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El último pecado
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Libro electrónico315 páginas4 horas

El último pecado

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El Ayudante del Alguacil, Jake Carson, está a manos llenas… la investigación de un homicidio múltiple brutal, un hijo lleno de problemas y una exesposa rencorosa. Conoce a la joven paramédica de espíritu libre Julie Jennings. Cuando Julie se convierte en el objeto de una obsesión, ambos estarán en peligro…

Para Matt y Julie, su turno en el trabajo había empezado como cualquier otro. Recibieron una llamada por un pequeño accidente vehicular, otra por dolor en el pecho y una más por un paciente con cáncer que debía ir al hospital para recibir su tratamiento. Muchas de las comunidades al norte del estado de Nueva York habían contratado los servicios de los paramédicos para complementar el cuerpo de ambulancia que ya tenían para proveer servicios médicos de emergencia. Ya sea de manera voluntaria o no, el cuerpo certificado siempre respondía con los Técnicos Médicos de Emergencia que eran capaces de manejar la mayoría de las emergencias. Cuando también enviaban a los paramédicos, los medicamentos intravenosos y las manos adicionales seguido podían ayudar a hacer una diferencia crítica cuando era necesario.

Esta llamada la habían recibido por la radio por una víctima quemada, así que ninguno de los policías, bomberos, los voluntarios de la ambulancia ni los paramédicos que habían acudido estaban preparados para lo que encontraron cuando llegaron al aislado cobertizo de herramientas. Desde afuera, la madera gris se veía tranquila, y la única ventanita estaba cubierta por tierra. No creyó haberle dado una segunda mirada al cobertizo bajo circunstancias comunes. Pero esto no era nada común. Nadie hubiera anticipado el horror que había ocurrido dentro. 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 abr 2016
ISBN9781507137352
El último pecado

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    El último pecado - Chelle Cordero

    Índice

    Dedicación y Agradecimientos

    El Último Pecado

    Próximamente títulos disponible en español

    Chelle Cordero

    El Último Pecado

    Chelle Cordero

    Dedicación

    A los héroes que me rodean e inspiran día con día, mi hija, mi hijo y mi marido.

    Agradecimientos

    Quiero agradecer el compromiso y la dedicación de los miembros de nuestros servicios de emergencias, la gente que contesta las llamadas de extraños que piden ayuda. Algunos voluntarios y otros profesionales; cada uno de ellos se pone en riesgo por los demás. Estas son las personas que están listas y dispuestas a responder a los llamados de emergencias las 24 horas del día, los 7 días de la semana, a pesar de la inconvenientes y peligros que puedan enfrentar. Estos héroes hacen de nuestro mundo un lugar mejor.

    Este libro también es en honor a cada miembro de los departamentos de Servicios Médicos de Emergencia, la Policía y los Bomberos de nuestra nación.

    Una vez más, debo mencionar a mi papá, Capitán Auxiliar de la Policía, Marcy Cordero, de la 52° delegación de policía en la ciudad de Nueva York, hasta su muerte en 1977, su espíritu de servicio a la comunidad ha servido como una guía maravillosa para sus hijos y nietos.

    De nuevo, gracias Kimberlee Williams, quien continúa alentándome a escribir estas historias.

    Prólogo

    No había nadie que no tuviera cara de estar a punto de vomitar. Julie sintió lastima por los voluntarios, miembros del cuerpo local de paramédicos. Al menos a ella y a Matt les pagaban por estar ahí, y, sin embargo, ninguna cantidad de dinero era suficiente para ser testigo de la carnicería que estaba frente a ellos.

    Matt se había encargado de la desagradable tarea de declarar la muerte de una de las muchachas. Era obvio que estaba muerta, obvio para todos. Haciendo su mejor esfuerzo para no pisar la alberca de sangre o alterar cualquier cosa que fuera vital para la investigación de la escena del crimen que tendría lugar después, terminó de preparar a la única chica que seguía viva para que la transportaran.

    Un hombre joven a finales de sus veintes o principios de sus treintas, Julie no podía asegurarlo sin leer su historial médico, se había quemado cuando su playera se prendió en llamas. Estaba sentado acurrucado y vigilando su brazo seriamente quemado mientras Matt se encargaba de él. Parecía asustado y conmocionado debido a los eventos que habían ocurrido a su alrededor y no observaba a ninguno de los oficiales de la policía que habían acudido al llamado. Julie asumió que era su necesidad de negar el trauma.

