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Aculturaciones: El vacío de la cultura o el delirio de la identidad
Aculturaciones: El vacío de la cultura o el delirio de la identidad
Aculturaciones: El vacío de la cultura o el delirio de la identidad
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Aculturaciones: El vacío de la cultura o el delirio de la identidad

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El uso del concepto de cultura se parece a una “coartada ritual”, en el contexto de la formación social posdictadura en Chile; una coartada que dio pie a una formación discursiva ambigua que impidió a las ciencias de la cultura desarrollarse, y por tanto generó un uso desbocado del concepto y sus derivados semánticos.
IdiomaEspañol
EditorialCuarto Propio
Fecha de lanzamiento12 dic 2015
ISBN9789562606448
Aculturaciones: El vacío de la cultura o el delirio de la identidad

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    Magnífico libro a nivel del aporte teórico respecto de las posibilidades y límites del concepto de cultura

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Aculturaciones - Miguel Alvarado Borgoño

Miguel Alvarado Borgoño

ACULTURACIONES.

El vacío de la cultura o el delirio de la identidad

Esta publicación es una coedición de Editorial Cuarto Propio con la UMCE

ACULTURACIONES.

EL VACÍO DE LA CULTURA O EL DELIRIO DE LA IDENTIDAD

© MIGUEL ALVARADO BORGOÑO

Inscripción Nº 231.010

I.S.B.N. 978-956-260-644-8

© Editorial Cuarto Propio

Valenzuela 990, Providencia, Santiago

Fono/Fax: (56-2) 792 6520

www.cuartopropio.cl

Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación

Dirección de Extensión y Vinculación con el Medio

Fondo Editorial de la UMCE

Av. José Pedro Alessandri 774, Ñuñoa, Santiago

Teléfono: (56-2) 22412509

direccion.extension@umce.cl

www.umce.cl

Diseño y diagramación: Rosana Espino

Edición: Paloma Bravo

Edición electrónica: Sergio Cruz

Impresión: DIMACOFI

IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE

1ª edición, julio de 2013

Queda prohibida la reproducción de este libro en Chile

y en el exterior sin autorización previa de la Editorial.

Para María Elizabeth la hermana desde el tiempo de antes…

y para Isidora y Trinidad, el sentido de estos años…

PRÓLOGO

De la construcción del Mandala

La incomunicación no es únicamente un epígrafe

El concepto de cultura esconde una indeterminación, que lejos de ser una invitación a la multiplicación de los significantes resulta un espacio vacío y por lo tanto estéril, es un no decir para perpetuar el silencio, para que la apelación ética quede suspendida en la levedad de ese sigilo. El concepto de cultura poseyó un cariz un tanto subversivo, algunos atribuyen a Goebbels, otros a Millán-Astray la siguiente frase: cuando oigo la palabra cultura, echo mano a la pistola, actualmente nuestra tragedia radica en que la palabra cultura no dice nada, se ha transformado en un vacío infértil, un no-decir, un recurso permanente y confuso.

De este modo un prólogo para un libro que ni siquiera está anclado en un concepto aglutinante es una forma de desorientación del lector. Imaginar este libro sin prólogo ajeno, sin palabras que le den el parabién, el espaldarazo, la legitimación: en definitiva sin palabras bienhechoras que lo introduzcan en algún canon, nos parece deseable, luctuoso, una forma de continuar desorganizando algo que es como mis libros anteriores, nada más que una colección de ensayos, otra pieza que articula un libro interminable, siempre el mismo libro, que dialoga con otros textos, quizás por el miedo visceral a encontrarse con los demás, quizás una paradojal antropología misántropa, un desdoblarse amorosamente en la lectura y el comentario, develarse en la metáfora que se cuela entre las rendijas del ensayo, en la recensión; disección, ditirambo y carta en la botella quebrada (Sonia Montecino ya lo dijo hace unos años de nuestro trabajo).

