Comisaría de Puertollano (Ciudad Real).
Jueves, 3 de julio 2003. 15:35 horas.
Alfredo Galán Sotillo (1977-), ex militar, bebido y en apariencia ausente se había presentado ante la Policía Local: “Yo soy el asesino de la baraja”, dijo, y a continuación relató seis asesinatos y tres intentos que le salieron mal. Los mejores agentes de Homicidios de Madrid de Policía y de Guardia Civil llevaban meses conteniendo la respiración, a la espera de que la bestia saliera a cazar de nuevo, a burlarse de ellos y a jugar al despiste. En España los 174 asesinos seriales son infrecuentes. Galán se sumó a esa lista, batiendo récord en cuestión de semanas…
CUANDO UN ASESINO SALE A LA CALLE
La primera vez que salió a matar fue el 24 de enero de ese año 2003. Asesinó al portero Juan Francisco Ledesma (50 años), en su casa de la madrileña calle Alonso Cano. Llegó al lugar en su Megane gris metalizado, con una pistola en el asiento del copiloto. Tras entrar en el salón encontró al hombre que vestía un mono azul; sacó su pistola y no le detuvo el hecho de que el hijo pequeño de la víctima estuviera delante, comiendo, ajeno en su inocencia al depredador que acababa de irrumpir en sus vidas. Galán apretó el gatillo, la bala no se disparó y entonces montó el arma de nuevo…
Doce días después, el 5 de febrero, el asesino salió de su casa a la 1:45 y a las 3:30 (28 años) antes de dispararle a menos de cinco centímetros. Recogió la vaina percutida y arrojó a sus pies un as de copas. Explicó que llevaba la baraja de cartas “para que la Policía tardase más tiempo en relacionar los casos, sería interesante dejar una nueva pista, algo distinto”. A partir de ese momento se le conocería como “el asesino de la baraja” o “el asesino del naipe”, algo que contribuyó a engordar una fama y un narcisismo de los que gozó todos esos meses de terror. Nunca se aclaró si aquel as de copas lo dejó él sobre el suelo o, lo más probable, que estuviera allí de forma casual y Galán se lo apropiara como marca de identidad criminal…