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Ideología de la conquista en América Latina: entre el axolotl y el ornitorrinco
Ideología de la conquista en América Latina: entre el axolotl y el ornitorrinco
Ideología de la conquista en América Latina: entre el axolotl y el ornitorrinco
Libro electrónico236 páginas3 horas

Ideología de la conquista en América Latina: entre el axolotl y el ornitorrinco

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Un hilo subcutáneo une el logos platónico, judeocristiano, hegeliano, y las ideologías que atraviesan la conquista de América, la colonización y la modernización de Latinoamérica.
Un hilo que tiene su centro en Europa y desde el cual todo lo exterior se hilvana con la misma aguja. La diferencia se mira desde la identidad, y para ello están los dispositivos ideológicos, el orden del lenguaje, las armas y el dinero. Esta filiación encuentra en el libro de Cristián Vila una claridad que escapa al ojo habitual. Si bien su objeto explícito es la ideología de la conquista, el autor hace uso de la genealogía nietzscheana para desentrañar las marcas fundamentales del encuentro entre dos mundos y dos lenguajes. Y desde allí enuncia su hipótesis: lo que funda el continente es el malentendido. Me explico. De parte de los que llegan, la reducción de lo diverso a lo uno. Para eso está el conocimiento, la fe y la espada. Se habla de descubrimiento, pero previamente se ha construido el objeto a descubrir. Se descubre lo que ya se sabe de antemano. Flagrante paradoja.
Colón encuentra lo que busca, pero el encuentro es un desencuentro. Son y no son las Indias. Es primero el paraíso perdido, luego la tierra de pecadores, finalmente las riquezas naturales y la mano de obra a explotar. Justo detrás, o al lado, llega la Cruz con un texto ya escrito y del que sólo cabe interpretar. Pero hay monopolio en la interpretación. El objeto está siempre definido desde el otro lado del océano y desde el lenguaje de la conquista, pero nunca coincide con el objeto real.
MARTÍN HOPENHAYN
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 ago 2019
ISBN9789567052813
Ideología de la conquista en América Latina: entre el axolotl y el ornitorrinco

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    Ideología de la conquista en América Latina - Cristián Vila

    IDEOLOGÍA DE LA CONQUISTA

    EN AMÉRICA LATINA

    Entre el axolotl y el ornitorrinco

    © Cristián Vila Riquelme

    © Universidad de La Serena

    Primera edición: (2002) Ediciones Nobel, Oviedo, España.

    Segunda edición: diciembre 2018

    ISBN Edición impresa 978-956-7052-55-4

    ISBN Edición digital 978-956-7052-81-3

    Editorial Universidad de La Serena

    Los Carrera 207 — Fono (51) 2204368 — La Serena

    Correo: editorial@userena.cl

    Catálogo en: www.editorial.userena.cl

    Imagen de portada: El sermón del cura, de Guaman Poma de Ayala, en Nueva corónica y buen gobierno: Institut Éthnologique de París (1912).

    Imagen de página 112: El sueño de la razón produce monstruos. Obra de Francisco de Goya, Museo del Prado, Madrid. Aguafuerte, Aguatinta sobre papel verjurado, ahuesado, 306 x 201 mm.

    Diagramación digital: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    Esta publicación, incluído el diseño de la portada, no puede ser reproducida, almacenada o transmitida por algún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo de la Editorial ULS.

    ÍNDICE

    El lugar que no cierra, por Martín Hopenhayn

    Prólogo a la segunda edición

    Prólogo a la primera edición

    I Introducción

    II Descubrimiento, malentendido y ambigüedad

    i) El malentendido

    ii) Culturas precolombinas

    III Conquista, arbitrario y emancipación

    i) El problema jurídico y la triple alianza

    ii) Arbitrario y emancipación

    IV América Latina: continente de la desidentidad

    i) De la razón de la historia

    ii) Repetición, servidumbre y poliformía

    Bibliografía

    Este trabajo:

    a mis padres, que lo estimularon, pero que no lo leerán nunca;

    a Salvador Allende Gossens, presidente constitucional de Chile muerto a raíz del golpe de Estado de 1973, y que probablemente no habría estado de acuerdo;

    a los peñi del Consejo de Todas las Tierras y su lucha por la autonomía y la diversidad.

