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Hipema
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Libro electrónico242 páginas3 horas

Hipema

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Información de este libro electrónico

Hipema: Sangrado en el ojo causado por un trauma…

Matt Garratti, paramédico de Nueva York, se muda con su esposa e hijo a Carolina del Norte para tener el trabajo de sus sueños como paramédico de vuelo. Sudah, su esposa pakistaní, recibe miradas frías y comentarios insensibles de sus nuevos vecinos… Matt se pregunta si está siguiendo su sueño o llevando a su familia a una pesadilla de la que tal vez nunca puedan despertar. 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 jul 2016
ISBN9781507146002
Hipema

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    Hipema - Chelle Cordero

    E:\Chelle\Babelcube Chelle\Hyphema CVR Spanish F.jpg

    Hifema

    Chelle Cordero

    D. R. © 2015 Chelle Cordero

    Publicado por: Vanilla Heart Publishing

    Edición E-book, Comentario de la licencia

    ––––––––

    La licencia del presente e-book es exclusiva para uso personal. El presente e-book no puede revenderse ni venderse a otra persona. Si quisiera compartirlo con alguna otra persona, compre una copia adicional para cada persona con la que desea compartirlo. Si está leyendo el libro y no lo compró, o si no lo compró para su uso exclusivo, deberá dirigirse con el minorista para efectuar la compra de su propia copia. Se agradece respete el arduo trabajo del autor.

    Hifema

    Chelle Cordero

    Dedicación:

    A Mark, donde tú estés, es mi hogar.

    Agradecimientos:

    Al hacer la investigación para esta historia, quisiera agradecer a las personas aleatorias a las que detuve para pedir consejos, y en especial, el conocimiento que recogí de diferentes amigos como Bill, Ahsan, Len y familiares y amigos en las Carolinas; y como siempre, al aporte del Servicio Médico de Emergencias, mi hijo e hija, Marc y Jenni.

    Un agradecimiento especial a Charmaine, Janet y Bobi por ayudarme a prestar toda la atención y energía en el libro. Y por su infinito apoyo, gracias a mi editora, Kimberlee Williams.

    Índice

    Prólogo

    Capítulo uno

    Capítulo dos

    Capítulo tres

    Capítulo cuatro

    Capítulo cinco

    Capítulo seis

    Capítulo siete

    Capítulo ocho

    Capítulo nueve

    Capítulo diez

    Capítulo once

    Capítulo doce

    Capítulo trece

    Capítulo catorce

    Capítulo quince

    Capítulo dieciséis

    ––––––––

    Hifema: Sangrado en el ojo causado por un trauma...

    Prólogo

    Matt miraba hacia el agua oscura mientras el aire los golpeaba.

    - Siempre está variable aquí. – Gritó Tony, el piloto. – Te vas acostumbrar después de un tiempo.

    Acababan de terminar la revisión previa al vuelo cuando un trabajo de transporte de emergencia los azotó. El paciente, un hombre diabético en sus cuarentas, estaba en peligro después de haber quedado sujeto bajo un automóvil en un accidente extraño. La mayor parte del daño se centró en su espalda una vez que el automóvil cayó del gato. Su orina estaba llena de sangre y necesitaban transportarlo de inmediato a un centro de traumatismo nivel uno.

    Los Outer Banks de Carolina del Norte tenían una reputación de belleza y serenidad. Varias aldeas antiguas de pesca se esparcían en la barrera de las islas junto con los hogares espaciosos y las posadas. Matt estaba pensando en llevar a Sudah y a Aden a ese lugar para pasar un fin de semana de paseo juntos.

    Por suerte, el área contaba con un centro hospitalario estatal, así que cualquier herido o enfermo podía ser atendido sin un trayecto de hora y media en automóvil. Con un traumatismo grave, se podía estabilizar al paciente y transportarlo por aire a alguno de los centros de traumatismo tierra adentro.

    - ¿Alguna vez has estado aquí, Matt? – Frank era enfermero de vuelo de cuidados críticos que había crecido en el área.

    - No. Mi primera vez.- Matt no se había aventurado muy lejos de Nueva York, donde había crecido, hasta que decidió mudar a su familia a Carolina del Norte después de que le ofrecieran trabajo ahí como paramédico de vuelo para el Servicio Médico de Emergencias.

    La zona de aterrizaje estaba iluminada en el suelo del hospital y Tony estaba alistándose para bajar el helicóptero. Matt y Frank permanecieron quietos. Los tres se estaban comunicando con los auriculares que tenían en los cascos, el sonido del rotor sobre ellos hubiera imposibilitado que hablaran de otra forma.

    Aún era su primer semana en el nuevo trabajo y la segunda viviendo en el área. Le sorprendió que Sudah fuera tan comprensiva con todo y que prácticamente los hubiera jalado a ella y al bebé lejos de Nueva York. Ella estuvo a su lado, nunca cuestionó su decisión y se despidió de sus amigos sin siquiera soltar una lágrima. Iba a hacer todo lo que estuviera en sus manos para asegurarse de que funcionara.

    Matt sintió el helicóptero EC 145 ladearse con fuerza hacia la derecha mientras Tony lo estabilizaba. El arnés lo hizo sentir seguro en el asiento. Sonrió mientras observaba el paisaje crecer y se daba cuenta de que finalmente tenía su trabajo soñado.

    Capítulo uno

    Diablos, eso era bueno. El café caliente que se deslizaba por su garganta era bienvenido para repeler la fría mañana. Matt miró por la ventana de la cocina y se dio cuenta de que gotitas de hielo caían contra el cristal.

    Unos brazos delicados y morenos envolvieron su cintura. – Perdón, no quise despertarte. – Matt cubrió las manos de su esposa con las suyas. Tal vez era el frío que había en el aire de la mañana, pero en verdad quería volver a meterse en la cama con ella.

    - Quería despertar contigo. – Sudah se acurrucó bajo sus brazos y se deslizó contra su cuerpo hasta que quedó frente a él. Con delicadeza recorrió con la mano el uniforme blanco hasta que tocó su placa. – Te ves muy guapo en tu uniforme. – Dio un paso hacia atrás y le sonrió. – Estoy muy orgullosa de estar casada con un héroe.

    Matt soltó una risita. Sudah nunca perdía la oportunidad de elogiarlo y levantar su ego. – Te amo, nena. – Se inclinó y la besó. A Matt le preocupaba proveer para su pequeña familia y ser buen esposo y padre, no había tenido un buen ejemplo cuando creció. – Uno de los tres mejores días de mi vida fue cuando te conocí. – Siempre bromeaba con él cuando le decía eso y le exigía que le dijera cuáles eran los otros dos. Nunca dudaba en decirle que el día en el que se casaron y el día en el que su hijo nació eran los otros dos. – Oye, ¿quieres que encienda el fogón antes de que me vaya? Ayudará a calentar un poco el lugar.

    - No, me encargo de eso después si lo necesito. No quiero dejarlo encendido hasta que esté lista para quedarme aquí.

    Matt amaba la vieja cocina de leña que se encontraba en la esquina de la cocina. Daba calor a la sala de estar y era una gran defensa contra la humedad matutina. Cuando llegaron a la casa por primera vez le hizo una broma a Sudah y le dijo que tendría que cocinar ahí en lugar de las estufas y hornos modernos que estaban al otro lado de la cocina.

    Miró el reloj y le recordó que tenía que irse si quería llegar al trabajo a tiempo.

    Había desplazado a su familia de Nueva York a Carolina del Norte, pero sabía que era una jugada sabía, les iría mucho mejor con esa mudanza. Había empezado a capacitarse como médico de vuelo en Nueva York cuando anunciaron que la base de SME en Mercy, donde originalmente habían asegurado el trabajo, estaba cerrando. Todos los  médicos de vuelo se peleaban por los trabajos y el no creía que su falta de experiencia lo haría resistir contra los demás en la región. Escuchó del trabajo que se ofertaba en esa estación y Sudah le dijo que no tenía inconveniente en mudarse.

    Su madre aún vivía en Nueva York, así como su mejor amiga Julie. Fuera de ellos, nunca sintió ninguna atadura al área. Sudah ya se había mudado desde Pakistán al otro lado del océano, así que la distancia entre Nueva York y Carolina del Norte le parecía minúscula. Aden era apenas un bebé y para él, el mundo era su cuna y los brazos de sus padres. Julie incluso le sugirió que dejar la zona en la que había crecido podría hacerle bien. Le había contado a su mejor amiga acerca de los malos recuerdos que tenía del abandono de su padre cuando era apenas un niñito.

    Matt sabía que Sudah entendería por qué tenía dudas y sabía que le diría que no tenía razones para preocuparse, pero no lo habló con ella. Quería parecer fuerte a los ojos de su esposa para que siempre se sintiera segura. La tomó en sus brazos para un último y largo beso que le durara todo el día y después se puso la chaqueta.

    Manejó por los caminos serpenteantes con cuidado. Le tomaría unos cuantos viajes más acostumbrarse a la ruta. Matt era paramédico experto de Nueva York y ahora usaría sus habilidades para salvar a la gente de Carolina del Norte. Por más que extrañara viajar con su compañera paramédica en Nueva York, ser un médico de vuelo había sido su sueño desde la primera vez que pisó una ambulancia.

