Olvidar es un ejercicio de escritura

Por Guada Acosta

El olvido, el duelo, los viajes internos al mundo propio de cada quien. Este libro es el resultado de una serie de experimentos narrativos, donde se buscaba dar sentido a los diálogos internos que ocurren dentro de una al cruzarse con diferentes situaciones en la cotidianidad. Lo cotidiano muchas veces, erróneamente, se entiende como sinónimo de monotonía. Pero ¿acaso no es en el día a día donde nos encontramos con historias maravillosas?

 

"Olvidar es un ejercicio de escritura" invita a quien recorra sus páginas a sumergirse en un pequeño pero profundo viaje de introspección. Cargado de silencios y de narraciones que terminan, como muchas cosas en la vida, en puntos suspensivos.

• Idioma: Español
• Editorial: Guada Acosta
• Fecha de lanzamiento: 21 nov 2022
• ISBN: 9798215879207

Vista previa del libro

Olvidar es un ejercicio de escritura

Acosta, Guada

Olvidar es un ejercicio de escritura.

1a edición digital - Ciudad de Asunción

ISBN 9798215879207

Edición: Giselle Caputo

Diagramación y diseño: César Barreto y Karina

Cortese

Ilustración y tapa: Karina Cortese

Corrección: Margarita Mendieta

© Guada Acosta

Olvidar es un ejercicio de escritura.

Asunción, Paraguay

cc-by-nc

Se permite la copia y difusión del contenido de esta obra

siempre que se reconozca al autor y la distribución se

realice con fines no comerciales.

Contenidos

Costumbres de una masoquista empedernida

Contigo

Ejercicio de mirar al que duerme

Cuidarte

Asfixia

Ejercicio de tu asfixia

Cuando Hernández lo dejó todo

Buenas noches, amor

«Buenas noches, amor», ejercicio de más pliegues abiertos en la memoria

Amistad a primera vista

Tenés planes?

Detrás de la puerta roja

Ejercicio de hallazgo de «Detrás de la puerta roja»

Te acordás?

A casa

Tu taza

Ejercicio epistolar de «Con dos de azúcar»

Cuando se pierde, se gana

Ejercicio de narrarme otras formas de amar

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Costumbres de una masoquista empedernida

Olvidar es un ejercicio de escritura, pero antes de eso agarré algunos vicios cuando estaba por cumplir un cuarto de siglo: poner la alarma a las 6.15 aunque, no me levante de la cama hasta las 6.30. Esos minutos de dar vueltas entre las sábanas me regalan horas de vida, como lo hacían las casitas de tela en la tierna infancia.

El primer café del día: cortado y en silencio, excepto por la compañía del tictac del último reloj analógico colgado en la pared de la cocina.

Mi primera porción de caramelos y cigarrillos no puede ser antes de las 9.00, me dicen mi trastorno obsesivo compulsivo y los miedos que nos heredan los padres... Como si a esa hora alguno de los dos fuera más sano.

A veces sentarme en las plazas y ver a la gente pasar, crearme historias de la secretaria que corre apurada para llegar al trabajo, del músico que lleva su guitarra saliendo de algún bar a eso de las siete de la mañana, escuchar la risa de los pibes, a la chica que habla a los gritos por teléfono contando a su amiga que anoche mandó un mensaje bochornoso.

Leer. Recorrer las librerías viejas de la capital, esas que albergan ejemplares de páginas amarillentas, abandonados desde hace décadas ya, a la espera de nuevas manos que quieran volver a perderse en sus palabras. Oler las hojas.

Pero el último de mis vicios es quizás el menos sano: de tanto en tanto, con una copa de vino que haga pasar el amargor más rápido, me gusta pensar en finales alternativos que