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Libro, árbol, hijo
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Libro electrónico88 páginas1 hora

Libro, árbol, hijo

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Cuando uno cumple una cierta edad, comienza a ver en perspectiva todo lo que ha hecho y lo pone en una balanza junto a lo que nunca se animó a hacer. Dicen que en la vida, un hombre debe tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro, de esta forma, su vida tendrá sentido y logrará trascender.

Dos de las anteriores quedan completamente descartadas, por la edad y porque en realidad nunca me ha interesado cuidar a nadie que no sea yo mismo. Eso lo entiendo después de mis cuatro matrimonios fallidos.

 

Nunca he sido el tipo de hombre que se preocupa por cumplir las expectativas de la sociedad, pero supongo que es mi parte humana la que me pide intentar aunque sea una de ellas, en la que es menos probable que fracase. Al menos estas hojas en blanco no tienen la necesidad de hablarme, ni de convivir, ni requieren de un sustento significativo de mi parte para sobrevivir. 

 

Crear vidas que no necesariamente tendré que cuidar más tarde. 

 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 mar 2023
ISBN9798223265375
Libro, árbol, hijo

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    Libro, árbol, hijo - TOT

    Bueno, dicen que en esta vida hay tres cosas que un hombre debe de hacer: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Lo del árbol lo he intentado una y otra vez, pero a pesar de que soy un hombre de hábitos, me es imposible recordar regar las malditas plantas. El niño, sigo sin entender como eso nunca sucedió en uno de mis cuatro matrimonios fallidos. Me gusta pensar que la naturaleza es muy sabia privándome de eso, seguro que vió como terminaron todas mis plantas; así que me decidí por darle un intento a esto del libro. Me parece que alguna vez alguien me dijo que escribía bien ¿O era que cocinaba bien? ... ¿Qué más da?

    Ya casi son las nueve de la mañana por lo que va siendo hora de que salga de mi casa, para llegar justo en cuanto estén abriendo la cafetería y que no me tenga que cruzar con nadie. Como me molesta la gente, sobre todo los que se forman y haz de cuenta que nunca en su vida han entrado a una cafetería y preguntan ¿Y cuál me recomiendas? ¿Tienes descafeinado? ¿Si está bueno? Por dios, ordena y lárgate de una buena vez. Yo por eso voy a la misma cafetería todos los días a la misma hora, voy a una que está junto al parque, la verdad es que está medio fea y el café sabe a agua, pero eso es lo que tengo que soportar si no quiero enfrentarme a los preguntones. Es como cuando vas a esa cafetería que todos aman "Starbuk". Ahí les encantan los preguntones ¿Cómo quiere su café señor, caliente, solo un poco caliente o no tan caliente? Caliente, ¿Quiere que venga en un vasito chico al que le decimos alto o prefiere que venga en un vaso mediano al que le llamamos grande? Mediano, ¿Entonces el grande? Las dos veces que he intentado ir a ese bendito lugar, término dejando al mendigo preguntón hablando solo y regreso por mi café sabor a agua. Tal vez mi libro podría titularse Un café americano, gracias - Cómo simplificar tu vida.

    Antes me gustaba vivir en la colonia Nápoles, solía ser un lugar simple en el que vivir. Pero ahora está repleto de gente, niños, perros y las calles huelen a orina. Todo lo que me gustaba caminar por ahí antes... ahora lo desprecio. Por fin llego a la cafetería ya está abriendo el joven que todos los días me atiende, siempre me sonríe y me hace mi café, ya ni siquiera me pregunta qué quiero por que ya lo sabe. La verdad es que es medio pendejo, siempre que le pone la tapa al vaso la mancha de café, también creo que le pone menos granos de café de los que deberían ser.

    –Buenos días Don Rogelio, pase, enseguida le preparo su café.

    –Gracias –Le respondo.

    –¿Cómo está hoy? Ya por fin es fin de semana, eh.

    –Para mi todos los días son iguales. –Le digo, tratando de cortar la conversación.

    –Bueno, pues a mi me gusta. Me gusta que en el parque hay mucho movimiento. –Dame mi café y ya, pienso. –Aquí tiene Don Rogelio, que lo disfrute. –Me pasa mi vaso por la barra, de nuevo el vaso está manchado.

    –Gracias –Le doy el dinero y deposito dos pesos en su bote decorado horriblemente que dice gracias por su propina.

    Después de eso me voy al parque, decidí que hoy me iba a sentar en una banca y me iba a poner a ver a las personas que estaban ahí, tal vez así vendría a mi una gran historia que contar.

    Nunca pensé que escribir un libro fuera tan complicado, tantas cosas que pensar, tantas cosas que elaborar. Por ejemplo: ¿De qué va a tratar? ¿Quiénes son mis personajes? ¿Qué estilo quiero usar? ¿De qué género será? Hay tantas opciones a mi alrededor y tantas combinaciones posibles, que me abruma.

    Le doy un sorbo a mi café y de pronto mis pensamientos se ven interrumpidos por el claxon de un maldito taxi. Cuando volteo sobresaltado, me doy cuenta de que no se trataba de que el cabrón fuera a atropellar a alguien o chocar, sino que vio a uno de sus compadres estacionados del otro lado de la banqueta y como buen mexicano, le fue indispensable hacer notar su presencia para después hacerle una seña con dos dedos y gritarle privado de la pena ¡Ya ponte a trabajar! Todo para después reírse como si su comentario hubiera sido de lo más ocurrente.

    Una parte de mi estaba furiosa por la escena que acababa de presenciar, al igual que el resto de la gente alrededor. Pero vino a mi mente uno de los días más extraños de mis últimos años, lo digo así, pues lo más reciente de mi vida no se definiría precisamente como una aventura. Pienso que tal vez de eso podría tratar mi libro.

    El taxista

    Era una tarde cualquiera en la Ciudad de México. Creo que podría meterle un poco más de suspenso...

    Era una tarde nublada, el aire amenazaba con liberar una llovizna de esas que dejan a los autos estancados e inundan el metro de la Ciudad de México. Yo iba saliendo de casa, aún vivía con mi ex mujer y acabamos de tener una gran pelea. Me percaté del clima, pero igual prefería morir rodeado de aguas negras, que dormir con esa criatura que no dejaba de gritarme. Para mi fortuna un taxi color dorado con rojo pasaba frente a mi puerta (Eso para todos los que viven en la ciudad, saben que significa una señal divina). Lo detuve y me subí de inmediato.

    –¿Cuál es el mejor bar que hay en la ciudad? –pregunté, soltando un suspiro. Una vez que la puerta estaba cerrada, los gritos de la vieja energúmena, se habían transformado en un susurro.

    –Conozco uno que está en la colonia Roma, jefe. Me piden mucho que los lleve por allá.

    –Órale pues, entre más lejos de esta vieja, mejor.

    Nos esperaba un recorrido largo, ya que en ese momento yo vivía por

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