El día que todo cambió
Las cosas más importantes ocurren siempre sin avisar, cuando menos te lo esperas. Y quizá esa sea la razón por la que nunca se está del todo preparado cuando sucede algo tan importante como para cambiarlo todo para siempre. Cuando sucede un hecho de gran impacto.
El día que todo cambió yo tuve que madrugar bastante, a mi madre nunca le gustó llegar tarde. Tú en cambio te desperezaste tres o cuatro veces antes de levantarte. Te sudaban las manos y a mí me picaba la garganta. No importa, los dos teníamos la cabeza en otra parte, yo en mis números, calculando cada paso que daba, tú en tus pasos de baile, dejándote llevar por tu instinto, por tu propia naturaleza, por el arte que ya por aquel entonces corría por tus venas.
Tú padre te dio un buen consejo, no recuerdas cuál, solo que tenía los ojos húmedos y la piel color porcelana, y
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos