Conocí a María en el baño de un bar de estudiantes que estaba explotando con canciones cursis de los años 2000. Inicia-mos una conversación alegre, admiramos nuestros outfits y pronto nos encon-tramos hablando con entusiasmo sobre nuestro amor mutuo por la ciencia ficción y todas las cosas que podrías considerar nerdy. Así nació una amistad.
Yo tenía 18 años, era introvertida y tímida, acababa de mudarme de la casa de mi familia para asistir a la universidad en una ciudad dife-rente y María pasaba un semestre en el extran-jero en mi escuela. Había nacido y crecido en España, sus papás se habían divorciado, uniéndonos a través de dudosos expe-rimentos culinarios con ramen y noches de cine con vino barato.