    Un oficial de hombros anchos atravesó la puerta y se adueñó de la escena, parecía acostumbrado a la carnicería, casi como si hubiera visto demasiadas escenas espantosas, justo como esta. Vestía una chaqueta de béisbol azul marino, una camisa de tejido con cuello abierto y pantalones color caqui; se puso un par de guantes de látex que cargaba en el bolsillo de su pantalón y comenzó una inspección visual indiferente del cuarto. El chasquido elástico de los guantes que se estiraban para quedar bien en sus largas manos hizo un agudo contraste a su postura sin movimientos. Otros oficiales en la escena difirieron a su juicio y recibieron sus instrucciones conforme él se adueñaba con tranquilidad de la escena completa. Estaba preocupado por recolectar la evidencia pertinente de la mejor forma posible para contar la historia de lo que había pasado.

    Conforme Julie y un miembro del equipo de la ambulancia movían a la joven sobreviviente hacia la camilla, se arriesgó a dar un vistazo a los ojos oscuros del alto oficial y se dio cuenta de que había apenas un velo oculto de consternación. La había intrigado con su expresión insensible, su aparente indiferencia a los horrores y su completa concentración en la recolección de pistas importantes. En algún lugar, en lo más hondo de su corazón, a Julie le consolaba que el policía no fuera completamente indiferente a ese horror o al costo humano. 

    Para Matt y Julie, su turno de servicio había comenzado como muchos otros. Había habido una llamada debido a un accidente de tráfico menor, otra por dolores en el pecho y otra por un paciente con cáncer que necesitaba que lo llevaran al hospital para recibir su tratamiento. Muchas de las comunidades en el norte del estado de Nueva York habían contratado los servicios de los paramédicos para complementar al cuerpo de ambulancia existente y dar respuesta ante una emergencia médica. Ya sea que fuera pagado o no, el cuerpo certificado siempre respondía con Técnicos Médicos de Emergencia quienes eran capaces de tratar la mayoría de las emergencias. Cuando también mandaban a los Paramédicos el uso de medicamentos intravenosos y ayuda extra, en ocasiones, podían hacer una diferencia crítica cuando era necesario.

    Esta llamada había entrado por la radio diciendo que había a una víctima quemada, así que ninguno de los policías, bomberos, miembros de la ambulancia de voluntarios ni los paramédicos que respondieron se encontraban preparados para lo que encontraron cuando llegaron al techo del aislado cobertizo. Desde afuera, la madera gris se veía bastante tranquila y la única ventana pequeña estaba cubierta de tierra. Julie no creía que le hubiera dado un segundo vistazo al cobertizo en condiciones normales. Pero no eran condiciones normales. Nadie había anticipado la horrible escena que se encontraba dentro.

    Dos mujeres jóvenes estaban estacadas al suelo sucio, ambas habían sangrado abundantemente debido a una variedad de heridas. Aunque una seguía viva, apenas respiraba debido a las graves mutilaciones y la enorme pérdida de sangre, a la otra la habían quemado y solo quedaban los restos carbonizados de quien había sido alguna vez. Julie no era la única que oraba porque aquella joven hubiera muerto mucho antes de que las llamas destruyeran su cuerpo. No parecía que hubiera forcejeado y sin embargo, su boca estaba abierta, Julie temió que hubiera muerto gritando. Aún estaba ardiendo cuando el departamento de bomberos había llegado y el charco de agua alrededor de ella rápidamente se había convertido en lodo.

    El hombre joven les había dicho con lágrimas en los ojos que había intentado extinguir las llamas y que se había lastimado cuando las mangas de su camisa se habían prendido. Si no hubiera corrido desde el pequeño y remoto edificio hacia la noche, es probable que nadie hubiera descubierto a ninguno de ellos hasta que todos estuvieran muertos. Un automovilista que pasaba por ahí con un celular vio al hombre corriendo con su ropa en llamas y marcó al 911 antes de que se acercara a ayudar. Al parecer un segundo hombre, el monstruo responsable del encarcelamiento y tortura de los tres jóvenes ya había desaparecido en la turbia oscuridad.

