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El general de la mafia
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Libro electrónico211 páginas1 hora

El general de la mafia

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El general de la Mafia narra la última guerra de un capo capaz de enfrentarse a todo con tal de salvar a su hija, acusada de homicidio. Es un impactante thriller que retrata el mundo de la mafia, las guerras por el control de las rutas del narcotráfico y las oscuras relaciones entre el crimen organizado y las agencias del estado. Interceptaciones electrónicas, operaciones encubiertas, crímenes, espionaje y motines completan el cuadro de terror y violencia que con tanta solvencia relata el autor, Popeye, porque los vivió desde adentro y conoció de primera mano el mundo del crimen.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 nov 2023
ISBN9786289559798
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    El general de la mafia - Luis Villamil Mendoza

    Prólogo: ¿una historia de ficción?

    Popeye escribió El General de la Mafia como una forma de narrar en clave de ficción sus vivencias en el mundo criminal. Imaginó el argumento de un hombre capaz de enfrentarse a todo con tal de salvar a su hija inspirado en la historia que Iván Urdinola Grajales, uno de los fundadores del cartel del Norte del Valle, le contó sobre su propia hija, Emma Urdinola. Tras la trama, la novela devela gran parte de su vida y también muchos de sus secretos. A través de un thriller, más allá del argumento, habla de todas las mafias del mundo, retrata el oficio de ser mafioso y describe la logística del crimen.

    Su novela no solo se basa en los recuerdos de la guerra junto a Pablo Escobar; también, en los conocimientos que adquirió en prisión sobre la manera de operar de los nuevos carteles, los aparatos de interceptación o las últimas tecnologías usadas por los mexicanos para mover la droga y proteger sus sistemas de comunicación. Y además, en las intrincadas relaciones entre las mafias y el Estado, de las que él fue testigo de primera mano.

    Llegué a la novela gracias a un director audiovisual que trabajó con Popeye en el rodaje de algunas entrevistas y fue su videógrafo personal. Él me dijo que Jhon Jairo Velásquez Vásquez, J. J. o Popeye, había escrito una historia de ficción en la cárcel, pero necesitaba darle forma. Asumí el encargo. Mi labor con J. J. inició en el año 2016 y consistió en dar orden a su manuscrito, reorganizar junto a él las líneas narrativas y desarrollar todo dentro de una estructura coherente. Trabajamos juntos hasta los meses previos a su muerte, ocurrida en febrero de 2020.

    Los primeros días con Popeye fueron difíciles. Nos encontrábamos en terrazas de Medellín, restaurantes e, incluso, realizamos un viaje y comimos junto a un río mientras trabajábamos en el desarrollo total de la historia. En aquella época sentía miedo de que alguien quisiera matarlo como represalia por sus acciones y que yo me viera envuelto en medio de un atentado o una balacera. Pero pronto el miedo pasó. Me presentó a su familia y lo acompañé a los rodajes de algunos de sus videoclips para YouTube y a las clases de actuación para una película que estaba grabando. Entonces, descubrí en Popeye a un gran narrador, con un acervo de experiencias fruto de su vida criminal que podrían ser llevadas a la imprenta y que fue desgranándome en entrevistas y charlas informales.

    Popeye redactó la novela en la prisión, de su puño y letra y de manera desordenada en setenta hojas de cuaderno, durante dieciocho años. En un principio, pretendía escribir una «enciclopedia del crimen», pero con el tiempo concibió la idea de hablar de su vida en clave y construir un universo sólido que pudiese dar cuenta de tantos personajes que poblaron su vida.

    Todas esas figuras del crimen se entremezclan en los personajes de la novela: el Patrón, Pablo Escobar, a quien seguía admirando; paramilitares como Carlos Castaño, Ángel Gaitán Mahecha o el también narcotraficante Leonidas Vargas; otros sicarios como Pinina y Tyson; asesinos macabros como Fedor, artífice de la masacre de Tacueyó y compañero de prisión de J. J.; el comandante Bochica, líder del movimiento guerrillero Jorge Eliécer Gaitán, quien ordenó el secuestro de Juan Carlos Gaviria, el hermano del expresidente César Gaviria Trujillo; su amante Wendy, a quien asesinó; un capitán de la Policía infiltrado por Escobar en el bloque de búsqueda o el doble informante responsable de las interceptaciones a Escobar.

    La lectura atenta permitirá descubrir fragmentos de los sujetos históricos en los novelados, así como también posibilitará hallar, tras algunas escenas y ciertos detalles en el carácter de los personajes, las vivencias y aspiraciones del mismo Popeye, quien añoraba ser el patrón de la historia y no el matón.