Por eso esta introducción es una homenaje a la soledad, una oda a la dignidad del que se escribe, trasvierte, expresa, sin nunca revelar el trasfondo, quizás como una forma de construir un personaje; en el libro de papel, en el libro pirata de internet, en las sospechas, perjuicios y malabares de la no memoria, del no reconocimiento, de los lectores terribles que desean que el personaje exista para poder de esa manera estar en algún desacuerdo, justificando la discrepancia, avalando en la culpa que se porta por la violación de los códigos canónicos textuales y por la absoluta soledad de la propuesta. Quizás algo de razón tengan los lectores terribles, esto no es un aporte a una escuela sino la apelación a una modernidad romántica que pienso, transportó al concepto de cultura de un acertijo hasta el terreno de la coartada.

Torna a la memoria una carta de Cioran a Savater, en plena dictadura franquista, cuando alguien sospechó que Cioran era un invento del propio Savater, ya que sus libros (los de Cioran) circulaban en pequeñas ediciones en una Francia entrañable y oculta para el mundo hispano, se construye el sentido cuando Cioran le ruega a Savater: ¡no los desmienta!, Cioran desea ser el invento, es decir, no quería ser, o quería ser de una manera en que la maldición de la distancia pudiese manifestarse de forma cruel y honesta; Cioran no quería ser, solo sus palabras traducidas y desdobladas en el comentario del joven amigo tenían verosimilitud para él, pero siempre fuera de la real magnitud de su presencia. Los europeos, especialmente Derrida mucho nos han enseñado sobre los devaneos de la dialéctica presencia/ausencia, nuestra terrible especificidad es que el fin del hombre y la ausencia, (que es presencia y alejamiento al final), se conjuga desde hace cuarenta años con millares de detenidos desaparecidos, y hoy se enlaza a la invisibilización, los desaparecidos de hoy son ante todo ausencia mediática, fabricados y desvanecidos por medios de comunicación controlados que coexiste con una internet que pierde su peso perlocutivo por el solo hecho de remplazar al impreso, una internet que es en sí panfleto: es aquel papel que se lee, que puede sorprender, pero que al final se pisa y se olvida.

No quiero posarme desde la infundada ruptura porque de tanto fundar y refundar, no queda espacio para el simple surgimiento de una antropología latinoamericana, puesto que en la búsqueda de la expresión hay un eso que es constante e historiable, un eso que no requiere ninguna suspicacia, como dijera el salvador en la terapia y en la reflexión, Jaques Lacan, yo vuelvo a los orígenes, yo fundo sin crear, yo inicio sin iniciar nada. Deseo simplemente asumir a las ciencias de la cultura positivista, funcionalista y sistémica como un charco, una interrupción fruto de la colonialidad, del esnobismo y también del azar; para de este modo proseguir la tarea de la escritura, reconstruir un edificio antiguo pero bien cimentado y asumir de manera soslayada y un tanto ingenua que la modernidad es romántica, romanticismo que es un barroco degradado, vuelto representación, tipo ideal y arquetipo estético, pero es lo que somos en nuestras narraciones, es lo que tenemos, modelos estéticos sobrecargados, que por diversas razones nos permitieron representar el mundo, hasta que el positivismo y el desarrollismo interrumpieron el sintagma, apretaron la frase para convertirla en un gesto de copia, emulación de las formas de pulcritud analítica.

Por lo tanto hoy la tarea es inversa, no es progreso, avance ni fundación, es un arte rupturista hecho narración de la diversidad sociocultural, el esfuerzo se parece al de Teresa de Jesús en las Moradas, en su vuelta a lo permanente de la espiritualidad, volver a esa forma de narrar que fue literatura y luego simultáneamente historiografía, como también fue (en algunos altos momentos) poesía, en una forma de entenderla (como las pocas líneas rescatables que se logran escribir en cada civilización en un milenio como decía Ezra Pound) que aún no ha sido siquiera definida, el texto se articula desde una metalengua del proceso y en proceso, pero que hunde sus raíces en las formas de escritura decimonónicas, como un refugio, como algo matricial, arcaico, antiguo y procreante; parece que la autenticidad de la tarea consiste en escribir sobre lo sociocultural bajo el formato de la carta de amor, como en El amor en los tiempos del cólera, donde las cartas comerciales del eterno enamorado eran estrofas engominadas y sueltas.

