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El reto más importante
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Libro electrónico129 páginas1 hora

El reto más importante

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Información de este libro electrónico

Él jamás rechazaba un desafío
El campeón de rodeo Dylan Gentry, "el Diablo", tenía a las mujeres de todas las edades rendidas a sus pies... A todas excepto a su bella fisioterapeuta, la eficiente Brenna Farren. Había intentado por todos los medios hacerla flaquear, pero lo único que había conseguido era desear estar cada vez más cerca de ella.
Y en cuanto se enteró de que estaba sola y embarazada, el guapo cowboy se dejó llevar por su instinto protector y le propuso un matrimonio temporal para poder darle un nombre al pequeño. ¿Pero aceptaría Dylan el mayor de los desafíos, el de sentar la cabeza junto a ella?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 mar 2017
ISBN9788468796703
El reto más importante
Autor

Patricia Thayer

Patricia Thayer was born in Muncie, Indiana, the second of eight children. She attended Ball State University before heading to California. A longtime member of RWA, Patricia has authored fifty books. She's been nominated for the Prestige RITA award and winner of the RT Reviewer’s Choice award. She loves traveling with her husband, Steve, calling it research. When she wants some time with her guy, they escape to their mountain cabin and sit on the deck and let the world race by.

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    El reto más importante - Patricia Thayer

    HarperCollins 200 años. Désde 1817.

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2004 Patricia Wright

    © 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    El reto más importante, n.º1914 - marzo 2017

    Título original: Dylan’s Last Dare

    Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

    Publicada en español en 2004

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

    Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

    Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.:978-84-687-9670-3

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Portadilla

    Créditos

    Índice

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Epílogo

    Si te ha gustado este libro…

    Capítulo 1

    La vida de Dylan Gentry nunca volvería a ser la misma.

    Dylan tuvo que agarrarse a los brazos de la silla de ruedas, intentando controlar el pánico.

    Todo había terminado.

    Nunca podría volver a hacer las cosas que tanto amaba. Nunca podría sentir la emoción del rodeo, los gritos de la multitud cuando abrían el portón… Había terminado paralítico de por vida, y todo por un maldito toro, Red Rock.

    Dylan apretó los puños. Se odiaba a sí mismo por compadecerse. Pero tenía derecho. Había pasado dos meses en el hospital después de tres operaciones, una para cerrar la herida que le hicieron las astas del toro y otras dos para intentar recuperar la tibia de la pierna izquierda, aplastada por el animal.

    Era enero y se había pasado todo el mes de diciembre en el hospital. El mes que planeó pasar en las finales del campeonato de Las Vegas. Pero ahora estaba en el rancho de su hermano en San Ángelo, Texas, esperando que apareciera su próximo fisioterapeuta.

    Si se atrevía.

    Había despedido a los seis últimos una hora después de que llegasen y aquel día le tocaba al número siete. Al menos, podía divertirse con algo, pensó.

    Dylan miró la casita que su hermano había acondicionado para él. En el salón había una televisión de plasma, un estéreo, una estantería llena de libros…

    No tenía nada más que hacer.

    De modo que tomó un libro y lo lanzó contra la puerta con todas sus fuerzas, sintiendo rabia y pena por la persona que tuviera que enfrentarse con su ira.

    Brenna Farren acababa de subir los escalones del porche y estaba levantando la mano para llamar a la puerta cuando oyó un golpe. Sorprendida, dio un paso atrás, recordando lo que Wyatt Gentry le había contado de su hermano. Sin duda, eran malos tiempos para el campeón de rodeo Dylan Gentry.

    Como fisioterapeuta, Brenna sabía que no era la persona favorita de sus pacientes. El suyo era un trabajo difícil, pero le gustaba y, además de ofrecer un buen sueldo, el extra en aquel caso era que podría vivir en la casa, ahorrándose así un alquiler.

    Entonces oyó otro golpe en la puerta. Aparentemente, Dylan Gentry estaba teniendo un mal día. Y, aunque tenía poca experiencia, sabía que eso era relativamente normal.

    Reuniendo valor, Brenna agarró el picaporte.

    –A ver si podemos hacerle cambiar de humor, señor Gentry –murmuró, respirando profundamente.

    Cuando entró, vio la cara de sorpresa de su atractivo paciente.

