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Trígonos: El Laberinto De La Realidad
Trígonos: El Laberinto De La Realidad
Trígonos: El Laberinto De La Realidad
Libro electrónico210 páginas3 horas

Trígonos: El Laberinto De La Realidad

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Información de este libro electrónico

Los recuerdos son imgenes del pasado archivados en la memoria que nos conectan emocionalmente con lo vivido, con los dems y con nosotros mismos.
Nadetta, es una chica que ha perdido sus recuerdos. Busca una conexin emocional con el pasado para sentirse viva, reencontrar sus pasiones, sus emociones y su ser. Para lograrlo tiene que enfrentar grandes dificultades y descifrar el complicado laberinto de la realidad.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento14 nov 2013
ISBN9781463369491
Trígonos: El Laberinto De La Realidad

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    Trígonos - Margarita Lourdes Bárcena González

    Copyright © 2013 por Margarita Lourdes Bárcena González.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2013919820

    ISBN:   Tapa Dura               978-1-4633-6948-4

                 Tapa Blanda           978-1-4633-6947-7

                 Libro Electrónico   978-1-4633-6949-1

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 09/11/2013

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    504771

    A mi hijo, arte e inspiración de mi vida.

    NOTA DEL AUTOR

    Desde que era niña me ha gustado escribir y siempre lo hice con la única finalidad de satisfacer la necesidad y el gusto por escribir, para mi placer, como un vicio.

    Mucho de lo que escribí se ha quedado en las hojas del tiempo que cada otoño dejó caer, perdiéndose para siempre en la hojarasca que se pudre en la tierra, en el olvido; quizá haciendo cultivo y buena tierra que después alimente otros tiempos frondosos llenos de nuevas hojas que algún día el mundo pudiera leer. Ésta es la primera oportunidad que tengo de cosechar esas hojas antes de perderlas, para compartirlas contigo, amable lector.

    Cuando maquiné en mi mente ésta historia, la escribí por primera vez como guión para un largometraje. En la construcción de la historia, pensada para un medio audiovisual como lo es el arte del cine, nació mi personaje protagónico. Llegué a conocerle y entenderle tan profundamente, me involucré tanto, que no pude conformarme con contar su historia con las limitantes que implican hacerlo en un guión, en el que la historia está contada desde fuera, pensada en imágenes, acciones y diálogos, escrita para que el público la vea y la escuche en, cuando mucho, una hora y media. Aunque quedé satisfecha con el resultado, necesitaba contar su historia desde dentro, compartir sus pensamientos, sus reflexiones, sus sensaciones; escribir su mundo interior; contar la misma historia desde sus entrañas.

    Así es como nació ésta novela, que pretende además de revelar el mundo interior de éste personaje, regalarte a ti amable lector, la posibilidad de vivirla como uno de sus personajes.

    Feliz lectura.

    ¿Qué pasaría si un día perdieras todos tus recuerdos?, ¿qué sentirías?, ¿qué pensarías?, ¿qué perseguirías y harías para buscarte y encontrarte en un pasado que se ha perdido en la nada?

    Seguramente cada persona haría algo distinto, pensaría y sentiría diferente. Esto es lo que a mí me pasó, así es como yo lo viví y así es como afronté mis circunstancias y dificultades sin recuerdos.

    Hoy te lo voy a contar.

    Nadetta.jpg

    He intentado infinidad de veces recordar algo, cualquier cosa, construir una imagen en una escena cualquiera del pasado, anterior a la nada, pero no lo he logrado. Saber lo que pasó y cómo pasó no hace las cosas diferentes. Estuve aquí, jugando, creciendo, soñando, queriendo y no me sabe a cierto si no conecto un recuerdo, un sentimiento, una emoción. Tener la certeza de quién soy es bueno, pero aún hay un hueco que no logro llenar más que de suposiciones y eso no es suficiente para mí. Hay cosas que no comprendo por qué sucedieron de un modo y no de otro, hay cosas que no las sé, hay otras que aunque las deduzco no las quiero creer; saber lo que pasó no me hace saber lo que sentí. El fantasma de la nada está ahí, todo el tiempo.

