Lo Que El Viento No Se Llevó
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Lo que el viento no se llevo, es una historia de pasados sin cerrar, preguntas con mucho tiempo sin responder, misterios sin resolver y personas buscando segundas oportunidades luego de lo imperdonable, pero sobre todo es un mensaje de familia, amor y unin ms all de los errores y esencias negativas de cada quien. Su lectura es un viaje multidireccional del cario.
Juanita de la Vega Bünzli
Esta es la séptima novela de Juanita de la Vega Bunzli. La autora es una persona de carácter alegre, positivo y frondosa imaginación. Actualmente reside con su esposo en Fullerton, Sur de California. Después de haber viajado y residido en numerosos países. Madre de tres hijos adultos y seis nietos. Posee tres nacionalidades, argentina, suiza y estadounidense.
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Lo Que El Viento No Se Llevó - Juanita de la Vega Bünzli
Copyright © 2015 por Juanita de la Vega Bünzli.
Email de la autora: eandjbunzli@att.net.
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2015917123
ISBN: Tapa Dura 978-1-5065-0926-6
Tapa Blanda 978-1-5065-0928-0
Libro Electrónico 978-1-5065-0930-3
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
Fecha de revisión: 24/11/2015
Palibrio
1663 Liberty Drive, Suite 200
Bloomington, IN 47403
Gratis desde EE. UU. al 877.407.5847
Gratis desde México al 01.800.288.2243
Gratis desde España al 900.866.949
Desde otro país al +1.812.671.9757
Fax: 01.812.355.1576
727204
Contents
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Fin
Dedicado
A quienes lo devoren con interés, lo guarden con deleite y recomienden con entusiasmo, a ellos está dedicado este libro.
Capítulo 1
Se abrió la puerta de calle. Empujadas hacia dentro, sin un lamento, dócilmente, las dos hermanas entraron a la residencia de su abuela.
-¡Aquí te las dejo… ocúpate de ellas!-
Analía, a los gritos, con ojos desorbitados y bruscas exclamaciones, depositó en la casa de su madre a sus dos únicas hijas, alejándose del lugar a toda prisa. De ese modo, evitó una amplia explicación sobre el motivo de esta ingrata actitud.
Indudablemente, obró sin una tacha de duda bajo la absoluta convicción de que su madre iba a hacerse cargo de ellas.
Abuela y nietas se miraron perplejas, mientras en sus memorias grababan una triste escena para el recuerdo. Lentamente, Amalia fue acercándose a ellas hasta arroparlas entre sus brazos.
Aunque se esforzaba en encontrar una inmediata justificación o argumento compasivo y tolerante capaz de despejar el dolor de lo sucedido, sólo existía una alternativa: ampararlas.
Luego, cuando llegara el caso, tratar de persuadirlas sobre la necesidad de seguir adelante tras ayudarlas a comprender, aceptar y hasta perdonar este egoísta suceso, además de fortalecerlas emocionalmente para enfrentar la ingrata realidad por la cual tropezaban.
Ante este inesperado evento, Sara y Diana quedaron a la expectativa y desconcertadas; sentadas en la sala iluminada solamente por los últimos rayos del atardecer, filtrados a través del ventanal.
En sus rostros, alumbrados por la dorada luz de la tarde, expresaban una angustia no causada precisamente por la penumbra, sino por el dolor interno de sus almas; desbordadas de tristeza y confusión.
En cuanto puso candado a su lamento, su abuela ambuló de un lado hacia otro. Finalmente, cesó el prolongado silencio; diciéndoles:
-Por favor, niñas, ayúdenme a empujar hacia afuera a mis queridos gatos que insisten en perpetuarse dentro de la casa. Hoy…- hizo una pausa, desde la cual tragó saliva y luchó para hilvanar sus ideas.
Apenas cambió el tono de su vocablo, prosiguió:
-Estuvieron todo el día durmiendo y dejaron de beneficiarse de un día hermoso y radiante, ahora… que gocen de la noche. Es inútil, hay criaturas que no imaginan otras alternativas… -
Su voz se quebró, en tanto sus ojos se llenaron de lágrimas. Era infructuoso intentar ahogar la angustia que estaba sufriendo.
-Abuela, los gatos adoran tu compañía, adoran el acercamiento que tú les permites y al friccionarse entre tus piernas, demuestran su agradecimiento, seguramente lamiéndote tus manos. Requieren atención. Cuando te miran a los ojos, reclaman amor- la primera en reaccionar fue Diana, quién dulcemente trataba de confortarla.
