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Tengo Ansias De Vivir
Tengo Ansias De Vivir
Tengo Ansias De Vivir
Libro electrónico384 páginas18 horas

Tengo Ansias De Vivir

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l lleg a su vida, cundo ella estaba resignada ella lleg a la vida de l, cundo l le haba perdido inters a la vida.

-Soy realista- lo dije mientras levantaba el tono de mi voz- dime Ya ests a gusto con lo que pas? maana podrs contarle a tus amigos que sedujiste a una cuarentona y que la hiciste vibrar entre tus brazos; maana cuando ests con ellos, te burlaras de lo que ha pasado aqu, t te vers como un Don Juan y yo ser la eterna idiota que se dej seducir dentro de dos das no te acordars de mi y encontrars a una muchacha linda que te haga sentir el hombre que eres, as que dime Para qu alargar esta situacin?

Solt de sbito mi mano, me mir con rabia, trat de decir algo, pero cerr sus labios mientras apretaba sus dientes, se levant mientras golpeaba la mesa con el puo de su mano.

-Eso piensas de mi? Crees que maquil todo esto para que cayeras en mis redes... o slo para seducirte? que signifi ca entonces; Qu me seguiste el juego? que viniste aqu para tener la aventura de una noche y luego largarte y olvidarlo Eso es lo que ests tratando de decirme?

-Y no es cierto?
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento4 may 2012
ISBN9781463323141
Tengo Ansias De Vivir
Autor

Nydia Solano

Nydia Solano, nació en el año de 1975, tercera de cuatro hermanos. Criada en Cholula, Puebla. Se graduó en la Licenciatura de Diseño Gráfi co en el año de 1999, en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP). Desde el 2008, creó SGD designs, creando un pequeño negocio familiar. Independiente, reservada, introvertida y optimista, ocupa su mente siempre en “crear… crear es vivir”. Actualmente vive en Chicago, al lado de su esposo y sus tres hijos.

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    Tengo Ansias De Vivir - Nydia Solano

    Copyright © 2012 por Nydia Solano.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:       2012904327

    ISBN:                             Tapa Dura                                               978-1-4633-2313-4

                                           Tapa Blanda                                             978-1-4633-2315-8

                                           Libro Electrónico                                     978-1-4633-2314-1

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Para pedidos de copias adicionales de este libro, por favor contacte con:

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Llamadas desde los EE.UU. 877.407.5847

    Llamadas internacionales +1.812.671.9757

    Fax: +1.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    343167

    CONTENTS

    1  ENCUENTRO

    2  EL PRIMER BESO

    3  Y SEGUIMOS TRABAJANDO

    4  LA INDECISION

    5  LA PRIMERA NOCHE

    6  L.A.

    7  CEBOLLAS Y HOMBRES

    8  INSEPARABLES

    9  VIVAMOS

    10  COMPLICADO

    11  UNA NUBE GRIS

    12  SEXY PARA ÉL

    13  ZERMAT

    14  PEDIDA

    15  BODA

    16  LUNA DE MIEL

    17  CASADOS

    18  REGRESANDO A LA RUTINA

    19  DESENGAÑO

    20  UNA REALIDAD

    21  RESIGNACION

    22  GRABACIONES

    23  BUSQUEDA

    24  ADICCIONES

    25  PARTO

    26  ASALTO

    27  ENFRENTAMIENTO

    28  DESPERTAR

    29  ENCIERRO

    30  AGRESION

    Dedicatoria

    Dedicada a todas las mujeres fuertes que están en mi vida… Mi consentida Tatalis (mi abuelita hermosa), mi luchadora y muy adorada mi Mami Mary, mis queridas hermanas: Marybel y Thanibet, mi abuelita Eufrocina. Mis tías: Grace, Ely, Marisol, Ara, Pin, Nora, Yola, Marisela, Eva, Francis, Ale.

    Mis primas: Mariely, Chiquis, Alex, Laura, Loren, Sandra, Luz, Ana Karen, Christy, Sandy, Alma, Gisela y todas las Méndez.