    Son tantas cosas las que te tengo que contar Lucas, tantas, que no supe cómo contarte todo a la distancia, no supe cómo desenredar tan enmarañada madeja de eventos. Preferí esperar hasta ahora, tenerte de frente, cara a cara, observar tus gestos, tu mirada, tratar de adivinar tus pensamientos, interpretarte, intuirte, sentirte y sentirme al mismo tiempo frente a ti ahora que lo sé todo. ¿Debería reservarme algo, por tu bien, por el mío, por el de ambos, por el de los demás, por el de todos? No sé si quiero contar todo, no sé si debo. ¿Deber?, ¿querer?, son dos cuestiones tan diferentes, tan en otro sitio; penden de hilos delgados, chocan entre sí, se enredan, se trenzan, se tejen, se desatan; son dos péndulos que se mueven por separado, con gravedades y pesos distintos, con volúmenes variables, con densidades diferentes y cambiantes, a destiempo. Puede sólo ser mi problema no poder sincronizarlos para adoptar una postura adecuada y correcta -para mí-, congruente con mis sentimientos. ¿No me importa? Yo soy de querer y tú eres de deber; la verdad absoluta no la tenemos toda y la verdad relativa se adecúa al interés y necesidad de quien la detenta. Hoy la información es mía y estarás sujeto a lo que yo decida revelar. Pero también tengo gestos, posturas, lenguaje corporal involuntario y mi corazón se agita indiscretamente cuando le da la gana, mi respiración cambia sin que pueda siempre controlarla; ¿también podrías leerme el pensamiento?, ¿adivinarme, intuirme, sentirme? La verdad absoluta es una necesidad lógica Lucas y en cuanto se llega a la relativa se busca la absoluta inevitablemente, aunque sea una utopía. Por eso preferí llegar antes que tú, estar sola aquí, indagar en mí, sondear mi interior, ponerme de acuerdo, equilibrar los péndulos. Quiero caminar en la arena sin ti, ver el atardecer sin olerte, sentir la brisa sin oírte, escuchar el tumbo imponente de las olas sin sentirte. Tal vez entonces pueda saber cuánta verdad quiero revelar, cuánta debo decir, cuánta debes saber y cuánta debo guardar sólo para mí; cómo contar lo que tengo que contar.

    Llegué temprano, saludé a Raúl -está feliz porque ahora es supervisor de calidad en el hotel- y se lo he contado, relativamente.

    -¡Es increíble!… ¡increíble!…- exclamó varias veces, me miraba con tal perplejidad que no sé si me ha creído o solamente quiere creerme. Me abrazó, me abrazó dulcemente, como un gran amigo, como un hermano y yo me abracé a él del mismo modo.

    -No digas nada- me miró asombrado, no quiero que te predisponga con un comentario suyo, quiero ver tu cara cuando te enteres, quiero ser yo la que perciba tu primera impresión.

    Fui a la habitación, pedí la misma, la de la primera vez, le pregunté a Raúl cuál era porque yo no lo recuerdo; ¿curiosidad?, ¿emoción?, ¿morbo?, no lo sé. Entré en ella con cierto temor, despacio, coloqué mis cosas en el armario, ese espectacular armario con acabados de sándalo que le imprimen un fascinante olor tan peculiar; me tumbé en la cama. Olí, toqué, observé. Después de un rato de buscar entre las sábanas algo que no encontré me paré y recorrí cada rincón con la vista, con el olfato, con el tacto; husmeé por todo el cuarto, me asomé por la terraza y seguí sin encontrar nada; como si no lo supiera, no hay rastros por ningún lado, no hay Nadetta, no hay Nina, no hay Lucas. Me duché con calma, me puse el traje de baño de dos piezas rojo, un paleo, alpargatas y me vine a la playa. Y estoy aquí, frente a éste mágico paisaje que me sigue guardando un montón de cosas. Habré de venir cada vez que pueda, aunque nunca he de recoger un poco de mí en sus encantos. Creí que me iría revelando poco a poco mis misterios, que me iría contando de vez en cuando alguno de mis secretos. Solamente la contemplo, envidiosa de que ella se lo haya quedado todo guardado, sin poder convidarme nada. Quizá por eso la veo tan bella, tan perfecta, tan eterna; tiene en cada uno de sus rincones guardado uno de mis recuerdos y me los escribe en su arena blanca, en sus palmeras, en su brisa, aunque yo no pueda leerlos los sé ahí contados todos de principio a fin. Me hipnotiza su arrullo salado, me seduce su perfecto mar transparente trasluciendo los azules, verdes y carmines de su fastuoso arrecife profundo e insondable. Me embruja su incógnita complicidad inevitablemente; me susurra al oído mil historias en un idioma que no entiendo. No logro descifrarla pero sé que en cada sitio me tiene, sé que en todas partes la tengo. Nos llevaremos puestas todo el tiempo. Somos iguales, guardando perfectamente lo que sabemos, como si no lo supiéramos.

