Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El fin de la democracia:  un diálogo entre Tocqueville y Marx
El fin de la democracia:  un diálogo entre Tocqueville y Marx
El fin de la democracia:  un diálogo entre Tocqueville y Marx
Libro electrónico224 páginas2 horas

El fin de la democracia:  un diálogo entre Tocqueville y Marx

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Gilberto Lopes, con su profundo y provocador estudio a partir de un ingenioso diálogo imaginario entre Alexis de Tocqueville (1805-1859) y Karl Marx (1818-1883) sobre la democracia, nos presentan una obra inquietante sobre uno de los temas más importantes del siglo XXI. Este trabajo —nos dice— surge de una preocupación práctica, de una curiosidad teórica, por haber recorrido inspirado en la obra de estos dos grandes pensadores contemporáneos que se acercaron a la historia de su tiempo con particular agudeza y erudición.
La relevancia de los atinados análisis y planteamientos aquí expuestos es evidente al enfrentarnos, día a día, con los desafíos que la “democracia” del mundo de hoy impone: una creciente desigualdad, mayor concentración de la riqueza, absurdas guerras, deterioro ambiental y la pobreza cada vez más extendida.
Sin embargo, ante el estado de confusión política y económica que reina por todas partes, Gilberto Lopes nos propone, en un renovado y necesario debate sobre la democracia y el socialismo, “vislumbrar las señales del progreso en la ruta hacia la igualdad sugerida por Tocqueville, como el gran motor de la historia”. Este libro, sin duda, contribuye a que lleguemos con éxito al final de ese camino.
IdiomaEspañol
EditorialCuarto Propio
Fecha de lanzamiento21 ago 2016
ISBN9789568992392
El fin de la democracia:  un diálogo entre Tocqueville y Marx

Relacionado con El fin de la democracia

Libros electrónicos relacionados

Política para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para El fin de la democracia

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El fin de la democracia - Lopes

    2009

    I. EL FIN DE LA DEMOCRACIA UN DIÁLOGO ENTRE TOCQUEVILLE Y MARX

    1.- INTRODUCCIÓN

    a. Crisis política

    Una gran confusión política reina por todas partes desde la caída del socialismo en el este europeo. El referente político de dos generaciones desapareció en poco más de un lustro, en un proceso que parecía contradecir una visión algo simplista de la historia, según la cual el capitalismo, que sucedió al feudalismo, sería reemplazado, a su vez, por el socialismo.

    El desenlace de la Guerra Fría representó la desaparición del primer estado socialista que, desde su creación, pretendió encarnar un modelo universal de organización al que debían aspirar todos los revolucionarios del mundo.

    Hoy, 25 años después, tenemos ya una mejor perspectiva de esta historia. Las cosas no sucedieron así, y la realidad resultó, nuevamente, mucho más rica que el esquematismo de ciertas visiones políticas y teóricas.

    Un sentimiento de euforia se apoderó de los ganadores, que se apresuraron a hacer bueno su triunfo. Eso significó no solo la conquista de un vasto mercado en el este europeo, hasta entonces vedado para sus negocios, sino una sensación de que –ahora sí– todo el mundo (o casi todo, si excluimos China, Cuba y lo quedó del campo socialista) estaba disponible para la expansión del capital.

    La caída de la Unión Soviética hizo, además, desaparecer la sensación de que invertir en el extranjero, sobre todo en el Tercer Mundo, no era del todo seguro, ante la amenaza de que surgieran fuerzas comprometidas con reformas socialistas que pusieran en peligro los intereses del capital. El caso de Chile, con su intento de transformaciones llevado a cabo entre 1970 y 1973 por el gobierno de Salvador Allende, y la solución brutal dada a esa amenaza, estaba todavía muy presente. Pero la desaparición de la Unión Soviética cambiaba radicalmente las cosas. Como dijo Paul Krugman, la inversión externa parecía menos arriesgada que antes para la seguridad del mundo occidental (Krugman, 1999, 98).

    Se extendió un modelo neoliberal predatorio (cuyo análisis detallado escapa a los objetivos de este estudio) que aceleró el proceso de concentración de la riqueza en todo el mundo y, particularmente, en Estados Unidos, acentuándose la polarización social y las tensiones políticas.¹

    Por el otro lado, cundió el desconcierto y, durante un cuarto de siglo, por lo menos, desapareció del escenario, tanto político como académico, toda alternativa viable al capitalismo.

    Un modelo de pensamiento único se extendió por el mundo. Algunos soñaban que así sería por los próximos mil años. Otros se contentaban con apenas un siglo.

    Pero la realidad –majadera e insistente– siguió abriéndose paso, y ese acelerado deterioro de la situación social, la polarización de la riqueza, el agravamiento de las tensiones, obligó a que, en muy corto tiempo (un cuarto de siglo se reveló nada, en dimensiones históricas), resurgiera la necesidad de repensar lo que estaba ocurriendo, reacomodar las ideas a una realidad que, nuevamente, se nos escapaba.

    En América Latina, ese período fue acompañado por el proceso de fin de las dictaduras de derecha que se habían adueñado del poder a partir de los años 60 en Brasil, Chile en 1973 y otros países de América del Sur.

    Después de un largo y doloroso proceso de desarticulación de la oposición, se estimó prudente volver a la institucionalización de la vida política. Ocupó entonces un creciente espacio en el debate el concepto de democracia aunque persistió la idea de una democracia limitada y, de cierto modo, tutelada. Una democracia en la que el horizonte socialista había desaparecido.²

    Por otra parte, como en ninguna otra región, se aplicó el modelo neoliberal de privatizaciones de los activos del Estado en algunos países, entre ellos Chile y Argentina.