    Mis sobrinas: Pao, Brendis, Michell y la nueva generación: mis princesas Scarlette y Daniela (las adoro con toda mi alma), mi sobrina súper consentida Grace y porque somos muchas, Angelique, Sophia, Mariana. Raquel, Glow Izzy, Leslie, Nathalie. Mi suegra Lucero y mis cuñadas Miriam, Gris y Carol.

    Edith, Lorena, Esther, Mamá Cuper e Isa; gracias por estar al pendiente de mis hijos.

    Naty, Au, Mony, Chayo, Ana, Alma, Nadia, Tania, Jimena, Rosy y Doña Mary(+), bendiciones donde quiera que estén.

    Y para los hombres que nos han dejado ser fuertes: El mejor de todos mi abuelito Froy(+), mi papá Arturo, mi hermano Turín y mi nuevo sobrino Rodrigo. El amor de mi vida Gus (gracias por tanta inspiración) y alguien muy especial que siempre ha estado presente: Oscar. Con cariño a mis tíos, primos y sobrinos.

    Te quiero muchísimo, mi corazón chiquito, mi príncipe Gusy.

    A Casquis que creyó, creé y siempre creerá en mí. (Espero nunca decepcionarte). A Feroz, gracias, porque recuperé a mi hermana.

    A todas las mujeres fuertes y emprendedoras de Mary Kay. Lupita, Tere, Mago, Marybel, Sandra, Isabel, Angie, Yeimi, Miriam, Mary, Angélica, Graciela… es una lista interminable.

    Abuelita hermosa… le doy gracias a Dios porque me dio la mejor abuela del mundo, gracias porque siempre recibiste en tu hogar con los brazos muy abiertos a esta muy caprichosa y sentimental nieta.

    Aún recuerdo nuestras tardes; tejiendo, viendo la televisión, cosiendo, leyendo, cocinando… cualquier momento que he vivido a tu lado lo guardaré siempre en mi memoria; me haces mucha falta… no sabes cuánto. Te amo tanto Tatalis.

    Y porque en una vida anterior, en esta vida o en una vida futura… siempre te encontraré en mi camino.

    Thank You E.A.M.C.; gracias también a mis grupos y cantantes favoritos (Camila, Hombres G, New Kids On The Block, Robin Thike, Jason Mraz, Kings of Leon, Maroon 5 y Yanni), gracias, gracias, porque su música me acompañó hasta altas horas de la noche.

    Gracias a todos los que están leyendo éstas líneas y les pido una disculpa si encuentran algún error impreso en las siguientes hojas… cómo decía mi profesor los errores de los diseñadores se reproducen, quisiera agregar que el de los escritores amateurs también.

    Gracias Palibrio….

    Debo aquí confesar que un beso ardiente,

    aunque te robe la dicha y el sosiego,

    es el placer más grande que se siente

    cuando se tiene un corazón de fuego.

    CARTA

    JUAN DE DIOS PEZA

    -Hola, mi nombre es Camilla…

    -Bienvenida Camilla- dijeron en forma de coro todos los presentes en la sala que estaban mirándome con verdadera curiosidad.

    -Admito que me encuentro frente a ustedes por voluntad propia y que además me siento muy avergonzada…- los miré a todos y pensé si estaba haciendo lo correcto.

    Inmediatamente vino a mi mente la razón por la que me encontraba aquí; frente a tantos extraños. Sentí en mi garganta como se formaba un gran nudo que apenas podía hacerme emitir algún sonido.

    Enfoqué mi mirada a todos estos extraños y me di cuenta que no era curiosidad la que se veía en sus ojos, eran miradas de aliento, de ayuda, pero ninguna, absolutamente ninguna de esas miradas destilaban lástima… eso me dio valor para continuar.