    La policía se encontraba interrogando al hombre que había resultado víctima mientras Matt terminaba de cortar la manga chamuscada. Dijo que se llamaba Andrew y que él y el otro hombre habían conquistado a las dos chicas en un bar en Westchester. Ambas chicas iban en el asiento trasero, Andrew manejaba hacia el norte rumbo al pueblo Hudson Valley mientras seguía las direcciones paso a paso que el segundo hombre le había dado. Andrew dijo que no conocía el nombre del otro hombre, había usado más de uno y Andrew no creía que ninguno fuera real. Inhalaron cocaína, asumió que lo había suministrado el desconocido agresor y tuvieron relaciones sexuales. En ese momento, el otro hombre había sacado una pistola y había obligado a Andrew que amarrara a las dos chicas a los postes que había fijado en el suelo, a continuación se lo llevó afuera y lo encerró en la cajuela del automóvil. Escuchó gritos ahogados, no podía distinguir de dónde venían, estaba desorientado y sentía que se estaba asfixiando en la cajuela del auto, pero dijo que sonaba como si los gritos hubieran durado horas. Finalmente lo dejó ir y lo dirigió de regreso a la casa en llamas a punta de pistola para ver los horribles resultados. Fue entonces cuando el autor del crimen bañó a la primera chica con gasolina y encendió un fósforo que Andrew intentó apagar al final. El hombre repelió el ataque y empujó a Andrew hacia el suelo. Después se fue corriendo. Andrew se quedó para intentar extinguir el fuego y salvar a la pobre chica.  

    Julie usó su walkie-talkie para llamar al despacho y solicitar un helicóptero para que se llevara a su paciente al departamento de urgencias. La voz en la radio contestó diciendo que había un accidente en la carretera local con múltiples automóviles y pacientes involucrados, el helicóptero ya estaba en camino a aquella escena y no estaba disponible para ese llamado, tampoco había un segundo camión disponible para transportar a los pacientes de manera separada. Matt, quien escuchaba en su propio walkie-talkie, mencionó que podían transportar a las víctimas juntas ya que su paciente, aunque estaba quemado, permanecía estable.

    Llevaron a los pacientes a la ambulancia y también a la chica sobreviviente recostada y sin moverse en la camilla. Julie comenzó a acomodar en fila algunos de los tantos fluidos que necesitaba la paciente. Mantuvo sus manos firmes mientras insertaba el primero de dos grandes cilindros intravenosos en el brazo de la joven y sujetaba el gotero del suero. Matt entraba al camión mientras ella, con cuidado, insertaba el tubo en la garganta para intubar a la chica.

    El oficial de hombros anchos siguió a Matt hacia las puertas traseras del camión mientras trasladaba a Andrew al banquillo del camión. Matt se aseguró de que su paciente estuviera sentado y trajera el cinturón de seguridad puesto, le habían envuelto el brazo en gasa húmeda. El policía observó en silencio mientras Julie ajustaba la velocidad de las gotas que salían de la bolsa de solución salina que colgaba y alimentaba el brazo de la joven. Una botella de agua estéril estaba cerca para mantener el brazo quemado del paciente húmedo mientras llegaban al hospital.

    Era obvio que había preguntas por hacer, pero los paramédicos y los TEM tenían trabajo importante por hacer y el oficial discretamente intentó permanecer fuera de su camino. Finalmente, cuando el policía observó que Julie se volteó para anotar algo en su tabla sujetapapeles entró al camión. Matt arrojó una mirada territorial y molesta en dirección del oficial y su invasión. El oficial se tuvo que encorvar para que su gran cuerpo, de más de un metro ochenta, pudiera entrar. Se acercó a Julie y le pidió que fuera a la estación local de la policía cuando regresara para que le proporcionara la información del paciente que necesitaba para su reporte. Aunque formulara la sugerencia cortésmente, como si fuera una solicitud, en realidad no era una pregunta. Le hizo saber que la estaría esperando más tarde.

    Ruidos penetrantes salieron de los walkie-talkies que se encontraban en los cinturones de los paramédicos y la radio de la ambulancia. Matt se fue a contestar el otro llamado de auxilio y dejó a Julie y a los otros dos técnicos en el fondo de la ambulancia con los pacientes. Lo necesitaban en otro lugar. Matt rozó al oficial justo cuando este se retiraba por la salida y bajaba el escalón que estaba en las dos puertas grandes. Julie alcanzó la barra de apoyo de una de las puertas y el policía ayudó a columpiar la puerta para cerrarla. Articuló la frase nos vemos luego a través del vidrio. El conductor de la ambulancia esperó la indicación de Julie para poner en marcha el camión.