    Tenía el pelo negro y parecía no haberse afeitado en varios días, pero eso no le restaba atractivo. Sin embargo, fueron sus ojos lo que más llamó su atención. Eran de un azul muy claro, con puntitos plateados. Su mirada era fría como el hielo, pero despertó algo dentro de ella.

    –Buenos días, señor Gentry.

    –¿Quién demonios es usted?

    –Brenna Farren.

    –Pues si ha venido a limpiar, no necesito que me cambien las sábanas, muchas gracias. Ni las toallas.

    No, seguramente no hacía falta cambiarlas porque no parecía haberse bañado en varios días.

    –No estaría mal pasar un poco el polvo, pero ahora mismo no tengo tiempo. He venido a ayudarlo, señor Gentry. Soy su fisioterapeuta.

    Él la miró, sorprendido.

    –¡Y un cuerno!

    –Vengo recomendada por el doctor Morris, el cirujano ortopédico que le está tratando. Y me ha contratado su hermano.

    –Pues ya puede decirle a Wyatt que se va porque no la necesito.

    –Me necesita más de lo que cree, señor Gentry.

    Su irritado paciente tenía un torso muy desarrollado. Y, con el pantalón corto, Brenna podía ver la enorme cicatriz en la pierna izquierda. Por la falta de actividad, sus piernas habían perdido tono, pero estaba claro que una vez fueron musculosas.

    –Bonito ¿eh? –dijo él, irónico.

    La cicatriz no era bonita, pero el hombre…

    –He visto cosas peores. Además, irá desapareciendo poco a poco.

    –Me da igual.

    –Ya imagino que le da igual, pero yo estoy aquí para hacerle cambiar de actitud.

    –No necesito a nadie. Estoy perfectamente –replicó él.

    Intentó darse la vuelta, pero la silla de ruedas se enganchó con la mesita de café. Brenna observó su frustración hasta que, por fin, pudo soltarse.

    –Mañana habrá que apartar los muebles para que pueda moverse con más comodidad.

    –No pierda el tiempo, señorita Farren. Usted no estará aquí mañana –replicó Dylan, entrando en su habitación y cerrando de un portazo.

    Ella dejó escapar un largo suspiro.

    –Ah, pues ha ido bien.

    En el salón había dos puertas más, una que daba a otro dormitorio, el suyo, y un cuarto de baño que Dylan Gentry y ella tendrían que compartir. Cuando asomó la cabeza en el dormitorio, vio una cama grande con un edredón de colores y una cómoda de pino. El baño era amplio y Wyatt Gentry había ensanchado el hueco de la puerta para que pudiera pasar una silla de ruedas. Además, la bañera era un jacuzzi. Estupendo.

    Volvió entonces al salón y comprobó que la nevera estaba llena. Seguramente, Maura Gentry, su cuñada, le hacía la comida, pero Dylan no parecía comer mucho. Y eso tendría que cambiar. No iba a recuperarse si no se nutría como era conveniente.

    Pero para eso tendría que cooperar con ella, claro. Y debía convencerlo porque su trabajo dependía de eso. Aunque su familia vivía cerca, Brenna necesitaba trabajar… y un sitio donde vivir. Recién salida de la universidad, y en sus circunstancias, no tenía tiempo para buscar ofertas de trabajo.

    Su mentor, el doctor Morris, la había enviado al rancho Rocking R para hablar con Wyatt Gentry sobre su hermano gemelo, que había resultado malherido en un rodeo. Y aun sabiendo que Dylan Gentry había despedido a media docena de fisioterapeutas, Brenna no tenía miedo. No podía tenerlo.

    Aunque sabía que aquello debía ser muy duro para la ex estrella del rodeo. Y el hombre más guapo que había visto nunca, además. Las fotografías no le hacían justicia y, sin duda, su reputación de mujeriego no era exagerada. Pero ahora estaba confinado en una silla de ruedas.

    Y su trabajo era cambiar eso.

    Aunque Wyatt no quería contratar a una mujer, ella lo había convencido de que podía lidiar con su hermano, prometiéndole que volvería a caminar.

    Y Wyatt le había dado dos semanas de prueba.

    Brenna era nativa de Texas y había crecido en un rancho cerca de allí, con tres hermanos que se dedicaban al rodeo. Nunca entendería por qué aquellos hombres se enfrentaban diariamente al peligro. Nunca entendería la emoción de montar un toro salvaje…

    Entonces recordó el accidente mortal de Jason durante un vuelo en ala delta y la discusión que mantuvieron antes. Las últimas y furiosas palabras que habían

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