unos segundos para tranquilizarme. Unos cuantos mechones de cabello estaban pegados en mi frente sudorosa.

Era ese m*ldito sueño una vez más.

No sabía por qué tenía constantemente esa terrible pesadilla. ¿Quiénes eran esos lobos? ¿Y por qué me persiguían?

Las personas en nuestro mundo se clasifican en tres clases: Alfas, Betas y Omegas. Los primeros están en la cima de la cadena y son considerados una raza superior en todos los aspectos. Los betas son los segundos al mando. Luego viene mi clase, las débiles, o sea las omegas. Solo somos vistas y no escuchadas, tratadas como máquinas reproductoras y esclavas s*xuales, aunque las que pertenecen a la élite sí son respetadas. La unión entre un alfa y una omega tiene mayores probabilidades de producir un líder puro (alguien que heredaría todos los genes dominantes del macho) Por eso ellos buscan aparearse con nosotras, sin embargo, escogen betas para casarse.

A nadie le importaba una débil y patética omega como yo. ¡Así nací, yo no lo escogí! Quiero decir, ¿tiene algo de malo?

Mientras reflexionaba en eso, un largo suspiro salió de mis labios.

De todos modos, nunca resultaba nada bueno cuando pensaba en eso, era una pérdida de tiempo. Aparté las sábanas de mi cuerpo y salí de mi cama de un brinco. Tengo que hacer mi cama todas las mañanas antes de salir de casa, de no ser así, mi madre me matará de hambre durante todo el día.

Una vez que mi habitación quedó impecable, salí y cerré la puerta detrás de mí para dirigirme a las escaleras.

¿Qué tal este?, resonó la voz de mi padre en mis oídos, cuando iba a poner un pie en el primer escalón. Así que me detuve conteniendo la respiración para que no me atraparan espiándolos.

Según la tradición, había llegado la hora de que mi hermana de veintiún años se casara.

¡No, él no! Tiene casi treinta, Frank, refunfuñó mi madre. Esa diferencia es muy grande, no quiero alguien tan mayor para nuestra hija. Cara necesita un alfa atractivo, alguien rico. Ese tipo no encaja en nada de lo que esperamos para ella. Además, se ve muy rudo.

Bueno, es un alfa, querida. Todos somos un poco rudos, se escuchó el suspiro cansado de mi padre.

Siento que he escuchado la misma conversación durante meses, ya que mis padres han estado tratando de encontrar el marido más conveniente para mi hermana.

¡Ay, querido! Tú no le harías daño a una mosca, resopló mi madre. No eres tan duro como quieres que la gente crea. Cara es muy sensible, por eso trato de evitar que se case con un alfa demasiado feroz, ya que podría asustarla. Ella necesita alguien que la trate bien.

¿Y qué hay de nuestra Rose? Pronto, ella también necesitará un compañero, pues ya casi llega a la edad de asentarse.

Mis mejillas se pusieron rojas, ante la mención de mi nombre y de que necesitaba un compañero para sentar cabeza. ¿Cómo podré decirles que ya encontré al indicado? Al que me trata bien y me distrae de todas las penas y dolores que se cruzan por mi vida. Antes de que pudiera empezar a bajar la escalera, la aguda voz de mi madre atravesó mis oídos.

¡Tuviste que arruinarme el día! Ella no me preocupa, resopló mi madre. Además, ¿quién haría el trabajo de la casa si ella se casa con alguien? ¡Piensa lo que estás diciendo!.

Las lágrimas se acumularon en mis ojos. ¿Cómo podía ser tan cruel? Estuve a punto de compartirles la noticia.

¡Mary, no digas eso! Rose también es nuestra hija. Deberíamos empezar a preocuparnos por ella también; solo es un año menor que Cara.

Sorbiendo la nariz, me limpié las lágrimas con un movimiento brusco y empecé a parpadear, para contener el llanto. Luego, deliberadamente, pisé con fuerza el escalón para que ellos oyeran mis pasos y tosí antes de bajar. Dos pares de ojos me observaron mientras me dirigía en silencio a la cocina. Tenía un nudo en la garganta, así que ni siquiera me molesté en saludarlos.

Buenos días, Rose. La voz grave de mi padre me hizo detenerme.

Miré por encima del hombro y asentí hacia él.

Mi madre torció los labios. ¿Te das cuenta de su actitud? Ya ni siquiera se molesta en saludarnos.

Mary, ¿por favor, podrías no empezar una discusión? Es muy temprano todavía y ella acaba de despertarse.

¡Cómo quieras!, respondió mi madre, poniendo los ojos en blanco antes de desviar su atención hacia las pilas de archivos sobre la mesa.

Luego continuaron hablando entre ellos mientras yo pasaba hacia la cocina.

