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Esperando en la Obscuridad
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Libro electrónico264 páginas4 horas

Esperando en la Obscuridad

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Información de este libro electrónico

Llevado a otra ciudad a causa de eventos desagradables en su vida, Justin Blackwell intentara seguir adelante.
Pero los eventos de un pasado oculto por su familia podrían arruinarle sus planes. Justin se verá forzado a descubrir los secretos que envuelven su historia familiar.
Descubrirá verdades, viejas rivalidades y el misterio más devastador de todos ¿Quién y por qué están eliminando sus ilusiones de una nueva vida?

IdiomaEspañol
EditorialGRP
Fecha de lanzamiento28 nov 2019
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    Vista previa del libro

    Esperando en la Obscuridad - Ernesto A. Alcaraz Arroyo

    Contents

    PREFACIO

    CAPÍTULO 1

    CAPÍTULO 2

    CAPÍTULO 3

    CAPÍTULO 4

    CAPÍTULO 5

    CAPÍTULO 6

    CAPÍTULO 7

    CAPÍTULO 8

    CAPÍTULO 9

    CAPÍTULO 10

    CAPÍTULO 11

    CAPÍTULO 12

    CAPÍTULO 13

    EPÍLOGO

    GLOSARIO

    © Ernesto A. Alcaraz Arroyo.

    © Grupo Rodrigo Porrúa S.A. de C.V.

    Lago Mayor No. 67, Col. Anáhuac,

    C.P. 11450, Del. Miguel Hidalgo,

    Ciudad de México.

    (55) 5293 0170

    produccion@editorialgrp.com.mx

    1a. Edición, 2018.

    ISBN: 978-607-8550-87-6

    Impreso en México - Printed in Mexico.

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio

    sin autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

    Características tipográficas y de edición:

    Todos los derechos conforme a la ley.

    Responsable de la edición: Rodrigo Porrúa del Villar.

    Corrección ortotipográfica y de estilo: Graciela de la Luz Frisbie y Rodríguez /

    Rodolfo Perea Monroy.

    Diseño de portada: Gonzalo Gabriel Muñoz Morales.

    Diseño editorial: Grupo Rodrigo Porrúa S.A. de C.V.

    PREFACIO

    —Atención a todas las unidades, tenemos un 10-67 en el centro comercial Elite Mall 10-71 en proceso. El sospechoso es un hombre blanco, complexión delgada, chaqueta café y pantalón negro, porta una mochila azul.

    Un oficial toma su radio y responde:

    —Aquí oficial Bellick, estoy a un par de calles, me dirijo al lugar.

    —10-4 oficial.

    Dentro de la patrulla se encuentra un hombre adulto, en su cabello ya pintan varias canas al igual que en su rostro las arrugas cuentan la historia de un hombre que ha sido policía por 30 años, junto a él un joven con el uniforme policial inmaculado, nuevo, en su rostro está plasmado el temor de su primer día en una patrulla de policía, el joven policía le pregunta al oficial Bellick:

    —Disculpe señor, podría repetirme cuál es el significado del código 10-71.

    Molesto e indignado el oficial le responde:

    —¿Es en serio, chico? ¿De todos los novatos me tenían que asignar precisamente al que no conoce lo básico e importante? 10-71 es el código de un TIROTEO.

    El joven policía baja la cabeza y avergonzado dice: —Disculpe señor, no se volverá a repetir.

    —Por tu bien espero que no chico, tu vida depende de ello.

    Conducen un par de calles y al llegar al lugar ambos saben que no será sencillo, el caos reina en el lugar, hay gente que corre aterrada, algunos heridos, otros en estado de shock. Otras patrullas han llegado al lugar pero están armando una táctica para entrar. Al parecer un maniaco abrió fuego en la zona de comida del centro comercial y ha tomado a un grupo de rehenes.

    El oficial Bellick sale de la patrulla y cuando el joven oficial trata de hacer lo mismo, este lo detiene: —¿A dónde crees que vas, chico?

    —Con usted y con los demás, por supuesto —responde el joven.

    El oficial Bellick cierra la puerta del copiloto que es donde está el joven agente y le dice:

    —No, no, no para nada, tú te quedas aquí, esta es una situación de por sí muy delicada, no tengo tiempo para estar cuidando tus espaldas, y no voy a tener la muerte de un novato en mi consciencia, así que mientras los adultos estamos lidiando con la situación, toma —y le entregó una hoja con los códigos que usan los oficiales—, memorízalos, créeme me lo agradecerás.

