VISIONES DEL INFIERNO
Un buen día, un soldado argentino llamado Darío F. decidió sentarse frente al ordenador, entrar en la página de la Fundación para la Investigación de las Experiencias Cercanas a la Muerte (NDERF, por sus siglas en inglés) y relatar su historia. Darío participaba en una misión de escolta a un convoy de camiones cargados con residuos nucleares. Unos criminales lo atacaron durante el trayecto. Darío salió del camión y disparó a dos de ellos. Murieron en el acto. Pero había más e iban bien armados, porque no tardó en sentir los impactos de los proyectiles atravesándole el chaleco antibalas e impactando en diferentes lugares de su cuerpo, junto al corazón, la espalda, el bajo vientre y ambas piernas.
Tuvo dos experiencias cercanas a la muerte (ECM): una agradable y otra desagradable. La primera ocurrió mientras le estaban operando. Darío salió de su cuerpo y se vio en la mesa de operaciones: «Empecé a flotar sobre mi cuerpo y vi cómo el cirujano trataba de operarme. Quise tocarle, pero solo conseguí atravesarle. Entonces me asusté y, justo en ese momento, todo se volvió oscuro, y lo único que podía ver era una luz al final, así que me dirigí hacia ella. Al llegar vi un campo verde, con mucha vegetación, y un río con un puente hecho de oro y joyas, con escrituras de oraciones a Dios en todas las lenguas. Crucé el puente y vi a mi abuela y al veterano de la guerra de las Malvinas Ramón Barrios. También me encontré allí con familiares a los que no recordaba. Me dije a mí mismo: ‘Aquí me quedo’. Llegados a este punto, debo aclarar que soy un hombre casado y tengo una hija que en esos momentos tenía cuatro años. Entonces, oí una voz que me decía: ‘Todavía no ha llegado tu hora’. Me giré y vi a Cristo. No pude ver su cara, ya que brillaba muchísimo, pero reconocí sus manos gracias a los estigmas. Me agarró con gesto
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