    El lugar que no cierra

    Martín Hopenhayn

    Un hilo subcutáneo une el logos platónico, judeocristiano, hegeliano, y las ideologías que atraviesan la conquista de América, la colonización y la modernización de Latinoamérica. Un hilo que tiene su centro en Europa y desde el cual todo lo exterior se hilvana con la misma aguja. La diferencia se mira desde la identidad, y para ello están los dispositivos ideológicos, el orden del lenguaje, las armas y el dinero.

    Esta filiación encuentra en el libro de Cristián Vila Riquelme una claridad que escapa al ojo habitual. Si bien su objeto explícito es la ideología de la conquista, el autor hace uso de la genealogía nietzscheana para desentrañar las marcas fundamentales del encuentro entre dos mundos y dos lenguajes. Y desde allí enuncia su hipótesis: lo que funda el continente es el malentendido. Me explico. De parte de los que llegan, la reducción de lo diverso a lo uno. Para eso está el conocimiento, la fe y la espada. Se habla de descubrimiento, pero previamente se ha construido el objeto a descubrir. Se descubre lo que ya se sabe de antemano. Flagrante paradoja. Colón encuentra lo que busca, pero el encuentro es un desencuentro. Son y no son las Indias. Es primero el paraíso perdido, luego la tierra de pecadores, finalmente las riquezas naturales y la mano de obra a explotar. Justo detrás, o al lado, llega la Cruz con un texto ya escrito y del que sólo cabe interpretar. Pero hay monopolio en la interpretación. El objeto está siempre definido desde el otro lado del océano y desde el lenguaje de la conquista, pero nunca coincide con el objeto real. De manera que esa reducción nunca es total y las líneas de fuga desde el lado de los sometidos y colonizados persisten hasta hoy, abriendo una heterogeneidad radical desde la cual cabe pensarnos: en la fisura identitaria, en actos de lenguaje donde la diferencia/ resistencia sigue afirmándose pese a ese hilo subcutáneo que insiste en cosernos con la aguja del logos único.

    Vila mismo opera desde el lugar de la diferencia. Para ello, el propio lenguaje que moviliza en su ensayo va marcando la distancia y se instala en los huecos. Así, poetiza lo que escribe y recurre a referentes donde el logos se burla incesantemente: desde Wittgenstein a Lewis Caroll, de Nietzsche a García Márquez, la otredad refluye como una terca marea. Y en eso sorprenden las dos figuras animalescas que hacen de subtítulo a la obra, el axolotl y el ornitorrinco. El primero, ya utilizado por Roger Bartra en un hermoso ensayo sobre la cultura mexicana, nos habla de una salamandra que hasta el final vive en condición larvaria, y por tanto se define por lo que no es del todo. El axolotl es irrecuperable en su no-desarrollo, resistente hasta las últimas al imperativo evolutivo de la adaptación a la norma. El ornitorrinco es el símbolo del mestizaje donde la identidad es siempre cruce y mezcla: pico de pato sin ser pato, tamaño de conejo sin ser conejo, cuerpo y cola cubiertos de pelo gris sin ser ni castor ni chinchilla ni gato.

    Como sea, hay que romper la pretensión reductiva impuesta de afuera. Esa es la forma de afirmar el malentendido y a través suyo abrir forados en la ideología de la conquista. Una ideología, insisto, que no termina con las gestas republicanas de independencia, sino que se prolonga en su fuerza homogeneizadora a través de los regímenes políticos, las empresas de modernización socioeconómica y de unificación cultural. El discurso del progreso quiere marcarnos como los niños de la historia y esa visión, bastante infantil en su forma de infantilizarnos, encuentra su paroxismo en la filosofía de la historia de Hegel que confina a los pueblos latinoamericanos al rango peyorativo de la prehistoria. Allí el malentendido se yergue en sistema, y en ese sistema el espíritu absoluto mira hacia América con compasivo desdén. Debemos ser domados, civilizados y racionalizados para hacer parte de esta providencia laica (antes no tan laica) que todo lo allana con su propia voluntad de poder. Y de saber.