    La izquierda, debilitada por los golpes recibidos, y confundida por la caída del socialismo en el este europeo, se desdibujó. Ha sido, sin embargo, la realidad, el resultado de ese proceso de concentración de la riqueza y la creciente disparidad social, la que ha empujado el modelo a una crisis que parece enveredar por un callejón sin salida.

    b. Crisis de la teoría

    Si en la vida política surgía la demanda de una indispensable alternativa, en el terreno teórico las necesidades no eran menores.

    La democracia, secuestrada por una visión liberal que creía haber llegado a su hora soñada, era esgrimida como un modelo al que todos debían seguir. Y aunque esa democracia, ciertamente, era mucho más aceptable que los regímenes dictatoriales a los que sustituyó, no podía dar respuesta a algunos de los dilemas que seguían (y siguen) sobre la mesa.

    El primero es, precisamente, esa disparidad derivada de la reconquista de reglas políticas claras y relativamente respetadas, y el predominio de un sistema económico voraz y depredador.

    La teoría se refugió –nos parece que con demasiada frecuencia–, en el recurso de separar el análisis de ambos procesos, para ahorrarse así el esfuerzo de explicar cómo la recuperación de los derechos políticos convivía con una participación cada vez más reducida de la mayoría en la distribución de la riqueza nacional.

    El dilema teórico tenía, en todo caso, raíces más profundas, a las que, inevitablemente, deberíamos volver. Se trata de los límites de los derechos de las mayorías en una democracia, que ya había sido planteado por Mill³, Locke⁴, Madison⁵ y muchos de los que, hace ya más de 200 años, trataron el tema. La libertad, en el liberalismo, tenía un límite, como nos recuerda Laski, en su notable obra sobre el liberalismo europeo, a la que volveremos en diversas ocasiones en este trabajo.⁶ Ese límite es la propiedad, en su forma burguesa, o capitalista.

    La derrota del socialismo en el este de Europa dio un nuevo impulso a quienes, desde el plano teórico, soñaban con un capitalismo como la estación final de la historia. La creciente desigualdad social obligaba, sin embargo, a volver a los textos, a tratar de encontrar una luz que alumbrara el camino hacia la igualdad que Tocqueville⁷ nos sugería como motor de la historia.

    Este trabajo pretende sugerir un camino, volver a esa idea de la igualdad, no como una meta a la que aspiramos, sino como un recorrido al que los hechos nos van llevando, a pesar de las resistencias que encuentra a su paso. Lo que queremos hacer es destacar, en la enorme maraña de acontecimientos, muchas veces contradictorios, de nuestra época, aquellos que permiten descubrir la ruta hacia la igualdad sugerida por Tocqueville como el gran motor de la historia.

    Para eso habrá que volver los ojos también a la obra de Marx⁸, que sigue siendo, en nuestra opinión, una de las visiones más agudas del mundo que salía entonces de su infancia, lleno de bríos, y que, después de unos 400 años de desarrollo, parece dar muestras de senilidad. La creciente polarización social, las tensiones económicas y el desencanto con la política (que, para algunos, es muestra de la madurez del capitalismo) son síntomas de esa crisis.

    Este trabajo parte, entonces, de una preocupación práctica, de una experiencia de vida y de una inquietud política, pero también de una curiosidad teórica, para hacer un recorrido inspirado en la obra de dos grandes pensadores –Tocqueville y Marx–, que, lo sabemos bien, no carece de trampas, que trataremos de evitar.

    2.- EL AQUELARRE DEMOCRÁTICO

    Pongámonos, para empezar, bajo la bendición de Tocqueville. No es necesario que Dios hable por sí mismo para descubrir signos indudables de su voluntad, dijo este notable político y escritor francés. Basta con examinar el curso habitual de la naturaleza y la tendencia continuada de los acontecimientos para descubrir esa voluntad, que no es otra que el desarrollo gradual y progresivo de la igualdad. Este solo descubrimiento bastaría para darle el carácter sagrado de la voluntad del soberano señor. Querer contener a la democracia –asegura– sería entonces luchar contra el mismo Dios (13).

    No cometeremos ese pecado. Trataremos, en nuestro recorrido, de hurgar, primero, en el sentido de la igualdad, que Tocqueville identifica con la democracia. Mirando la sociedad actual, buscaremos las señas dejadas en el camino para tratar de descubrir dónde, y por qué, nos hemos alejado de la voluntad del Señor. Lo segundo, será desentrañar la naturaleza de esa democracia, para lo cual –creemos– Tocqueville nos deja también señas suficientes.

    Si Tocqueville propone la ruta, es otro contemporáneo suyo, Karl Marx, el que analizó con más rigor la naturaleza del régimen que surgía y daba aliento a la democracia: el capitalismo. Es en Marx donde encontraremos el impulso para seguir en la ruta que –según Tocqueville– se expresa la voluntad de Dios: ese desarrollo natural y progresivo en busca de la igualdad.

    Hasta donde sabemos, estos dos contemporáneos nunca se conocieron. Marx era 13 años más joven y, cuando Tocqueville murió, tenía 41 años. Pero nos parece justo ponerlos a dialogar, tan solo sea por la grandeza de sus obras, que nos heredan claves indispensables para transitar la ruta de nuestra modernidad.

    La democracia sigue hoy en el centro del debate teórico y político.

    La vida política del mundo contemporáneo gira en torno a ese concepto; la democracia es el referente de las más diversas propuestas políticas. Basta una rápida mirada al escenario internacional para contemplar lo abigarrado de la reivindicación del término, de México a Brasil; de la Europa del Este a la América del Norte, en Asia y en

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1