I
La vieja criada negra de etnia zulú, nacida en la lejana provincia de Kwazulú, en Sudáfrica, era una mujer arrugada y serena, muy próxima a sus raíces sin tiempo. Fue ella quien me contó esta larga historia.
Había una vez un hombre de la antigua raza original que poseía un rebaño maravilloso. Era un ganado hermoso de vacas con manchas negras y blancas.
El color
La mujer que me contó esta historia insistía repetidamente y detallaba con gran minuciosidad el color del ganado. Para los hombres primitivos, el ganado nunca era simplemente un puñado de animales, sino que eran criaturas dotadas de un raro y antiguo espíritu natural. Eran consideradas emanaciones del mundo de los sueños, del mundo del Gran Espíritu que, entre otros lenguajes, hablaba con los humanos a través del ganado. Los colores que tenía cada res en su piel indicaban, en cierta forma, el grado de favor o de enfado del Gran Espíritu.
Los hombres primitivos tenían adjetivos