La vida en rosa: Las muertas de Mexicali
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Sergio Haro Cordero, periodista desde el año 1983, decidió, en 2016, dar cuenta del fenómeno de los feminicidios, ubicado en el espacio que mejor conoce, Mexicali, la capital del estado de Baja Cal
Sergio Haro Cordero
Sergio Haro Cordero fue editor, reportero y fotógrafo del semanario Zeta en Mexicali, Baja California. Egresado de la Universidad Autónoma de Baja California.
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Vista previa del libro
La vida en rosa - Sergio Haro Cordero
Índice
Prólogo
Presentación
Chicali
Agradecimientos
Introducción
Jesús Lizbeth Alapizco Castro, era muy alegre
Diana Mía, muerte anunciada
Lucía Erika, ni mía ni de nadie
Brenda Patricia, siempre serás mía
Nereida Fuentes, la Ley
Ana Leticia Zatarain Acosta, amorzote…
Erika, Badoo, la magia de internet
Tatiana, en marzo, mes de la mujer
Ira y dolor intenso
Adriana Yadira, Morir de amor
Dulce María, Ahí se las dejo
Ana Luisa y Esmeralda, El enano y la chaparra
La impunidad
Esperanza, no pasa nada
Gloria, Te busco, te odio…
María de los Ángeles, la prendió de la heroína
La vida en rosa, en pedazos
Lupita, como una reina…
Esmeralda, la vida loca
¿Asesino en serie?
Reclamo social, la visión de la Procuradora
Conclusiones
Legales
Universidad Autónoma de Baja California
Sergio Haro
La vida en rosa...
las muertas de Mexicali
Prólogo
¿O sea que para que me hagan caso yo tengo que estar muerta?
, reclamó Brenda Patricia Ramírez González a las autoridades, tras haber presentado siete denuncias durante un año sin éxito, en contra del hombre que terminó asesinándola el 26 de octubre de 2015.
El libro que está a punto de leer, tiene un enfoque informativo, pero busca evadir los límites de tiempo y espacio que imponen los medios noticiosos convencionales.
Sergio Haro Cordero, periodista desde el año 1983, decidió, en 2016, dar cuenta del fenómeno de los feminicidios, ubicado en el espacio que mejor conoce, Mexicali, la capital bajacaliforniana, que desde el año 2009 dio sus primeros pasos para convertirse en una muestra protagónica del recién legislado delito, cuando los cadáveres femeninos empezaron a aparecer en los drenes de la ciudad, en hoteles, en la zona de tolerancia y dentro de las casas en las colonias no adineradas.
Los pasajes se centran en los asesinatos de 16 mujeres cometidos en un periodo de cinco años y nueve meses en la capital norteña; pero el reportero va más allá de los números, cuenta historias.
Los violentos decesos se abordan desde el lado de las víctimas, hilando la información de los expedientes judiciales, declaraciones de implicados o testigos, con entrevistas a sus familiares, madres, padres, hijos, hermanos, amigos y vecinos. La profundidad o superficialidad fue definida por la apertura o cerrazón de los deudos.
Si bien la muerte fue la idea de origen, al final, es la vida de estas mujeres la que da forma al libro.
Pese a contener las ideas y diálogos de algunos activistas, funcionarios e interesados en el crimen, el texto no ofrece un análisis de la problemática, lo que tenemos frente a nosotros es la exposición de una realidad muchas veces cruda, incluso básica.
Así conocemos trozos de la existencia de Lizbeth, las dos Erikas, las dos Anas, Tatiana, Adriana, Dulce María, María de los Ángeles, Gloria, Brenda, Lolis, Lupita, Esmeralda, Esperanza y la pequeña Diana Mía. Sus historias las humanizan para que no sean una muerta más en una estadística o un nombre en una nota periodística de 400 palabras.
También echamos un vistazo en el perfil de sus victimarios, entre los que se incluye otra mujer. Incluso, se visualiza la presencia de más féminas como cómplices agresoras.
Es en la contextualización, en ese ir perfilando a las víctimas, que de manera alterna se descubre una sociedad en la que se naturaliza el asesinato de mujeres y se deja percibir las deficiencias de diversas autoridades.
