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Lazos del pasado
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Libro electrónico196 páginas3 horas

Lazos del pasado

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Información de este libro electrónico

Luke Winter había trabajado arduamente para convertirse en médico y devolverle a la sociedad todo lo que le había dado hacía años. Y todo iba bien hasta que Leilani Stephens apareció de nuevo en su vida. Doce años atrás le había dejado muy claro que ya no lo consideraba un amigo y mucho menos quería que fuese su amante. Y Luke nunca le había suplicado que cambiara de opinión.
Ahora volvía a sentirse atraído por ella, pero sentía que había algo pendiente, algo que no se habían dicho…
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 jun 2018
ISBN9788491886099
Lazos del pasado
Autor

Judy Duarte

Twenty-four years ago, USA Today bestselling author Judy Duarte couldn’t shake the dream of creating a story of her own. That dream became a reality in 2002, when Harlequin released the first of more than sixty books. Judy's stories have touched the hearts of readers around the world. A two-time Rita finalist, Judy's books won two Maggies and a National Reader’s Choice Award. You can contact her at www.judyduarte.com

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    Lazos del pasado - Judy Duarte

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2007 Judy Duarte

    © 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Lazos del pasado, n.º 1717- julio 2018

    Título original: Daddy on Call

    Publicada originalmente por Silhouette® Books.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.:978-84-9188-609-9

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Créditos

    Índice

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Epílogo

    Si te ha gustado este libro…

    Capítulo 1

    El doctor Luke Wynter había empezado su turno tan sólo hacía una hora, pero ya había enviado a tres personas a rayos con el brazo roto, había cosido una herida muy fea que se había hecho una señora en la ceja, había atendido a un niño de cinco años por deshidratación y diagnosticado tres casos de gripe de una epidemia que había en la zona.

    —Doctor, viene una ambulancia con una embarazada que ha sido víctima de malos tratos a manos de su pareja.

    Luke levantó la vista del gráfico que estaba ojeando y se dirigió a Marge Bagley, una enfermera de cincuenta y tantos años que era veterana allí.

    —¿Cuál es el tiempo estimado de llegada?

    —Tres minutos o menos.

    Él asintió antes de completar su tarea.

    Marge era una de sus enfermeras favoritas. Hacían juntos el turno de noche en el Oceana General. No es que se hubieran hecho amigos, ya que jamás se veían fuera del hospital, pero sentían un gran respeto mutuo y habían compartido muchos cafés recalentados.

    Luke tenía pocos amigos, perteneciendo la mayoría a un grupo conocido como «los héroes de Logan», un grupo de hombres que en el pasado habían sido delincuentes, pero que habían cambiado totalmente de vida gracias a los consejos y el amparo del detective Harry Logan. Aunque él no llevaba una intensa vida social, lo cual no era de extrañar, teniendo en cuenta que trabajaba de noche y dormía de día.

    —Ha llegado la hora de salir a escena —le susurró Marge, volviéndose hacia las puertas por donde los paramédicos entraban a toda prisa.

    —Llévala a la cama tres —dijo Luke mientras avanzaba junto a la camilla para hacer una rápida valoración de las heridas de la víctima y tomar nota de las constantes vitales que le anunciaba Craig Elwood, uno de los paramédicos.

    —¿Quién le ha hecho esto? —preguntó Luke.

    —Aparentemente un novio celoso. Mantuvo a los policías a raya un rato y después huyó por la puerta de atrás.

    El muy canalla le había causado serias lesiones, y Luke se revolvió, esperando que atraparan al individuo. Sería juzgado por asalto si ella vivía y por homicidio si la había matado.

    Marge, que caminaba a su lado, le preguntó:

    —¿Tiene algún familiar que vaya a venir?

    —Tiene una amiga que venía detrás de nosotros en su coche. Se llama Lonnie, creo. El nombre de la paciente en Carrie Summers —respondió Graig.

    Luke pidió entonces un análisis completo y varios escáneres. La paciente, o más bien la víctima en ese caso, tenía la mandíbula dislocada, una herida en la cabeza y posiblemente alguna hemorragia interna. Luke no estaba seguro de si podría salvarle la vida, y menos aún la del niño que llevaba dentro. Pero estaba dispuesto a hacer lo que hiciera falta.

    —¿Quién es el neurocirujano residente? —le preguntó Luke a Marge.

    —Dick Wofford. Y ya lo he llamado. También le envié un mensaje a Arlene Gray. Su hijo está de guardia en maternidad esta noche.

    A Luke le gustaba trabajar con Marge; ella siempre parecía saber lo que él estaba pensando. Durante el periodo de inactividad en el trabajo, cuando podían quitarle importancia a las cosas, él la llamaba «Radar», como el personaje de M.A.S.H.