Vale la pena imitar a Juan Luis Martínez y que piensen que uno es un invento de sus amigos, y vale la pena escribir siempre el mismo libro, vale la pena repetir los ensayos, rescribirlos, avergonzarse de ellos, reditarlos, simplemente porque somos parte de una búsqueda perpetua, que ya no quiere desatender al sujeto objetivo (digamos sujeto de la praxis) en una búsqueda cardinal: la de la memoria.

Luego de admitir que el autor es una estrategia narrativa necesitamos volver a los orígenes de nuestra expresión en el siglo XIX, en la lógica de la historia y la literatura, las narraciones fundantes de una unidad nacional ficticia y desesperada, hoy son cruzadas por una ética de la memoria de urgente necesidad. Si todo este esfuerzo es el esfuerzo de la memoria este libro cobra sentido, como aquello que rescato de un libro de la pensadora Brasileña Eni Orlandi¹, en este prólogo usaremos esas palabra escritas para reseñar el libro de una maestra, pero esta vez para definir mi propia escritura, probablemente porque el ensamble es el mismo, porque el idioma no logró separar el vínculo, y porque la inquietud en la calma nos impulsa a ambos.

Rememoro en homenaje a Eni y en disquisición respecto y en este libro: El poeta judío Paul Celan, el sobreviviente de Auschwitz-Birkenau, el suicida, en un poema sobre los hornos donde ocurrió la Shoah habla del humo evaporando la vida, utilizando en alemán un concepto que no tiene sinónimos, hasta donde sé, en las lenguas romance, metapherngestöber, y que traduzco a mi amaño como explosión o torrente de metáforas… este poeta del exterminio víctima entre las víctimas, alguna vez visitó en su cabaña en la Selva negra a Heidegger, y poco sabemos de lo que hablaron, solamente queda un poema críptico, hermoso, pero que nada esclarece; sin embargo, este poeta de la finitud radical mucho nos puede decir de los efectos de la barbarie en Latinoamérica; la barbarie que se asemeja a la de Auschwitz pero en Villa Grimaldi, y que hoy se niega sin el valor de Edipo de sacarse los ojos frente a la responsabilidad de la ceguera: la explosión de metáforas es el momento en que la polisemia se vuelve incoherente y por tanto vacía, freudianamente si fuera delirante tendría sentido, pero la carencia del sentido es el peligro en la lectura, el espanto de no poder comprender y por tanto comunicar radica en que la metáfora se desborda como el humo negro de las calderas de Auschwitz.

Deseo que en mis libros ese humo no se disemine y la constelación de significantes tenga un punto cero, una forma de lenguaje primigenio que surja del concepto de sujeto, se trata, eso sí, de un sujeto entre barroco y surrealista, como un cuadro de Picasso o de Matta, donde lo cóncavo esquiva la exactitud, donde la nariz es un cuerno de minotauro, donde la boca aguanta un solo diente, lacerante.

Se trata del concepto sui generis de sujeto recuperado, un sujeto por cierto, descentrado, presa no del movimiento histórico sino del devenir del sentido, saturado en lo dicho y no dicho, sujeto simultáneo en la enunciación y la escucha, sujeto que es sintagma en la sucesión, paradigma en lo incluido y en lo obviado, pero sujeto al fin y al cabo; nunca hombre, persona o clase social; sujeto que exige una restitución del concepto de autor, un autor que no es paráfrasis del narcisismo transferencial de Sainte-Beuve y su apelación a la escritura como simple reflejo de la vida, sino que remite al sujeto de Marcel Proust, que vive en el discurso y es ante todo una herramienta semántica, pragmática, hermenéutica y sociocrítica, así desde el sujeto-autor, el sujeto-lector y el sujeto-actor dejan de ser una entelequia, que varía y se trasvierte, pero existe y se hace patente, es como el mar nerudiano besa y se retrotrae: se sale de sí mismo/ a cada rato, dice que sí, que no,/ que no, que no, que no,/ dice que si, en azul,/ en espuma, en galope,/ dice que no, que no: no se puede estar quieto, sino que es un hito, un cayado, una señal, una puerta en la interpretación del análisis cultural.

Hay un autor, hay un lector por tanto, ello involucra la quizá feliz noticia de que es posible leer desde el descentramiento, apelar a algo que crea y algo que recrea, no como requerimiento al humanismo metafísico, si como rescate del texto como producto social, dominador o emancipatorio según cómo se produzca, se lea o se interprete.