    La muchacha, a la que Andrew había llamado Holly, no sobrevivió el viaje de treinta y cinco minutos al hospital. Su corazón se detuvo. Uno de los técnicos comenzó a hacerle RCP mientras que el segundo conectaba los cables del monitor. Compartieron un momento de esperanza cuando observaron que la pantalla mostraba un ritmo sinusal normal, únicamente para perder el optimismo cuando detuvieron el RCP durante un periodo corto para obtener una lectura fidedigna. Al mismo tiempo, el técnico se preocupó por hacer un RCP competente, le desanimaba que el corazón de la joven no pudiera mantener el ritmo por sí solo.

    Julie le inyectó dos veces epinefrina y bicarbonato de sodio en un esfuerzo por hacer que su corazón volviera a latir, pero no obtuvieron respuesta. Había perdido demasiada sangre y sufrido demasiados traumas. Parecía casi como si se estuviera entregando al manto pacífico de la muerte. Fueron veinticinco minutos frustrantes durante los cuales el equipo trabajó duro para salvar la vida de la joven.

    Andrew se sentó silenciosamente en el banquillo mientras el equipo de la ambulancia trabajaba sin parar, sus ojos estaban al borde del llanto.

    Julie lo miró por encima del hombro y sintió lástima por el joven. Era obvio que sufría por sus propias heridas, pero se sentó en silencio e intentó quitarse del camino mientras ellos intentaban en vano revivir a Holly. Se emitió el código al hospital y los doctores ni siquiera se molestaron en trasladar a la pobre chica de la camilla antes de declararla muerta

    Capítulo Uno

    De regreso del hospital, a Julie la azotó otro trabajo. Entró un llamado a través de las ondas de la radio para atender a una niña de siete años que no le dejaba de salir sangre de la nariz. Era una simple hemorragia nasal consecuencia de un resfriado común pero persistente y empeorado por una madre excesivamente preocupada. Hubiera sido un desperdicio de recursos si Julie hubiera respondido a ese llamado. Los TEM a bordo del camión estaban bien equipados para encargarse de este tipo de emergencias.

    Julie nunca subestimaba el valor de los voluntarios que iban a bordo de los camiones locales; aunque no se les pagara, siempre había tenido la suerte de viajar con algunas de las personas más profesionales en el campo.  Estaban bien capacitados y se tomaban sus compromisos en serio. Ella misma había formado parte de los Técnicos de Emergencias Médicas durante dos años recibiendo paga antes de tomar la decisión de tomar clases de paramédico. Julie nunca se dejaría olvidar quién era ni de dónde venía y estaba molesta con los médicos que trataban a los TEM y a los otros voluntarios de mala manera. Muchos de los miembros el cuerpo de la ambulancia que viajaban con Julie apreciaban el respeto mutuo que había entre ellos. Seguido escuchaba que la solicitaban de manera específica para cubrir algunas estaciones.

    Le entregó el cuidado de la paciente a la tripulación BLS y continúo con su camino hacia la estación de policías. Antes de llegar, Julie se quitó su walkie-talkie Motorola del cinturón y llamó a Matt para pedirle su locación. Estaba en camino a uno de los hospitales del área puesto que estaba atendiendo enérgicamente en la parte trasera del camión un caso de dificultad para respirar. Le tomaría mucho tiempo terminar con el papeleo requerido. Siempre que un paramédico tenía que aplicar medicamento intravenoso el papeleo era extenso y cualquier detalle tenía que estar perfecto. Le dijo a través del radio que lo alcanzaría después.

    El oficial se reunió con ella en cuanto entró al vestíbulo de la estación de policías, había observado cuando ella se detuvo en la furgoneta de médicos en el circuito cerrado de televisión. Julie pensó que el pequeño vestíbulo se veía aún más chico con él ahí; no recordaba qué tan anchos eran sus hombros y le asombró que hubiera podido caber en la parte trasera de la ambulancia. También se dio cuenta de que tenía una estatura adecuada para lucir esos hombros bastante bien. Vestía una camisa de punto azul marino y pantalones caqui que enfatizaban su complexión delgada y alta. Ciertamente era un hombre atractivo, pensó.

    - Hola, no me pude presentar antes, soy el Asistente del Alguacil Jacob Carlson. Me puede decir Jake. – Le extendió la mano para saludarla. Su mano cubrió por completo la suya cordialmente y el tacto le mandó un pulso estremecedor que subió por su brazo.