    -Yo- carraspeé mi garganta –yo… fui abusada mental, verbal y físicamente… no me di cuenta de lo que me estaba pasando… hasta que viví una gran pesadilla junto al hombre que juró cuidarme, respetarme y amarme durante el resto de nuestras vidas- ya no pude hablar más porque rompí en llanto frente a los desconocidos…

    1

    ENCUENTRO

    Las gotas de lluvia bañaban las ventanas de mi habitación, el suave silbido del viento entraba por una de ellas que había olvidado cerrar, las ramas de los árboles bailaban de norte a sur, era un día ventoso. Hasta ayer el pronóstico era un día soleado, no debía sorprenderme; estábamos en Chicago, después de tantos años de vivir aquí ya debía de estar acostumbrada a estos cambios climáticos, me levanté perezosamente de la cama y fui a cerrar la ventana, el vaivén de las ramas hicieron quedarme estancada en mis recuerdos.

    -¿Te das cuenta de lo que estás pidiendo?- dije mientras levantaba el tono de mi voz.

    -Sé lo que te estoy proponiendo, por eso pienso que exageras un poco las cosas.

    -¿Exagerando? ¿Crees que estoy exagerando?

    -No veo la necesidad de irme de la casa, ni siquiera sé si…

    -Cierto, ni siquiera sabes si tu nueva relación va a funcionar, pero al menos yo no pienso esperar… si eso es lo que quieres; pues adelante, ya tomaste tu decisión.

    -No quiero irme de la casa.

    -Entonces ¿Qué propones?… ¿Unas vacaciones matrimoniales?

    -Camilla… entiéndeme, solo estoy un poco confundido…

    -¿Un poco?… ¡Tú no estás confundido… estás loco!

    Trataría de contar hasta cien si con eso podría aminorar mi rabia, las manos me temblaban de ira, tenía ganas de explotar y abalanzarme a golpes contra su persona, tal vez así podría desahogarme y sacar toda la furia que sentía en estos momentos, mi marido al que creía conocer como la palma de mi mano, quería una tregua matrimonial, un descanso mientras probaba su aventura, él quería darse la oportunidad de experimentar cosas nuevas y esas cosas se referían a explorar con una relación homosexual… que cínico, quería mi permiso por si su nueva relación no lo satisfacía lo suficiente, entonces probablemente regresaría a mi lado.

    Mi nombre es Camilla y yo… nunca iba a dejarme humillar por ningún hombre.

    Pensar que pasamos cientos de días juntos, que vivimos tantos momentos de amor, que bailamos tantas noches a la luz de la luna, que disfrutamos tantas cenas íntimas… eso no importaba cuando poco a poco lo fue desplazando la indiferencia, el desamor; poco a poco se fueron olvidando los besos, las caricias, se acabó el deseo, la complicidad, no hubieron más besos ardientes, me llegó muy pronto la soledad… mis frías sábanas se hicieron cada día más comunes, mi llanto en la soledad de mi habitación se convirtió en mi cómplice porque mi marido poco a poco dejó de tocarme… podía tratar de luchar y reconquistarlo, pero ¿Cómo luchar contra algo que desconoces? ¿Cómo inspirar el mismo deseo? ¿Cómo satisfacer el mismo placer?…no, yo no podía competir contra eso y por esa razón mis sábanas continuaron frías.

    Sonó el timbre del teléfono y eso me hizo regresar de mis recuerdos, contemplé nuevamente mi habitación que había sido decorada hace poco, sus nuevas cortinas rojas aún me parecían extravagantes, pero hacían ver vivo este lugar, ya que la mujer que lo habitaba se sentía muerta.

    -Sí, Buenos Días, hola Miriam, ¿Cómo estás?, ¡No me digas!, está bien, me haré cargo.

    Que día, ni siquiera había empezado y ya tenía la agenda llena, mi asistente se enfermó hoy; precisamente hoy que tenía esa reunión con nuestro actor… que bruma, era como si el destino me pusiera a prueba, le había aclarado a ella que no quería contacto alguno con él, hace años había sido una ferviente admiradora y no quería que él lo viera reflejado en mis ojos… su voz en la pantalla me había cautivado, esa voz era una hermosa melodía, ¡guau!, creo que hasta había memorizado sus párrafos… esto no podía pasarme a mí.

