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Mi reino en tus ojos
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Mi reino en tus ojos
Libro electrónico192 páginas2 horas

Mi reino en tus ojos

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Información de este libro electrónico

Carla decide tomar las riendas de su vida: sale de una relación tormentosa y acepta el trabajo que siempre quiso. Y justo entonces, la vida se empeña en reunirla una y otra vez con Ramón, un chico fascinante que enseguida será algo más que un amigo. Madrid, Formentera y Los Ángeles son los sugerentes telones de fondo ante los que discurre esta vital historia de amor.
Mi reino en tus ojos es un relato fresco y dinámico, actual y joven, que cuenta algo que, por qué no, podría pasarle a cualquiera, algo que todos deseamos que nos pase: encontrar el amor perfecto, aunque la vida de alrededor no lo sea.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 feb 2022
ISBN9788418913822
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    Mi reino en tus ojos - Carmen Ansede

    portada.jpgportada.jpg

    Primera edición: febrero 2022

    Campaña de crowdfunding: equipo de Libros.com

    Composición de cubierta: Mariona Sánchez

    Maquetación: Eva M. Soria

    Corrección: María Luisa Toribio

    Revisión: Maite Lecue Santovenia

    © 2021 Carmen Ansede

    © 2021 Libros.com

    editorial@libros.com

    ISBN digital: 978-84-18913-82-2

    Logo Libros.com

    Carmen Ansede

    Mi reino en tus ojos

    A mis hijos Sara y Julio por enseñarme a amar incondicionalmente. JYSOA.

    A Juan, porque siempre estás y porque contigo, todo es de un azul más bonito. LUSKY.

    Índice

    Portada

    Portadilla

    Créditos

    Título y autor

    Dedicatoria

    Adiós, Salva. Hola, Ramón

    Estrenando trabajo

    Ramón, my love

    Recordando...

    Papá, mamá, os cuento...

    Ramón otra vez...

    Oliver, te cuento...

    Al teléfono

    El viaje

    Confundida...

    Entre la vida y la muerte

    Ramón ya no es secreto

    En casa de los Urdina Palacios

    Adiós, Sarah

    Amor y cositas buenas

    Este es Ramón

    Amor y sexo. Sexo y amor

    Sí, quiero

    El mejor padrino del mundo

    Nuevo trabajo

    Bienvenida, Nerez

    Fiesta de compromiso

    Aurora

    Welcome to Los Ángeles

    Ornella

    Viviendo...

    Home sweet home

    Empezando de cero

    Bienvenica, Ava

    Epílogo

    Agradecimientos

    Mecenas

    Contraportada

    Adiós, Salva. Hola, Ramón

    Cuando salí a la calle desde su portal llovía mucho, pero me daba igual. Necesitaba tener la sensación de que el agua limpiaba mi cuerpo, pero sobre todo mi mente, mis sentimientos.

    En esa noche lluviosa de principios de julio, me di cuenta de que la decisión que acababa de tomar iba a cambiar definitivamente mi vida. Salva siempre sería importante para mí, pero ahora lo necesitaba lejos de mi cuerpo y de mi cabeza.

    Caminé bajo la lluvia no sé durante cuánto tiempo, y sin darme cuenta mis pies me llevaron hacia nuestro parque, hacia nuestro banco. Empapada por la lluvia y con los ojos llenos de lágrimas me senté y me juré a mí misma que nadie, bajo ningún concepto, me haría sentir lo insignificante que me hacía sentir Salva. Lo quería mucho, pero, después de la discusión que acabábamos de tener, no me daba la gana sentirme como una mierda. Así que me sequé las lágrimas. Mi cara seguía empapada por la lluvia, pero mis ojos ya se habían cansado de llorar. Y sonreí, diciéndome a mí misma en alto para oírme bien:

    —Carla, lucha por ser libre para decidir sobre tu vida, sin depender de nadie, sin tener que dar explicaciones, y sobre todo no dejes que te corten las alas.

    Y entonces algo en mi interior empezó a moverse. Sentí un cosquilleo en el estómago y por fin, después de mucho tiempo, me sentí libre, fuerte y poderosa, haciéndole honor a mi nombre, con ganas de ponerme el mundo por montera y comérmelo con patatas.

    Miré la hora en el móvil y ¡¡¡joder, ya eran las tres de la madrugada!!! Había dejado de llover y me paré a disfrutar de ese momento: el olor a hierba mojada era posiblemente uno de los mejores olores del mundo, junto con el de pan recién tostao y café recién hecho; bueno, y el de bebé recién nacido… Sí, todo «recién», todo nuevo, como mi nueva vida, que «recién» empezaba en ese momento.

    Lo primero que hice al llegar a casa fue darme una duchita. Eran casi las tres y media de la madrugada y Aurora (Aury para mí), mi compañera de piso y mejor amiga, dormía.