    Pero la sutura sangra y por la herida habla un lenguaje distinto. La discontinuidad se expresa en la connivencia de lo heterogéneo: animales mestizos, hibridaciones de la imaginación que no se subsumen a los dictámenes de la razón logocéntrica, formas cotidianas de sobrevivir donde lo moderno se mezcla con lo no moderno, mestizajes que nunca se blanquean del todo y atizan la fogata de la diferencia en los sincretismos del arte (como el barroco andino o mesoamericano), los delirios de la literatura (como el realismo mágico), y la incesante reapropiación de lo impuesto en código propio. Como señala el autor, la identidad aparece en su permanente rodeo: en la fragmentación, el derrumbe de la significación y del sentido, la exterioridad que no se rinde.

    El territorio América Latina se convierte así no sólo en la historia irredimible de lo otro, sino en metáfora de la otredad dentro del lenguaje. En ese tránsito entre historia y metáfora, el ensayo de Cristian Vila Riquelme coloca sus apuestas. Y apuesta fuerte. Como en la imagen poética, la resonancia de la alteridad radica en cómo lo heterogéneo evoca, sugiere, rompe el sentido común. Una disfuncionalidad fecunda que no es rentable pero sí es potente.

    El ensayo que aquí comento puede ser definido como radicalmente democrático; propone un enfoque plural para un largo proceso en que de un lado la pluralidad, como diferencia irreductible, quiere ser toscamente negada y muchas veces ni siquiera vista, aunque palpite ante los ojos; y de otro lado el sometido que entra y sale del logos para llevarse retazos del mismo a su propio hogar y allí reciclarlos en código propio. La alteridad latinoamericana no consiste en un mundo tribal, cerrado y sin puntos de contacto con el texto, la razón y el progreso; precisamente lo alterno es lo híbrido, mezclado, puesto patas arriba. No es lo otro prístino sino lo otro-mismo-otro en un movimiento irónicamente aleatorio y en un lenguaje que no es de aquí ni de allá: creole, chicha, macondiano, candomblé, chilota. Donde mito y logos se barajan bajo la manga para hacer perserverar la desidentidad. Más que estrategias de supervivencia, vivencia disímil que retorna como la poesía misma.

    Queda por decir que es un placer leer estas páginas de Vila en que la erudición está al servicio de la inspiración, la filosofía como astucia de la poesía, y donde el lenguaje se piensa a sí mismo desde el lugar que no cierra.

    (Texto tomado de Revista Rocinante N° 48, octubre 2002, Santiago.)

    PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN

    Señor, ¿sabéis de cierto si estamos vivos?

    Francisco de Quevedo

    Desde que este libro fue publicado en Oviedo (España), en 2002, con ocasión del Premio Jovellanos de Ensayo 2001, muchos puentes se han seguido construyendo sobre las aguas, pero lo esencial de lo que aquí se dice, esto es, América Latina como continente de la Desidentidad, y el Malentendido –la disimilación originaria en el lenguaje– como el elemento fundacional de ella, me parece que sigue vigente. A pesar de los puentes y también porque las aguas siguen fluyendo, porfiadamente. El caso es que no he querido corregir o aumentar (o disminuir) el texto que aquí se reedita. Como bien se dice en el Prólogo a la Primera Edición, el texto fue presentado como tesis de Doctorado en la Université de Paris-Sorbonne, en noviembre de 1990, tesis que fue defendida en mayo de 1991, pocos meses antes de regresar a Chile después de 17 años de exilio. Como se ve, han pasado cerca de 30 años desde su redacción y 16 años desde su primera publicación. Es una buena cantidad de años (sobre todo en estos tiempos virtuales o de modernidad líquida, al decir del sociólogo polaco Zygmunt Bauman), como para pensar si no habrá por allí algo que habría que revisar o modificar. Pero quiero destacar que su vigencia va por ese estar entre el axolotl y el ornitorrinco, figura esta que nos sigue determinando como continente y, por lo tanto, como lenguaje (o modo de vida, al decir de maese Wittgenstein).