    Me di una ducha con agua endiabladamente caliente mientras pensaba en cómo debía vestirme. Me quedé mirando cómo la espuma del jabón iba bajando por mi cuerpo desnudo, deseé con todas mis fuerzas que en su recorrido pudieran hacerme el amor; hacía meses que me encontraba tan sola, me sentía abandonada. Seguí mirando toda esa espuma que adornaba mi cuerpo y no sentí nada, simplemente iba recorriéndome sin dejar ninguna huella. Ansiaba tanto que alguien me tocara, ansiaba tanto sentir placer, ansiaba volver a sentirme mujer. Abandoné esos pensamientos cuando abrí el grifo del agua fría para volver a mi cruda realidad… a mi desierto amoroso.

    ¿Por qué cuando alguien te abandona tú te abandonas también? ¿Por qué desear lo que no tienes? ¿Por qué resignarse a estar sola? ¿Por qué olvidar el placer cuando eres mujer?

    Desayuné con mis hijos y los acompañé a esperar el autobús escolar, me dirigí a la oficina, había bastante tráfico y el camino se me hizo eterno.

    Pedro, el portero ya estaba ahí, como siempre, nunca fallaba, no importaba que estuviera caliente, frío, con lluvia o con nieve, él era uno de mis más fieles empleados.

    -Buenos días, Pedro, siempre tan puntual.

    -Buenos días Señora, es un placer volver a verla.

    Ambos embozamos una amplia sonrisa, placer de volver a verla pues sí, hacía un par de días que no paraba por la oficina. Llevaba bastante tiempo en este negocio y le tenía demasiada confianza a Christina –mi asistente- y por eso aprovechaba ese tiempo libre para mis nuevos proyectos.

    Nuevos proyectos –volví a pensarlo- como si no tuviera demasiado. Mis hijos, la Agencia y mis nuevos proyectos…

    Algunos empleados ya habían llegado, entre ellos Miriam, mi muy fiel Secretaria. Nos dimos un abrazo –tenía días de no verla- en realidad la estimaba mucho, además de ser mi Secretaria era una amiga entrañable. -Muy bien, basta de saludos, hoy voy a tener un día muy agitado, así que vamos a mi oficina a prepararnos.

    -Camilla, si sigues faltando tanto a la oficina cualquier día se te va a hacer agitado – embozó una leve sonrisa.

    -Tranquila- le dije -aunque me hayas recibido con un fuerte abrazo, recuerda que soy tu jefa y no debes hablarme de esa manera.

    Miriam rió, era muy grato trabajar con ella. Ya en mi oficina revisé un par de papeles, seleccioné las fotos para nuestra nueva campaña y mientras transcurría la mañana, empecé a sentirme ansiosa. No podía creer que me sintiera así por mi reunión a la hora del almuerzo.

    Cerré los ojos y traté de concentrarme en los pendientes que tenía sobre mi escritorio.

    Miriam interrumpió mis pensamientos cuando escuché su voz a través del conmutador del teléfono.

    -Te recuerdo que tienes una reunión a la hora del almuerzo.

    -Cómo olvidarlo –murmuré -Si Miriam muchas gracias, me preparo en unos minutos para salir, por favor díle a Pedro que me tenga listo el auto.

    -¿Irás manejando? está muy cerca de aquí, si lo deseas puedo pedir un taxi.

    -No Miriam, muchas gracias, después del almuerzo quiero aprovechar y tomar unas fotografías para mi nueva exposición, traigo el equipo en el auto y no quiero regresar a la oficina. De cualquier manera muchas gracias.

    -¿Otra exposición? – exclamó ella.

    -Si otra, sabes que eso ha sido uno de mis sueños y ahora es cuando he podido realizarlo.

    Salí de la oficina, no sin antes darle una retoca a mi maquillaje, aunque ya tenía casi los 40, estaba a gusto de cómo lucía. Pero hoy en especial me sentía…viva.

    Manejé unas pocas calles, la reunión no era lejos de mí oficina, entré en el estacionamiento del edificio donde iba a almorzar.

    Dejé el auto en el décimo quinto piso, aunque era un estacionamiento la vista era hermosa, caminé directamente al ascensor y pulsé el botón de recepción, solo tendría que caminar un poco hacía los ascensores que llevaban dentro del edificio, eran más lujosos que los del área del estacionamiento.

