Kylie terminó de acomodar su ropa y cansada se recostó sobre la cania. Desde hacía un año que no regresaba a casa, y ahora que veía su hab-tación, se daba cuenta lo mucho que la extrañaba. Nació en Harrison, un pueblo de Nueva Jersey, y vivió con sus padres hasta que fue a la universidad. Ellos eran el matrimonio perfecto, y Bob, el típico hermano que nunca la dejaba tranquila.
–Toma… está recién preparado –dijo su madre al entrar a su habitación.
–¡Chocolate caliente! –exclamó Kylie, sentándose para agarrar la taza.
–Y con malvaviscos, como te gusta.
–¡Mamá!, esto es caloría extra…
–Vamos, Kylie, deja de preocuparte por la dieta, por lo menos cuando estés aquí.
Ella tomó un sorbo, resignada a regresar a Nueva York con algunos kilos demás. Luego volvería a las ensaladas y al café sin azúcar, pero por el momento disfrutaría de todas las delicias del hogar.
–Me encontré con la hermana de Chris –le comentó su madre-, me dijo que viene a pasar Navidad.
–Qué bueno, en realidad desde la prepa no regresa al pueblo.
–Es que estuvo en Europa, ¿no supiste de él en todo este tiempo?
–La última vez que tuvimos contacto fue en la fiesta de graduación.
Y en segundos viajó hasta esa noche son-riendo con nostalgia.
¿De qué te acordaste? –preguntó su madre.
–De lo bien que la pasábamos juntos. ¿Sabes cuándo llega él?
–Mañana. Si quieres más chocolate ve a la cocina, debo avanzar con la cena –agregó, saliendo de su habitación.
Kylie abrió la gaveta de su escritorio y encontró el anuario de