CEREMONIA
PRIMERA PARTE UNA VIDA QUE NOS PERTENEZCA 1
F ue un abrazo rápido, poco memorable. No duró más de un segundo. Patricio evitaba el contacto físico con Tomás, su mejor amigo. Ninguno de los dos, claro, sabía cuándo se volverían a ver: a su edad –apenas saliendo de la adolescencia– nadie contempla finales abruptos ni trágicos. Entonces sólo los ocupaba la expectativa de un próximo encuentro: lo que prometían los meses siguientes, los años subsecuentes.
Sólo había espacio, en ese porvenir, para los momentos feli-ces de diversión indómita. Así que esa despedida era un trámite en apariencia innecesario. Fue una madrugada de diciembre, cuando empezaba a aparecer el sol entre las montañas; los rayos de luz entraban, oblicuos, en el agua de la piscina y los pájaros ya cantaban, posados sobre las ramas de los árboles frutales. Una brisa tibia mecía el follaje. Por ahí, tirados en el suelo, se detectaban los estragos de la boda que terminaba.
Tomás y Patricio todavía sentían el sabor amargo de las drogas bajar por su garganta y tenían los ojos inyectados de sangre por el cansancio. Se tambaleaban un poco al caminar. Pero la adrenalina se mantenía intacta; quizá nunca se habían sentido tan vivos.
–Te veo en menos de un año, ¿no? -dijo Patricio con su
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