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Cainán el Primer Rey: Los Archivos de Enoc, #1
Cainán el Primer Rey: Los Archivos de Enoc, #1
Cainán el Primer Rey: Los Archivos de Enoc, #1
Libro electrónico152 páginas3 horas

Cainán el Primer Rey: Los Archivos de Enoc, #1

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Información de este libro electrónico

Cientos de ángeles se rebelan contra Dios. Deciden secuestrar mujeres y procrear una dinastía para subyugar la tierra. Su primer ataque fue demoledor, una aldea completa fue reducida a cenizas. Solo Cainán sobrevivió a la "Noche de los Gritos".

 

Adán, el primer hombre, sigue vivo. Después de varios siglos, su descendencia se ha dividido en tribus, ciudades y aldeas.  Cada una de ellas con su propia manera de vivir y de luchar. Cada una de ellas pensando en su propia sobrevivencia.

 

Después de la "Noche de los Gritos", los ángeles rebeldes procrearon hijos gigantes con las mujeres que secuestraron, una raza que solo piensa en la destrucción. Los años han pasado y los gigantes han salido de sus cuevas para atacar las aldeas y hacer desaparecer a la humanidad.

 

Un joven profeta Enoc, una muchacha sanadora, y un esclavo, serán también claves en esta secuencia de eventos. Cainán buscará la manera de enfrentar a los mismos ángeles caídos, y no estará solo.

 

Una historia llena de aventuras, desencuentros y esperanzas. Una batalla entre la tiranía y la libertad, una guerra contra lo imposible.

Basada en los primeros años de la humanidad antes del diluvio.

 

Del autor han dicho los lectores:

"Excelentes historias, en cada capítulo sentía como las palabras saltaban a mi corazón"

"Te mantienen atento de principio a fin y logran despertar en ti la eternidad que está dentro de todos"

 

Primer volumen de la serie "Los archivos de Enoc"

IdiomaEspañol
Editorialsimon aquino
Fecha de lanzamiento2 feb 2023
ISBN9798215174647
Cainán el Primer Rey: Los Archivos de Enoc, #1
Autor

simon aquino

Simon Aquino nació en Chile, siendo aun un adolescente se volvió un fiel seguidor de Jesucristo. Los últimos años a viajado por mas de diferentes naciones y continentes como pastor y conferencista. Compartiendo con las personas sus experiencias y reflexiones sobre ser un seguidor de Jesús. Como escritor a plasmado estas verdades en sus libros de profunda espiritualidad, con reflexiones bíblicas y experiencias personales con el Espíritu Santo. Los lectores, han encontrado en estos libros valiosas respuestas para la vida cotidiana, y la relación con Dios. En el últimos años a publicado una serie de novelas como escritor de ficción con la serie de libros más reciente, "Derrota lo mas oscuro", "Encuentra lo mas preciado" y "Girasol, un bosque, un mapa y un canto". En esta serie busca ministrar la iglesia y al mismo tiempo entregar principios espirituales de la guerra espiritual de la luz contra las tinieblas.

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    Cainán el Primer Rey - simon aquino

    Derechos de Autor

    Titulo original: Cainán el Primer Rey

    1ª edición: Febrero, 2023

    Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.

    CAINÁN EL PRIMER

    REY

    Los Archivos de Enoc

    Tal vez no sea bueno que esta historia sobreviva. Quizás, después de conocerla, algunos soñarán con volver a vivir por siglos y no dejar la tierra después de cumplir los cien ciclos.

    Vivíamos demasiados siglos, y tengo mis dudas acerca de lo beneficioso de aquello. Especialmente, luego de que el mal comenzara a habitar el corazón de los hombres.

    Por eso, cuando termines de leer estos rollos puedes quemarlos o arrojarlos a las olas. No sientas pesar por mí, o por el esfuerzo de registrar los hechos que nos han llevado hasta este punto final.

    Es mejor que nada quede de este mundo, que las aguas lo entierren todo.

    Porque, créeme, después de seiscientos años cuando aún el primer hombre y la primera mujer vivían, las cosas no mejoraron. Pero siempre hubo un destello de luz. La luz que heredaste, y que ahora tienes que preservar.

    Esa luz no llegó por sí sola hasta ti, no sobrevivió de forma espontánea. Tuvimos que tomar decisiones. Porque después que Caín mató a su hermano Abel, el Eterno le dio un nuevo hijo a la madre Eva, Seth.

    Él se quedó en las Tierras Fértiles junto a sus hijos, sus nietos y el resto de su descendencia, desde donde tú emergiste. Caín huyó, y después que edificó las comunidades de Nod no lo volvimos a ver hasta su muerte.

    Pero las peores decisiones vinieron después de que los Ángeles Vigilantes decidieron traicionar su juramento primero. Decisiones que aquí conocerás, y que podrás juzgar por ti mismo.

