LA CASERA ASESINA
Dorothea Puente no era la abuelita que te imaginas. Después de una juventud plagada de mala suerte con sus pretendientes, se embarcó en una carrera criminal que incluía gestión de burdeles, falsificación de cheques, estafas a la seguridad social y, en última instancia, el asesinato de los inquilinos que dormían en su casa de huéspedes de la ciudad de Sacramento, en California. Sentenciada a cadena perpetua en 1993 por haber cometido tres homicidios, pasó a ser conocida como “la casera asesina”.
MARCADA POR LA VIDA
La señora malencarada del juzgado era la misma mujer que daba la bienvenida a personas —alcohólicos, drogadictos y enfermos mentales, sobre todo— que buscaban refugio en su hostal. A pesar de su edad tenía aspecto juvenil, enfatizado por su cabellera, de un llamativo rubio teñido. Su apariencia contrastaba con las arrugas de su rostro, las cicatrices de una vida llena de altibajos que acabaron por convencerla del camino que terminó escogiendo y ejecutando.
Dorothea era especialista en dar pláticas a unos inquilinos procedentes, en su mayoría, de la calle. Los trabajadores sociales que visitaron el hostal para luego recomendárselo a los marginados
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