    - Vamos, hablamos de alguien que regresó de entre los muertos para perseguirte. – El cuarto de la tripulación estaba lleno de risas mientras Matt y Tony entraban. El Gran John se golpeaba la rodilla. – Cuando llegué al hospital dije que había dos pacientes, pero el otro se negó a recibir asistencia médica.

    - ¿Qué sucede? – Tony le preció a Matt una lata de refresco del mostrador.

    La preguntó incitó a otra serie de risas de las cinco personas que estaban sentadas. El Pequeño John contestó entre risas. – El Gran John y yo fuimos a atender un accidente automovilístico, el tipo no le pegó a nada, el auto sólo estaba ahí, en medio del camino. Parece ser que un perro corrió frente a él y frenó. Pues bueno, el perro se escapó, pero el tipo que venía atrás de él le chocó y golpeó a alguien que venía en el asiento de atrás.

    - Y esto es lo mejor. – El Gran John soltó una carcajada. – El paciente estaba manejando una camioneta de entregas para una funeraria. ¡El tipo que venía en el asiento de atrás era un cadáver en una bolsa para transportar cadáveres!

    Matt y Tony se rieron ante la imagen.

    - En verdad quería revisar los signos vitales del tipo en la bolsa, pero para mi suerte, hubiera abierto el cierre de la bolsa y el cadáver se hubiera sentado.

    - Me pregunto si hubiéramos podido recoger dos pacientes.

    - Quiero decir, definitivamente el conductor se lastimó, golpearon su automóvil en la parte trasera muy fuerte. Pero quiero escuchar cómo explica la herida a sus amigos.

    - Tal vez culpará al cadáver por haberlo agredido con un arma mortal. ¿Entienden, arma mortal?

    Todos en la sala chillaron de risa. Los dos Johns se alentaban el uno al otro hasta que sus risas se volvieron contagiosas.

    Matt se sentó y bebió su refresco una vez que dejó de reírse.

    - Oigan, chicos. – Frankie habló. - ¿Qué les parece si vamos a jugar paintball el fin de semana?

    - Suena bien. – Contestó Tony de inmediato. – Tal vez podamos llevar a las señoras a cenar después. Sería una buena oportunidad para que Matt y su esposa conozcan al clan.

    - Ginny y yo no podremos. Lo lamento, sus padres van a venir. – El Gran John hizo un ademán con la mano para reprimir las protestas. – Pero vayan ustedes cuatro. Además, así, podemos dejar lo mejor para el último. Ginny y yo conoceremos a la esposa de Matt en otra ocasión.

    - Tendría que asegurarme de que podamos conseguir a una niñera para el bebé. – Matt se encogió de hombros.

    - Mi hija, Dory, lo puede cuidar.

    - Gracias. Lo comentaré con Sudah.

    - Oye, ¿qué clase de nombre es Sudah? – Frankie se inclinó hacia adelante.

    - Es de Pakistán.

    - Suena exótico. – El Pequeño John levantó las cejas de manera cómica. - ¿Es bonita? – Matt asintió. – Estoy ansioso por conocerla.

    - ¿Crees que le vaya a caer bien a tus amigos?

    Matt soltó una risita. - ¿En serio estás preocupada? – Se dio cuenta de que era así. – Ay nena, ¿cómo podrías no caerles bien?

    - Una cosa es ignorar las miradas de los extraños, pero esta es gente que conoces. No quiero avergonzarte. – Sudah se ajustó el pañuelo.

    - Nunca podrías avergonzarme. – La detuvo y volteó su cara hacia él. – Eres hermosa y eres la mejor persona que conozco.

    - Uso un pañuelo.

    - ¿Y?

    - Soy musulmana, aún no soy estadounidense. – Miró hacia abajo. – No quiero ocasionarte problemas.

    - Cariño, estoy muy orgulloso de quien eres, todo de ti. Mis amigos no tendrán problemas. – La abrazó con delicadeza. – Además, no me preocuparía. Ya les dije que eres de Pakistán. Oye, me aceptaron y soy de Nueva York. – Se rio. – De todos modos, John no mandaría a su hija a cuidar al bebé si tuviera algún problema.

    - Dory es una niña muy dulce. Es muy amable. Creo que será muy buena con Aden. – Sudah le sonrió.

    - Si funciona, tal vez tú y yo podamos salir un poco más seguido, ya sabes, cosas de pareja. – Le robó un beso en la mejilla antes de entrar a la sala del lugar donde los otros los estaban esperando.

    Después de que se hubieran hecho las presentaciones, los cuatro hombres tomaron las herramientas de paintball y se dirigieron al campo; las esposas se sentaron en las bancas que estaban afuera de los vestidores sin interés de unirse al deporte. Trisha, la esposa del Pequeño John, sirvió chocolate caliente de un termo para todas.