Si nos preguntamos, parafraseando a Vargas Llosa ¿en qué momento se jodieron las ciencias de la cultura en Chile?, responderíamos probablemente que esto no es así, sencillamente porque estas ciencias no han logrado su autonomía desde la recuperación de su auténtica tradición, aún no se constituyen como disciplina autónoma en nuestro medio, más bien son un intento, realizado por estudiosos de la literatura, sociólogos, filósofos, antropólogos y politólogos. La formación social postdictadura dio pie a una formación discursiva que impidió a las ciencias de la cultura desarrollarse, y configuró unas ciencias humanas acomodaticias y asépticas, que disciplinariamente fueron producto de la represión de los 70 y de lo que es peor la autocensura de los 80; es en ese contexto donde los cientistas sociales no teníamos curriculum sino prontuario, en palabras de un ministro de educación chileno.

Esto ni siquiera se expresó en lo no dicho, lo que primó en un espectro amplio de nuestras ciencias humanas fue un vacío, una ausencia, una visión culposa que hoy ya introyectada se vuelve una carga que nos pesa y que nos obliga a asumir nuevas categorías y a comprometernos con los procesos históricos; sueño que el reciente movimiento estudiantil sea un remezón que posibilite ese asalto al cielo que significa interdisciplinar todo, confundir, mezclar, atreverse a fallar, resignificar, crear y recrear, hacer una mimesis desatada y una praxis heterodoxa, que permitan asumir nuestro pensamiento y escritura como una mano que se lanza hacia el infinito para captar, nunca capturar, la explosión de metáforas susceptibles en cada enunciación y descubrir galaxias con formas sinuosas y desarrapadas en la infinitud del cielo estrellado de significantes. El pensamiento propuesto desde una teoría crítica de la sociedad y la mente, se vuelve un artificioso y creativo adjetivar, sin duda Huidobro tenía razón, el adjetivo cuando no da vida mata. Sí, estimada Eni Orlandi (como dijiste la noche en que presenté tu libro), el lenguaje siempre falla pero confío en que estos adjetivos, este libro entero no dilapide lo que va quedando, la posibilidad de proseguir la escritura.

Campus Macul, junio de 2013

1 El tupido velo en el análisis de discurso en Chile: Presentación del libro de Eni P. Orlandi. Análisis de Discurso. Principios y procedimientos. Editorial LOM, Santiago de Chile, 2012.

Primer capítulo

Yo fundo –tan solo como siempre lo he estado (…)

…Es mi intención que este título represente al organismo

en el cual debe llevarse a cabo un trabajo– que (…),

restaure el filo cortante de la verdad,

que vuelva a conducir a la praxis original…

Jacques Lacan, Acto de Fundación de la

Escuela de Orientación Lacaniana, 21 de junio de 1964

(Cortes y elusiones son siempre nuestros).

El bogar de los encuentros y el imperio, aún, de la distancia

Nuestra generación no puede vencer la maldición de la distancia: eran dos jinetes, despertando demasiado temprano en la madrugada de garúa, transidos de frío, abrigados y silenciosos; cruzan miradas por encima de bufandas oscuras. No se dijeron nada. Pero hay cierta certidumbre de que; sus cabalgaduras agacharon las cabezas en gesto de adiós y de saludo. La quebrada era abrupta, el paso lento, pero realmente, en esa mirada profunda pudieron aquilatar el infinito calor que entrañaba el roce de sus cuerpos al cruzar, el estrecho sendero entre la montaña espeluznante y el vacío infinito del abismo. Solamente en el momento mismo de atravesar el paso, en el instante en el que se experimenta el vértigo del roce y el vacío, se dieron cuenta que esa era la verdadera ruta, la del encuentro indeterminado de cuerpos humanos y cabalgaduras que se tocan. Solo antes de caer ambos al vacío supieron que estaban en realidad soñando la metáfora de su encuentro y que no había camino antes ni después, solo la montaña imaginada y el vacío cierto y sobre todo el roce imperdible. Ese sueño les ayudó a nunca pronunciar la palabra futuro en los infinitos encuentros ulteriores…

(Yo, quizá, nunca fui plenamente feliz, pero es sabido que la desventura requiere paraísos perdidos.) No hay hombre que no aspire a la plenitud, es decir a la suma de experiencias de que un hombre es capaz; no hay hombre que no tema ser defraudado de alguna parte de ese patrimonio infinito. Pero todo lo ha tenido mi generación, porque primero le fue deparada la gloria y después la derrota¹.

