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Ciudadano Wilmito: La historia del primer pran de Venezuela
Ciudadano Wilmito: La historia del primer pran de Venezuela
Ciudadano Wilmito: La historia del primer pran de Venezuela
Libro electrónico128 páginas1 hora

Ciudadano Wilmito: La historia del primer pran de Venezuela

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Información de este libro electrónico

Antes del Tren de Aragua, existió Wilmito. Su historia llega a nosotros de la mano de Alfredo Meza en este libro inédito sobre la primera gobernanza criminal en Venezuela.
En las cárceles de Venezuela, los líderes presos, o pranes, manejan complejas operaciones criminales desde sus celda, o si están en libertad, controlan regiones enteras.
Todo e
IdiomaEspañol
EditorialDahbar
Fecha de lanzamiento27 nov 2023
ISBN9789804251085
Ciudadano Wilmito: La historia del primer pran de Venezuela
Autor

Alfredo Meza (Ciudadano Wilmito)

Alfredo Meza es un periodista venezolano. Fundador de @armandoinfo Periodista con estudios de postgrado en Literatura Latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar. Ha sido reportero en El Universal, El mundo Economía y Negocios y el Nacional, donde alcanzó en 2005 la jefatura de la sección Siete Días. Es corresponsal de El País de Madrid en Caracas y co fundador del portal de periodismo investigativo ArmandoInfo. @alfredomeza

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    Ciudadano Wilmito - Alfredo Meza (Ciudadano Wilmito)

    ALFREDO MEZA

    Formado en periodismo y literatura en la Universidad Católica Andrés Bello y la Universidad Simón Bolívar, es uno de los cuatro expertos periodistas de investigación que fundaron el proyecto Armando.info, con el cual se han revelado las investigaciones que por ejemplo ayudaron a llevar a la cácel a Alex Saab, el caso que empujó a Meza y sus compañeros al exilio. Pero tanto en su trabajo en varios diarios y revistas, como en el libro que escribió con Sandra Kafuente sobre el 11A (El acertijo de abril) y el otro en el que compartió su investigación sobre el más importante crimen político de la Venezuela contemporánea (Cómo mataron a Danilo Anderson), Meza ya había demostrado que no sólo es un investigador enjundioso y tenaz, sino también el dueño de una pluma sofisticada capaz de contar, muy bine, grandes historias.

    Wilmito

    La historia del primer pran de Venezuela

    © De esta edición Editorial Dahbar

    © De esta edición Cyngular Asesoría 357, C. A.

    DISEÑO DE PORTADA:

    Jaime Cruz

    REVISIÓN DE TEXTOS:

    Samuel González

    DIAGRAMACIÓN:

    Liliana Acosta / Gabriela Oquendo

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en sistema recuperable, o trasmitida en forma alguna o por ningún medio electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros sin el previo permiso de Cyngular Asesoría 357, C. A.

    Índice

    Prólogo

    Oscar Martínez

    Introducción. En los dominios del Pran

    Wilmito

    Mariela

    17 de junio de 2010

    El adiós

    «Al lugar donde has sido feliz es mejor que no trates nunca de regresar»

    Miguel Ríos

    El blues de la soledad

    «Venimos de la noche y hacia la noche vamos»

    Vicente Gerbasi

    Prólogo

    Oscar Martínez

    Como debe ser todo buen libro sobre un criminal de renombre nacional, este también es un libro sobre una nación en decadencia. Como debe ser todo libro sobre cárceles convertidas en centros de poder criminal, este es también un libro político.

    En decenas de notas de prensa, Wilmito ha sido una simplificación de sí mismo: un líder criminal, uno de los primeros pranes que en Venezuela controlaron las cárceles, el dueño de una prisión.

    En este libro, y gracias a la perseverancia de su autor, Wilmito es mucho más que eso: un niño común, un adolescente boxeador, un delincuente como otros tantos, un mentiroso, un hombre con ínfulas humanistas, un asesino despiadado, un pacificador, un benefactor, un mafioso piadoso, un mafioso desalmado, un hombre con un discursillo político que apestaba a campaña electoral barata, un hombre de acción, no de amenaza.

    En este libro, como en todo buen libro sobre un criminal –sobre cualquier persona quizá– Wilmito aparece siendo terrible, capaz de justificar por qué otro reo fue obligado a meterse un desodorante por el culo y pasear por toda la cárcel llamándose a sí mismo la reina del arroz con pollo, antes de ser obligado a hacer una felación a otro reo que luego lo violaría; Wilmito aparece también siendo un hombre común –amoroso, incluso–, besando a su hija con parálisis. Eso sí, y ahí está la clave de estas vidas dislocadas, siendo un hombre común en circunstancias extraordinarias: su hija, al igual que la madre de esa niña, vivían con él en el penal.