    El joven agente, tomó la hoja indignado y le respondió: —Con todo respeto señor, fui el primero en mi clase, tengo la puntuación más alta en tiro, no puede dejarme aquí.

    Molesto el oficial Bellick le dijo: —No lo estoy discutiendo, novato, no me importa si tienes la mejor puntuación en tiro, si te graduaste primero en tu clase, bailas ballet o si bajaste un gatito de un árbol. Mi decisión es definitiva, perdiste tu oportunidad cuando preguntaste qué era un 10-71 —y diciendo esto se alejó.

    Dentro del centro comercial, la situación se tornaba aun peor. El agresor era James Hurley, un joven de apenas 18 años que perdió la cabeza al no ser aceptado en la facultad de medicina, y peor fue cuando se enteró de que uno de sus maestros en vez de escribir una carta de recomendación, escribió una donde detallaba por qué James no debía ser aceptado. Así que ideó un plan. Sabía que el profesor Winston comía todos los días en un restaurant de comida italiana que se encontraba en el centro comercial, compró una escopeta y una pistola y fue decidido a acabar con la vida del profesor, pero las cosas se salieron de control y no solamente mató al profesor, sino a 2 guardias de seguridad. Presa del pánico se encerró en una boutique con 10 personas, 3 trabajadores de la boutique y 7 clientes; él sabía que no le esperaba nada bueno si salía de ese lugar, así que no se iría sin pelear.

    Cuando los policías comenzaron las negociaciones, el joven policía salió de la patrulla y se escabulló por detrás del centro comercial, sabía cómo subir a la azotea ya que hacía algún tiempo, su hermano y unos amigos habían descubierto la manera de salir del centro comercial sin utilizar la puerta principal, cuando la novia de uno de sus amigos lo había descubierto con otra y tenían que esconderse.

    Habiendo entrado sin ser descubierto, el joven policía se deslizó por el suelo, para no ser visto y desde el segundo piso del centro comercial tuvo una vista privilegiada de la zona donde se encontraba James. Como las negociaciones no iban según lo planeado, James tomó una joven del cabello y con la pistola en la cabeza de la joven, planeó usarla como escudo para salir. Los oficiales no podían disparar con un civil en medio de la línea de fuego y estaban por dejarlo salir, cuando el joven oficial vio su oportunidad. No había margen de error; si fallaba la civil seguro moriría, sin contar a los demás. Su carrera se acabaría, pero no podía dejar pasar esa oportunidad. Respiró profundamente, apuntó su arma y disparó.

    El cuerpo de James golpeó inerte en el suelo, con un balazo justo en medio de la cabeza. Cuando los oficiales buscaron el origen del disparo, vieron atónitos al joven oficial de pie en el segundo piso. Bajó las escaleras lentamente, se paró enfrente del oficial Bellick, le tendió su arma, pero este se la regresó y la enfundó.

    —Excelente trabajo, novato. ¿No creo que haya escuchado tu nombre?

    —Arthur Blackwell, señor —dijo el joven oficial.

    —Excelente trabajo oficial Blackwell —dijo con una sonrisa el oficial Bellick, quien ahora lo tomó de los hombros y orgulloso lo presentaba con todos los oficiales una vez neutralizado el peligro.

    Arthur Blackwell veía cómo se llevaban el cuerpo de James, era su primer día como oficial, su primer disparo a un ser humano y la primera persona a quien le quitaba la vida. Aun así, no se sentía mal, él sabía que había hecho lo correcto. Cuando vio por fin a la camioneta del forense alejarse, su mirada se posó en una joven que estaba siendo revisada por los paramédicos en una ambulancia y la reconoció. Era la joven a quien James traía como escudo, así que decidió acercarse a ver cómo se encontraba.

    —Buenas tardes, señorita. Yo soy el oficial Arthur Blackwell. ¿Cómo se encuentra?

    La joven levantó la mirada y le sonrió al oficial. —Los paramédicos dicen que voy a estar bien, y que ya puedo irme a casa, sólo fueron unos raspones y el cachazo que me dio ese loco con la pistola, Espere. ¿Dijo Blackwell? ¿Fue usted quien lo mató?

    Arthur, lentamente asintió con la cabeza, los ojos de la joven se llenaron de lágrimas y dijo: —Muchas gracias, le debo la vida.

    —No me debe nada señorita, es mi trabajo, pero si quiere recompensarme, déjeme acompañarla a su casa; después de todo lo que pasó hoy, quiero asegurarme que llegue a salvo.