    La Noche de Los Gigantes

    Una noche arcaica, como todos los habitantes de esta época. Hombres y mujeres centenarios que acostumbraban a vivir fuertes por mucho tiempo. Pero esa fortaleza podía ser solo externa, por dentro algunos de ellos se sentían desgastados. Uno de ellos era Cainán.

    Esta era una noche de vientos, de esas en que prefieres enrollarte entre gruesas mantas y pieles, y dormir pronto. Los vientos gastados soplaban como gritos de agonía y hacían que las amarras de la tienda se sacudieran continuamente.

    Cainán dormía borracho como cada noche, el agua de agave tenía ese efecto aturdidor. Es lo que Cainán buscaba al beberla. No quería recordar el dolor de otras épocas. Y a veces, incluso lograba soñar con Mamre, la última mujer que amó.

    Estaban lejos de su aldea en las Tierras Fértiles. Cainán, Mahal su primogénito, y una decena de mercaderes que habían decidido acampar junto a la puerta norte de la ciudad de Nod. La ciudad amurallada y polvorienta de los desterrados.

    Para ellos, acampar afuera era mejor que quedarse dentro de la ciudad de los hijos de Caín. Sí, porque una cosa era que el Eterno hubiese sacado a los hombres del huerto en Edén setecientos años atrás, pero otra distinta era ser de Nod. Eso significaba ser de los descendientes de Caín, que ni siquiera podían acercarse a las Tierras Fértiles. Las tierras donde el Vapor Sagrado seguía humedeciendo los árboles cada noche y cada amanecer.

    O por lo menos eso les enseñó a ellos el encorvado y anciano Enosh, el padre de Cainán, el único sacerdote de su aldea. El viejo siempre contaba esa historia con el ceño fruncido, haciendo que sus peludas cejas blancas se vieran más pobladas.

    Era mejor hacerlo todo desde afuera de la ciudad de los desterrados. Al fin y al cabo, solo venían para hacer el intercambio acordado. Barras de hierro y acero por sacos de legumbres y animales. Cainán y los demás ya tenían las barras, así que dependía de ellos volver a su aldea o intentar algún otro intercambio por la mañana.

    Cainán cerró los ojos para recordar la pradera de su pueblo. Pero el viento, sumado al murmullo que provenía de dentro de la ciudad, hacía imposible que se sintiera en casa.

    Se volteó para quedar de espaldas y se tocó la cicatriz de la cara que le cruzaba desde el pómulo a la frente, un recordatorio de noches difíciles. Estaba incómodo en esa cama de pieles, aunque siempre lo estaba sin importar donde durmiera. Se acomodó la trenza blanca de su canoso cabello y se rascó la barba una vez más, intentando quitarse la ansiedad que sentía al estar en esa tienda tan lejos de casa.

    Se quedó mirando la tela del techo, su mente desvariaba un poco. La tela tenía el color de un antiguo vestido de Lida, su difunta esposa. La tienda le traía recuerdos lejanos de Lida, la esposa que murió tras tener a sus hijas. Y luego, su memoria volvía a enterrar los rostros de esas hijas que también perdió.

    Por años creyó que estaba maldito, que el Eterno lo había maldecido como a Caín. No pudo envejecer con su esposa, ni ver a sus hijas crecer.

    Décadas más tarde, creyó sanar de su pérdida volviéndose a enamorar. Mamre era el nombre de la mujer que le devolvió por un tiempo la alegría, que lo llenó de esperanza. Entonces, en un par de minutos, aquella mujer que lo ayudaba a sanar le fue quitada… y no solo ella, sino que también sus jóvenes hijas.

    Cainán respiró profundo y luego sopló con fuerza como un caballo agotado. Su corazón se aceleraba cuando estas imágenes de dolor venían a su mente. Así que las enterraba dentro para no recordar nada.

    Pronto cumpliría cuatrocientos cincuenta años. Si bien, seguía tan fuerte como para cargar los sacos de legumbres, había cosas que pesaban en su mente y que en varias ocasiones le quitaban el sueño. ¿Era ansiedad lo que sentía esa noche? ¿O solo el constante presentimiento de algo malo?

    Junto a las tiendas de los mercaderes que le acompañaban, las fogatas seguían encendidas con brasas esperando consumirse durante la noche. Pero aquella noche se sentía más extraña que de costumbre.

    De pronto, un viento enorme volvió a soplar, apagando las brasas fuera del campamento.

    La oscuridad llenó todo el lugar. Se sintieron gritos desesperados viniendo desde la ciudad de Nod. El presentimiento se hizo real.

    Cainán se levantó apresurado, pateó las botellas junto a su cama y se vistió con la primera túnica que encontró a sus pies. Tomó la manta de piel de pangui, su vieja espada de acero y salió para ver qué estaba ocurriendo en Nod.

    Por instinto miró las otras tiendas de su compañía.

    El calvo y fornido Mahal, su primogénito y único hijo que le quedaba, que ya tenía más de doscientos años, salió de su tienda con su lanza en la mano y apuntó al cielo.

    Lo que estaba viendo aterrorizaba a su hijo.