1 Jorge Luis Borges. Deutsches Requiem. El Aleph. Barcelona: Editorial Bruguera, 1980.

Detracción de la escalera¹

Para nuestra generación y la de nuestros padres, una de las limitaciones cardinales en el plano interpretativo, consiste en evaluar los procesos que vivimos en Latinoamérica, desde las sucesiones de formaciones sociales que atraviesan a los países centrales de Europa y hoy a Norteamérica, particularmente en los planos político, estético y económico. Ningún proceso es equivalente, particularmente en el plano de las formas culturales, por ello la sucesión entre Barroco, Ilustración, Romanticismo y Modernidad, es una escalera ascendente, una forma de expresión de lo que Max Weber entendió por tipos ideales²; pero, los tipos ideales permiten (muchas veces) entender la historia pero no son la historia. Esta sucesión resulta engañadora, si intentamos desde ella comprender nuestros procesos culturales, debido a la ambigüedad de las categorías.

Desde la disección del sincretismo, identificamos elementos que nos permiten hablar de cada uno de estos movimientos de la cultura, sin que ninguno se encuentre químicamente puro en su momento histórico de manifestación más plena.

En este sentido, ni siquiera el concepto de hibridación nos parece del todo pertinente. Algo híbrido es, por una parte; algo que no se reproduce y los procesos culturales comúnmente se difunden y reinterpretan, y por otra, significaría el tránsito libre de un tipo de movimiento cultural a otro. Esto último no es del todo aplicable a nuestra historia cultural, ya que, por ejemplo, ni siquiera la modernidad se manifiesta de forma pura, así, tampoco podemos desembarazarnos completamente de ella, convirtiéndose estas formas diversas de difusión cultural en lo que prima. Bástenos recordar, a manera de ejemplo, algunos elementos del barroco que se reproducen aun creativamente en nuestra religiosidad popular, o el romanticismo que aún impregna el discurso político, o la apelación ilustrada a la razón, que sigue siendo un valor que genera relaciones de dominación.

La específica polaridad e interconexión entre modernidad y barroco, que implica una separación por sobre todo arbitraria, parece ser un tema sobreexplotado por nuestras formas de escritura. En Latinoamérica, desde la metalengua de Alejo Carpentier hasta los desarrollos de la sociología culturalista, la interconexión sincrética entre la exacerbación barroca y la racionalidad moderna parece ser un hecho asumido, tanto desde el macondismo más simplista, hasta los análisis sobre cultura popular, que demuestran lo especial de los modos en que la modernidad ha sido asumida en nuestro contexto.

En particular, es la subsistencia de las formas de expresión romántica y su construcción de tipos ideales, aquello que queremos sondear, no como una forma de quedarnos en el análisis del siglo XIX, sino como una manera de dar cuenta de las formas de sincretización que, particularmente en el plano narrativo, definen nuestra expresividad propia en la actualidad. Este primer capítulo intenta pensar América Latina desde los orígenes de la racionalidad moderna y sus específicas manifestaciones, situándonos especialmente en el siglo antepasado.

La explicación del porqué nos interesamos, retrospectivamente en este periodo histórico, surge desde nuestro acercamiento a una problemática interdisciplinaria bastante más contemporánea: la aparición, en el contexto del pensamiento social latinoamericano y chileno de una serie de textos muy particulares que caracterizaremos como textos híbridos (categoría muy distinta a la de hibridación cultural) desde el ámbito de las Ciencias Sociales y Humanas, fundamentalmente desde la sociología, el periodismo, la historia, la filosofía y la antropología. La aparición de estos nuevos tipos de textos se ubica en el contexto de un movimiento cultural bastante más amplio.

