TESTIMONIO DE RAFAEL MÉNDEZ VALENZUELA “NO TE PODEMOS DEJAR IR… QUEDARÍAMOS COMO UNOS PENDEJOS”
-¡ Listo, mi AFI! ¡Ya va preparado! –indica el soldado.
El helicóptero despega. Ahora estoy sentado en medio de dos policías de la Agencia Federal de Investigación (AFI). Escucho que me llevan a las oficinas de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO). Después hay silencio.
Seguro que en esas oficinas hay personal especializado que va a entenderme, me consuelo. Sí. Les contaré todo desde el principio. Que estoy en el Zócalo abstraído en los movimientos de los danzantes indígenas cuando escucho una voz junto a mí.
–¿Qué onda, camal? ¿qué haces? ¿quieres trabajar?
No contesto. Se presenta. Dice llamarse Enrique. Reparte volantes en los que se lee una oferta de trabajo en la construcción de carreteras del Estado de México.
–¿Y de qué es la chamba?
–De todo. Manejar maquinaria pesada, hacer todo lo que tiene que ver con la construcción.
–Ah, órale…
¿Quieres aventuras, Rafael? Ahí está tu oportunidad, me digo. Trabajar aquí, conocer otros ambientes antes de regresar, ¿por qué no? (Si pudiera volver el tiempo atrás me respondería: “Porque no, pendejo, porque no. Y ya, vete de una vez a tu casa”.)
–¿Y qué hay que hacer?
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