    La joven volvió a sonreír y dijo: —No hace falta, puedo ir sola, estoy bien en serio, gracias —pero Arthur volvió a insistir.

    —Déjeme llevarla a casa señorita…

    Ella respondió: —Christine Rose.

    La campana de la puerta de una tienda sonó, y dos oficiales entraron a la Florería The White Dahlia, en el mostrador se encontraba un joven de apenas 20 años, quien al ver a los uniformados sonrió y dijo: —Bienvenidos a The White Dahlia. ¿En qué puedo ayudarlos? Tal vez les interesarían algunas rosas para sus novias o esposas.

    Pero antes de que el joven empleado continuara uno de los oficiales dijo: —¿Sabes si aquí trabaja un tal Stephen Rivers?

    La sonrisa del rostro del empleado se borró y dijo: —Sí, yo soy, ¿pasa algo?

    Ambos oficiales se vieron entre ellos y uno preguntó: —¿Conoces a James Hurley?

    Stephen asintió con la cabeza y dijo: —Es mi hermano.

    —¿Hermano? —dijo uno de los oficiales.

    Stephen respondió: —Bueno, medio hermano. ¿Le pasó algo? ¿Está bien?

    —Está muerto, chico —dijo uno de los oficiales.

    CAPÍTULO 1:

    CAMBIO DE DOMICILIO

    Esto que está a punto de ser relatado ha sido lo más aterrador, psicótico y lleno de sadismo que ha pasado en la vida; lo que sucedió aún tiene a algunas personas bastante perturbadas hasta la fecha.

    Justin Blackwell, un muchacho como cualquier otro, normal, aventurero, extrovertido, tuvo la desdicha de perder a su madre a manos del asesino más sádico y famoso que existió en el lugar donde vivía. Su padre Arthur Blackwell, el comandante de policía más valiente, fue el encargado de apresarlo y llevarlo a la institución mental que sería su prisión por un largo tiempo.

    Al paso de los años y bajo los cuidados y advertencias de su padre, Justin creció aprendiendo técnicas de supervivencia que le ayudarían a tener cuidado al enfrentar situaciones peligrosas pues temía que el asesino de su madre escapara de la institución mental donde se encontraba.

    Cierto día, el padre de Justin, atendiendo el llamado de su trabajo, acudió a un operativo en el cual resultó herido de gravedad y fue llevado al hospital en donde hicieron todo lo posible por mantenerlo vivo, pero por lo serio que eran sus heridas sucumbió a ellas, muriendo para dejar a Justin a su suerte.

    Al momento de recibir la noticia de la muerte de su padre, Justin se encontraba en casa haciendo las tareas de la escuela y otras tareas hogareñas. Escuchó que llamaban a la puerta, lo cual se le hizo algo extraño, puesto que su padre siempre que llegaba abría la puerta con sus llaves y con la sonrisa que lo caracterizaba y lo llamaba por su nombre en señal de que había llegado a casa. Fue a atender y encontró a Brad, el compañero de su padre, con la tristeza en el rostro. Llevaba en la mano la placa de la policía que su padre solía llevar en la camisa de su uniforme; siempre la había llevado con orgullo en el pecho. Al ver esto, supo que le había pasado algo, Brad le dio la noticia y en ese momento, la vida de Justin se hundió en una depresión de la cual tardaría mucho tiempo en recuperarse.

    Después del funeral de su padre, Justin quedó al cuidado de su tío Cameron y su familia, por lo cual se tenía que mudar a casa de ellos en el pueblo de Grant Hill. Al momento de empacar sus pertenencias, descubrió una caja con propiedades de su padre, en ella había un diario, varias fotos de su madre y de él años atrás, varias cartas dirigidas a su padre y varios periódicos viejos. Justin tuvo la curiosidad de leer tanto el diario de su padre como las cartas, pero por respeto decidió no hacerlo.

    En el camino a casa de sus tíos escoltado por el compañero de su padre, miraba al vacío por la ventana, sin poner demasiada atención a la carretera. La música de su iPod sonaba en sus oídos; la tristeza se dibujaba en el rostro y sus ojos estaban hinchados de tanto llorar. Recordaba las enseñanzas de su padre y aunque los recuerdos de su madre se volvieron borrosos con el tiempo, recordó algunos de sus mimos y sus cantos hasta quedarse dormido con la cara pegada en la ventana del auto.