    - Julie Jennings – Inclinó la cabeza levemente para regresar el saludo y extendió la mano. Su agarre prolongado fue firme y cómodo. A Julie la golpeó el sentimiento de comodidad que sintió al tener su mano en la de él. Él sostuvo su mano un momento más largo de lo que había tenido la intención.

    - ¿Por qué no vamos a sentarnos adentro? – Se hizo recordar soltar su mano y le hizo señas para que caminara por el pasillo, era un hombre muy grande. Se veía poderoso y musculoso, la forma en la que se movía era fluida y fuerte, se movía con una confianza y, a pesar de su gran tamaño, con una gracia que pocos hombres irradiaban. El hombre era formidable, pensó Julie, y de alguna manera le consolaba la idea de que mantuviera la ley para hacer de su mundo un lugar un poco más seguro.

    Se detuvo junto a la entrada y dejó que Julie pasara. – Permítame prender la luz – pasó junto a ella para darle la vuelta al interruptor de la luz y prenderla en el severo cuarto de interrogatorio. Un foco desnudo brilló en el techo fijo - ¿Le puedo ofrecer una taza de café o algo?

    - No gracias – Julie entró al pequeño cuarto y tomó asiento en una de las sillas verdes acolchadas junto a la mesa de madera. 

    Julie ya había estado en esa estación de policías para revisar el bienestar de los prisioneros, reconoció la habitación como un cuarto de interrogatorio. Vacío, excepto por la pequeña mesa de madera color rubio ceniza y tres mesas de metal con almohadillas verdes, por lo general le producía escalofríos. Pero de alguna manera, parecía que el hombre que entró en la habitación detrás de ella aumentaba la temperatura unos cuantos grados.

    Se paró junto a ella y disculpándose recogió lo que parecía ser una hoja de plástico cuadrada de la mesa. – Le voy a tener que pedir que me deje tomar la huella de sus zapatos puesto que estuvo en la escena. De igual manera tendré que llamar a su compañero. – Esperó a que aceptara su petición antes de inclinarse frente a ella. – Desafortunadamente había tanto tráfico en la cabina que queremos poder aislar cualquier huella de zapato para ayudarnos a encontrar al perpetrador.

    - No hay problema – Julie se levantó y pisó la hoja de vinil que estaba en el suelo lista para que la pisaran mientras observaba como el oficial se ponía un par de guantes de látex - ¿Es todo?

    Se arrodilló frente a ella e intentó con mucho trabajo no concentrarse en la delicada curva de sus caderas. – Sí – cuando esta dio un paso atrás, recogió la hoja con cuidado por una de las orillas y la cubrió con otra hoja de plástico transparente antes de meterla en un sobre largo de papel manila. Selló el sobre, cogió una pluma para escribir su nombre en él y lo colocó en una cesta de alambre sobre la mesa. Julie volvió a sentarse en la silla.

    Jake se sentó en una silla al otro lado de la mesa y se quitó los ajustados guantes de las manos; flexionó sus dedos para que la circulación regresara. Sonrió y la miró – odio esas cosas.

    Ella asintió en una muestra de completa conmiseración.

    - Tengo los nombres y la información de la paciente aquí – sacó un papel doblado del bolsillo de la camisa de su uniforme. – La chica no sobrevivió – la camisa tipo polo tejida estaba abierta en el cuello lo suficiente como para revelar una generosa cantidad de rizos oscuros. Julie observó cómo los músculos de su cuello se pusieron tensos cuando le contó el trágico destino de la pobre muchacha.

    Jake exhaló haciendo mucho ruido y murmuró una palabrota. – El chico... -, miro hacia abajo en dirección al papeleo que tenía frente a él – Andrew Larkin, ¿dijo algo?

    Se encogió de hombros – básicamente lo que le dijo a usted y a los otros policías en la escena. – Julie se tomó un momento para repasar cualquier conversación que hubiera tenido lugar durante el viaje al hospital, prestando atención para no revelar información confidencial del paciente. Quería ayudar lo más que pudiera. – Dijo que él era el que, bueno, que había estado con Holly. El otro tipo, lo llamó John, al menos era uno de los nombres que había usado, había estado con Beth; no sabía cuáles eran los apellidos de las chicas.

    Jake se sentó en el lado opuesto de la mesa y tomó unas cuantas notas en un bloc de notas amarillo que estaba ahí. – Era un verdadero desorden -. Se inclinó hacia atrás, cruzó sus musculosos brazos y la analizó.