    Me sequé el pelo con la toalla, no quería usar el secador dadas las horas, y me metí en la cama. Hacía calor, veintiséis grados, julio, Madrid…, pero aun así me tapé un poco con la sábana. El tacto de la tela sobre mi piel me encantaba, y sin ser consciente pensé en Salva, supongo que por relacionar la caricia de la tela con sus caricias, y no pude por menos que sonreír. Noté cómo me dolía un poquito el corazón, pero no dejé que fuera a más. La sensación de libertad que sentía era más fuerte que el amor que aún le tenía, y eso me gustó. Cerré los ojos y poco a poco me dejé mecer por los brazos de Morfeo.

    Me desperté a las once de la mañana y oí trastear a Aury en la cocina, era sábado y los fines de semana no trabaja. Ella es enfermera y entre semana no nos vemos, pero los findes, si no tenemos otros planes por separado, nos encanta pasar el día juntas. Y desayunar aún más, así que de un salto me levanté de la cama y fui a la cocina. Entraba un sol maravilloso por la ventana y eso me hizo darme cuenta de que es verdad lo que dicen: «Después de la tempestad llega la calma».

    Estaba pletórica y con millones de ganas de contarle a Aury todo lo que había pasado la noche anterior. Me miró al entrar en la cocina y, claro, me lo notó:

    —Buenos días, monina. Estás radiante... Que pasa, que ayer hubo mambo, ¿¡no!?

    —Pues te equivocas, lista, lo que hubo fueron palabras, muchas y muy altas; vamos, que discutimos, como siempre. Pero esta vez fue la última, ¡¡lo juro!!! —dije levantando mi mano derecha para darles más credibilidad a mis palabras.

    Aury me miró con gesto de «no te creo».

    —Sí, Aury, por fin he tomado LA decisión. He dejado a Salva.

    Su cara era un poema.

    —¿Tú estás segura, Carla? Mira que luego no quiero llantos y arrepentimientos y eso de «ayyy, Aury, que lo quiero más que a mi vida y no puedo vivir sin él» y bla, bla, bla…

    —De verdad que lo he dejado para siempre Aury, se acabó Salva en mi vida. Me he dado cuenta de que Salva para mí es tóxico. Es muy buena persona, pero no es para mí. Así que se acabó. Salva es historia.

    —Te veo muy convencida y eso me gusta, bueno, y me asusta, porque te conozco y sé que toda esa energía con la que te has levantado después del broncón de ayer significa algo... Y eso, querida mía, me da miedo.

    La miré a los ojos y pensé para mis adentros: «¡Que jodía la tía, cómo me conoce!».

    —Pues sí, Aurora, ha llegado el momento de tomar las riendas de mi vida. Voy a luchar por mi sueño y ser feliz de una vez por todas.

    —¿¡¿Vas a aceptar el trabajo de fotógrafa?!? —me dijo chillando.

    —Definitivamente sí. —Me sorprendí a mí misma diciéndolo en voz alta, pues llevaba tiempo dándole vueltas al tema y ni siquiera estando sola me había atrevido a decirlo en alto.

    Pero sí, iba a aceptar el trabajo de fotógrafa en la revista. Estaba muy bien pagado y así podría disfrutar de mis dos grandes pasiones: la fotografía y viajar.

    —¡¡¡Tíaaaaa, eso está de puta madre!!! Joder, me encantaría ir contigo, Carly —así me llama a veces—, aunque solo fuera para llevarte los objetivos. Pero claro, no puedo dejar el hospital así de la mañana a la noche, mi jefa me mataría. Y a ti te pagarán todo, los viajes, las dietas, y yo con mi sueldo de mierda no pagaría ni el taxi al aeropuerto; y además sería una carga para ti, porque yo no tengo ni idea de fotos, ni de cámaras, ni de objetivos, ni de nada…Vamos, que no puede ser.

    Ojiplática, miraba a mi amiga mientras se paseaba por la cocina de arriba abajo e iba soltando la retahíla de palabras sin parar ni para respirar. Y cuando paró y cerró la boca, nos miramos y soltamos las dos una carcajada que se nos escuchó en la otra punta de la ciudad, sin ninguna duda.

    Nos abrazamos llorando de la risa y de los nervios, yo por el paso que iba a dar y Aury porque ella es feliz con todo lo bueno que me pase. Es así de maravillosa.

    Pasamos el resto de la mañana en la cocina, bañadas por el sol que entraba por la ventana y disfrutando del café, mientras le contaba mi superbronca con Salva.

    Desahogarme con Aury es tranquilizador. Ella, por una parte, tiene una incontinencia verbal desmesurada, pero, por otra, en el momento en que conecta el modo «amiga que escucha» es la mejor oyente que hay en el mundo, porque lo hace de corazón, y yo me desahogo hasta quedarme seca.