    Mi maestro Juan Rivano, cuyas enseñanzas tenían que ver con la confrontación de la idea con la realidad y de la realidad con el examen crudo e implacable de los mecanismos que la establecen, ya había tenido el tema de lo latinoamericano –fuera del esquema hegeliano y marxiano de lo a-histórico o del continente en vías de desarrollo– en varias de sus obras, tales como El Punto de Vista de la Miseria o Cultura de la Servidumbre, y proposiciones como: «Así, por ejemplo, nuestra filosofía ¿es más que un desordenado hacernos eco de las inquietudes que surgen, con o sin razón, en lejanos lugares? Los españoles deciden –nadie sabe por qué– traducir a los alemanes y he aquí a toda Latinoamérica profundamente conmovida por los problemas que conmueven a los alemanes. Si los alemanes dan el grito fenomenológico, he aquí a toda Latinoamérica ocupada de tener intuiciones eidéticas; si los alemanes deciden volver al Ser, he aquí a toda Latinoamérica con espasmos metafísicos. Y lo mismo en todo lo demás; anda cada uno de nuestros filósofos repitiendo su parte con el estilo y modo de algún papa europeo. Pero, la manera como podamos hacer algo con tales doctrinas nadie lo ve; no hay otra partícula de relación entre lo que se dicta en la cátedra y el mundo circundante.» (p. 166 del primer libro nombrado). Y eso lo decía en 1965. Como en 1969, en el segundo libro nombrado, dice en una crítica a las posturas de Louis Althusser (y a sus discípulos latinoamericanos) en relación al supuesto antihumanismo teórico del Marx maduro opuesto al humanismo ingenuo del joven Marx: «Lo que hace Marx es desplazar la atención desde la esfera humanista a la esfera material con vistas a traducir en el plano de una práctica efectiva los problemas que no podían ser resueltos en términos de pura fenomenología o lamentación humanísticas. Eso es cierto. Pero es obvio también que la solución material es la solución de los problemas humanos.» (p. 191). Estas citas sirvan como ejemplos de lo que ya estaba diciendo respecto a que, lo queramos o no, hay cosas que en Latinoamérica no han perdido su vigencia, tanto en el plano positivo, de lo que afirmativamente nos definiría –el ornitorrinco–, como en el plano negativo, aquello que nos tiene aún empantanados en lo mismo –el axolotl– con todo su ejército de mentirosos, estafadores, gurúes y cultores de la apariencia y del vacío. Y por el mismo lado, todo el desastre educacional y cultural al que nos ha llevado el mito de la sociedad del conocimiento, repetida en toda su vacuidad, como loros de circo, por todos nuestros políticos y estadistas que quieren mostrarse como encarnaciones de la persona culta y altruista definida, claro está, por la maquinaria conceptual eurocentrista y occidental, en vez de hablar de la mentada globalización como lo que es: la hegemonía internacional del capital financiero y, a través de ella, la asfixia de la diversidad y de lo legítimamente otro.