    Se despertó justo a tiempo para ver la entrada del pueblo que sería su nuevo hogar; veía todos los edificios que había, la gente, y a lo mejor eran alucinaciones suyas pero algunas personas se le quedaban viendo con cierta curiosidad.

    Al momento de llegar a casa de sus tíos, el amigo de su padre que lo acompañaba le dijo: —Hemos llegado J, ha sido un placer acompañarte. Si necesitas algo, no dudes en llamarme.

    —Gracias Brad, en serio te lo agradezco mucho, no tenías que hacerlo.

    —Cómo que no, tu padre fue mi mejor amigo y un gran oficial de policía. Yo lo respetaba mucho y lo apoyaba desde que pasó lo de tu madre.

    En ese momento, salió su tío Cameron a recibirlo, saludarlo y darle la bienvenida: —Justin, bienvenido, espero que aquí te sientas como en casa.

    El muchacho se limitó a asentir con la cabeza, dejó que su tío lo abrazara y se alejó con sus maletas en la mano y con la mirada triste hacia la casa que en alguna ocasión había visitado durante las vacaciones de su padre.

    Brad, que lo estaba observando alejarse, dio un suspiro en señal de que sentía algo de lastima por el muchacho a lo cual su tío dijo: —A Justin le está costando superar lo de mi hermano, ¿cierto?

    —Si algo, pero dale un poco de tiempo, ya se le pasara —diciendo esto se subió de nuevo a su automóvil no sin antes decirle a Cameron—. No lo olvides, Cam, si necesitan algo no duden en llamarme y llegaré lo más rápido posible.

    —No te preocupes, Brad. Todo estará bien, pero gracias por ofrecerte a cuidarnos desde lejos.

    Luego, arrancando el automóvil y dirigiéndose calle abajo para salir del pueblo, Brad dio un último vistazo a la casa, por el espejo retrovisor y se fijó que en la puerta de entrada aún estaba Justin viéndolo alejarse con su tío a un lado y lo único que pudo pensar en ese momento fue: Espero que le vaya bien y que se recupere pronto.

    Después de ver el auto de Brad alejarse, tío Cameron cerró la puerta principal y acompañó a Justin a la habitación que tantas veces había compartido con su padre durante las vacaciones de verano y días festivos en los que iban de visita. Empezó a desempacar sus maletas, guardando su ropa en el closet, sus artículos personales en el baño, sus fotos las puso en el tocador donde colocó la mayor parte de su ropa, su laptop en el escritorio, y los demás objetos personales por toda la habitación. Estaba tan concentrado guardando sus cosas, que no se fijó que su tía Olivia lo observaba desde la puerta de la habitación con la preocupación dibujada en el rostro.

    Al voltear para recoger su mochila del piso, se asustó al ver a su tía, ya que no se había percatado de su presencia hasta ese momento a lo cual su tía dijo: —Perdona Justin, cariño, no pretendía asustarte.

    —No te preocupes tía, es que estaba tan concentrado en lo que estaba haciendo que no te escuché subir las escaleras.

    —No, es mi culpa, debí de hacer algún sonido o algo para que te dieras cuenta de que estaba aquí, pero en fin. ¿Cómo estás?

    —No muy bien tía, pero trato de no pensar en ello para poder superarlo, aunque me cuesta un poco de trabajo aceptar que mi papá ya no está aquí conmigo.

    En ese momento su tía fue a darle un abrazo tranquilizador, se lo dio y él se lo sostuvo por un momento hasta que se apartó un poco de ella preguntando por su primo Daniel que no se encontraba en la casa.

    —A propósito tía, ¿dónde está Daniel? No lo veo por aquí.

    —En este momento, está con su novia en casa de ella pues sus padres lo invitaron a comer, pero no debe de tardar en llegar.

    En la casa de Tamara, la novia de Daniel, estaban terminando de comer con los padres de ella. En la plática de sobremesa vio la hora, se levantó de la mesa y dijo: —Con su permiso, me tengo que retirar porque ya debió de haber llegado mi primo Justin a casa.

    —¿Tu primo? ¿Qué no llegaba mañana? —preguntó su novia con un aire confundido.

    —No, llegaba hoy, si quieres te lo puedo presentar, ya que no lo conoces.

    —¿Crees que esté de ánimos para recibir visitas?, yo creo que por lo que le pasó no ha de querer ver a nadie.

    —No te preocupes, él estará triste y todo, pero no se niega a conocer a alguien nuevo, es un buen chico, sólo que ha sufrido un poco.

