Cuentos de horror
Por Ambrose Bierce
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"Cuentos de horror" es una colección de los mejores cuentos en los que Bierce tiende a combinar el terror con importantes dosis de ironía que en último término nos hacen percibir a sus personajes como víctimas propiciatorias de sus propias debilidades y limitaciones.
Ambrose Bierce
Ambrose Bierce was an American writer, critic and war veteran. Bierce fought for the Union Army during the American Civil War, eventually rising to the rank of brevet major before resigning from the Army following an 1866 expedition across the Great Plains. Bierce’s harrowing experiences during the Civil War, particularly those at the Battle of Shiloh, shaped a writing career that included editorials, novels, short stories and poetry. Among his most famous works are “An Occurrence at Owl Creek Bridge,” “The Boarded Window,” “Chickamauga,” and What I Saw of Shiloh. While on a tour of Civil-War battlefields in 1913, Bierce is believed to have joined Pancho Villa’s army before disappearing in the chaos of the Mexican Revolution.
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Cuentos de horror - Ambrose Bierce
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CUENTOS DE HORROR
Un diagnóstico de muerte
―No soy tan supersticioso como algunos de sus médicos (hombres de ciencia, como a ustedes les gusta ser llamados) ―dijo Hawver, respondiendo a una acusación que no había sido expresada―. Algunos de ustedes (solo unos pocos, lo confieso) creen en la inmortalidad del alma, y en apariciones que no tienen la honestidad de llamar fantasmas. Tengo apenas una convicción de que en ocasiones los vivos son vistos donde no están, sino donde han estado, donde han vivido tanto tiempo, quizá tan intensamente, como para haber dejado su impresión en todo lo que les rodea. Sé, de hecho, que el medio ambiente puede ser tan afectado por la personalidad de uno para mostrar, mucho después, una imagen de la propia persona a los ojos de otro. Sin duda la personalidad que crea la impresión tiene que ser el tipo de personalidad adecuada, así como los ojos que lo perciben deben ser el tipo correcto de ojos: los míos, por ejemplo.
―Sí, el tipo correcto de ojos, que transportarían sensaciones al tipo equivocado de cerebro ―dijo, sonriendo, el doctor Frayley.
―Gracias; es agradable que se cumplan las expectativas de uno; esa es la respuesta que esperaba de su amabilidad.
―Discúlpeme. Pero dice usted que lo sabe. ¿Eso no es demasiado decir? Quizá no le molestará contarme cómo es que lo aprendió.
―Usted lo llamará una alucinación ―dijo Hawver―, pero no importa.
Y contó la historia:
―El verano pasado fui, como sabe, a pasar la temporada veraniega en el poblado de Meridian. El pariente en cuya casa pensaba hospedarme se encontraba enfermo, así que busqué otras habitaciones. Después de ciertas dificultades conseguí rentar una morada vacía que había sido ocupada por un excéntrico doctor de apellido Mannering, que se había ido años atrás, nadie sabía adónde, ni siquiera su agente. Había construido la casa él mismo y había vivido en ella con un viejo sirviente durante unos diez años. Su clientela, nunca muy extensa, se extinguió por completo tras unos pocos años. No solo eso, sino que él se había retirado casi por completo de la vida social para convertirse en un recluso. Me contó el doctor del pueblo, prácticamente la única persona con la que mantenía relación, que durante su retiro se había dedicado a un solo tema de estudio, cuyos resultados había publicado en un libro que no recibió la aprobación de sus compañeros de profesión, quienes, de hecho, no lo consideraban del todo cuerdo. No he visto el libro y no puedo ahora recordar su título, pero me han contado que exponía una teoría más bien sorprendente. Aseguraba que era posible, en el caso de muchas personas en buenas condiciones de salud, pronosticar la muerte con precisión, varios meses antes del evento. El límite, creo, era de 18 meses. Había historias locales de cómo había ejercido su capacidad de pronóstico, o quizá diría que de diagnóstico; y se decía que en cada caso