En este sentido, el planteamiento de José Joaquín Brunner es determinante al observar este fenómeno³, ya que es tajante al hablar de la crisis radical del pensamiento sociológico latinoamericano, crisis en gestación desde finales del siglo XIX, que gatillaría una especie de disputa que sostendría la novela latinoamericana contra el pensamiento social, lo cual se aprecia (según su hipótesis) en las posiciones en que se ubicaron disciplinas puntuales como la sociología, la antropología o la ciencia política. Todo ello en oposición a las pretensiones de la literatura en sus diversos géneros, pero particularmente en la novela, como forma alternativa de narración de la realidad sociocultural, planteándose la literatura en paralelo y en pugna con las ciencias sociales. Brunner sostiene que en esa confrontación hay un ganador, la novela, que por mucho ha superado a la discursividad propia de las ciencias sociales.

Otro factor contemporáneo de estas nuevas manifestaciones de las ciencias de la cultura, es el surgimiento de una serie de estudiosos en el ámbito de lo que genéricamente podríamos denominar como Estudios Culturales, el cual fue originalmente desarrollado por cientistas sociales (estudiosos como Néstor García Canclini en México, Walter Mignolo y Carlos Reynoso en Argentina, entre otros) que, desde sus propias perspectivas de análisis, han puesto los ojos en la historia del arte y la literatura latinoamericana como camino interpretativo. Para estos especialistas no solamente se trata de configurar un objeto de estudio en los terrenos de lo cultural, sino también de tomar elementos metodológicos del análisis propio de la teoría literaria, de la teoría del arte, de la historia de la literatura, etc., para intentar interpretar a la sociedad latinoamericana. Estos estudios han sido la avanzada para la aparición de experimentos textuales mucho menos vinculados a la concepción tradicional de racionalidad científica.

Podríamos hablar de un posmodernismo periférico para explicar el surgimiento de los estudios culturales herederos del arte y emuladores de los métodos de estudio de las humanidades. Sería este un camino que explicaría el surgimiento de los estudios culturales en tanto estos estudios implicarían una suerte de renuncia a pensar la totalidad, una suerte de nihilismo que se expresaría en el discurso, convirtiéndose, por lo tanto, en la expresión de un posmodernismo periférico afincado en las ciencias humanas y sociales.

Esta afirmación resulta para nosotros bastante peligrosa debido, justamente a las características de la sociedad latinoamericana. No podemos hablar de posmodernidad sin haber constituido al sujeto moderno propiamente tal, y nos referimos al sujeto, como un ethos formado en la multidimensionalidad de la dependencia económica y (en palabras de Lacan) comprendido en el estadio del espejo en el plano cultural, en aquella imitación y búsqueda de rostro.

En este sentido, algunos de los textos más interesantes y originales surgidos en Latinoamérica aparecen en Chile en las últimas tres décadas. Estos textos disímiles y, en algunos casos, desconcertantes, surgen desde la interacción y el cruce de los campos científico y literario; poseen caracteres heterogéneos y sus contextos de formación son espacios culturales tales como el periodismo, la etnoliteratura, la literatura etnocultural, la poesía experimental, etc. De todos ellos, nos parece de especial importancia el surgimiento de un tipo textual original, desconocido para los circuitos académicos (literarios y de las ciencias sociales), lo cual representa un verdadero y complejo desafío desde el punto de vista de su clasificación y análisis. Denominaremos al conjunto de estos textos como Literatura Antropológica Chilena.

1 Agradezco y reconozco el aporte a este texto sobre Nicolás Palacios del Dr. Héctor Fernández, académico de la Universidad Alberto Hurtado, texto publicado bajo la forma del artículo: Raza Chilena de Nicolás Palacios: Una narración fundacional para una antropología filosófica chilena. En Revista de Epistemología de Ciencias Sociales. Cinta de Moebio. ISSN 0717-554X. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile.

2 Para Weber el tipo ideal es una especie de caso extremo, de superrelevancia relativa a un determinado horizonte de interés, que sirve de definición y de término de comparación para evaluar distintas formas, por ejemplo, de realización de organizaciones en distintos contextos. El tipo ideal es una construcción teórica pero realizada mediante un uso ilustrativo de lo empírico. Construir esos tipos generales es una de las tareas básicas de la ciencia sociológica para posibilitar así asignarlos a eventos individuales o emplearlos en el análisis causal. Es decir, el tipo ideal construido por el científico es

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