    Diciendo esto, se encaminaron hacia el auto de Daniel para llevarla a conocer a su primo que en esos momentos estaba terminando de instalarse, y prendiendo su computadora se dispuso a leer sus correos.

    Al mismo tiempo, Stephen Rivers, el asesino de su madre, encerrado en la celda de la Institución Mental Northway, leía en el periódico que el padre de Justin había muerto en el tiroteo y dijo:

    —¡Vaya! El comandante Blackwell está muerto, y dejó a su querido hijo a mi merced, tengo que vengarme de ese maldito que me encerró en este lugar, y nadie más podrá detenerme cuando lo haga, así que acabaré con la vida de ese muchacho para que toda la familia goce de la eternidad en el infierno.

    Dicho esto, Stephen se dispuso a planear su escape para llevar a cabo su plan de venganza…

    En casa de sus tíos, Justin estaba revisando sus correos. Básicamente tenía correos de sus amigos diciéndole que lo extrañaban, que le deseaban que se animara pronto y todo tipo de palabras de aliento. Estaba escuchando algo de música para calmar sus nervios, cuando llamaron a la puerta de su habitación; era su primo Daniel que llegaba de la casa de su novia, pero al parecer no venía solo, ella venía con él. Se levantó de la silla donde estaba y se dirigió a saludarlos.

    —Hola primo, años sin verte —dijo Daniel tendiéndole la mano.

    —Lo sé, ha pasado tiempo desde la última vez que nos vimos, lamento venir a invadir tu casa en estas circunstancias.

    —No, para nada la invades —volteó a ver a Tamara y se la presentó—. Mira, ella es Tamara, mi novia. Tamara, él es Justin.

    —Mucho gusto, Justin es un placer conocerte, siento mucho lo que le pasó a tu padre —le tendió una mano la cual Justin tomó para responder el saludo.

    —Gracias Tamara, en serio aprecio tus palabras de aliento.

    Entonces viendo alrededor, Daniel se dio cuenta de que la computadora de Justin estaba prendida, y le preguntó:

    —Primo, ¿qué estabas haciendo antes de que llegáramos?

    —Estaba revisando unos correos, respondiéndole a mis amigos de la escuela que dejé, y andaba escuchando un poco de música. ¿Por qué?

    —Estábamos comentando de camino hacia acá que si no se te antojaría ir a pasear, a comer un helado y conocer tu nuevo hogar, porque hasta que te gradúes vivirás aquí con nosotros.

    —Me parece perfecto, sólo deja apago mi computadora y bajó enseguida.

    Diciendo esto, se apresuró a apagar su computadora, buscó un abrigo y bajó con su primo y su novia, los cuales se lo llevaron a dar una vuelta por el pueblo. Se compraron unos helados, visitaron el centro del pueblo y dieron vueltas sin rumbo fijo. Justin, que en ese momento estaba tan ocupado viendo todos los lugares que le mostraban, se sintió un poco aliviado de ese pesar de haber perdido a su padre y por un momento se sintió tranquilo.

    Pero ese momento duró poco porque al llegar a casa, un tanto cansado por los recorridos que hizo con su primo y su novia y por todo lo que habían comido en el centro del pueblo, decidió irse a dormir con la esperanza de que un poco de sueño aliviara más la tristeza que aún sentía. Se acostó en la cama, cerró los ojos y se desvaneció en el mundo de los sueños.

    Soñó que estaba en el café donde solía reunirse con sus amigos antes de que muriera su padre. Soñó que todo estaba solo y a oscuras, menos el lugar en donde estaba sentado. Todo estaba en una calma tal, que hasta le daba miedo saber que esa negrura se pudiera propagar por todo el lugar. Decidió moverse y buscar desesperadamente a alguien que le ayudara a entender qué estaba pasando en ese momento, pero por más que buscaba a alguna persona que lo ayudara no encontraba a nadie. No había ni un alma por las calles o en los locales cercanos, nadie que lo auxiliara con su problema para salir de ahí, hasta que de pronto en una esquina vio una persona, un hombre alto con la mirada puesta en él. Decidió dirigirse a esa persona, para preguntarle qué estaba pasando, pero luego tuvo el rápido presentimiento de que debía alejarse de ahí, de correr, de evitar a toda costa a esa persona. Se dio la vuelta para empezar a correr pero sus piernas no le respondían, trataba de gritar pero de su boca no salía ningún sonido. Volvió la vista justo para ver la sombra de esa persona estirar un brazo para tocarle un hombro. En ese momento, su garganta pudo al fin proferir un grito volviendo a la realidad. Pudo

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