    Subí al piso cuarenta y cinco, el restaurante era realmente lujoso, con una gran vista hacia el lago Michigan, mi mesa estaba reservada para Christina Serrano.

    La empleada que tenía un aspecto envidiablemente sexy, me condujo hacia mi mesa, estaba en un lugar cerca de las ventanas, a los lados había un par de plantas que tenían la intensión de apartar la mesa de las demás.

    Me sentí a gusto de que mi invitado aún no llegara, había yo llegado antes de la hora -necesitaba tomar aire, antes de verlo-, no lo conocía –personalmente hablando- sólo lo había visto cientos de veces en las revistas de farándula, pero sobre todo en muchas ocasiones, había admirado su rostro perfecto en la televisión de mi hogar, pero hoy, –si llegaba, claro- lo iba a tener frente a mí.

    Miré por la ventana, el paisaje era realmente extraordinario, las nubes que adornaron la mañana habían desaparecido completamente dejando que el sol iluminara con sus rayos las aguas del lago, no podía escuchar el sonido de las olas que pegaban unas con otras, pero podía imaginarlo, había estado tantas veces frente a ellas, que su sonido era más que familiar para mí, de pronto miré hacía la entrada y un escalofrío recorrió mi cuerpo, sin duda era él, había llegado.

    Vestía un traje gris claro, con un corte clásico, le hacía juego una camisa de color gris oscuro, la traía desabotonada luciendo un poco de su pecho, completaban su atuendo unas gafas oscuras, con su cabello alborotado podía ser la envidia de cualquier modelo. Ni siquiera la chica sexy que me recibió a la entrada, y que me había hecho sentir opacada, resaltaba junto a él.

    Ella le guiño el ojo, cuando lo dejó en la mesa, tal vez se fue pensando porqué ese chico tan guapo iba a almorzar conmigo.

    -Hola- saludó cordialmente y con una sonrisa pícara -pensé que almorzaría con Christina –dijo enseguida.

    -Hola, lamento decepcionarlo, Christina enfermó hoy y la agencia no quiso cancelar este almuerzo, ¿Tengo entendido, que Christina y Usted, van muy avanzados en cuanto al contrato?

    -¿La agencia? –preguntó él, mientras se sentaba en la silla frente a mí.

    -Sí, Señor…

    Ahora el rió y cortó mis palabras.

    -En ese caso deje presentarme, creo que no he sido lo bastante educado con Usted… Señora – lo dudo al decirlo -Mi nombre es Nicholas Blake, pero puede llamarme Ben.

    No dudé en embozar una sonrisa, ¡Claro que sabía su nombre! la mitad del mundo lo sabía, él era conocido internacionalmente.

    Me miró de reojo y me preguntó la razón de mi sonrisa.

    -Bueno Señor Ben, tengo algún tiempo trabajando en la agencia y le puedo asegurar que conozco perfectamente su nombre y más aún, lo reconocí desde que apareció en el umbral de la puerta, aunque tuviera puestas esas gafas oscuras.

    Ambos sonreímos.

    -Fue muy grato el trato con Christina, no dudo que con Usted sea de la misma manera y no tome a mal mis palabras ni piense que es desconfianza, pero ¿Qué cargo tiene Usted…?

    Lo miré un poco desconcertada.

    -¡Oh!, no pretendo ser grosero, no dudo de su capacidad, simplemente he tenido algunas experiencias no muy agradables cuando me han cambiado el contacto y…

    -No se preocupe, entiendo lo que trata de decirme y para que Usted esté más tranquilo con mi presencia, lo único que puedo garantizarle es que cualquier decisión que yo tome será respaldada completamente por la agencia.

    -Me alegra aclarar ese punto, de verdad, no piense…

    -No se preocupe, no pienso nada.

    En ese momento llegó el mesero y nos hizo cambiar nuestra conversación.

    Yo preferí una bebida sin alcohol, no quería ponerme impertinente, el solo hecho de tener su mirada en mi, ya me ponía bastante nerviosa, el prefirió un ron… para empezar.

