Agradecida
AElvira Lindo le debo muchas cosas de las que ella, por supuesto, no tiene ni idea. Le debo Carabanchel como lugar mítico, a Vivian Gornick y a Elizabeth Strout. Reírme en mitad de los atascos alhe podido colarme en su salón de Moratalaz en la España de los años 70. En las reuniones del partido comunista y en los juegos de los poblados nómadas que se construían a la orilla de las obras de Dragados. En su colegio de Palma de Mallorca y en su coche cruzando España junto a sus hermanos haciendo parada en todas las cunetas para vomitar. Le debo conocer la historia de sus padres. «Entonces se querían. Con el peligroso amor de los desiguales. Ella lo quería por encima de su vida, de todos nosotros. Toleraba su delirio y arbitrariedad. Papá cerraba la puerta del cuarto con llave por las noches y yo me quedaba llamando sin que nadie me contestara, sin entender que me dieran la espalda, hasta que al rato, aburrida, dolida, me volvía a la cama».
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