Encorvada sobre el fregadero, me lavé la cara con agua fría y respiré hondo. No volvería a llorar, con eso en mente, continué con mi rutina diaria y empecé a preparar el desayuno para todos.

****

Tan pronto como estuve segura de que mis padres habían salido a tomar el té de la tarde con los vecinos, me escapé. Mi hermana aún no regresaba a casa. Cara estaba actualmente estudiando Economía en la universidad más prestigiosa de nuestra ciudad. Sus clases duraban hasta las siete de la noche. De cualquier modo, yo no tenía idea de cómo funcionaba eso, porque mis padres pensaban que la educación secundaria era todo lo que necesitaba.

¡Rose!, escuché a alguien gritar mi nombre desde lejos.

Al girar la cabeza, mis labios se curvaron en una amplia sonrisa cuando lo vi. Era Zain, quien movió la mano saludándome, con los ojos radiantes reluciendo entre las otras luces de la calle. La razón por la que no nos quedamos de ver en mi casa era que él no les gustaba a mis padres. Fuimos juntos a la secundaria, donde éramos buenos amigos, pero en mi casa detestaban a su familia.

Cuando descubrimos eso, vernos se convirtió en un total desafío para nosotros, pero Zain siempre encontraba la manera de hacer lo que quería. Así es cómo nos hemos estado reuniendo en el mismo lugar durante los últimos cuatro años. Siempre nos quedábamos de ver allí, en la misma banca donde nos sentábamos a disfrutar de nuestra mutua compañía, hasta que se hacía tarde para los dos.

Hola, sonreí tímidamente, sentándome en la banca vacía y dejando el espacio para que él se sentara junto a mí.

Sus ojos se deslizaron hacia mi cara, mientras él entrecerraba los ojos, antes de preguntarme y suspirar. ¿Lloraste otra vez?.

Abrí la boca para contestar, al mismo tiempo que mis manos volaron hacia mis mejillas. ¿Cómo lo supo? Me aseguré de lavarme bien para que no lo notara.

Tus ojos, dijo humedeciéndose los labios. Ellos siempre dicen la verdad, aunque tú no lo hagas.

Aparté la mirada, concentrándome en mis viejas zapatillas que descansaban sobre el suelo. Odiaba cuando hacía eso, pero él me conocía demasiado bien, y era imposible ocultarle nada.

Él tomó mi cabeza para ladearla en su dirección, con el pulgar acariciando ligeramente mi mejilla. Un día, te libraré de todo eso.

La esperanza floreció en mi pecho. La única razón por la que no se lo contábamos a nadie era mi edad. A los veintiuno, averiguaría si Zain era mi compañero o no. A veces, las personas tenían suerte y podían seguir con su noviazgo, pero en otras ocasiones, tenían que terminar para empezar la relación con su pareja verdadera.

Nosotros estábamos esperando que yo cumpliera la edad para averiguarlo. Pero decidimos que aunque no fuéramos compañeros, permaneceríamos juntos. Por eso, Zain estaba trabajando turnos dobles para reunir suficiente dinero y alejarnos de mi familia.

Y yo contaba con eso.

****

CAPÍTULO 2

Tan pronto como nos deslizamos en el interior del vagón, me acurruqué en una esquina del largo asiento que me asignaron. Era una mañana muy fría, en la que pesadas y persistentes gotas de lluvia golpeaban contra las ventanillas del tren, mientras yo contemplaba el paisaje a través del cristal. Vi pasar colinas llenas de neblina y ganado encerrado por vallas de madera. Tomé un sorbo de la humeante taza de té que tenía en la mano y observé las volutas de vapor que se elevaban empañando mis lentes.

Un suspiro escapó de mis labios. Eso me ocurría todos los días. Tal vez debería hablar con mi padre sobre la operación láser de ojos de la que me habló Zain. Él quería que me deshiciera de mis anteojos. No es que yo tuviera ningún problema en usarlos, pero él sugería que estaría mejor sin ellos.

Nuestro equipaje, con lo necesario para un viaje corto, traqueteó cuando el tren redujo la velocidad para permitir que subieran más pasajeros. Mis ojos inmediatamente se dirigieron hacia la puerta, donde apareció una mujer alfa con un fuerte aroma a té de hierbas. Ella entró corriendo, seguida por dos machos que olían igual a ella; seguramente, venían juntos.

Le sonreí al percibir ese delicioso olor herbal que flotaba hacia mí, pero ella levantó la nariz con arrogancia, sacudiendo la cabeza con desaprobación y se sentó en el extremo de su compartimento. Una vez que se acomodó, sacó rápidamente una novela gruesa de su bolso, para ocultar su rostro detrás de ella.

Yo hice un mohín de disgusto ante su actitud. Las hembras alfa desprecian a las de mi clase, porque los machos se sienten atraídos fácilmente por nosotras. Si a los hombres les dieran a elegir, siempre escogerían omegas, esa es la principal razón por la que nosotras no les gustamos a las mujeres alfa.

Por el rabillo del ojo, vi a mi madre, que sonreía ansiosamente, como tratando de tranquilizarse.

Cara, mi hermana, estaba concentrada en enviar mensajes de texto en su teléfono. No demostraba ningún interés en estar con nosotros a pesar de que viajábamos solo por ella. Aiden, el alfa de una importante manada, estaba interesado en conocerla, y si todo salía bien, él podría ofrecerle matrimonio.

Mi padre se frotó las manos. Todavía no puedo creer que accedieran a recibirnos.

¿Por qué no?, resopló mi madre. Después de todo, Cara es la beta más bonita de nuestra manada. Era obvio que el alfa la querría para él.

Cara puso los ojos en blanco, supongo que en ese momento le prestó atención a la conversación de nuestros padres. No solía ser grosera, pero en ese asunto no estaba de acuerdo, ya que ella quería seguir estudiando. Al menos eso eso fue lo que me dijo la noche anterior, mientras hacíamos las maletas.

¡Bueno, en eso tienes razón!, dijo mi padre con voz cantarina.

Después de eso, el silencio se apoderó de nuestro compartimiento, mientras todos nos enfocábamos en admirar el paisaje a través de la ventana. Tendríamos que viajar una hora más antes de llegar a la manada Moonlight. Ellos vivían alejados de nosotros, por eso tuvimos que tomar un tren.

A diferencia de otros grupos, en el de Aiden no se habían adaptado a la tecnología moderna de los humanos. Mi madre no estaba contenta con eso, pero eran la manada más rica de todas. Además, el padre de su líder solía ser uno de los jefes del consejo.

¡Rose!, la voz aguda de mi madre irrumpió en el silencio del vagón.

Entonces, yo giré la cabeza para verla. ¿Sí, mamá?.

Espero que hayas empacado suficientes supresores, porque no queremos ningún escándalo.

De inmediato, mis mejillas se pusieron rojas, mientras todos los que estaban alrededor de nosotros me miraron. ¿Por qué no pudo esperar a que estuviéramos solas para preguntar? Los dos machos alfa, que estaban sentados cerca de nosotros, se rieron en mi dirección antes de apartar la mirada. Soltando un suspiro, asentí con la cabeza.

¡Usa la boca, por el bien de la luna!, estalló mi madre, con su voz chillona.

Entonces mi padre se apresuró a intervenir. Mary, ¿quieres parar? Ella te dio su respuesta.

Yo no la escuché, Frank. Para algo le enseñamos a hablar, ¡pero no!, hizo una pausa moviendo la cabeza, luego añadió. Le encanta comportarse como si todavía fuera una mocosa.

Ahogando sus voces en mi cabeza, miré por la ventana. Cara me lanzó una sonrisa comprensiva que ignoré. Si la miraba a los ojos, rompería a llorar. ¿Por qué mi madre me odiaba tanto? Ella había estado haciendo eso desde que tenía memoria, burlándose y criticando cada uno de mis movimientos. Cara no recibía ese tipo de trato de ella. A mi hermana la trataba como su muñeca de cristal, mientras que yo era un monigote de trapo. ¿Todo porque era una omega?

****

Oye, Rose, ¡despierta! Vamos, tenemos que irnos, me instó una voz familiar, palmeándome el hombro.

Entonces me di cuenta de que el tren ya no se movía y me desperté sobresaltada, sentándome con una tensión alarmante. Al ver a mi padre a los ojos, él me dirigió una mirada comprensiva.

¡Lo siento! Ya desperté.

Está bien. Vámonos. Tu madre y tu hermana ya bajaron del tren.

'Por supuesto, ¡no podían esperarme!', pensé en silencio.

Cuando llegamos, nos recibieron dos altos alfas que vestían uniformes y que entrecerraron los ojos al vernos. Mi padre inmediatamente dio un paso al frente para saludarlos.

Soy John, soldado de la manada, dijo el de cabello castaño, inclinándose ante nosotros, antes de señalar a su compañero y presentarlo. Y este es Leo, mi hermano y también soldado de la manada.

Hola, mucho gusto.

Estamos aquí para llevarlos a nuestra casa.

¡Ah!, respondió efusivamente mi madre. ¡Eso es fantástico! No podemos esperar a conocer a nuestro futuro yerno.

Ellos dos se miraron entre sí con extrañeza y nos hicieron una seña para que los siguiéramos. Yo vacilé ante la mirada fija de mi madre, pero respiré hondo, tratando de olvidar sus ojos como espadas.