    En ese penal que él gobernaba, en la fachada de los edificios de celdas, había dos imágenes: la de Nelson Mandela y la de Wilmito. Al lado de la de Mandela, una frase: No se puede juzgar a una nación por la manera que trata a sus ciudadanos más ilustres, sino por el trato brindado a los más marginados, sus presos. Cuando usted termine de leer este libro sabrá que también está el otro extremo: es posible juzgar a una nación por el poder desmedido que sus reos acumulan. En medio de eso, la gran disyuntiva en la que Latinoamérica se debate actualmente: represión o derechos humanos. Como si en medio no hubiera nada más.

    El autor se interna en un mundo fuera de control, al menos del control que hemos pactado socialmente. Porque adentro hay control, uno férreo, criminal. Y adentro hay todo lo que no debería haber: fiestas, conciertos de salsa, alcohol, mujeres, motocicletas, niños, armas largas, armas cortas, emparedados de pollo con salsa rosa, reos durmiendo en el techo, una piscina en construcción.

    Alfredo Meza, un periodista experimentado, persistente, fraguado en el fuego intenso de la dictadura venezolana, ante la que nunca ha cedido y la que paradójicamente ha parido una de las generaciones periodísticas más potentes del continente, visitó durante años a Wilmito, el primer pran venezolano. Esa palabra, cuyo origen tiene varias versiones, está en el centro de uno de los fenómenos criminales que más ha crecido en los últimos años en el sur continental, que tiene su epicentro en las cárceles venezolanas y su mayor expresión actual en la organización llamada El Tren de Aragua, que atormenta a poblaciones en su país, pero también en Colombia o en Ecuador.

    Alfredo, como buen reportero que sabe que para entender hay que permanecer, visitó al pran en sus dominios durante tres años seguidos. Alfredo, como buen reportero que sabe que una voz siempre es poco, habló con los acólitos del criminal, con quienes lo veneraban en las calles, con quienes lo padecieron. Algunas de esas personas, como la jueza Mariela Casado, lo padecieron hasta el punto de querer borrar parte de sus vidas: De hecho, no quiero recordar que fui abogado o juez. Eso es una historia que la tengo como suspendida y a veces quisiera enterrarla para siempre. Digamos que está guardada dentro de un armario viejo y cerrada bajo llave. El armario sigue ahí, a la vista, recordándome el precio que se paga en Venezuela por desafiar a los matones. Alfredo, como buen reportero, sabe que uno nunca reproduce, que uno siempre contrasta, y logra pillar al pillo en algunas de sus mentiras. Por sobre todo, Alfredo, como buen reportero de la violencia, tiene claro que el verbo de uno allá en medio de la podredumbre no es justificar ni juzgar, que el verbo de uno es entender. Y Alfredo entiende. Y Alfredo explica.

    En el prólogo del libro Los Malos, Leila Guerriero, maestra de este oficio, cierra con una línea: El malo como bestia. Pero como bestia humana. El malo desmitificado, porque el mito es un relato falso y porque ocurre fuera del tiempo. El malo como malo, claro que sí, pero también como humano, claro que sí. Como Wilmito: el asesino que antes de empezar a asesinar entrenó arduamente para ir a las olimpiadas de Atenas, el líder carcelario al que la madre del autor de este libro pensó que se podía recurrir para recuperar el carro robado, el ladrón que salvó de la extorsión a una familia, el asesino que fue asesinado. Solo así se puede aspirar a contestar las preguntas importantes: ¿Cómo se hizo bestia ese humano? ¿Qué hizo esa bestia humana? ¿Por qué pudo hacerlo?

    Alfredo da respuestas profundas a esas preguntas en el libro que están a punto de leer.

    Septiembre de 2023

    Introducción.

    En los dominios del Pran

    La idea de este libro surgió en octubre de 2013. La periodista y editora argentina Leila Guerriero preparaba entonces una antología para Ediciones Universidad Diego Portales, de Chile, sobre criminales en América Latina y me escribió porque quería incluir en ese volumen una semblanza de un pran venezolano.

    En el primer correo electrónico que me envió, Leila decía con mucho tino que uno de nuestros pranes —y perdonen la primera persona del plural, pero son productos made in Venezuela— debía estar en este atlas de la maldad que se disponía a publicar. En esa lista, prometía ella, estarían malos inapelables, hombres y mujeres siniestros y obscenamente oscuros, los más malos de los malos de América Latina, gente realmente pérfida con un talento innato para infligir daños al otro y ser tan temidos como recordados por ello. Solo propuso una condición: debía entregar una pieza que rehuyera de la muy humana tentación de condenar al criminal y visibilizar el drama de las víctimas. No sería una crónica indignada y justiciera. La faceta de bestia debía estar acompañada por una indagación profunda en el pasado de ese delincuente que explicara, si es que eso era posible, el temible presente que lo diferenciaba de todos nosotros.

    Esa decisión no solo partía de una convicción que compartíamos. La condena sin atenuantes del personaje suponía desconocer que ni el criminal más tremebundo es completamente bueno o malo. Si toda semblanza es el resultado de la tensión entre la maledicencia y el panegírico, el reto era tomar distancia de esos extremos, mostrar al personaje en todas sus facetas y dejarle al lector el trabajo de valorarlo. Y entonces le propuse contar la historia de este criminal de

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