    Está lleno de vacacionistas, todos con sus complicidades secretas, individuales o compartidas. No me dice nada verlos, algunos se bañan en el mar, otros juegan pelota, corren, ríen, gritan, juegan, se broncean. Niños risueños, jóvenes divertidos, adultos tranquilos, ancianos sonrientes. Vendré en otra época, después, sin gente, sin ruido, sólo a contemplar. Semana Santa es un mal momento para encontrar tranquilidad y silencio.

    Hace un año no tenía idea de lo que encontraría aquí, no sabía lo que buscaba. Me dejé llevar por un impulso, por una corazonada, por un deseo, por un sueño, todo estaba tan escondido, oculto en códigos secretos impenetrables. Ésta vez sé por qué estoy aquí y hay cosas que preferiría no saberlas. Me recorre una sensación inquietante volverte a ver, besar tus mejillas, rozar tus manos, olerte el pensamiento, beberme en secreto el encanto de tus ojos. Te prometí que encontraría a tu Nina y la encontré para ti Lucas, pero la encontré para mí también y no querré volver a olvidarla ya jamás. Comprendo por qué la sacrifiqué y la enterré tan deliberadamente y sin embargo yo seré la única que podrá amarla eternamente y me refiero a esa eternidad que sí es para siempre. Huía de todo, de los temores y debilidades, de las incongruencias ¿qué vas a pensar cuando lo sepas?, ¿qué vas a sentir?, ¿qué vas a hacer?, ¿cómo vas a mirarnos?, ¿cómo serán tus días después?, ¿cómo serán los nuestros?, ¿serán iguales, similares, distintos?, ¿no debería importarnos?, a mí me importa Lucas, me importa. Inmolarle parecía un acto heroico en beneficio de lo correcto, lo sano, lo bueno, lo moral, lo ético. Todo eso es subjetivo e individual, está sujeto a una referencia personal. Te voy a revelar la verdad tan cruda como pueda y tú tendrás que afrontar la parte que te toque como te dé la gana, así, como presumes siempre, sin sentimentalismos, con la racionalidad por delante y francamente no espero menos de ti, porque no sé de lo que soy capaz, porque yo no estoy sujeta a nada, ya no. Por eso le he traído a ella -la playa- todo esto que traigo dentro, le he traído la verdad, la absoluta, la que ni siquiera se puede decir con palabras; se la doy toda, para que también la guarde junto a tantas cosas que no recuerdo y me tiene ahí recogidas para siempre. Estoy disfrutando esta sensación Lucas, compleja, extraña, salada, cachonda, excitante, nueva desde la nada. Me parece delicioso dejarla recorrer cada rincón de mí; acariciando todo, golpeando mis construcciones deformes, deleitando dulcemente mis conexiones simples y puras y para eso no me está estorbando el montón de gente ruidosa que está ahora aquí. No comprendo ese absurdo y deliberado entrenamiento al que se someten algunos para aprender a no dejarse invadir por sus propias emociones, esa necesidad de evitar que otros las detecten, como si se avergonzaran, como si fuese una debilidad y no una fortaleza; un adiestramiento continuo y absurdo para aprender a no compartir algo tan de adentro, tan esencial, tan puro; una vida sometiendo las emociones al encierro me parece una vida simulada; aparentando lo que no se es, haciendo lo que no se quiere, consumiendo lo que no se necesita; abandonando la vida a los caprichos de la sociedad que no suplirá con nada el hueco enorme que queda sin las emociones puras. Yo lo sé Lucas, sé lo que es no tener emociones. Me falta mucho por sentir, por creer, por vivir, por conocer, por entender. Estoy dispuesta a dejar que mis emociones me recorran tan puras como son ahora, no voy a permitir que se me escapen otra vez. No voy a consentir que la nada se apodere de mí nunca más.

    La verdad al fin emerge de su escondrijo, es natural, no iba a quedarse para siempre ahí guardada, tenía que resurgir. Tengo miedo de mirarte ahora a los ojos, como tuve miedo de mirar los míos, los de tu Nina, los del mundo. Tengo miedo y no sé exactamente a qué le temo más, si a sentirlo todo o a no volver a sentirlo.