Cuanto más nos adentrábamos en el pueblo, más pares de ojos vigilantes nos seguían. Decidí ignorar a los miembros de la manada, pero no funcionó por mucho tiempo. La curiosidad se apoderó de mí y levanté la vista, encogiéndome cuando unos lobos dejaron a un lado lo que estaban haciendo y empezaron a susurrar acaloradamente entre ellos.

Me estaba sintiendo increíblemente cohibida, pero me propuse mirar fijamente el impresionante pueblo, en lugar de encontrarme con las miradas cautelosas y poco acogedoras de sus pobladores. Varias tiendas se alineaban a lo largo de las calles, donde vendían todo lo que uno necesitaba para subsistir. Mi madre no podía dejar de adular el color de las frutas y de las verduras recién cortadas.

Nuestra Cara es muy afortunada, comentó ella de pronto.

Guarda algo para cuando nos encontremos con el Alfa, querida, recomendó papá.

Mi hermana y yo tuvimos que esconder nuestras sonrisas ante ese comentario.

El Alfa, que dijo llamarse Leo, habló con los guardias que estaban en las puertas de la casa principal de la manada, para que nos permitieran entrar. En el momento en que lo hicimos, mi corazón comenzó a latir más rápido, las manos me empezaron a sudar y mi respiración se aceleró. No soportaba el calor que se acumuló en mi estómago. ¿Qué me estaba pasando?

Alfa Aiden los está esperando adentro.

****

CAPÍTULO 3

Caminé hacia el interior de la casa de la manada cerrando los ojos, pero mi madre empezó a empujarme para que avanzara y, una vez que me golpeó el ambiente cálido del vestíbulo, los abrí uno a uno. Entonces, un suspiro escapó de mis labios ante lo que estaba a la vista.

La habitación era como la de una película, con todas las características que yo amaba de un decorado modesto, pero elegante; aunque reconozco que era imposible notar todo a la vez. El piso estaba cubierto con las pieles más suaves que podrían existir. Me moví tratando de disfrutar el momento, pues no estaba acostumbrada a tales lujos. Las paredes estaban tapizadas con un exquisito entramado color azul e hilos de oro formando figuras angulares, o enroscándose para dibujar espirales caprichosas. Yo extendí una mano para tocar la pared más cercana, pero la retiré cuando escuché que nos saludaban.

Bienvenidos a mi pueblo.

Al oír una seductora voz grave, giré la cabeza en la dirección del sonido y se me puso la piel de gallina cuando mis ojos captaron toda la gloria etérea e impecable del Alfa Aiden; estaba de pie justo enfrente de mí.

Al verlo, mi loba gimió arañándome las entrañas. Tuve que luchar contra el impulso de caer de rodillas ante la mera presencia de esa poderosa criatura. Estaba tan mareada que pensé que perdería la consciencia. La verdad era que yo nunca había tenido una reacción parecida ante un Alfa y había conocido a muchos. ¡Estaba boquiabierta! Mis entrañas se habían hecho papilla, mientras sentía las mejillas ardiendo.

Sus largos rizos, de color castaño oscuro, caían desparramados por su espalda. De repente, sentí que tenía que enredar mis dedos en su melena para acariciar la suave textura de sus mechones. Su cuerpo era imponente, con grandes músculos en brazos, piernas y torso, que evidentemente se había dedicado a desarrollar haciendo ejercicio.

Respiré hondo, tratando de inhalar más de su sutil aroma a vainilla y pino. Mis ojos rodaron hacia atrás durante una fracción de segundo, al tratar de calmar mi acelerado corazón. Sentí que, al inhalar su olor, el fuego se encendía por todo mi cuerpo.

¡Ah! ¡Gracias, estamos encantados!, chirrió la voz de mi madre en la habitación.

Su graznido me sacó de mi ensueño y, con las mejillas del color de una granada, mis ojos se movieron hacia Aiden, quien asintió sonriendo. Llevaba una camisa negra ceñida que destacaba su figura. Me llamó mucho la atención su espeso pelaje alrededor del cuello, sin duda solo los alfas de la manada lo usaban de tal manera, como distintivo de respeto para su portador.

Sentí que había pasado toda una vida antes de que nuestros ojos se encontraran, pero fue solo un instante, ya que él deslizó la mirada por encima de mí, con absoluto desdén. No pude evitar sentir el agudo aguijón del rechazo, y tuve que luchar contra el impulso cada vez mayor de caer de rodillas y arrastrarme por la atención total de ese maravilloso alfa.

Por eso odiaba ser una omega, el eslabón más débil de la cadena. Afortunadamente para mí, logré deslizarme a espaldas de mi padre para tratar de controlarme respirando rítmicamente por la boca. Desde ahí lo observé en silencio y me di cuenta de

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