    Y como siempre tenía respuesta para todo, ella lo llamaba a él Hot Lips; «Labios Calientes», aunque él sospechaba que no tenía nada que ver con la clásica serie de televisión, sino con una técnico de laboratorio rubia que lo había besado y después se lo había contado a todo el mundo.

    Mientras Luke trabajaba con la paciente y pedía más tests y pruebas, llegó Dick Wofford seguido de Arlene Gray. Juntos decidieron el mejor tratamiento para la madre y el hijo. Ningún de los dos especialistas se mostró más optimista que Luke, y los dos lo elogiaron por el tratamiento que le había administrado hasta el momento.

    Marge, que había salido momentáneamente de la habitación, regresó.

    —La amiga de la víctima acaba de llegar. La he pasado a la sala de espera de la UCI.

    Era, pensaba Luke, el mejor sitio para que su amiga esperara. La mujer se quedaría de momento en cuidados intensivos.

    Después de pasarle el paciente a los especialistas, Luke se dirigió a la sala de espera a buscar a la amiga de Carrie. Hablar con los seres queridos de los pacientes era lo que peor se le daba de su trabajo. No podía permitir que los pacientes o sus familias lo afectaran. Mantener cierta distancia emocional le daba la oportunidad de hacer lo que mejor se le daba, que era salvar vidas.

    Hizo una pausa en la puerta y paseó la mirada por el reducido grupo de personas que esperaban una noticia de sus amigos o familiares. Aparte de una pareja mayor que estaba viendo la tele y de un hombre que leía una revista en un rincón, sólo había una joven morena con el cabello recogido con un pasador de plata que estaba en ese momento vuelta hacia la ventana, de espaldas a la puerta.

    —¿Quién es el acompañante de Carrie Summers? —preguntó.

    La joven morena se dio la vuelta hacia él. Cuando la joven y Luke se miraron, el pasado lo golpeó y su mente se paralizó mientras el corazón le daba un vuelco.

    Ella también expresó su reconocimiento, su sorpresa.

    Luke supuso que la reacción de ella era natural, ya que la última impresión que se había llevado de él había sido que era una especie de delincuente juvenil. Y allí estaba de nuevo… el médico de turno en las urgencias de uno de los hospitales con más afluencia de todo el condado.

    Por supuesto, el hecho de que él hubiera cambiado totalmente de vida y se hubiera hecho médico había sorprendido a mucha gente.

    Ella frunció el ceño, lo cual no le ayudó a recuperar la compostura, y menos a controlar las emociones que amenazaban con desbordarlo.

    Leilani Stephens había sido su primer amor, y no pasaba muchos días sin pensar en ella; ni soñar con ella.

    De chaval había adorado su preciosa figura de bailarina, su eterno bronceado tropical y su encantadora sonrisa. Pero habían sido más que sus atributos físicos lo que le habían llamado la atención y revolucionado las hormonas: su inocencia y su naturaleza dulce le habían provocado un intenso enamoramiento cuando todavía era un adolescente.

    Aun así, no había sido su recuerdo lo que llevaba doce años obsesionándolo; sino sus palabras al despedirse, la rabia en su voz y las lágrimas en sus ojos lo que le habían traspasado el alma.

    Ella le había hecho responsable de la muerte de su hermano pequeño. Y jamás lo había perdonado por ello. En el fondo, él sabía que tampoco se había perdonado a sí mismo. Daba igual que hubiera pasado mucho tiempo; o que su vida hubiera dado un giro de ciento ochenta grados.

    Pero él no era el único que había cambiado. Leilani no era ya la adolescente que había amado un día. Ya no era la belleza polinesia de diecisiete años con una melena negra por la cintura que le había roto el corazón a todos los chicos del barrio. Se había hecho mayor.

    Sin embargo, su mirada aún tenía la capacidad de robarle el aliento.

    —Luke… —dijo sin más.

    Su voz era más madura, pero tan melodiosa como él la recordaba.

    —Ahora soy el doctor Wynter.

    Se arrepintió de su respuesta nada más dársela. Seguramente sonaba como si estuviera presumiendo del título de doctor en medicina que tanto tiempo y esfuerzo le había costado conseguir. En lugar de eso sólo había querido hacerle saber que muchas cosas habían cambiado desde que su hermano había muerto y ella lo había echado de su vida.

    De repente quería que supiera que podría confiar en él.

    Ella se aclaró la voz, mientras trataba de asimilar todo aquello y decidía lo que sentía.

    —La enfermera mencionó que el doctor Wynter estaba examinando a Carrie, pero no lo había relacionado contigo…

    —Es comprensible.

    —¿Cómo está Carrie?

    —De momento está estable —respondió él—; pero su estado es crítico. Ven conmigo. Hablemos en privado.

    La condujo por el pasillo hasta la sala donde llevaban a los familiares de los pacientes para darles las malas noticias.

    Fue un trayecto difícil, más difícil que ninguno que hubiera tenido que hacer. Trató de pensar en las palabras adecuadas; y no precisamente sobre su amiga herida.

    Todo lo que los había separado en el pasado surgió de nuevo con la misma fuerza y realidad que el día en que ella había salido de San Diego para no regresar.

    Leilani eligió sentarse en el sofá de flores, pero lo hizo en el borde, como dispuesta a salir corriendo si hiciera falta.

    La entendía. Él también tenía ganas de salir corriendo de allí.

    Habría preferido hablar con ella fuera del hospital, lejos de las cuatro paredes que a veces lo agobiaban cuando se sentaba frente a amigos o familiares de los pacientes que luchaban para vencer el shock causado por un accidente, la enfermedad o la muerte. No se le daba nada bien tener que repartir comprensión o decir lo correcto. Maldita fuera, de haber poseído un don para tratar con la gente, tal vez su madre no habría elegido terminar con todo unos años antes.

    Luke tomó asiento en la butaca de vinilo beis. Decir que ninguno de ellos había esperado ver al otro o estar sentados allí cara a cara, era decir poco.

    —Leilani…

    Su nombre, tan hawaiano como la isla en la cual ella se había criado, se deslizó por su lengua con facilidad, como si no hubieran pasado doce años; como si aún fueran aquellos jovencitos dominados por sus vaivenes hormonales.

    Pero el pasado planeaba sobre ellos como un buitre listo para caer en picado y consumir los restos de inocencia, la de su hermano y la de ella. Aunque años atrás había deseado con toda el alma disculparse y relatar su versión de los hechos, no era por eso por lo que ella estaba allí sentada frente a él. Ni tampoco era lo que su interlocutora desearía escuchar en ese momento.

    Él siempre se alejaba emocionalmente de sus pacientes; tanto por su bien como por el de ellos, pero en esa ocasión su técnica no parecía funcionarle muy bien.

    Sospechaba que era porque había dejado tirada a Leilani antes y esperaba darle una ayuda mejor en esa ocasión que le había brindado inesperadamente el destino.

    —¿Va a fallecer Carrie?

    Aquellos bonitos ojos marrones dorado buscaron los suyos para que le dieran una respuesta que no tenía.

    —Es demasiado pronto para saberlo. No voy a andarme por las ramas, Leilani; tu amiga está malherida. Y el embarazo complica las cosas.

    —¿Cómo está el bebé?

    —Vivo. Me temo que ahora mismo no tenemos mucho que hacer. Pero el neurocirujano y el tocólogo determinarán el mejor tratamiento para ella.

    Su mirada, de ojos muy abiertos y luminosos, pareció clavársele en el pecho, consiguiendo que se sintiera como un torpe adolescente enamorado perdidamente de la chica nueva del instituto: una belleza exótica bendecida con los mejores genes de un padre anglo y una madre hawaiana.

    A pesar de que una voz en su interior le urgía a que se apartara de esos derroteros, que pasara a la paciente a otros médicos y que hiciera lo mismo con Leilani, notó que le costaba hacerlo.

    —¿Cómo lo llevas? —le preguntó él.

    —¿Yo?

    Leilani no estaba segura de qué decirle; a pesar de lo mucho que le preocupaban su amiga y su bebé. Pero jamás se le habría pasado por la cabeza que fuera a encontrarse de sopetón con Luke Wynter. Y el hecho de que él hubiera cambiado totalmente de vida no hacía más que confundirla más.

    —Estoy bien —dijo ella, aunque no fuera del todo verdad.

    Entre ellos había mucha historia, y Luke no conocía ni la mitad. Se sintió repentinamente culpable, unido al omnipresente resentimiento que le atenazaba el pecho cada vez que había pensado en él en los últimos doce años.

    —No tenía idea de que estuvieras en la ciudad —dijo él—. Había oído que te habías trasladado a Los Ángeles.

    —Sólo estoy de visita en casa de mi tía —se miró el anillo de granates, una reliquia familiar que había pertenecido en su día a su madre—. Y también vine a ver a Carrie. Es una amiga que conocí en Los Ángeles y que se mudó aquí hace un tiempo…

    Él asintió, como si eso tuviera sentido y no le insistió para sacar más información. Ella se alegró; no estaba lista para renovar su amistad.

    ¿Su amistad?

    Dios, se habían liado cuando habían sido dos jovencitos a las puertas de la edad adulta… Dos jóvenes amantes que no habían estado hechos el uno para el otro.

    Una enfermera asomó la cabeza por la puerta.

    —Disculpe, doctor Wynter. Pero tiene una llamada importante del

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