    La charla fue realmente amena, me insistió en que lo llamara Ben y yo preferí que supliera lo de señora y que solamente me llamara Camilla.

    La comida estuvo realmente exquisita, terminé con un café y él me miró mientras lo preparaba, extra crema y extra azúcar.

    -¡Mmmm!- murmuró - ¿Puedo preguntar a que te sabe eso?…

    -A café con mucha crema y azúcar- contesté -disculpa –continué- regularmente no tomo café en frente de desconocidos, siempre hacen la misma cara cuando me ven prepararlo y por lo tanto siempre me avergüenzan sus miradas, pero realmente hoy no pude evitarlo.

    -Eso significa, que ya no soy un desconocido.

    -Bueno- titube un poco- realmente sigues siendo un desconocido… lo que trato de decir es que me sentí a gusto… con tu presencia y honestamente este café sabe delicioso, no quise irme sin saborearlo.

    -¿Irte? ¿Acaso, esto ya terminó? –preguntó sorprendido.

    Mi celular sonó, en ese momento, salté del susto, y me disculpe, era mi teléfono personal y por el sonido del timbre la llamada provenía de mi casa.

    -Hola- contesté -…si mi amor, ¿papá está con ustedes?, no te preocupes muñeca, solo dile que no los regrese tarde. Yo también te quiero. Nos vemos en la casa más tarde – colgué el teléfono y lo guardé en mi bolso.

    Me miró sorprendido y preguntó con voz ronca.

    -¿Casada?…

    -Divorciada -creó que lo dije tan rápido que apenas se entendieron mis palabras.

    -Eso significa que alguien todavía tiene esperanzas.

    -¿Tiene esperanzas?, ¿Quién? -vacilé al preguntar.

    -Tus admiradores, por supuesto. ¿Quién más?

    -Guapo, con fama, dinero y además bromista.

    -¿Así que soy guapo?- preguntó coquetamente.

    Sentí como se me subió el color al rostro.

    -Sí…sí, eres realmente más guapo en persona que en las revistas–seguía ruborizada –y también más agradable.

    -Sí me lo han dicho… pero también soy divertido.

    -Eso no puedo asegurarlo.

    Me miró de una manera que me hizo temblar. Agaché la mirada, sin poder evitarlo cuando sentí esa conexión con su mirada.

    Mi teléfono sonó nuevamente.

    -¿Otra vez de tu casa?- murmuró.

    -¡Dios mío, es tardísimo! –exclamé. Y busqué con la mirada al mesero para pedir nuestra cuenta.

    -Lo siento – se disculpó -te he acaparado; no sabía que tenías otro compromiso. ¿Llegarás tarde? –preguntó, un poco preocupado.

    -¡Oh, no!, realmente no tengo ninguna cita o algo parecido, simplemente que ya casi es el atardecer y bueno yo…

    -Entonces ahora ya no desaparecen a la media noche, después de las doce campanadas, aquí huyen al atardecer.

    Lo miré y solté una carcajada. Me quedé en silencio un par de segundos, en lo que acomodaba mis palabras.

    -No estoy huyendo, estoy preparando una exposición de fotografía y todavía no estoy a gusto con mi material, así que quería aprovechar el hermoso atardecer para tomar un par de fotografías… me gustan los atardeceres y aquí son realmente maravillosos.

    Me miró, creo que ahora él era el que estaba acomodando sus palabras.

    -Supongo que la agencia no te deja lo suficiente y tienes otras ocupaciones o eso es lo que te deja y la agencia es tu distracción.

    -Ni lo uno, ni lo otro, afortunadamente la agencia deja lo suficiente para que yo pueda emplear mi tiempo libre en otras cosas que me apasionan.

    -¿Qué tanto te apasionan las cosas?–preguntó. -Disculpa, creo que estoy preguntando demasiado- y agachó su mirada.

    -Siempre he sido muy apasionada, en todo; cuando algo me gusta me entrego por completo… aunque en ocasiones no salgo muy bien librada.

    Nos miramos y no esperé respuesta alguna. Me limité a sacar la tarjeta de crédito de mi bolso y él detuvo lentamente mi mano; al sentir su contacto me estremecí.

