Dissonante
Por Kendall Frost
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El despreocupado Mark, con el corazón dividido entre sus estudios de música y el desenfreno de su banda Twisted Echo, deberá poner en orden su caótica vida o enfrentarse a las peores consecuencias del llamado acorde del diablo.
Diabolus in Musica 2: Dissonante continúa la serie Diabolus in Musica de Kendall Frost, es una divertida y excitante mezcla de romance gay sobrenatural con incursiones en el BDSM. Además de la serie sobre el conservatorio Riverview, Kendall Frost es autora de una novela publicada de romance juvenil y otras obras de homoerótica.
En Riverview hay muchos alumnos con un gran potencial para la música... y no pocos necesitan disciplina.
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Mark se detuvo un segundo frente al escaparate, como había hecho cada día durante las últimas semanas, y respiró aliviado al ver que su guitarra seguía allí. Esta vez entró con paso firme en la tienda. El dinero le quemaba en el bolsillo. Había pasado semanas ahorrando cada libra que podía y hoy, por fin, iba a ser suya. Desde que había visto en el escaparate esa increíble guitarra triangular con acabado azul nacarado no se la había podido quitar de la cabeza.
El dueño hizo una mueca al ver su gesto decidido.
—¿Hoy es el gran día?
Mark no pudo evitar devolverle la sonrisa, se sentía como un niño la mañana de Navidad. Llevaba días en los que todo lo que soñaba cada noche era cómo se sentiría al tocarla por primera vez.
—¡Por fin! ¿Puedo probarla ya?
El hombre se acercó al escaparate y, con sumo cuidado, le tendió el instrumento. Mark sintió un ligero escalofrío de emoción al tener por fin en sus manos la guitarra. Al fin y al cabo, llevaba tiempo ahorrando para poder comprarla, sin entender muy bien por qué la necesitaba tanto... Todo lo que sabía era que la había visto en el escaparate y se había convertido en una obsesión. Hasta Cody se reía de él cuando le hacía pasar por la tienda dos veces al día de camino al conservatorio Riverview para comprobar que seguía allí.
Enchufó la guitarra al amplificador habilitado para probar instrumentos y se aseguró de que estaba afinada. Se sorprendió de lo cómoda que le resultaba y comenzó a tocar una sucesión de acordes mayores para comprobar cómo sonaba. Sonriendo para sus adentros, pensó en tocar el riff inicial de Smoke on the Water, pero decidió contenerse, no fuera a ser que el tipo le echara de la tienda antes de dejarle comprar el instrumento.
La tienda de instrumentos de segunda mano estaba junto al conservatorio y, aunque los alumnos eran los principales clientes, el dueño era un tipo estricto y con muchas normas. Más de una vez había vetado a un alumno por tocar una cuerda sin su permiso o entrar al local con comida, obligándolo a buscar sus instrumentos en otras tiendas o a mandar a amigos a comprarlos por él. Mark no tenía ningunas ganas de que pasara eso, así que se contentó con piezas más clásicas. En cualquier caso, llevaba semanas comportándose como un verdadero angelito.
Se sorprendió al escuchar que el hombre se acercaba, después de despachar al único cliente que había en la tienda, y que le hablaba a su espalda.
—Te queda bien. Parece hecha para ti… Ahora procura no destrozarla contra el escenario. Esta guitarra ha vivido más años que tú y tiene un pasado interesante… Vas a tener que demostrar muchas cosas antes de estar a su altura.
Mark no sabía si tomárselo como un cumplido o un insulto, pero el dueño parecía dispuesto a dejarle llevarse la guitarra y en ese instante aquello le parecía suficiente.
—¿Tiene historia? ¿De dónde la has sacado?
Estaba intrigado. Había sentido la llamada de la guitarra nada más verla. ¿Habría pertenecido a algún músico famoso? Estaba en excelentes condiciones, pero se notaba que había sido usada y cuidada con mimo.
—Compré la herencia de un coleccionista de instrumentos raros en una subasta. La mayoría eran piezas en no muy buen estado, pero había teclados y guitarras que se han vendido muy rápido. Me sorprende que esta haya tardado tanto en venderse… A lo mejor te estaba esperando.
—¿La guitarra elige al músico y no al revés? —sugirió Mark, con media sonrisa.
—Ríete si quieres —gruñó el hombre—. Tendrías que ser un mago para hacerle justicia a este instrumento.
Mark soltó una carcajada, sorprendido de que el hombre le hubiese seguido la broma, y empezó a recoger. El tipo sería un gruñón, pero a Mark empezaba a caerle bien.
Cargó con la guitarra durante todo el día, deseando que llegase el momento de llegar al local de ensayo y probarla. Se planteó incluso fumarse las clases e irse directamente para allá, pero descartó la idea; ya estaba al límite de las faltas permitidas en el semestre. Durante la comida, quiso enseñársela a Cody, aunque fuera solo por lo mucho que le había dado la paliza con el tema, pero Gabriel pasó por el comedor a preguntarle por qué no estaba en su despacho para recibir su castigo.
Castigo, claro.
Como si todo Riverview no supiera ya lo que hacían esos dos a puerta cerrada... pero en fin, Cody era su mejor amigo y se alegraba de que fuese feliz. Mark podía aceptar incluso que el estricto profesor de piano no fuera un simple cabrón con ganas de fastidiar la vida a sus alumnos, pero si tenía que volver a ver la cara de cachorrito con la que Cody se había ido detrás de Gabriel, le iba a sentar mal la comida.
Por fin llegó al local, casi una hora antes que el resto del grupo, y miró con un leve sentimiento de culpa su vieja guitarra mientras se deshacía de su chaqueta de cuero y la tiraba al suelo. En aquel sótano hacía siempre un calor sofocante y además tenía prisa por probar su nuevo instrumento. Conectó su amplificador y comenzó