Los relatos describen los entornos, colonias y familias pobres donde existe poco apego a la educación formal, prostitución y zonas de tolerancia, drogas y adicciones, adolescentes convertidas en esposas, madres solteras, hijos abandonados o sin hogar fijo.
Lo que va a leer a continuación no es bonito; por la complejidad del crimen, tampoco es fácil de digerir, pero brinda la oportunidad de saber y entender qué hace que las muertas sean sujetos visibles y víctimas reales, al tiempo que evidencia un problema, un delito cuyas evidencias muestran que demanda atención.
Rosario Mosso
Presentación
La libertad de expresión no se pide, se ejerce.
Francisco Zarco
El compromiso de escribir una presentación a este libro del periodista y escritor Sergio Haro Cordero surge a partir de la invitación que su hijo Luis Carlos me hizo, pero también surge de un compromiso moral que adquirí durante muchos años de amistad con Sergio. Su aguerrido periodismo me obliga a hablar no sólo de la importancia de su trabajo en Baja California, sino de la cualidad humana que ello conllevaba. Comprometido y dedicado insobornablemente a las causas de la gente y sus problemas debido al embate de los poderosos encumbrados en un capitalismo voraz, trató siempre de ser el oído, la voz y los ojos del pueblo. Fue el canto del gallo del alba que denunciaba con su temple, y desde las trincheras y foros de sus publicaciones, las injusticias sociales, y nunca fue indiferente a la desigualdad, la injusticia, la discriminación o la persecución política.
Me parece un profesional insustituible pero a la vez un ejemplo de sendero a seguir. Su trabajo no sólo tenía que ver con la denuncia —arma principal del investigador—, sino con el destape de la crudeza ciega del poder y sus sutiles tentáculos de opresión. Sus escritos no sólo fueron una crónica del acontecer local y sus vicisitudes de lucha y resistencia, sino también arrojaban luz en un parangón con las crisis de la globalidad entera. Su obra nunca fue un trabajo baladí, porque en honor a la verdad y a su inquebrantable conciencia social, nos demostró y nos enseñó a todos que no hay cosa peor que quedarse callado y voltear a otro lado cuando lo que se necesita ante las desgracias de los semejantes es la denuncia y la solidaridad. Y su labor siempre puso en claro y fuerte, a veces entrelíneas y a veces directamente, que la crisis que vivimos es una crisis de la civilización, una crisis moral, una crisis del espíritu.
Conocía, pues, profundamente su ciudad, su región, su país. Durante treinta años de escritura incansable supo retratar a la comunidad y sus luchas con argumentos sólidos, sin veleidades o eufemismos, con la palabra directa, sin dejar de ser clara y bien construida, y con esas armas denunció el desborde irracional y el olvido egoísta de los gobernantes, los líderes corruptos, los delincuentes victimarios y los académicos e intelectuales adheridos al solipsismo de sus presupuestos. Éstos no saben nada de la vida del intelecto y de los valores espirituales, porque sólo el poder importa, un ciego anhelo de poder.
Por ello, el dejar un libro como el que ahora se presenta es una herencia invaluable. Las 16 mujeres asesinadas en cobardía y que él meticulosamente investiga, rastrea, testimonia, señala y denuncia valientemente y con coraje, es una demostración de justeza y de reclamo. ¿Qué nos dice con ello? ¿Qué nos conmina? ¿Qué nos exige? La sociedad tiene una democracia enferma, encerrada en el hospital de los desahuciados. Los poderes en turno demuestran un desprecio hacia las víctimas arrojando un velo de turbulencia en la persecución de la justicia. Los cuerpos policiacos son inútiles en su labor de protección, resultando en una burla, en un ninguneo social. Los asesinos que se escabullen entre las sombras de la incapacidad legal se vanaglorian de la impunidad. Detrás de todo esto se esconde una fobia contra la gente de todos los días, contra la gente trabajadora que no tiene la protección de los aparatos gubernamentales, que sólo aparece en los grandes medios como parias, como números, como despreciables y que el aparato de Estado sólo funciona como su depredador.
El ejemplo de Sergio con su trabajo, insisto, es uno a seguir, con su estatura ética, con su alegría de vivir en la verdad y con lo importante que es la construcción de algo mejor en este mundo. Porque su concepto de vida será una bandera que rechaza una y otra vez la barbarie y acepta regar la nobleza de espíritu, aunque ello implicase, a veces, el haber sido amenazado y perseguido; no es otra cosa esta labor sino una lucha contra la mentira.
