“Yo viví el infierno de la tortura en Puente Grande”
La cárcel federal de Puente Grande, en Jalisco, siempre me pareció que sería mi tumba. De alguna forma lo fue: allí, entre sus altas paredes, en las mazmorras húmedas y pestilentes se quedó una parte de mí. Hace exactamente 3 mil 219 días que salí de esa prisión y no ha pasado uno solo de ellos en el cual el recuerdo no me lleve otra vez al interior de la celda.
Desde el 11 de mayo de 2011 a la fecha no ha ocurrido una sola noche de sueño plácido; la pesadilla de la cárcel siempre me despierta al filo de la madrugada. Empapado de sudor, sintiendo los golpes de los toletes de los guardias que se prenden en la espalda, los ladridos de los perros taladrando los sentidos y los tirones de cabellos de una mano anónima que me obliga a ver los ojos rojos y vidriosos de un guardia, me levantan azorado.
Esa es la manera de vivir todos los días mi encierro en Puente Grande. Hoy soy un hombre libre, pero sólo físicamente. A la menor provocación, un sonido o un olor siempre me regresan al interior
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos