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Libro electrónico109 páginas1 hora

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Jace está muy confuso y no solo porque últimamente le hayan estado pasando cosas muy raras cuando toca la batería. Sin duda, empezar a escuchar los pensamientos de la gente en los momentos más inesperados es para preocuparse, pero lo que no puede contarle a su novia es que cada día está más claro que le atraen los azotes y, todavía peor, los chicos...

Todo se complicará más todavía cuando conozca a Eric, un guapísimo abogado que lo iniciará en un mundo hasta entonces desconocido.

Diabolus in musica 3: Decrescendo continúa la serie Diabolus in musica de Kendall Frost, una divertida y excitante mezcla de erótica y fantasía gay con incursiones en el BDSM. Además de la serie sobre el conservatorio Riverview, Kendall Frost es autora de una novela publicada de romance juvenil y otras obras de homoerótica.

En Riverview hay muchos alumnos con un gran potencial para la música... y no pocos necesitan disciplina.
IdiomaEspañol
EditorialXinXii
Fecha de lanzamiento1 abr 2017
ISBN9788494685514
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    Decrescendo - Kendall Frost

    Índice

    Si lees esto...

    Lunes

    Martes

    Miércoles

    Jueves

    Viernes

    Sábado

    Domingo

    Lunes

    Sábado… dos semanas después

    Créditos

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    Si lees esto...

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    Decrescendo

    (Diabolus in musica 3)

    clavesolmini

    Kendall Frost

    cafe

    café espresso

    clavesolmini

    Lunes

    Jace odiaba los lunes. Y no tenía nada que ver con que quedara toda la semana por delante. Era más bien porque era el día que más clases tenía... ¡Cinco! Cinco clases en un solo día y ninguna de ellas le permitía sentarse detrás de una batería. 

    Desde que era muy pequeño y se dedicaba a aporrear todas las superficies a su alcance en la humilde casa de sus padres en Brighton, había tenido muy claro que quería tocar la batería. Con el paso de los años, su pasión no había perdido fuelle y se había sentido sorprendido cuando sus padres no se opusieron a que estudiara música de forma profesional. Pero sin duda, su mayor sorpresa había llegado cuando recibió la carta de admisión en el prestigioso conservatorio Riverview. Claro que, si hubiera sabido lo duro que iba a ser, a lo mejor se lo habría pensado.

    Y para que la situación fuera idílica del todo, los hados habían querido que admitieran a Sarah, su novia, en el King’s College de Londres para estudiar Psicología. Llevaban juntos desde los catorce años y, durante su adolescencia, la amenaza de una posible ruptura cuando fueran a la universidad siempre había pesado sobre ellos. La oportunidad de estudiar juntos en la misma ciudad parecía una señal divina en aquel momento, con la mayoría de edad recién cumplida y sus sueños más alcanzables que nunca.

    Jace agitó la cabeza para despejarse. Quienquiera que hubiese ideado el horario de los lunes le tenía manía, sin duda alguna. No había otra explicación posible. Eran demasiadas clases de teoría juntas y eso era claramente tortura. Además, todos sus amigos tenían una clase de instrumento los lunes, menos él.

    Por suerte ya solo le quedaba la clase de solfeo y podría volver a ser libre. Entró en el aula y se sentó detrás de Mark y Cody, así, al menos, si la clase se volvía completamente tediosa

    y eso era precisamente lo que solía pasar en esa clase en concreto

    , podría distraerse con ellos.

    Y justo era eso lo que habían hecho los tres durante la mayor parte de la clase: distraerse. En realidad, no se les podía culpar por aquello; era una clase que requería mucha atención y a última hora del día, Jace ya estaba demasiado cansado. Aquello era peor que una clase de matemáticas, la asignatura que más pesadillas le produjo durante su etapa escolar.

    Había intentado prestar atención con todas sus fuerzas, pero entonces Mark le había pasado una nota. ¡Una nota! ¿Cuánto años hacía desde la última vez que alguien le había pasado una nota en clase?

    La desplegó para leerla. Mark quería saber si se apuntaba a tomar algo después de clase. Claro que podía haber esperado a que pasasen los últimos veinte minutos para proponérselo, pero Mark estaba igual de aburrido que él y Mark aburrido era un peligro. Y con lo cargada que tenía la mente después de todo el día, tomar algo y despejarse le pareció una idea genial. Además, desde que Mark tenía pareja, apenas se juntaban fuera de Riverview si no era para ensayar con el grupo. Escribió su respuesta en el mismo papel.

    «¡Claro! ¿Vamos a The Beat o preferís otro sitio?».

    Mark cogió la nota y la leyó con Cody. Cuchichearon algo entre ellos y Cody escribió antes de volver a pasarle el papelito.

    «Han abierto un garito nuevo a dos manzanas de aquí. ¿Le echamos un ojo?».

    Jace añadió un simple «OK» antes de devolverles la nota. Por desgracia, estaba tan distraído que no se dio cuenta de que Gabriel había elegido ese momento para pasar por su lado.

    Señor Ackerman, esa nota me la quedo yo.

    Extendió la mano y tomó el papel de la mano de Jace

    . Los veo a los tres en mi despacho después de clase.

    ¡Mierda! ¿Cómo había podido no darse cuenta de aquello? Intentó hacerse pequeñito en su asiento, consciente de que toda la clase les estaba mirando, pero medir casi dos metros no se lo ponía nada fácil. Echó la cabeza hacia delante, para que al menos el pelo le proporcionara algo de intimidad en aquel momento. Tenía muy claro que si la mitad de lo que se contaba sobre Gabriel en el conservatorio era cierto, estaban metidos en un buen lío.

    Y él necesitaba sentarse para tocar la batería.

    Cuando por fin terminó la clase, Jace esperó a que Cody y Mark dieran el primer paso. A lo mejor él era un caso raro en Riverview, pero había conseguido llegar hasta aquel momento sin tener problemas con ningún profesor y no tenía muy claro cómo proceder ante aquella situación.

    ¿Qué hacemos?

    preguntó con cierta inocencia. Mark y Cody parecían un tanto intranquilos y aquello no le daba ninguna confianza.

    No tenemos elección...

    Cody recogió sus cosas y comenzó a caminar hacia la salida, seguido por los otros dos chicos.

    Mark debió de notar que estaba preocupado, porque le puso una mano en el hombro.

    Tranquilo, que saldremos de esta con vida. ¡Eh, Cody! ¿No puedes hacer algo para salvarnos el cuello?

    Cody se giró con media sonrisa reflejada en el rostro y negó con la cabeza. Él era su única esperanza; todo el conservatorio sabía que Gabriel y él eran pareja y, aunque evitaban las muestras de cariño públicas en la escuela, no era raro encontrarlos juntos en las cafeterías cercanas al conservatorio y, ocasionalmente, en The Beat. Pero, por lo visto, ni siquiera aquello protegía a Cody de ganarse una bronca en clase si se la merecía. Jace suponía que no

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