    En las entrevistas, Popeye me habló de las formas de organizar la logística criminal para evitar ser seguido o de la forma de coordinar los anillos de seguridad para moverse en la selva. Escuchando aquellas historias, comprendí que el relato no era solo un compendio de los personajes sanguinarios que conoció y de las batallas que libró, sino que también recreaba los hechos de su vida que acontecían en el mismo momento en que trabajábamos en su novela. Y es que Popeye, tras su salida de prisión en 2014, además de ser youtuber y escritor, fue asesor de muchos narcos en temas de seguridad, comunicación y logística.

    Al respecto, un hecho llamó poderosamente mi atención: cuando alias Tom fue detenido en su finca de El Peñol mientras celebraba su cumpleaños, en diciembre de 2017, allí estaba Popeye. En ese momento alias Tom era buscado por los americanos y se ofrecía un alto precio por su cabeza, pues se decía que era el nuevo Pablo Escobar. El director, que me había presentado a J. J. y que para la fecha era su videógrafo, me llamó:

    —¿Te has fijado en la gorra naranja que tenía Jhon Jairo cuando capturaron a alias Tom? —me preguntó.

    Entonces recordé que mientras trabajábamos en la novela, J. J. me contó que él mismo usaba una gorra naranja cuando iba a asesinar o atacar, para que los demás sicarios supieran dónde estaba. Y en las imágenes sobre la noticia de la captura de alias Tom, publicadas por El Colombiano y la revista Semana, Popeye aparecía con la famosa gorra naranja. Después, gente cercana a J. J. y familiares suyos me confirmaron que él solía usar prendas neones o reflectantes cuando necesitaba ser aislado o identificado: «Es una maña de perro viejo», me dijo su expareja.

    Esto me llevó a pensar que, quizá, Popeye había dado información sobre la ubicación de alias Tom y que llevaba la gorra naranja para que los agentes que allanaron la finca pudieran ver dónde estaba y saber que a él no le debían disparar en caso de tiroteo. En ese momento también noté que J. J. recreó el detalle de la gorra naranja en varias escenas de la novela, entre ellas, en el desenlace que imaginó para el General. ¿Acaso Popeye aspiraba a terminar sus días como el personaje principal de su novela?

    Este fue, en realidad, el primer libro que concibió por completo Popeye. Incluso antes de salir de prisión, estaba seguro de que sus vivencias tendrían un gran valor afuera de aquellos muros porque él se consideraba la memoria histórica del cartel de Medellín. Así lo corroboraron, con el tiempo, los cientos de miles de seguidores cautivos en su canal de YouTube. Cavilando sobre esta cifra, la de sus seguidores, resuena en mi memoria la frase que me soltó su exesposa mientras trabajábamos en esta novela: «Tenga cuidado que así son los psicópatas: encantadores».

    Luis Villamil

    En página anterior:

    Facsímil del cuaderno de notas de Jhon Jairo Velásquez Vásquez escrito en prisión.

    Los hechos*

    La noche del día doce de octubre, el joven Agustín Alzate llegó a una finca en la zona de Llano Grande para asistir a la celebración del cumpleaños de uno de los escoltas de Lucía Vásquez, quien lo invitó. Agustín, de diecinueve años, arribó a la mansión sobre las diez y cuarenta y cinco; fue recibido de manera cordial por uno de los escoltas de Lucía.

    Dicen los testigos que ella bajó las escaleras hacia el jardín de la casa y salió a su encuentro con amabilidad.

    —Beibi, casi no llegas —lo saludó sonriendo.

    Afirman dos testigos más que Alzate le dio un beso y la abrazó por la cintura:

    —¿Cómo no iba a llegar, Monita?

    Luego de la amable acogida y tras entrar a la vivienda, Agustín y Lucía se alejaron hacia un salón al lado del patio de la casa para tener una breve conversación. Unos quince minutos después, sobre las once y veinte de la noche, un escolta, al que llamaban el Gordo, se acercó a la pareja, hablaron por unos segundos y, acto seguido, disparó a quemarropa dos tiros sobre el cuerpo de Alzate.

    El escolta que disparó se dio a la fuga sin dejar rastro.

    Sobre las once y media de la noche, las autoridades recibieron llamadas de alerta por los disparos en la finca. Al acudir a la vivienda, en la madrugada del día trece de octubre de 2012, las autoridades solo encontraron a las personas del servicio y al cadáver del señor Agustín Alzate, inerte y agujereado por dos impactos de proyectil de arma de fuego, dentro de una camioneta Chevrolet azul.

    Algunos trabajadores al servicio de la casa fueron interrogados a fin de recibir sus testimonios y así poder reconstruir los hechos. El señor Rodríguez Vega manifestó que Alzate era conocido por todos, pues antes trabajaba para la empresa de exportación de la familia como jefe de seguridad, en Frutas Lefruit, ubicada en la vía a Holguín en la zona rural del Valle del Cauca, y que luego fue contratado como escolta

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