Papá por error
Por Karen Potter
5/5
()
Información de este libro electrónico
Todavía no has nacido, pero ya me resulta fácil confiar en ti. Necesito desesperadamente aclarar mis confusos pensamientos. Por motivos que algún día comprenderás, siempre había planeado que tú y yo pudiéramos formar nuestra propia familia, pero la clínica de fertilidad ha cometido un terrible error y ahora tu padre biológico quiere formar parte de nuestras vidas. Matt Hanson es un importante empresario... pero la experiencia me hace recelar. Ojalá estuvieras aquí ya, sé que sabría si dejarme llevar por lo que mi corazón siente por Matt en cuanto lo viera tomarte en sus brazos...
Te quiere,
mamá.
Relacionado con Papá por error
Títulos en esta serie (100)
Un amor persuasivo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Más allá del amor Calificación: 3 de 5 estrellas3/5¡Cásate conmigo! Calificación: 3 de 5 estrellas3/5El sueño de su vida: El deseo de un padre Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El sabor del paraíso: Good time café Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesConspiración para dos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Bajo el muérdago Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Corazón de madre Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Aprendiendo a amar Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El rey de su corazón: Entre la realeza (4) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Rescatar un corazón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Algo tan irresistible: Duos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Más de cien besos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEsposa a medida Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Ocurrió en Venecia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Un bello romance Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Regalo de Navidad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesGanar el amor Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Papá por error Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El secreto de la heredera Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Una larga espera Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El valor de un millonario Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La pasión del jeque Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La mejor familia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El sueño más real Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Un retorno inesperado Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La mejor proposición Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El fin de los sueños Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEnamorada de su jefe Calificación: 3 de 5 estrellas3/5El mejor marido Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Libros electrónicos relacionados
Una situación inesperada Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Busco marido Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Papá por sorpresa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Amor sin engaños Calificación: 5 de 5 estrellas5/5No solo por el bebé Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Padres inesperados Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Mentiras y deseo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Amor concertado Calificación: 4 de 5 estrellas4/5En el lugar de su hermano Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cinco en casa Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La hija del millonario Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Pasión junto al mar: Millonarios en Manhattan (4) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El secreto de la niñera Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Dos pequeños secretos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La mujer perfecta Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Mucho más que un amigo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Sin dejar de amar Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Parte de mí Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Todo lo que deseo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El secreto de Charlotte Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La excepción de la regla Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Sitio para dos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El último heredero Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Una vida a tu lado Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La dureza del diamante Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Más que perfecta Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El jefe y yo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Un cambio de planes Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El orgullo del vaquero Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Sus hijos secretos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Romance contemporáneo para usted
Tres años después Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Esposa por contrato Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Novio por treinta días Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Después de Ti Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Vendida al mejor postor Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Una virgen para el billonario Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Resiste al motero Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Contrato por amor Calificación: 5 de 5 estrellas5/5No dejes de mirarme Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Vaya vaya, cómo has crecido Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Fiesta de empresa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Dos Mucho para Tí Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Un hombre de familia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Alégrame la vista Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Una y mil veces que me tropiece contigo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Macho Alfa Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Hielo y Fuego Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Prometida falsa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Al Borde Del Deseo: Romance De Un Millonario: Los Secretos Del Multimillonario, #1 Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Esclava de tus deseos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Tú de menta y yo de fresa Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Matrimonio de conveniencia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Un orgullo tonto Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Un capricho del destino Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Besos a medianoche Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Padre a la fuerza Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Un café con sal Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Una noche con ella Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Como Llamas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Si te atrevieras a quererme... Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Comentarios para Papá por error
10 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Papá por error - Karen Potter
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2005 Karen Potter
© 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Papá por error, n.º 1999 - julio 2017
Título original: Daddy in Waiting
Publicada originalmente por Silhouette® Books.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-9170-078-4
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Portadilla
Créditos
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
Capítulo 1
QUÉ DIRÍA su bisabuela sobre su decisión de tener un bebé sin encontrar primero un marido?
Jenny Ames orientó la silla giratoria hacia la ventana y observó el soleado día de otoño de Cincinnati. Suspiró al divisar la nube que, sospechaba, albergaba el espíritu incansable de su bisabuela.
La vieja mujer, muerta hacía casi diez años, seguía persiguiendo a Jenny. Siempre se había metido con su postura, con la ropa que llevaba, la comida que comía, los amigos que tenía.
Jenny sonrió. La bisabuela habría sufrido un infarto al oír hablar de un banco de esperma, así que, todo lo que hubiera venido después, habría sido una pérdida de saliva.
Para bien o para mal, nunca conocería a su tataranieta.
En cuanto a sus propios padres, Jenny los consideró de pasada. Probablemente estuvieran demasiado ocupados recorriendo el desierto australiano disfrazados de directores de documentales como para preocuparse por su bebé.
Si Jenny les hubiera hablado del bebé.
