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Libro electrónico113 páginas1 hora

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Cuando un pequeño en una bolera recibe su hamburguesa con queso de manos de un joven y guapo futuro cadete de la Fuerza Aérea, desarrolla un enamoramiento tan fuerte que, tres años más tarde, cuando el pequeño descubre la ciudad natal del joven, toma su bicicleta y sale en su búsqueda. La relación que se desarrolla entre los dos chicos es una de las más conmovedoras y seductoras de la literatura sobre la mayoría de edad. Keith Hale, autor de Cody conocido por sus honestos retratos de la vida y la sexualidad del joven adulto, ha escrito una hermosa historia con personajes con quienes los lectores querrán entablar una amistad.

 

Watersgreen House is an independent international book publisher with editorial staff in the UK and USA. One of our aims at Watersgreen House is to showcase same-sex affection in works by important gay and bisexual authors in ways which were not possible at the time the books were originally published. We also publish nonfiction, including textbooks, as well as contemporary fiction that is literary, unusual, and provocative.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 abr 2022
ISBN9798201164393
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Autor

Keith Hale

Keith Hale grew up in central Arkansas and Waco, Texas. He received his bachelor’s degree from the University of Texas at Austin. Following a five-year career as a journalist in Austin, Amsterdam, and Little Rock, Hale earned a Ph.D. in literature from Purdue and took a position teaching British and Philippine literature at the University of Guam. Hale writes both fiction and scholarly works including his groundbreaking novel Clicking Beat on the Brink of Nada (Cody), first published in the Netherlands, and Friends and Apostles, his edition of Rupert Brooke's letters published by Yale University Press, London.

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    Espacio - Keith Hale

    Copyright © 2021 by Keith Hale

    Watersgreen House

    Todos los derechos reservados.

    Derechos de autor internacionales.

    6. x 9 (15.596 x 23.393 cm)

    Black & White on Cream paper

    BISAC: Ficción / Mayoría de edad / Gay

    Traducido por Christian Alexis López

    Queda estrictamente prohibida la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo sin permiso previo del autor y de la editorial. Escanear y distribuir esta obra por Internet o por cualquier otro medio sin autorización constituye un delito y puede ser castigado conforme a las leyes aplicables. Adquiere copias autorizadas únicamente.

    Audiolibro © Keith Hale y Watersgreen House.

    Narrado y grabado por Ian Stewart Riley en Los Angeles.

    Producido por Ian Stewart Riley & Keith Hale.

    Watersgreen House is an independent international book publisher with editorial staff in the UK and USA. One of our aims at Watersgreen House is to showcase same-sex affection in works by important gay and bisexual authors in ways which were not possible at the time the books were originally published. We also publish nonfiction, including textbooks, as well as contemporary fiction that is literary, unusual, and provocative.

    Watersgreen House, Publishers.

    Visit us at watersgreen.wixsite.com/watersgreenhouse

    Cuando un pequeño en una bolera recibe su hamburguesa con queso de manos de un joven y guapo futuro cadete de la Fuerza Aérea, desarrolla un enamoramiento tan fuerte que, tres años más tarde, cuando el pequeño descubre la ciudad natal del joven, toma su bicicleta y sale en su búsqueda. La relación que se desarrolla entre los dos chicos es una de las más conmovedoras y seductoras de la literatura sobre la mayoría de edad. Keith Hale, autor de Cody conocido por sus honestos retratos de la vida y la sexualidad del joven adulto, ha escrito una hermosa historia con personajes con quienes los lectores querrán entablar una amistad.

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    Capítulo Uno

    En mi infancia, viví en un pequeño pueblo en medio de Texas. La mayoría de los residentes de aquel lugar, incluyendo a mi familia, éramos descendientes de la región Bohemia de República Checa. Bohemia. Bohemio. Es divertido pensar en lo que esa palabra ha llegado a connotar, pues la mayoría de los bohemios que conozco no son para nada, bueno, bohemios. Algunos checos vinieron a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades, y algunos otros vinieron para evitar ser enlistados en el ejército del imperio austriaco. Pero las personas con las que crecí no eran músicos ni poetas viviendo voluntariamente en la pobreza y vagando por el país. Si algo, eran notablemente convencionales y solían vivir en el mismo lugar toda su vida. En cualquier caso, ese era mi pueblo.

