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El secreto mejor guardado de Fidel: Los fusilamientos del narcotráfico
El secreto mejor guardado de Fidel: Los fusilamientos del narcotráfico
El secreto mejor guardado de Fidel: Los fusilamientos del narcotráfico
Libro electrónico201 páginas2 horas

El secreto mejor guardado de Fidel: Los fusilamientos del narcotráfico

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La enorme figura histórica de Fidel Castro ha dividido a lo largo de ya más de medio siglo —e incluso dentro de la propia izquierda— a partidarios y detractores. La identificación de la Revolución Cubana con su persona, su omnipresencia política en todo lo que de alguna importancia haya tenido lugar en la isla, obliga a fijar en él la responsabilidad de cuanto ha sido y es esa revolución, y de todo cuanto desde 1959 haya sido relevante en Cuba. Este libro es la historia de un episodio siniestro que tuvo lugar al final de la década de los ochenta. De un episodio del que probablemente ningún dirigente cubano, ni quizá el propio Fidel, se sienta íntimamente orgulloso: del fusilamiento del general y héroe de la Revolución, Arnaldo Ochoa, y del coronel Tony de la Guardia, responsable de las operaciones secretas cubanas para la ruptura del bloqueo estadounidense. ¿Por qué Fidel ordenó fusilar al militar más popular del ejército cubano, al general de la guerra de Angola? ¿Qué ocurrió en las negociaciones de 1989 entre Cuba, México y Estados Unidos? ¿De quién fue la imprudencia de vincular a Cuba en las operaciones de narcotráfico del cartel de Medellín? José Manuel Martín Medem, durante años corresponsal de RTVE en Cuba, México y Colombia, ha reunido información sobre el secreto mejor guardado de Fidel, de forma que ahora, tras veinticinco años y con nuevos y reveladores testimonios de militares y dirigentes cubanos involucrados en aquellos sucesos, se pueda revisar y contestar la versión oficial de lo sucedido, así como juzgar mejor en la historia lo que Castro ha sido para los cubanos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 abr 2023
ISBN9788413527154
El secreto mejor guardado de Fidel: Los fusilamientos del narcotráfico
Autor

José Manuel Martín Medem

Periodista, trabajó durante treinta años en RTVE. Fue corresponsal en México, Colombia y Cuba. Colabora en la revista Pueblos, en el periódico Diagonal y en el digital Público. Es autor de los libros Niños de repuesto, La guerra contra los niños, ¿Por qué no me enseñaste cómo se vive sin ti? Diario de un corresponsal de RTVE en Cuba, La agonía de TVE, Cuba. La hora de los mameyes y El secreto mejor guardado de Fidel.

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    El secreto mejor guardado de Fidel - José Manuel Martín Medem

    La ‘tiñosa’ de Fidel

    Me llevaré a la tumba la conversación de Fidel con Tony. Carlos Aldana le contó a un amigo del Partido Comunista de Cuba que estuvo con Fidel Castro en su despacho del Pa­lacio de la Revolución cuando convenció a Antonio de la Guardia de que asumiera toda la responsabilidad por las operaciones de narcotráfico con el Cártel de Medellín.

    En las grabaciones de esa conversación y de las reuniones de Raúl Castro con el general Arnaldo Ochoa (desarrollando un guión establecido por el Comandante) están las claves de los fusilamientos que serán decisivos en la valoración histórica de Fidel Castro. Es la tiñosa de Fidel, lo que en cubano significa la complicación que no sabes cómo quitarte de encima. Si no los fusilaba, se podía entender que habían cumplido sus órdenes. Al fusilarlos, cabe la posibilidad de que eliminara a los testigos de su intervención. Incluso que temiera el protagonismo del general Ochoa, por su influencia en las Fuerzas Armadas, cuando el Comandante en Jefe ya pronosticaba el desmerengamiento de la Unión Soviética, que iba a provocar severas tensiones en una Cuba sin recursos.

    El 13 de julio de 1989 fueron fusilados, en las afueras de La Habana, el general Arnaldo Ochoa y el coronel Antonio de la Guardia, condenados por narcotráfico y traición a la patria.

    La versión oficial publicada por el gobierno de Cuba establece que un grupo de oficiales del Ministerio del Interior, dirigidos por Tony de la Guardia, organizó quince operaciones de narcotráfico, entre enero de 1987 y abril de 1989, para introducir en Estados Unidos, pasando por la isla, seis toneladas de cocaína del Cártel de Medellín, por lo que cobraron tres millones y medio de dólares. El general Ochoa habría intentado, sin conseguirlo, una asociación personal y directa con Pablo Escobar.

    La traición a la patria se producía porque los fusilados habían puesto en las manos de la Administración Bush la posibilidad de acusar al gobierno de Cuba por su supuesta participación en el narcotráfico, pudiendo justificar así cualquier agresión.

    Estaban infiltrados por la DEA (Drug Enforcement Admi­­nistration, en su siglas en inglés; en castellano, Administración de Cumplimiento de Leyes sobre las Drogas) y por la CIA los contactos de los oficiales cubanos con el Cártel de Medellín y los lancheros que llevaban a Miami la cocaína transportada en aviones desde Colombia a Varadero.

    La solidaridad incondicional considera que Fidel Castro fue traicionado por los corsarios del Departamento MC (Moneda Convertible) que, en el Ministerio del Interior, estaban encargados de las operaciones secretas para romper el bloqueo y abastecer a Cuba de tecnología procedente de Estados Unidos. Los que acusan al Comandante dicen que fusiló a los que cumplían sus órdenes para ocultar así su responsabilidad en el narcotráfico.