    Cabe destacar, también, los últimos descubrimientos en relación a las mal llamadas culturas precolombinas, que vienen a reafirmar lo que aquí se sostiene respecto a la no linealidad de la historia humana y a las trampas del racionalismo occidental. Hace tres décadas atrás aún se discutía sobre si dichas culturas eran sociedades sin escritura, condición sine qua non, la de la escritura, para merecer el título de civilización, limitando el concepto de lo escritural al concepto que se ha manejado en occidente desde la separación entre civilizados y barbaroi iniciada en la antigua Grecia, y que los conquistadores supieron reproducir tan eficazmente en la conquista de América. Considérese nada más los recientes estudios respecto a la cultura y antigüedad de la impresionante cultura maya (excavaciones y hallazgos con tecnología láser en el 2016), o la aparición de nuevas ciudades incas que ponen en cuestión lo afirmado hasta ahora sobre el Tawantinsuyo, sin hablar del persistente misterio de la cultura Tiahuanaco (que por lo demás ni siquiera se llamaba así), nos demuestran que faltaba mucho para clausurar cualquier posibilidad distinta de la historiografía tradicional. Porque lo que sigue mostrando nuestra civilización –nuestra, lo queramos o no, puesto que estamos inmersos en ella, definiéndonos con sus categorías y solazándonos en el malentendido de sus instituciones, cayendo como los ciegos de Brueghel en la manipulación de todo, hasta de la rebelión y de la crisis, sobre todo de esta última– es la porfía por erigirse como único modelo y única posibilidad práctica del establecimiento de la verdad, así sea a través de la conceptualización nominalista de todo lo que ocurre como a través de la fuerza desquiciada. Lo cual produce en nuestra América Latina, por una especie de fatalidad –de ananké–, que se revivan los modelos de reproducción y de recambio experimentados en los escenarios previstos por la civilización occidental, pero como una especie de caricatura causada por la repetición y la servidumbre. Sin embargo, en algún lugar proclamé como consigna la proposición Omne Novum Subsole (Todo es nuevo bajo el sol), opuesta a la fórmula del Eclesiastés, Nihil Novum Subsole (Nada es nuevo bajo el sol), manera abierta y atenta a lo aconteciente, que es también el perpetuum mobile heracliteano o la inocencia del devenir de la que hablaba maese Nietzsche. Como también hago mía la bella proposición del viejo Bakunin, con la que finalizo este trabajo: «la libertad de los otros prolonga la mía hasta el infinito».

    ¿Hay lugar, entonces, para la afirmación del ornitorrinco –y del misterio del axolotl– a pesar del pesimismo histórico, del Malentendido y del largo aprendizaje de la decepción? Pareciera que esta interrogante es el tipo de pregunta que es en sí misma una posible respuesta, aunque sea en suspensión o en el sentido trágico más amplio y más afirmativo. Y el lugar de esa pregunta y de esa respuesta –quiero creer– es este continente que llamamos América Latina, como se afirma a lo largo de este trabajo. Trabajo que fue escrito, además, con las expectativas intactas en esta larga marcha por la libertad y la plenariedad de los seres humanos, como en la constitución de nuevas formas de organización social y en el reconocimiento de lo heterogéneo que todo eso conlleva. Aunque sea teniendo en cuenta lo que nos dice el gran Victor Hugo en su novela Les Travailleurs de la Mer (1866), y que por la constitución misma de América Latina y de la servidumbre de sus élites, tiene plena vigencia y merece toda nuestra consideración:

    «Religión, sociedad, naturaleza; estas son las tres luchas del hombre. Estos tres conflictos son, al mismo tiempo, sus tres necesidades: es necesario que crea, de ahí el templo; es necesario que él cree, de ahí la ciudad; es necesario que él viva, de ahí el arado y la nave. Pero estas tres soluciones contienen tres conflictos. La misteriosa dificultad de la vida surge de los tres. El hombre tiene que lidiar con obstáculos bajo la forma de superstición, bajo la forma de prejuicio y bajo la forma de los elementos. Un triple ananke pesa sobre nosotros, el ananke de los dogmas, el ananke de las leyes, y el ananke de las cosas. En Notre Dame de Paris el autor ha denunciado la primera; en Los Miserables ha señalado el segundo; en este libro (Los Trabajadores del Mar) señala el tercero. Con estas tres muertes que envuelven al hombre se mezcla la fatalidad interior, ese anarquismo supremo, el corazón humano.»

    Algarrobito, Provincia del Elqui, diciembre de 2018

    PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN

    «Yo sé que hablo porque yo hablo pero que no voy a persuadir a nadie», constata un joven de 23 años, Carlo Michelstaedter (Persuasión), al comienzo de su memoria de grado; una vez terminada, se suicida. Spinoza sabía aquello pero en términos de óptica y no de impotencia: tratando de hacer la mirada más clara, más neta, de construirse un método (geométrico) —al igual que los cristales que pule. Nietzs­che lo escribe en su Zaratustra de la siguiente manera: «Hélos aquí riendo frente

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