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Páginas en Blanco
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Páginas en Blanco

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Información de este libro electrónico

Suail es una joven campesina soñadora y llena de expectativas sobre el devenir futuro. Lleva una vida simple en una pequeña ciudad en la cual tiene un trabajo modesto en un restaurante. Por esas cosas del destino un día conoce a Marcos a quien empieza a conocer poco a poco y de quien se enamora en con el transcurrir del tiempo. Pero su profundo amor no es suficiente para llenar el corazón de Marcos, razón por la que al pasar el tiempo él la abandona. Pasado un tiempo Suail intenta recuperar el amor de Marcos sin saber si lo logrará.
Páginas en blanco es una historia romántica llena de hermosos detalles que toca la realidad de aquellas personas que entregan todo sin pensar en el desenlace de su historia. Es una narración profunda con planteamientos existenciales que definitivamente te hará ver que hablar de amor no es una cosa de destino. Para conocer el amor es necesario ir más a profundidad y romper nuestras propias barreras.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 jun 2019
ISBN9780463145500
Páginas en Blanco
Autor

Angela Ferreira

Yaina Angarita, joven cojedeña de 27 años nacida en el estado apure. Desde temprana edad ha sentido interés por la literatura y la lectura. A la edad de 19 años empezó a escribir su primera narración Páginas en Blanco, trabajo en el que presenta una mirada profunda respecto a las relaciones amorosas que aborda la juventud.Yaina es un escritor amateur apasionado que espera perfeccionar su técnica para lograr impactar la vida de las personas a través de sus letras.

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    Páginas en Blanco - Angela Ferreira

    Páginas en Blanco.

    Escrito por Ángela Ferreira.

    Aunque en repetidas ocasiones oí que no se echa a andar para atrás; quise hacerlo y fracasé. Pero aprendí tantas cosas en medio de mí tropezar…

    Ángela Ferreira.

    TARDE DE INVIERNO

    En una fría tarde de octubre, mientras contemplaba el ocaso de una historia ya caducada y en las agudas notas de una melancólica canción, mi mente comenzó a divagar, mientras observaba caer la lluvia en las goteras del techo de mi pequeña y acogedora casa; lagrimas comenzaron a correr por mis mejillas y una infinita expresión de tristeza empezó a invadir todos mis sentidos, me preguntaba ¿Cómo es posible que poseyendo todo solo necesitas de una persona para vivir? Tal vez sería que todos los conocimientos obtenidos en mi corta vida no significaban mucho ante esta situación, parecía como si aquella serie de personas que a diario se reunían conmigo para compartir hubieran desaparecido; como si el encanto y la majestuosidad de los paisajes conocidos no lograsen llenar el vacío del momento. En instantes me hallé perdida en los recuerdos de la simplicidad de mi vida antes de conocer a Marcos; lo sencilla que parecía en el colegio, llena de sueños, risas y expectativas sobre lo que habría en el devenir de un nuevo día; cuando el sol despuntaba en la lejanía abriendo un universo de posibilidades que me hacían pensar que nada era inalcanzable; un horizonte de nuevas aventuras y nuevos momentos por vivir. Repetidas veces escuché la canción que parecía hablar de mi historia y al paso de escuchar la melodía mis lágrimas como lluvia caían al suelo ¿Sería posible que lo que un día fue formador de las sonrisas más cálidas ahora pudiera hacer derramar las lágrimas más amargas? Abracé mi almohada y sola en la penumbra de la tarde lluviosa, sin consuelo no hallé la salida a ese gran laberinto de dolor. En un instante sentí perder el sentido de la realidad y me sumergí en una melancolía que hacía agonizar mi alma, ya nada podía cambiar mi situación; solo me quedaba el desconsuelo de una perdida y una sensación de desvanecimiento repentino. Sentada totalmente ausente del ambiente en que estaba, coloqué en una balanza mis sentimientos, mis recuerdos con Marcos y lo que poseía aún en mi vida; al observar con cuidado, me di cuenta de haber cometido grandes errores en el transcurso de esa historia que ya nadie quiere conocer. Infinidad de pensamientos invadían mi mente sin dejarme pensar con claridad, y con ellos empecé a gestar hipótesis respecto a aquello que tal vez pudo ser y no fue; comencé a abrirme a la posibilidad de aceptar realidades que fueron evidentes y siempre negaba por tratar de construir una historia que nunca fue del todo feliz. Recorrí como en un museo los mejores momentos que viví junto a Marcos, cada gesto, cada palabra, cada sonrisa, cada mirada, aún seguían en mí y sin duda serian el tesoro que guardaría por muchos años. ¿Qué pasaría por la mente de Marcos esa tarde? Quizá fue lo que súbitamente siempre quiso decir y hasta ahora reunió el valor necesario para pronunciar aquella frase que me perseguía. Ya no tenía importancia hacer estas preguntas, así como no tenía importancia sus respuestas. Exhausta de tanto llanto, poco a poco, mis parpados empezaron a cerrarse como por efecto de una hipnosis y sin darme cuenta fui cayendo en la profundidad de mi subconsciente.

    LA HELADERÍA

    Durante un día de invierno, de esos en los cuales el sol se torna tan radiante como en mayo y las calles de los pequeños pueblos parecen de ciudades deshabitadas, asoladas por la inclemencia del sol; me encontraba en casa sin deseo alguno de ir a otro lugar. Uno de esos momentos en que sin motivo sentimos la necesidad de permanecer en un lugar específico y solo nos atrae la comodidad y tranquilidad que propiamente confiere la soledad. Era la una de la tarde cuando Sonia y Sandra entraron invitándome a dar un paseo por San Carlos, propuesta a la que me negaba acceder debido al calor que hacía; no tenia deseos de visitar comercios, menos aún de mezclarme con el tumulto de personas que normalmente se encuentran en los lugares populares donde se comercializa cuanta cosa se puede ofertar al público. Sin embargo, luego una larga platica e insistencia decidí acompañar a mis amigas, sin que mi deseo de estar en casa me abandonare.

    Paseamos por las avenidas de la ciudad, entramos en algunas tiendas, salones de belleza y recorrimos librerías; en el transcurso solo pensaba en volver a casa, ducharme, recostarme en la cama y permitir que mis ojos se deslizaran línea por línea en los párrafos de un buen libro, mientras en mi mente imaginar lo planteado por el autor. En general yo solía ser alegre, optimista, curiosa como quien empieza a abrirse a la vida, dispuesta descubrir cada momento, con los ojos llenos de brillo, ese que proyectan las personas con deseos de vivir. Por ello intentaba de encontrar la razón de aquel desanimo dentro de mí, pero a medida que caminábamos mis pensamientos estaban más distantes del momento y mis ojos perecían no percibir aquello que tenía en frente. Sin hallar explicación alguna resolví intentar cambiar de ánimo yendo por un helado en compañía de mis amigas, porque se dice que comer helados hace que las personas se sientan felices.

    Caminamos en dirección a una calle pequeña llena al parecer solo de casas coloniales en el corazón de San Carlos, con aceras pequeñas, muros altos y un silencio ensordecedor. Las construcciones modernas eran frágiles frente a los gruesos muros de aquellas casas que encerraban un pasado lejano, ya olvidado por los habitantes del lugar, quienes al caminar

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