    Cuando era niño, jugaba en la tierra con frecuencia. Teníamos césped, pero los autos de juguete andaban mejor sobre la tierra y las pelotas botaban más alto. Era una casa de campo; nada de asfalto una vez que salías de la carretera. Mis opciones de superficies para jugar eran el césped, la techumbre de varios cobertizos en los que se supone que no debía jugar, y la tierra. Si araba o cavaba la tierra de las áreas sombreadas por los árboles del patio, se sentía deliciosamente fresca en mi barriga cuando me acostaba encima. Casi nunca usaba una camiseta durante el verano, ni siquiera a la mesa para comer ni cuando teníamos visitas. Me gustaba sentir el sol y el aire en el cuerpo. Nunca me gustó usar ropa.

    Como es de esperarse, mi pueblo natal es muy conservador. Y aunque todos son muy amigables, no tienen mucha tolerancia ante las diferencias. El ejemplo más claro es que, si no eres checo, no puedes ser elegido para tomar algún cargo público y nunca puedes llegar a sentir que perteneces allí. Pero eso era algo de lo que no tenía que preocuparme; la familia de mi padre, los Cernochs, y la familia de mi madre, los Novaks, habían estado ahí desde que se fundó el pueblo. Pero, por alguna razón que desconozco, mi madre había cambiado de religión después de la muerte de mi padre, dejando atrás la seguridad de la iglesia católica para unirse a una iglesia evangélica a la que acudían la mayoría de los ex bautistas y los que no eran checos. De pronto, fuimos vistos de manera diferente, y lo sabíamos.

    Toda mi infancia me sentí atraído a otros niños más grandes que yo. Apenas podía hablarles, pues me causaban asombro. Si un chico era más grande que yo y era atractivo, todo acerca de él me causaba una extraña sensación. No sabía qué hacer con eso. Si había un chico atractivo y mayor en la misma habitación, todo lo que hacía era quedarme mirando.

    A los diez años me enamoré. Eso ocurrió en la bolera del pueblo. Había ido con un grupo de niños de la iglesia, renuente debido a que conocía mi poca habilidad en el juego. No podría jugar bien a los bolos aunque mi vida dependiera de ello. Después de hacer el ridículo varias veces frente a los otros chicos, les dije que me había aburrido del juego y que yo solo los miraría jugar. Luego, mientras los veía disfrutar del juego, celebrando cuando hacían alguna chuza, realmente me comencé a sentir aburrido, humillado, nervioso y miserable. A pesar de ser un auténtico checo-americano, el único lugar en el que sentía que realmente pertenecía era en mi casa y en mi patio.

    Quizá una hamburguesa con queso me ayudaría. Me dirigí a la fuente de sodas de la bolera.

    —¿Qué vas a querer? —me preguntó la chica con apariencia grasosa que atendía la barra. Le hice mi pedido, mirando de reojo el letrero que había en la pared detrás de ella: «Estamos Contratando Gente Amable». Pude entender que el personal poco amistoso que trabajaba allí no estaba dando resultados.

    Cuando mi pedido estuvo listo, el cocinero lo puso en la barra de la pequeña ventana que está entre la cocina y el área de mostrador, pero la chica estaba ocupada hablando por teléfono. Esperé impaciente, olisqueando las papas fritas y la hamburguesa, deseando poder darle un mordisco. Después, un chico mayor que estaba sentado al otro lado de la barra vino a mi rescate.

    —Esto se está enfriando —dijo, caminando detrás del mostrador, tomando mi comida, poniéndola frente a mí y regresando a su asiento.

    Sentí que mi corazón se detuvo. Cuando pude respirar otra vez, miré al chico del otro lado de la barra, que estaba comiendo un perro caliente con chili, lamiéndose los dedos. (No hagan eso. No se laman de esa forma.) De nuevo, tuve esa sensación de no saber qué hacer con ese deseo que surgía en mi interior y que ahora era

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