-Es que ahora… ¿desde cuándo, hermana, lees la mente de los gatos? Mnn…- burlonamente retrucó Sara, conforme levantaba una ceja.
-¡Claro que sí! Se lo que sienten y por cierto, deberás saber qué es lo que me dicen: que, que eres…eres inconsciente, desconsiderada- y con la mano, señaló a su abuela.
Una vez que se abrió la puerta conducente al jardín, los dos gatos, obedientes, desfilaron apresurados hacia el pórtico, mientras una ráfaga de aire fresco penetró en la habitación; amén de enseñar la proximidad del otoño.
El silencio era tajante.
-¿Decías algo, Diana?- al rato preguntó la abuela.
-Nooo- contestó la nieta, cerrando sus ojos y respirando hondamente -tal vez en voz alta hablé de lo que pienso. En realidad quise decir que sólo queda una esperanza de que las cosas no sean como son-
-No te desconsueles, hija mía, presta atención. Analicémoslo calmadas y compasivamente. Pues mira, esta es mi opinión. Tú madre necesitaba un respiro, vivía agobiada y frustrada como consecuencia de la vida que se había creado.
Por lo tanto, al haber llegado a un punto álgido de desesperación, consideró necesario ahuyentarse de las innumerables desazones diarias, buscar otras alternativas, observar sus problemas desde otro punto de vista, alejarse- y en voz baja, continuó -aunque esa actitud no es una solución, es tan solo una ilusión, un regateo.
Mis queridas, esta realidad es temporaria, llegará ese bendito día, no muy lejano, en que ella volverá a reclamarlas. Puedo asegurarles- certificó lo dicho por medio de un golpe de puño sobre la mesa.
-Y durante ese período de tiempo, ¿qué hacemos, abuela?-
-¡Crearemos de esta situación una experiencia única!-
Al escuchar la conversación, Sara, despavorida, salió corriendo a refugiarse en uno de los cuartos, a pesar de que ignoraba en cuál de ellos le tocaría hospedarse.
Amalia siguió sus pasos abatida por la reacción de su nieta, persiguiéndola hasta la puerta. Se detuvo frente a ella, de inmediato retrocedió y giró hacia la sala.
Diana, apaciblemente, apuntó la actitud de su hermana:
-Seguramente ella no acepta esta situación en la cual tú, sin desearlo, estás obligada y comprometida, abuela, o… tal vez lo más comprensible es que está cansada de escuchar reproches y órdenes- luego de una pausa en tono indignante, entre dientes, agregó, alzando su voz -pensándolo con más calma, lo más seguro es que Sara es demasiado orgullosa para permitir que nosotras organicemos su vida o veamos cuánto ella sufre al haber caído envuelta en este escenario inesperado.
Con su carácter ¡vaya uno a saber lo que ella piensa! Después de todo, abuela, ¡vaya uno a saber que nos espera!… ¡Qué ocurrirá en nuestra vida!-
-Esta no es cuestión que se presta a predicciones ni a conjeturas, mi querida. Aquí debemos salir adelante buscando la manera aceptable de llevarnos entre nosotras, adecuadamente. Con perfecta conformidad y armonía, llegaremos a un desenlace satisfactorio el día de mañana. ¡Sospecho que será trabajoso el camino que nos espera!- respiró hondamente.
Mientras miraba a través de la amplia ventana, con sonriente expresión, continuó -aun asi debo revelarte algo… estaba sintiéndome muy sola últimamente. Y aunque no fueron en las circunstancias ideales de cómo hubiera querido tenerlas más cerca, dentro de mi alma soy muy feliz de poder albergarlas-
Y con voz casi imperceptible, Diana contestó:
- ¿Así nomás de fácil, abuela?-
****************
Amalia vivía fuera de una pequeña ciudad donde todo el mundo se conocía. Su hogar estaba rodeado de fincas con terrenos extensos; ella disfrutaba de su pequeño jardín con almácigos de verduras y de sus flores favoritas, allí gozaba de su capacidad de cultivarlas con escasa ayuda.
Desde las ventanas de su encantadora casa, amueblada conservadoramente, se distinguía a la distancia un escénico valle rodeado de colinas verdes azuladas. Observar este paisaje proporcionaba un reparador sentido de tranquilidad y seguridad.
Años atrás, Amalia disfrutaba de un exitoso oficio, una tienda de trajes de novia y todo lo relacionado a las bodas. Se retiró al vender su negocio después de treinta años de una exitosa labor. Ahora sus días estaban dedicados a cuidar de su jardín, leer buenos libros, recibir amigos, escuchar su música