Cielo de cardamomo
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Cielo de cardamomo - Claudia Restrepo Ruiz
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Nido de paloma
NECESITO SOBREVIVIR A TI. Amañar mis tardes postsolsticio en una pileta grande de baldosín azul. Sumergirme porque bajo el agua no llega tu voz. Cerrar los ojos y rezar porque no llegue tu imagen, tu rostro blanco, tu barba azul... ¿qué digo? ¿Tengo acaso que confesar el color de tu barba? Podría ser blanca, negra, café o carmesí. Todas me gustarían en ti. Y justo hoy, decides afeitarte como si te limpiaras la cara de una colonización imposible, como si no fueran imposibles todas las colonizaciones.
Ir a la pileta y mojar los pies, ver cómo cambia el barniz, cómo palidecen los dedos, cómo al salir tengo que enfrentarme con una abeja y no hacerle daño, porque están escasas las abejas y han sido declaradas el ser vivo más importante. Tal vez las miro con el recelo de Maeterlinck. Su laboriosidad, su organización, el producir algo imperecedero. No soy de miel, ni poco dulce. Empalago. Poseo una melancolía hostigante. Y no estás tú. O sí lo estás.
Mi lectura se ve interrumpida por imágenes tuyas, por tu rostro, por tus manos, por tus pecas, por tu canto. Y estás tú, distante, no sé si dulce, algo arrogante. Y me dices insoportablemente bella cuando no hay tal, sopórtame traviesa. Escuchemos juntos los guacamayos en su retorno al sur, discutamos con las guacharacas, confesemos que tampoco hemos visto un nido de paloma, solo aquellas casas blancas sin ventanas ni timbre, en el parque... O mejor ven a la pileta, deja que el sol acaricie tu espalda mientras mis manos se asen a ella.
No te escondas
NO SÉ SI ES BRUMA o esmog, si mi boca sabe a café o a ti. A la Malagueña parece que le sobra una ‘u’ porque habla de tus ojos, tus cejas... Y es que es tan bello tu amor que no duele. Horas de conversación nos descubren y yo soy la hechicera.
Y mientras hago un palimpsesto con tu sonrisa, convido a todas mis riquezas a soñarte.
Los muros de mi soledad se vienen abajo y la tristeza en ruinas lucha por sostener en pie dos o tres ladrillos. Como entenderás mi corazón está de fiesta y mis manos te saludan con efusividad.
Al tiempo le sobra un Pitufo, al de Rovelli, quien dice que el hoy no existe. Pero si lo sabíamos vos... todo es ilusión y mi ilusión de ti es la más pura. Poquito a poco vamos construyendo una historia, un pasado, un filme con diferentes locaciones y estados de luz. En la oscuridad te amo y en la penumbra me desvisto para ti. Encontraron cariño mis estrías y un navegante mi tatuaje. Y mientras tus pecas me llaman, ahuyento el dolor de otros días. Poe, Baudelaire, Artaud, son cómplices de nuestro desvarío. Mientras tanto, te pido que te quites los lentes porque son tus ojos lo que quiero ver. No te escondas no, déjame admirarte.
Elogio al suspiro
CADA TANTO, SUSPIRO. Es una costumbre en mí que no puedo explicar y sucede con frecuencia. No viene hilada a un pensamiento, un nombre o un rostro, simplemente suspiro. A veces, es suficiente para recordarme que estoy con vida. Suspiro igual cuando leo, cuando escribo y no sé si al despertar. No puedo decir que lo hago más en invierno porque mi ciudad carece de estaciones, lo más parecido son las lluvias y con ellas llega el asma. Mi hijo es quien los cuenta. ¿Y ese por qué fue? —pregunta. Y no sé. No sé. Quizás estés tú tras todos ellos, quizás no. Quizás sea una idea buscando la manera de materializarse. La RAE trae varias acepciones para la palabra, la que más me gusta es pausa. ¡Me cuesta tanto hacer pausas, entender de tiempos, comprender distancias! Soy, más bien, una ráfaga. Quizás mi suspiro sea un entretanto, un abrebocas, un conjuro casi callado. Y diría que el suspiro es absolutamente individual, pero hay que ir al cine para ver que no tanto; después de una conmovida escena el auditorio suspira. Es como si nos quedáramos sin aire y necesitáramos de esa pausa para reiniciarnos. Me gusta escuchar cómo otros suspiran, porque el suspiro se hizo para ser escuchado, a lo sumo un poco para ser visto, pero siempre, siempre, para escucharlo. Es tan sutil... Una pausa veraz para entender el mundo de estos tiempos.
Suspiro es también un flan de leches, un merengue, y seguro el título de algún poema o canción. Si tuviera que asignarle una flor diría que es como un