    ***

    Un día desperté y no oí nada, no sentí nada, no entendí nada, no supe nada, no moví nada, no pensé nada; unos segundos más de nada; unos minutos más de nada. Pasó quién sabe cuánto tiempo, sólo encontraba la quietud y el silencio de la nada; como en un enorme e interminable hueco lleno de ausencia, solo ocupado por un frio vacío y una inexplicable oquedad. Me cansé en esa incomprensible e interminable nada y me volví a dormir.

    Desperté una y otra vez y mi mente seguía en cero, completamente vacía. Busqué en todos los rincones de mi cerebro y no encontré absolutamente nada; no había ni una sola idea, ni un huérfano recuerdo, ni una palabra suelta, ni una imagen simple, ni el más mínimo e insípido sentimiento. Ni siquiera sabía en realidad lo que buscar en tanto vacío. Eso era la nada pero reconocí dormir y despertar en ella y eso empezó a significar algo. Una de tantas veces que desperté, minutos después de insistir -por enésima vez- en el recorrido por la nada en mi cerebro, percibí el intento de mis neuronas por conectar, sentí perfectamente su esfuerzo por encender y andar; pero algo extraño les pasaba, parecían tener el cuerpo de cualquier otra célula: sin dendritas, sin axón; no existía conexión alguna entre unas y otras. Insistí recorriéndolas todas, quería echarlas a andar, activarlas, encenderlas, pero no lograba hacerlo, parecía imposible.

    En esa búsqueda de algo en la nada, casi fortuitamente, después de grandes esfuerzos y a punto de desistir, se generaron unos insípidos contactos entre unas neuronas y otras, débiles impulsos nerviosos empezaron a activarse desencadenando una endeble serie de impulsos electroquímicos, sentía algo y reconocí lo que sentía: frío y sed. Mis neuronas siguieron activándose. Un par de minutos después, empecé a reconocer cada parte de mi cuerpo a través de nuevas conexiones que se establecían cada vez más rápida y fácilmente, hasta que lograron multiplicarse miles de veces; sentí la electricidad luminosa comunicando unas neuronas con otras velozmente, tejiendo una red cada vez más compleja y amplia, logré sentir mi cuerpo completo tendido horizontalmente. No había abierto los ojos, no había movido nada de forma voluntaria; excepto el leve temblor irreflexivo y maquinal que detecté en mi cuerpo por el frío, no había conectado con algún sitio del cerebro que me permitiera mover algo, levantar por lo menos un poco los párpados. Seguí buscando la forma de enchufar algún grupo de neuronas que me dejara por lo menos abrir los ojos, pero después de intentarlo e intentarlo sin resultados, me agoté e inevitablemente volví a dormir.

    Cuando volví a despertar todo fue más sencillo, con mayor rapidez alcancé el estado logrado en el despertar anterior; sin esfuerzo llegué en un par de segundos a reconocer mi cuerpo tendido en decúbito supino sobre un lugar frío. Sentí la manta que cubría mi cuerpo rozando cada sitio en el que hacía contacto con mi piel. Me concentré en mi sentido auditivo -abrir los ojos seguía siendo imposible-, escudriñé en la pequeña red neuronal ya creada intentando captar algún sonido pero no escuché nada, sólo el silencio entraba por mis oídos, un gris e inmenso silencio, metálico, casi doloroso. Lo intenté una y otra vez haciendo un gran esfuerzo para percibir algo más que frio, sed y ese majadero y cargante silencio. Me esforcé con empeño y empecé a detectar un leve y acompasado movimiento en mi pecho y escuché, al mismo ritmo, un suave y rítmico sonido. Otras neuronas recibieron nuevos impulsos de la red y entonces lo supe, estaba escuchando los latidos de mi corazón. Sentí latir al mismo ritmo mi pecho, la boca del estómago, el vientre, el cuello, mi cerebro. Sentí la sangre recorrer todo mi cuerpo, podía percibir cómo corría por venas y arterias en cada milímetro de mí. Algunas neuronas encontraron otros caminos tejiendo más red en otra área del cerebro, sentí y escuché mi respiración. Al respirar, entró por mis fosas nasales un olor, cloro, no lo reconocí en ese momento, pero cada vez que inhalaba sentía cómo entraba provocando que algunas otras neuronas conectaran. Tras un gran esfuerzo por reconocer el olor, por entender lo que pasaba, por intentar moverme, por luchar para poder abrir los

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