    Una imagen similar a la Noche de los Gritos.

    Esa noche, veintiún años atrás, cambió al mundo entero y también cambió a Cainán para siempre. Esa noche perdió a Zila y a Ada, las niñas de su casa. Esa Noche perdió también a Mamre, la mujer que lo hizo sentir que sanaba de su viudez.

    Ahora, cinco seres que resplandecían con una luz roja flotaban sobre la ciudad y la observaban. Su presencia imponente hacía que Cainán se sintiera como una cucaracha en la tierra.

    Cainán miró el cielo nocturno buscando encontrar más de ellos, pero solo contó cinco de los Vigilantes Caídos.

    Ángeles que dejaron la misión que les encomendó el Eterno, ser vigilantes y guardianes de los territorios. Decidieron tomar de la tierra lo que quisieron y procrear su propia descendencia.

    Cinco de ellos eran suficientes para destruir la ciudad completa.

    Desde el interior de Nod se oían gritos de mujeres, llantos y hombres en batalla. Algo horrible estaba ocurriendo en esa ciudad, la presencia de esos cinco Vigilantes Caídos era una clara señal del desastre.

    Hace veintiún años doscientos de esos vigilantes atacaron por la noche el Valle Árido. Calcinaron una aldea completa en un par de minutos, y se llevaron más de doscientas mujeres a sus montañas sin que nadie pudiera impedirlo. El resto de la aldea se convirtió en cenizas, una tribu entera fue consumida.

    Fue llamada la Noche de los Gritos. Esa noche era lo que Cainán trataba de enterrar en su memoria bajo litros de agua de agave. Ahora parecía que ese momento se repetía en la ciudad de Nod.

    —¿Debemos ayudar? Deben haber más de esos espectros dentro, deben estar llevándose a las mujeres nuevamente —dijo el calvo Mahal, mirando a Cainán y apretando su lanza. Conocía a su padre, sabía que intentaría hacer algo.

    —¡Tomen sus armas! —gritó Cainán a su compañía—. Vamos a tratar de entrar por la puerta norte de Nod.

    Sus acompañantes, todos hombres curtidos por largos viajes en bosques y pampas con las caravanas de intercambio, no alcanzaron a responder. Una enorme explosión hizo retumbar el suelo, y la puerta norte de la ciudad se partió en cientos de pedazos que salieron disparados a todas partes.

    Una docena de seres gigantes salieron lanzando troncos y vigas de las casas que habían destrozado en la ciudad. Eran los hijos de los vigilantes, o de alguno de los cinco que brillaban y observaban desde el cielo nocturno.

    Los rumores de estos años eran ciertos, los seres que resplandecían habían procreado con las mujeres que se llevaron. Sus hijos eran una nueva especie en la tierra. Se veían imparables y aterradores.

    «¡Son enormes, derrumbarán a toda la humanidad!», pensó Cainán, y sintió que el viento frío le contraía los hombros.

    Las bestias duplicaban y hasta triplicaban en altura y en fuerza a los hombres comunes. Algunos tenían rasgos animalescos en sus rostros y en su piel.

    No había hombre que persiguiera a los gigantes, los lugareños de Nod solo miraban desesperados, gritaban o lloraban, pero nadie intentaba detenerlos. Cada uno de los gigantes arrastraba una mujer.

    «¡Por la espada llameante, la historia se repite!», pensó Cainán al ver cómo se llevaban a las mujeres en medio de la noche.

    Ese pensamiento lo paralizó, hizo que una grieta de su alma se abriera nuevamente. Sintió terror, ira e impotencia mezclados como un revoltijo en el estómago. La humanidad estaba perdida.

    Los gigantes salieron corriendo, aullando y dando gritos de victoria. Se internaron por el camino a las vertientes de las altas montañas, el cordón montañoso de Ardid, donde moraban los Vigilantes Caídos.

    De pronto, los cinco seres rojizos y resplandecientes, que flotaban desde las alturas, se fueron hacia el mismo sector como una estrella fugaz que se mueve a toda velocidad por cuenta propia.

    —¡Vamos!, si son hijos de mujeres entonces es seguro que deben sangrar. Y si sangran también mueren —dijo Cainán, mientras se cubría con otro manto de pieles y se ceñía con un cinto de cuero de tejón—. Hay que intentar rescatar a alguna de esas pobres muchachas.

    Todos lo siguieron casi por instinto, aunque sabían que esto era un suicidio. Mahal lo miró con desconcierto, pero obedeció.

    Desde la puerta destrozada de la ciudad, la gente los miraba con pesar y extrañeza, como si aquel intento de rescate fuera una acción sin sentido. Pero eso no detuvo al grupo de hombres, corrieron para tratar de alcanzar las veloces sombras gigantes que se perdían en la noche.

    Corrieron sin parar por una huella de camino montañoso, el viento y el frío fue lo primero que se hizo sentir. Siguieron las luces rojas que aún se divisaban a lo lejos en el cielo, las sombras de los gigantes ya no se notaban bajo

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