    Se veía joven, de estatura y peso promedio, aunque, cuando se puso a pensarlo, nada de ella era realmente promedio. No era muy difícil ignorar que en definitiva tenía las curvas correctas. Incluso con la playera blanca almidonada de su uniforme y el distintivo reluciente de Servicios Médicos de Urgencia, los pantalones unisex y bolsillos repletos, definitivamente era toda una mujer pensó en silencio. De manera discreta intentó adivinar qué tan alta era, tal vez 1.65 o 1.67. Definitivamente no pesaba mucho. Mientras apreciaba su figura de una manera en la que solo un hombre podría, admitió que no le molestaría cargarla para tratar de adivinar su peso.

    En silencio Jake se reprendió; ambos eran profesionales y debía contener la apreciación de su apariencia antes de que cruzara algún límite. Sin embargo, su imaginación iba a toda marcha y se le dificultó intentar no imaginársela sin el uniforme puesto. Se le dificultó aún más no imaginar que la estaba ayudando a quitárselo. Cuando la vio trabajar tan febrilmente para intentar salvar la vida de la pobre chica, no pudo pensar que ella también era una niña, fue una conmoción para su naturaleza normalmente reservada darse cuenta de que, niña o no, también era una mujer muy atractiva. Jake pensó en la escena del crimen y se regañó, de todos los lugares posibles para tratar de recoger algo.

    Continuó estudiándola - ¿cómo lo está llevando? – Jake estaba impresionado de que pareciera tan indiferente después de la brutalidad de la que habían sido testigos. Resistió a su predisposición natural de ofrecerle consuelo en sus brazos. Era tan bella, pensó. Sus ojos estaban llenos de vida y se preguntó que a cuántas personas había visto morir en su trabajo. Debía sentirse bien observar la vida a través de los apasionantes ojos de su juventud.

    - Procuro no pensar en eso – comenzó a preguntarse si era aunque fuera un poco tan insensible como lo había pensado en un principio – ya sabe que se agendó una sesión de control de estrés postraumático, ¿verdad? – Su expresión tranquila no le reveló ninguna información - ¿va a asistir? – su supervisor ordenaba que todos los paramédicos asistieran a las sesiones informativas de estrés postraumático cada que alguno de sus llamados se consideraba especialmente perturbador. Julie siempre asistía y participaba en todo, realmente la ayudaba a lidiar con los casos brutales o trágicos. La primera vez que asistió fue después de que una familia completa con niños fuera aniquilada en un accidente automovilístico. Le había ayudado.

    - No, nos dijeron que habría una, pero he visto cosas mucho peores; además, preferiría no perder tiempo cuando podría estar buscando evidencia. Quiero encontrar al responsable de esto. Así es como lo supero. - Encogió sus anchos hombros mientras la veía directamente a los ojos. Su voz había tomado un tono de determinación.

    - Mi compañero, Matt, tampoco cree que lo necesita, nunca – intentó persuadirlo con gentileza – pero realmente ayudan.

    Movió la cabeza y miró hacia abajo mientras garabateaba algo en el bloc amarillo frente a él. – No, si lo necesitara iría. Realmente no estoy intentando hacerme pasar por rudo. – Siguió observando el bloc de papel. Julie estaba segura de que si hubiera levantado la mirada, hubiera visto la consternación delatora en sus ojos que había observado un momento atrás.

    Ambos se quedaron sin decir nada un momento. – Bueno, ¿lo puedo ayudar con algo más? – Julie empujó la silla hacia atrás y comenzó a levantarse.

    Jake se levantó con rapidez dejando ver su altura por completo. Balbuceó unas palabras buscando qué decir para retenerla ahí un rato más; no quería que se fuera aún, estaba fascinado. No sabía por qué, pero necesitaba extender el brazo para alcanzarla. Sus ojos se habían detenido en los de ella, incluso en la sangrienta escena previa. - ¿Desde hace cuánto es paramédico? – Se preguntaba desde hacía cuánto tiempo su cabello color caoba que llevaba en una trenza había tenido ese moño. Se dio cuenta de que probablemente el moño había sido por propia elección de estilo y no solo por su funcionalidad si no porque también la podía hacer ver un poco mayor. Jake tuvo que resistir la urgencia de aflojar el moño. La juventud que intentaba disfrazar lo llamaba de manera primitiva. 

    - Dos años.

    - Entonces, quiere decir que tiene... ¿veintidós?... ¿veintitrés? – Observó sus labios voluminosos

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