¡ Abran paso!
Estamos en el East Village de Nueva York y las calles rebosan de abundancia sensorial. Observar a la gente pavoneándose por las aceras cercanas a Tompkins Square Park es preguntarse si los y los son el único atuendo disponible en toda el área metropolitana. El himno de Trey Songz de finales de la primera década del siglo, resuena sobre bebidas de color neón y los juerguistas que surgen del café 7A de Miss Lily. Los perros, las bicicletas y las pieles desnudas han salido de paseo. La brisa de la tarde se hace sentir. Es un lugar ideal para estar si tienes 26 años, como Margaret Qualley, y estás enamorada de Nueva York, como lo está desde que se mudó a la ciudad para estudiar en el American Ballet Theatre con tan solo 16. «Ahora mismo hay muchos besos en la calle, ¿sabes?», dice con una gigante camiseta de Nike y una gorra de Las Vegas que compró en una gasolinera. «Hemos recordado lo que es experimentar las cosas colectivamente y creo que eso se nota. La ciudad se siente viva, juguetona y espontánea».
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