Que no era el caso. Ellos no tenían ni idea de cómo cuidar o proteger a un niño, ¿así que por qué molestarse? Ella y Alexis serían una familia de dos, y serían la familia más feliz sobre la tierra. Jenny había aprendido de unos expertos lo que no tenía que hacer, y estaba decidida a no volver a colocar su felicidad en manos de otros.
La puerta del despacho se abrió, sacándola de su ensimismamiento. Jenny giró la cabeza y vio al hombre alto y bronceado que entraba. Tenía el pelo y los ojos marrones, irresistibles como una chocolatina. Sintió una excitación nada familiar pero trató de controlarse. El séptimo mes de embarazo no era el momento adecuado para dejarse llevar por hombres guapos y desconocidos.
Su extremado sex-appeal era casi perfecto con aquel traje Armani y el maletín hecho con la piel de algún desafortunado reptil. Jenny se preguntó si lo habría cazado él mismo. Sus ojos oscuros no mostraban emoción alguna; ni placer, ni bienvenida, ni amistad. Parecía poderoso, seguro de sí mismo y decidido. Muy decidido.
Jenny se sintió al instante intimidada. Rara vez tenían visitantes inesperados en la fundación Prescott. Aunque la placa de la puerta de su despacho decía «directora ejecutiva», ese día ella hacía de recepcionista. En aquella oficina para dos personas, ella y su ayudante se intercambiaban los puestos a menudo, sin importarles el aspecto que pudieran darle al mundo exterior, siempre y cuando el trabajo se realizase.
Jenny se enderezó y se colocó la chaqueta del traje de trabajo cubriéndole la tripa. Sonrió. Él no.
–¿Puedo ayudarlo? –preguntó ella.
–Estoy aquí para ver a Genevieve Marie Ames –dijo él con brusquedad–. ¿Está aquí?
Jenny tuvo que controlar el escalofrío que recorrió su espalda. ¿Quién sería aquel hombre tan serio e inquietante y qué tendría que ver con ella?
–¿Está aquí? –repitió él.
–Perdone, ¿está quién?
–¿Está aquí la señorita Ames?
–Lo siento. La señorita Ames no está en su despacho –técnicamente no lo estaba, pero él no tenía por qué saber eso–. ¿Querría dejar algún mensaje?
Cuando Jenny se estiró para tomar papel y lápiz, las solapas de su chaqueta se separaron y dejaron ver su avanzado estado de gestación. El hombre se echó hacia delante para ofrecerle la tarjeta y su mano se quedó suspendida en el aire cuando sus ojos se fijaron en el estado de Jenny.
Ya se habían quedado mirándola antes, pero nunca con tanta intensidad. Era como si la tocaran unas manos invisibles, pero daba más miedo.
La puerta del despacho se abrió y, por el rabillo del ojo, Jenny vio entrar a su ayudante.
–Tengo que ir volando a la oficina de correos, pero enseguida vuelvo, Jenny.
–¿Jenny? ¿No será ése el diminutivo de Genevieve, por casualidad?
–¿Quién es usted? –preguntó Jenny.
–Mi nombre es Matt Hanson –dijo él mientras dejaba caer la tarjeta, que aterrizó sobre el escritorio. Señaló la tripa de Jenny con un dedo–, y creo que ése es mi bebé.
Matt observó cómo desaparecía el escaso color de la cara de Jenny. Era pálida en cualquier caso, con el pelo rubio platino y los ojos azules, pero, si le quedaba algo del color del verano recién acabado, desde luego había desaparecido. De pronto temió que fuese a desmayarse, pero no sería la primera persona en caerse redonda ante esa situación.
Ella se puso en pie lentamente e indicó con una mano temblorosa hacia la sala de conferencias de la fundación.
–Quizá debiéramos hablar en privado –dijo ella.
Cuando cruzaron la puerta, Jenny se acercó a una ventana que había al otro lado de la sala. Matt se colocó junto a la puerta, bloqueando la entrada y la salida.
En los minutos que transcurrieron antes de que Jenny dijera algo, Matt tuvo la oportunidad de estudiar a la mujer que había puesto su vida patas arriba. Él siempre se había carcajeado cuando la gente decía que las mujeres embarazadas tenían un brillo especial y, sin embargo, Jenny Ames era el epítome de la belleza maternal.
Llevaba el pelo recogido y su traje azul era el complemento perfecto a la seriedad que representaba su puesto en la fundación. Con sus pechos redondos y su voluminosa barriga, era difícil imaginar qué aspecto habría tenido antes, pero apostaría a que era una mujer despampanante.
Parecía serena y cautelosa, una mujer que cualquier hombre estaría feliz de llevar a su lado, embarazada o no, y sexy, extremadamente sexy.
Matt se dijo a sí mismo que debía controlarse. Observó cómo Jenny se daba la vuelta para mirarlo, tragaba saliva nerviosa y se humedecía los labios. Estudió su aspecto como él lo había hecho con ella. No se quejó. Creía que lo justo era lo justo. No había nada en su expresión que denotara apreciación, pero al menos no hizo ningún chiste.