    Laurie sacó una lima de uñas y comenzó a examinárselas. – Nunca entenderé su fascinación con este juego.

    - Los chicos siempre serán chicos. – Se rio Trisha. – De hecho, una vez lo intenté, obtuve un montón de moretones y dije que era suficiente. – Trisha se dio cuenta de la mirada rara en el rostro de Donna mientras observaba a Sudah.

    - Ni siquiera sé qué hacen en este juego. – Sudah habló, era obvio que estaba confundida.

    - Corren por ahí disparándose el uno al otro... - Laurie empezó a explicar

    - ¿Disparándose? – Sudah estaba preocupada.

    - Son sólo bolitas de pintura que te salpican cuando entran en contacto con algo más. Realmente no causa daños. – Interrumpió Trisha.

    - Pero suena tan violento.

    - ¿No se supone que estás acostumbrada a eso? – Donna dirigió la pregunta a Sudah.

    - ¿Donna? – Tanto Laurie como Trisha estaban impactadas por la pregunta de Donna.

    - ¿Por qué estaría acostumbrada a la violencia? – Sudah se encogió de hombros.

    - Bueno, me supuse que de donde vienes... - Hizo sonar la lengua antes de detener a sus amigas con la mano.

    - Vengo de Pakistán. Ni siquiera estamos cerca de la frontera con Afganistán donde hay escaramuzas. Mi hogar está en un pueblito, es muy bonito.

    - Bueno, ustedes los árabes siempre están peleando. – Trisha intentó detener a Donna. Donna la ignoró.

    - Pero no soy árabe, soy pakistaní.

    - Es lo mismo. – Donna resopló.

    - Donna, no entiendo por qué eres tan grosera. Lo lamento tanto, Sudah. – Trisha interrumpió.

    - ¿Por qué te disculpas? – Donna miró a Sudah de manera amenazadora. – El prometido de mi prima la mayor murió el once de septiembre...

    - Por Dios, Donna, eso fue hace casi diez años. Suda era una pequeña cuando eso sucedió.

    - Lamento mucho tu pérdida, pero entonces nos parecemos mucho. El padre una querida amiga, Jamaal, también murió ese terrible día.

    - Uy, apuesto que fue en uno de los aviones.

    Laurie resopló.

    - Trabajaba en un restaurante en la ciudad de Nueva York. Era muy honorable y trabajaba para traer a su familia a Estados Unidos. Amaba este país y estaba estudiando para volverse ciudadano.

    - ¿Y qué pasó? – Donna rodó los ojos.

    - Corrió hacia los dos edificios después de que el primer avión chocara. El restaurante estaba enfrente. Estaba intentando ayudar cuando el segundo avión llegó. Se perdió entre los escombros y el fuego. – Sudah hizo una pausa. – Estábamos muy tristes ese día. Recuerdo cuando a la esposa de Jamaal le dijeron que su esposo estaba muerto. Me sentí muy mal por ella.

    - Y sin embargo, te cubres la cabeza como esas árabes que vitorearon el acto.

    - Me cubro la cabeza porque soy musulmana. Es señal de respeto a mis creencias.

    - ¿Musulmana? Esos son los que nos atacaron. – Donna se bufó. – Y dicen que Bin Laden vive como un héroe en Pakistán.

    - No lo he visto. No sé dónde vive. Le diría a las autoridades si lo supiera. – Sudah sonrió con dulzura y meneó la cabeza. – El pueblo islámico es un pueblo de paz. Los pocos que asesinaros a tantos y la gente que estaba feliz con todo eso no son verdaderos creyentes. Son cobardes que se esconden detrás de un símbolo que dice soy musulmán. No hablan por la mayoría de nosotros.

    Ansiosa por cambiar de tema, Laurie interrumpió. – Oye, ¿cómo haces toda esa comida con curry y esas cosas?

    - Cocino muchos platos de esa zona. A Matt le gusta la combinación y los sabores de las especias.

    - Tony y yo fuimos a un restaurante pakistaní en Nueva York en las últimas vacaciones. Realmente le gustó la comida. – Se acercó a Sudah. - ¿Crees que tal vez me puedas enseñar a cocinar algunos de esos platillos?

    - ¡Es una idea excelente! También me encantaría aprender. – Trisha se metió en la conversación.

    - Sería un honor enseñarles a cocinar platillos de Pakistán.

    Las siguientes horas de la conversación fueron sobre la cultura en la que creció Sudah y por qué había ido a Estados Unidos. Hablaron de la mezcla de creencias en el matrimonio de Sudah y Matt y de su decisión de criar a Aden como cristiano. Laurie y Trisha acordaron una fecha para que Sudah les hiciera una muestra de la comida. Planearon presentarle algo de la cultura local también.

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