No hay que equivocarse: este libro es el testamento y el testimonio de una de las mejores mentes que esta región haya producido. Sé que a él no le hubiera gustado que hablase en estos términos y con este tono, pero eso ya no importa, sólo espero que todos lo sigamos y logremos acercarnos a su estatura.
Tomás Di Bella
Nota de la editora: En esta obra se respetó la indicación que en vida diera el autor respecto a que no se modificara la redacción de la misma, pero ante su repentino fallecimiento durante el proceso de edición, no fue posible plantearle los cambios sugeridos.
Chicali
Mexicali es una ciudad de contrastes, en todo sentido.
La capital de Baja California es referencia obligada por su calor extremo —que en el verano puede superar los 52 grados centígrados—, por sus campeones mundiales de boxeo, por su comida china, por el terremoto de 2010 de 7.2 grados Richter y como sede en 1986 de la reunión de los presidentes de Estados Unidos y México, entonces Ronald Reagan y Miguel de la Madrid.
En tiempos de Lázaro Cárdenas se crearon en el valle de Mexicali —en terrenos expropiados a extranjeros—, cerca de 134 comunidades ejidales distribuidas en más de 200 000 hectáreas, y durante años, esa fue mundialmente una de las zonas principales en cuanto a producción algodonera.
En temas más banales, por haber aportado
una Miss Universo a la historia del trivial concurso, y en el terreno político, se le adjudicó la procedencia cachanilla de Ernesto Zedillo, el ahora expresidente mexicano.
Aunque políticamente la entidad ha aportado mucho más que eso, en las elecciones de 1988 fue uno de los dos Estados donde obtuvo más votación que el
pri,
el izquierdista Frente Democrático Nacional, y en 1989 la entidad llamó la atención del mundo porque de ahí surgió el primer gobernador en la historia del país —postulado por un partido distinto al Partido Revolucionario Institucional—, en este caso el
pan,
y concretamente, el ensenadense Ernesto Ruffo Appel.
Los panistas por aquí entraron y por aquí los vamos a sacar
, gritó al micrófono una joven priista durante un acto de campaña de Enrique Peña Nieto en Mexicali en el 2012, aunque realmente el partido azul gobierna en la entidad desde 1989, con seis gobernantes blanquiazules al hilo. Antes, en 1990 el
pri
sonorense instaló un gran espectacular en la frontera Mexicali-San Luis Río Colorado con la consigna De aquí no pasarán
, la cual, evidentemente quedó rebasada.
Pero Mexicali va mucho más allá de los temas que han llamado la atención de la opinión pública nacional y mundialmente. La historia de esta ciudad fronteriza está plagada de datos cruzados.
Se ubica cerca de 13 000 kilómetros cuadrados, lo que hace al municipio territorialmente más grande que los estados como Aguascalientes, Colima, Morelos, Querétaro y Tlaxcala o la propia Ciudad de México.
Geográficamente hablando es la ciudad más septentrional —la más al norte— de América Latina, hace frontera con el Estado económicamente más poderosos del mundo como lo es California, y localmente con Calexico, una pequeña localidad del Valle Imperial. Curiosamente los nombres de ambas ciudades entrecruzan las palabras claves, México y California, aunque la relación no es sólo gramatical.
De acuerdo con datos oficiales estadunidenses por esta frontera cruzan anualmente —por las dos garitas existentes—, cerca de 10 000 000 de vehículos hacia Estados Unidos y aparte, cerca de 5 000 000 de peatones. Ahí se incluyen a los 12 000 jornaleros agrícolas con residencia legal en Estados Unidos, pero que viven en Mexicali y diariamente pasan la frontera para laborar y ganar dólares en los fértiles campos del Valle de Imperial, en California.
Se dice que Mexicali cuenta con apenas 114 años de vida, que nació empujada por la producción agrícola en el Valle Imperial, y que del lado mexicano, la incipiente ciudad se esparció debido al apresurado crecimiento demográfico —frontera al fin—, y las invasiones de terrenos en lo que hoy es