    Enlazamos el desayuno con la comida, y mientras nos tomábamos el cafecito de sobremesa decidimos que lo mejor para pasar una tarde de sábado a cuarenta grados en Madrid era irnos de compras a un centro comercial y después a cenar por ahí. Como aún tenía en mi cuenta bancaria el finiquito de mi último curro, me pareció una idea cojonuda gastármelo con mi mejor amiga y celebrar así el primer día del resto de mi vida. O el que yo pensaba que era el primero…

    Después de las compras nos fuimos a casa, había que ponerse guapas y estrenar la ropita nueva. Sobre las diez de la noche, salimos de nuevo subidas al tacón, con el labio pintado de rojo y con ganas de pasarlo genial.

    Físicamente, Aurora y yo somos bastante parecidas. No somos tías superaltas, pero para la edad que tenemos, Aurora treinta y dos y yo treinta y cuatro, estamos bien. Medimos un metro setenta. Yo soy morena con pelo largo abundante y ondulado y los ojos azules y Aury es morena con pelo largo y muy liso y con ojos negros.

    También usamos más o menos la misma talla, depende de la marca, pero estamos entre la cuarenta y la cuarenta y dos. Y esto para dos amigas es una ventaja cojonuda, porque multiplica por mil la posibilidad de ponernos una la ropa de la otra.

    Hacía una noche maravillosa y fuimos dando un paseo hasta uno de nuestros restaurantes favoritos de Madrid, La Musa Malasaña.

    Estábamos mirando las cartas, yo la de comer y Aury la de vinos, cómo no, cuando un grupo de amigos sentados en la mesa que tenía frente a mí se echaron a reír muy alto. Miré hacia ellos atraída por las risas y crucé sin querer la mirada con uno de los chicos. ¡¡¡Madre mía del amor hermoso, qué vuelco me dio el corazón!!! Creo que eran los ojos más azules que había visto en mi vida.

    Cuando reaccioné y me di cuenta de que él también había clavado sus ojos en los míos, bajé la mirada y un calor recorrió todo mi cuerpo, desde la cabeza hasta las uñas de los dedos meñiques de mis pies.

    —Carla, ¿qué te pasa, por Dios? —me preguntó Aury sonriendo—, estás colorada como un tomate.

    Ella, al estar de espaldas a la mesa del grupo, no se había fijado en ellos.

    —Nada, nada… —respondí, aún mirando al suelo.

    —Carly, monina, que te conozco como si te hubiera parido, ¿a quién has visto?

    Se giró descaradamente e hizo un barrido por todo el local buscando al culpable de mi comportamiento.

    —¡¡Aury, por tu madre, no seas tan descarada!! —le dije entre nerviosa y divertida.

    Ella se topó con los ojos azules que me habían hecho acalorar de esa manera, y girándose hacia mí dijo:

    —¡¡¡Pero, tía, tú eres un pendón desorejao!!!

    Y nos echamos a reír como dos colegialas.

    —Aury, no sé qué me ha pasado, pero hemos cruzado las miradas y me he puesto nerviosa nivel Dios, ¡¡¡joder, que me tiemblan hasta las pestañas!!!

    —¡¡¡Se llama flechazo, cariño!!!

    —Pero qué dices, ¡¡¡si no hace ni veinticuatro horas que he dejado a Salva!!! No puede ser un flechazo.

    —Carly, tú hace muuucho tiempo que ya no sentías nada especial por Salva. Tu relación con él se había vuelto cómoda. Después de cuatro años juntos, os conocíais con los ojos cerrados, lo sabíais todo el uno del otro y era cariño lo que había entre los dos, pero nada más. Es verdad que os habéis querido mucho, pero eso pertenece al pasado. Para ti ha sido una liberación dejarlo, porque, como en todo lo que haces, pones más corazón que cabeza. Y en el momento en que tu corazón ha decidido que no quiere seguir amando a Salva, se ha liberado de sus cadenas, y al estar libre, está con ansias de amar, hija mía. Y como tienes el radar del amor a tope de cobertura, se te han cruzado unos ojazos azules y ¡¡¡zasss!!!, ha saltado Cupido y ha hecho su trabajo. ¿Comprendes, monina?

    —Pufff, qué calor tengo ahora mismo. Claro que te comprendo, Aury, pero yo no quiero ahora nada con nadie.

    —Ehhh, nena, ¿quién te está diciendo que te cases con ese morenazo de ojos azules?, porque yo no. Solo te digo que estás libre para hacer lo que quieras. Se puede controlar un acto, pero nunca un sentimiento.

    —Bueno, vamos a pedir un vinito, que tengo la boca seca. A ver si se me quita un poco el calentón.

    —Perfecto, yo elijo.

    Y mientras ella miraba la carta de vinos, yo fui desviando la mirada hacia él muy lentamente.

    Y ahí estaba, con sus ojos azules por bandera. Llevaba una camisa azul clarito que aún ensalzaba más su piel morena. Su cabello moreno, mojado y perfectamente despeinado, le hacía ser casi

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