    -Disculpe Señora, pero este almuerzo corre por mi cuenta.

    -En solo unos segundos has conseguido que me enfade dos veces–dije.

    -¿Dos?

    -Creí que lo de Señora, ya lo habíamos superado y la cuenta no la voy a pagar yo, la agencia siempre se hace cargo.

    Volvió a sonreír y preguntó lentamente -¿La agencia y tú son la misma persona? o me equivoco.

    -De verdad Ben, esto no es una cita es cuestión de trabajo, en otra ocasión te dejaré pagar.

    -Sólo si prometes que habrá otra ocasión, te dejaré pagar– me advirtió.

    Solamente pude asentar con la cabeza a falta de respuesta.

    Caminamos lentamente hacia la salida, yo iba repasando la manera de despedirme. El caminaba en silencio a mi lado. Llegamos al elevador y nuestras miradas se cruzaron una vez más, pero aún seguíamos sin hablar. Era como si quisiéramos que la despedida no llegara. Todo estaba tan callado, que podía escuchar mi respiración. Los dos, agachamos la mirada y luego tratamos de hablar al mismo tiempo, pero nos interrumpimos mutuamente, sonreímos; yo nerviosa y él, no sé, sólo me percaté que sus ojos brillaban.

    -A diferencia tuya no tengo planes para acabar la tarde- terminó con el silencio -me preguntaba, si tenías algún inconveniente en mostrarme el maravilloso atardecer.

    Lo miré extrañada, yo había llegado aquí para una cita de trabajo, no contaba con que él fuera tan fascinante, pero me extrañaba lo que me estaba pidiendo. No creí ser tan divertida como para que él quisiera seguir a mi lado un par de horas más. No tenía respuesta alguna, alcé los hombros extrañada, nuevamente me había dejado sin habla.

    Sería difícil explicarle que me sentía vieja y fea a su lado, que no sabía porque quería acompañarme a disfrutar de un bello atardecer, estaba yo confundida. Inmediatamente lo disculpe, pensando que en realidad estaba solo y no tenía más que hacer, tal vez prefería tener cualquier compañía que llegar a encerrarse solo a una habitación de hotel.

    -¿Entonces… puedo interpretar tu silencio como un sí?

    -Disculpa –regresé de mis pensamientos- no te ofendas, sólo pensaba que veías tu reloj porque querías huir de mi -dije bajando el volumen de mi voz.

    -¿Huir?… no me malinterpretes, solo miraba el reloj queriendo alargar las horas- y guardó silencio.

    ¿Alargar las horas?, pensé.

    El ascensor abrió sus puertas, y caballerosamente dejó que entrara primero, la cercanía de sus pasos me hizo temblar.

    Bajamos a la recepción y nos dirigimos a los ascensores menos elegantes que llevaban al estacionamiento, todo lo hicimos en silencio.

    Me detuve ante mi Porsche deportivo color gris.

    -¿Te gusta la velocidad?

    -Es cómodo, elegante y además rápido– dije.

    -¿Te gusta la velocidad?

    -Dije que era rápido, no veloz.

    -¿Te gusta la velocidad?- volvió a preguntar.

    -Debo confesar; que es bastante excitante pisar el acelerador y dejarse llevar… aunque la aguja marque una velocidad no permitida–sonreí y él sonrió conmigo.

    ¿Por qué siempre sonríe?, pensé, me pone sumamente nerviosa cuando lo hace, ni siquiera sé si se está burlando de mí.

    Abrí la cajuela, saque una pequeña maleta negra y extraje de ella una pequeña cámara, la coloqué a un lado y seleccioné un juego de lentes -con esto bastará -murmuré. Enseguida abrí otra pequeña bolsa café y extraje un par de zapatos mucho más cómodos que los que traía puestos. -Tal vez no me combinen mucho, pero te aseguro que estaré más cómoda con estos – agregué.

    Ahora no sonrió y solo asintió con la cabeza.