Jenny colocó una mano sobre su tripa y lo miró a los ojos. Entonces preguntó:
–¿Podría decirme otra vez su nombre?
–Hanson. Matthew Robert Hanson.
–¿Lo conozco?
–No, señorita Ames. No nos hemos visto nunca.
–¿Entonces por qué piensa que el bebé que llevo dentro es suyo?
–Supongo que conoce al doctor Horace Bentley, de la clínica Morningstar.
–Sí, pero no entiendo lo que tiene que ver él con usted.
–Hubo una confusión en la clínica.
–¿Qué tipo de confusión? –preguntó Jenny abriendo mucho los ojos.
–En pocas palabras, le dieron a usted mi esperma.
–Eso no es posible –dijo ella con un tono de conclusión que estuvo a punto de sacarlo de sus casillas–. A mí me inseminaron con esperma de donante.
–Y yo era el donante –dijo él.
–No me lo creo –contestó Jenny furiosa–. ¿Por qué iban a decirle a usted algo así y a mí no?
–Les dije que no lo hicieran –repuso él, dejándola de piedra–. Quería disfrutar del placer de decírselo yo mismo.
Jenny expresó su incredulidad con una risotada.
–Si no me cree, llame a la clínica –añadió él.
–No sé el número –dijo Jenny volviéndose hacia la ventana en un intento evidente por terminar la conversación.
Matt recitó el número de memoria.
–Llame ahora, señorita Ames –al ver que vacilaba, añadió–. Hágalo.
Jenny descolgó el auricular y marcó con rapidez. El doctor Bentley estaba allí, como Matt sabía de antemano. Era una de las ventajas de tener una docena de abogados sedientos de sangre esperando la orden para abalanzarse. Le aseguraba la ayuda instantánea de cualquier persona.
–¿Doctor Bentley? –comenzó Jenny suavemente–. Sí, el señor Hanson está aquí ahora. Dice que hubo una confusión en la clínica. ¿Por qué no me advirtieron de ello? Sí, recibí el mensaje de que había llamado usted, pero pensé que era para concertar una cita. ¿No cree que al menos podría haberme vuelto a llamar?
Matt se imaginó la explicación del doctor, si en realidad hubiese una explicación para semejante incompetencia.
–No me importa si lo amenazó con mil abogados –dijo Jenny finalmente.
–Sólo fueron doce –susurró Matt.
–No deberían haberle dado mi nombre. Si la única conexión entre él y yo es un número en una lista, y su muestra ya no existe, ¿cómo saben que fue a mí a quien se lo dieron? Había otras mujeres allí aquel día.
Matt escuchó los argumentos de Jenny pero se negó a considerarlos. No era que no se hubiera puesto en esa situación cientos de veces en su cabeza. Él sabía la verdad. Y pronto, la señorita Ames también la sabría.
–No, no lo entiendo. No tiene ningún sentido. Vuelva a comprobar sus archivos y verá que ha cometido otro error. Ya hablamos sobre mi decisión de hacerlo con un donante desconocido, y pensé que usted había comprendido mis razones.
–¿Sin padre no hay complicaciones, señorita Ames? –dijo Matt en voz baja.
Mientras la observaba, Jenny levantó una mano para apoyarse contra el marco de la ventana. Notó que le temblaban los dedos. Matt se puso en pie para sostenerla en caso de que fuera a desmayarse, pero dudaba que fuese necesario. Aquélla era una pequeña mujer fuerte.
Jenny cerró los ojos y escuchó, luego meneó la cabeza suavemente.
–No –dijo con firmeza–. No.
Matt se preguntó lo que le estaría diciendo el doctor. Esperaba que no tuviera nada que ver con su comportamiento en la clínica. No quería que nadie se enterara de eso. Él había ido allí para corregir el error de haber almacenado su esperma en primer lugar, luego había amenazado con pleitear a la clínica por la redirección de su preciado esperma. Cuando el doctor le había dicho que iba a ser padre, se había caído redondo.
–No tengo abogado –dijo Jenny con una voz que evidenciaba su fuerza de voluntad–. No necesitaré ninguno a no ser que usted insista en darles mi número y mi dirección a hombres desconocidos.
Matt se resintió al ser llamado desconocido, pero no dijo nada. Podía imaginarse cómo iba a acabar esa conversación y no le gustaba en absoluto.
–Como ya he dicho, no acepto este supuesto error. No habrá amniocentesis, ni pruebas de ADN. Es mi hija. ¿Comprende que no pienso regresar a la clínica para hacer visitas prenatales? Muy bien. Al menos comprende eso.
Jenny colgó el auricular de golpe y miró a Matt.
A juzgar por