    Veinticinco años después, se repiten las tres preguntas fundamentales: ¿era posible organizar operaciones de narcotráfico a través de Cuba sin la autorización de Fidel Castro?; ¿podía arriesgarse el Comandante en operaciones que Estados Unidos detectaría con facilidad y que le daban a Washington el argumento definitivo para atacar la isla?; ¿por qué la Administración Bush no aprovechó la oportunidad?

    Carlos Aldana era entonces el jefe del Departamento Ideológico del Partido Comunista de Cuba (PCC). Considerado incluso el número tres, después de los hermanos Castro.

    Ha confirmado que Fidel Castro habló con Tony de la Guar­­­­dia, pero dice que se llevará esa conversación a la tumba. Ileana, la hija de Tony, ahora en el exilio, asegura que el Co­­mandante traicionó a su padre porque le prometió que no sería fusilado si asumía toda la responsabilidad del narcotráfico.

    Fidel Castro no habló con Arnaldo Ochoa, el general con más prestigio en las Fuerzas Armadas de Cuba. Se lo encargó a su hermano Raúl, con instrucciones muy precisas, como él mismo ha reconocido en los dos libros publicados por el go­­bierno de Cuba con su versión oficial. Buscando en esos textos se encuentran las palabras de Fidel Castro, que confirman el fracaso de la presión sobre Ochoa. No coopera, no quiso asumir toda la responsabilidad. Lo dijo el líder en la sesión del Consejo de Estado que ratificó por unanimidad las penas de muerte.

    Permanece, desde entonces, la sensación de que incluir a Ochoa en aquel juicio pudo ser una operación preventiva contra un general con mucha autoridad entre los militares, considerado simpatizante de la perestroika y que reclamaba reformas.

    Después de los fusilamientos fue destituido José Abran­­tes, ministro del Interior, por negligencia al no haber detectado el narcotráfico. Murió en prisión. Si el ministro del Interior tuvo responsabilidad al no controlar a sus subordinados, ¿no se debía aplicar el mismo razonamiento al ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Raúl Castro, por la supuesta traición del general Ochoa?

    El coronel Tocororo asegura que a Tony, que cumplía sus órdenes, Fidel lo fusiló como si fuera el único responsable del narcotráfico, haciéndole creer que no lo ejecutaría si se sacrificaba por la Revolución, y al general Ochoa, capaz de guapearle al Comandante, lo fusiló por reclamar las reformas que ahora está haciendo Raúl.

    El coronel protege su identidad con el nombre del pájaro, el tocororo, que lleva en su plumaje los colores de la bandera cubana: rojo, blanco y azul. El coronel Tocororo sabe bastante más de lo que dice, pero advierte que el cuento completo solo se conocerá si José Abrantes dejó su testimonio para que un amigo lo publique después de la muerte de Fidel Castro. "Solo Pepe —insiste— tenía todo el expediente de la tiñosa."

    Fidel Castro dijo de Felipe González y de los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación) lo mismo que se le puede aplicar al Comandante sobre la conexión cubana del narcotráfico: es imposible que no lo supiera.

    En La autobiografía de Fidel Castro (2004), Norberto Fuentes imagina el siguiente monólogo: Una vez Pepe me dijo que los compañeros del M-19 le habían propuesto cambiarnos drogas por fusiles. Yo le respondí que ni loco. Y con el M-19 menos. Nunca han sido de mi confianza. Pero ese es el tipo de asuntos que jamás me pueden plantear y mucho menos bajo techo y con lenguaje tan abierto. Claro, yo me percataba de que eran cuestiones demasiado peliagudas para que Pepe se decidiera a resolverlas solo, por lo que las despachaba conmigo para saber cuál era mi reacción y medir, por mi nivel de ira o rotunda negativa, el margen verdadero de acción que a él le quedaba y si era aconsejable actuar o si lo hacía a riesgo de navegar a solas o si suspendía la jugada.

    El general Juan Escalona, fiscal en el juicio militar sumarísimo, fue el artífice de la cuestionable acusación por un delito de narcotráfico configurante de traición a la patria. Los editoriales del Granma, órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, cuya redacción se atribuye a Fidel Castro¹, impusieron la versión oficial de que han atentado contra el prestigio internacional de Cuba, que es la fuerza fundamental con la que nos defendemos de las agresiones del imperio, poniendo en peligro no solo el prestigio sino la seguridad de nuestro país, que esa deslealtad conduce siempre a la traición política y que hubo incluso el riesgo de una deserción. El Tribunal Militar asumió que las operaciones para introducir cocaína en Estados Unidos le daban la excusa a Washington para agredir a la isla y se configuraba así la traición a la patria que, según la Constitución de Cuba, es el más grave de los crímenes y quien la comete está sujeto a las más severas sanciones. El Granma llegaba a la conclusión de que el gobierno de Estados Unidos estaba reuniendo pruebas y preparando un grueso expediente contra nuestra patria, tal vez pensando en reclutar futuros agentes de la CIA entre los implicados sobre la base del chantaje.

    Desde el mes de mayo de 1983, se mantenía la acusación del presidente Ronald Reagan: Estados Unidos tiene claras evidencias de que funcionarios de alto nivel del gobierno de Cuba están involucrados en el narcotráfico hacia Estados Unidos. Y también la pregunta dirigida a Fidel Castro: ¿Son funcionarios renegados o con autorización del gobierno?.

    La gran paradoja era que, mientras desde Washington se acusaba a Cuba, simultáneamente se descubría que, en Estados Unidos, la Administración Reagan había financiado a los contras antisandinistas con los beneficios de una red de narcotraficantes bolivianos, colombianos y mexicanos que introducían la cocaína en territorio norteamericano con aviones de la

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