    Caminamos fuera del edificio, él traía cargando el tri-pie de la cámara. Comenzó a hablar de él, sin que yo le hubiera preguntado algo sobre su vida, habló de cómo había tenido una infancia agradable, cómo sobrevivió al caos de la escuela ya que fue un estudiante pésimo, en cómo empezó su amor por la actuación y la música, pero sobre todo empezó a hablar de su madre.

    La describió como la mejor madre del planeta, hasta sentí un poco de envidia, no sólo había amor en sus palabras, sino también, en su boca, en sus ojos, en sus manos, era como si un niño estuviera hablando de su superhéroe. No me atreví a interrumpirlo, pero en mis adentros sentí una gran curiosidad por conocer a esa persona. Ella fue el pilar en su carrera, siempre lo apoyó, siempre estuvo junto a él, ella lo ánimo a seguir sus sueños y él… los hizo realidad. También mencionó que la extrañaba, aunque ya era un hombre, decía que ella era su mejor amiga, su consejera, su confidente…

    -Llegamos- lo interrumpí, el levantó la mirada; no sabía para donde mirar.

    Le expliqué que aquí aparecía el sol por el este, del lado donde se encontraba el Lago Michigan, di la vuelta y dirigí mis manos hacia el oeste, del lado donde se extendían los edificios.

    -Por este lado se oculta el sol, y el paisaje es realmente espectacular-. Le extendí mi mano, pidiendo el tripié, lo nivelé y le coloqué la cámara. Lo hice de una manera tan mecánica, que podía notarse la experiencia que tenía haciéndolo. Ajusté el lente y el permaneció inmóvil a mi lado, con la mirada perdida hacia el horizonte. Sin duda estaba pensando en algo, porque permaneció tan inmóvil que no quise ni moverme, para no interrumpir sus pensamientos. De pronto volteó a mirarme.

    -Gracias… gracias por… olvídalo– dijo y volvió su mirada al inmenso lago.

    No entendí sus palabras y mucho menos su comportamiento, pero no le puse mucha atención, el sol estaba empezando a ocultarse y las ventanas de los edificios se entonaron en tonos café, anaranjado y rojizo, era increíble admirar edificios de más de 100 pisos cambiando de color sólo por la partida del sol.

    Tomé un par de fotografías y él solamente me miró, de repente hice un movimiento con la cámara y su rostro quedó enfocado –tenía un rostro perfecto.- ¿Te importa? – le pregunté.

    -Adelante, estoy acostumbrado a las cámaras- contestó sin querer posar.

    Le tomé un par de fotografías y aunque hubiera deseado no dejar de tomarlas, su rostro y el atardecer eran como una chispa, no estaba segura de que era más maravilloso, si los reflejos del sol o su sonrisa coqueta.

    -Creo que terminé por hoy.

    -¿Puedo?– y me extendió su mano, queriendo agarrar la cámara, antes de guardarla.

    -¿Quieres ver tus fotos? – pregunté.

    -En realidad, quería tomarte un par de fotografías a ti– y me sonrió.

    -Inaceptable –dije y le di la espalda.

    Haz de saber que la cámara y yo nos llevamos mejor cuando yo estoy fuera y no dentro de ella.

    -No lo sé, quisiera comprobarlo, si no te importa.

    -De verdad, siempre me gustó la fotografía y por mi experiencia te puedo asegurar, que las fotos no me favorecen, estoy peleada con ellas, siempre salgo gorda, fea, no sé, es como si me recordaran lo poca agraciada que soy.

    -Dudo mucho lo que me estás diciendo, tal vez eso ha sido porque nunca te he tomado alguna fotografía, te aseguro que soy bueno haciéndolo- insistió.

    Solté una gran carcajada y él aprovechó el momento para tomarme la primera fotografía, -me enfadé por eso y traté de quitársela mientras él seguía oprimiendo el disparador.

    Era increíble como lo estábamos disfrutando, parecíamos dos niños jugando, burlándonos uno del otro, pero sobre todo riéndonos como dos buenos amigos… nuestra química había sido tal, que las inhibiciones habían desaparecido y nuestro trato era de dos personas que se conocían desde hace mucho tiempo.

    Me

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