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Da Capo
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Libro electrónico106 páginas55 minutos

Da Capo

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El joven Cody es alumno de piano del prestigioso conservatorio Riverview, que se caracteriza por emplear métodos de disciplina algo particulares. Después de un lunes terrible en el que es incapaz de interpretar da capo la pieza que debía estudiar y recibe un merecido castigo a manos de su atractivo profesor, Gabriel, Cody se despierta para descubrir que sus peores temores se han hecho realidad: el fatídico día se repite. Y otra vez. Y otra vez...

La serie Diabolus in musica, de Kendall Frost, cuyo primer número es Da capo, es una divertida y excitante mezcla de romance sobrenatural con incursiones en el BDSM. Además de la serie sobre el conservatorio Riverview, Kendall Frost es autora de una novela publicada de romance juvenil y otras obras de homoerótica.

En Riverview hay muchos alumnos con un gran potencial para la música... y no pocos necesitan disciplina.
IdiomaEspañol
EditorialXinXii
Fecha de lanzamiento1 ene 2017
ISBN9788494516054
Da Capo

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    Da Capo - Kendall Frost

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    Día 1

    Cody entró en el conservatorio arrastrando los pies. El día tenía toda la pinta de ser un asco y, para colmo de males, estaba lloviendo y se había dejado el paraguas. Los lunes nunca habían sido su día preferido: empezar la semana con una clase de piano le habría resultado molesto incluso si no le hubiera tocado el profesor más estricto de la escuela.

    Estaba seguro de que lo hacía para apuntarse méritos, puesto que, a sus veintisiete años, Gabriel también era el miembro más joven del claustro. De él se contaban todo tipo de historias truculentas, aunque nadie sabía exactamente quiénes habían sido los pobres desafortunados que las habían vivido. Todas juntas pertenecían a la leyenda urbana del conservatorio Riverview, una de las instituciones educativas más estrictas de todo Londres que se había ganado su fama a base de utilizar métodos poco ortodoxos y ligeramente anticuados para la enseñanza musical.

    El conservatorio estaba situado en el barrio de Whitechapel, una parte de la ciudad que había vivido más historias terribles que momentos de alegría. La escalinata de entrada al edificio de ladrillo rojo no dejaba adivinar lo que ocurría en los rincones más remotos de las cuatro plantas del conservatorio. Aún más espectacular que la fachada era el enorme jardín en el que los alumnos solían descansar entre clases... al menos, los tres días al año en los que no llovía, y hoy no iba a ser uno de ellos.

    Y por si aquello no fuera poco, la clase de piano de hoy tenía todas las papeletas para ser aún peor, ya que la semana anterior el profesor había amenazado con castigarle seriamente si no empezaba a dedicarle más tiempo a practicar. Cody se había propuesto practicar durante el fin de semana; realmente tenía la intención, pero su amigo Mark le había convencido para salir de fiesta. Y cualquier salida con Mark tenía la consecuencia lógica de ocupar mucho tiempo y dejar mucha resaca, lo que se traducía en que no había dedicado ni un segundo a ensayar. Además, tenía una jaqueca horrible. Eso le pasaba por dejar que Mark le engañara para beberse una botella entera de Martini en el bar.

    En aquel momento, Cody empezaba a arrepentirse de haber firmado la cláusula de disciplina de la matrícula… claro que, en su momento, no se la había tomado en serio. Cuando la firmó, solo le importaba la reputación de Riverview y su carrera como guitarrista. No le habrían dejado estudiar allí de no haberlo hecho y, por aquel entonces, Cody se habría enfrentado a cualquiera que se opusiera a su sueño.

    Estaba tan absorto en sus propios pensamientos que no se dio cuenta de que otro estudiante salía del edificio y se chocó con él. Se disculpó torpemente con el estudiante de primero de cello al que conocía de vista y siguió su camino hacia el aula de piano. Justo antes de llegar, se encontró con Mark, que, como de costumbre, llevaba vaqueros desgastados y una camiseta de manga corta que le conferían un aspecto que navegaba entre «demasiado informal» y «preparado para seguir de juerga», no fuera a ser que tuviera que pasar por casa a cambiarse antes de volver a salir de fiesta. Por desgracia para él, aquel aspecto le había puesto en el punto de mira del decano, que no podía evitar lanzarle miradas de desaprobación cada vez que se lo cruzaba por los pasillos; algo que, si Mark había notado, había decidido ignorar por completo. Estaba claro que el hecho de que ahora tuvieran líneas de música moderna en el conservatorio no significaba que todos los profesores las hubieran acogido de buena gana.

    Buenas, Cody. ¿Qué tal andas?

    Meh, tío. Estoy muy de lunes.

    Ya lo decía Bon Jovi, aunque no puede ser tan terrible.

    Lo es, ¡y por tu culpa además!

    ¿Qué he hecho yo ahora?

    Mark no podía contener la risa.

    ¡Liarme, como siempre!

    Cody se hizo el ofendido al responder a su amigo.

    Bueno, tampoco es que te resistieras mucho cuando te servía de la botella... Por cierto, ¿tienes planes esta tarde? Mi grupo toca en The Beat.

    Aquello parecía un buen plan, pero aún era demasiado pronto para hacer promesas. Primero tenía que sobrevivir a todas sus clases.

    Puede que me acerque... Luego te confirmo, ¿vale?

    Genial, nos vendría bien un poco de ayuda para montar el equipo. ¡Te veo luego!

    Cody entró en el aula y se sentó delante del piano. Sacó la partitura de su carpeta y la colocó en el atril. Una repentina ráfaga de viento hizo que las hojas se volaran, obligándole a levantarse para recogerlas. Antes de volver a colocarlas en el atril, echó un vistazo rápido a la melodía: no iba a ser capaz de tocar aquello a primera vista.

    Aún estaba intentando leer la primera página, cuando Gabriel entró en el aula, cerrando la puerta tras de sí. Pese a su juventud y a su melena negra, poseía un aire de autoridad que siempre ponía un poco nervioso a Cody, que a veces deseaba tener el mismo efecto sobre la gente al entrar en los sitios... Aunque el profesor solo era unos cuantos años mayor que sus alumnos, e incluso vestido con vaqueros y una camisa que llevaba remangada, tenía un aspecto extremadamente severo que contrastaba de forma evidente con sus facciones, bastante más suaves y agradables.

    Buenos días, Cody. ¿Qué tal el fin de semana?

    Buenas. Bien, gracias.

    ¿Has ensayado?

    Menos de lo que me hubiera gustado.

    Era el eufemismo del siglo.

    Gabriel arqueó una ceja.

    Vale, a ver.

    Cody respiró hondo; si se concentraba un montón en lo que estaba haciendo, a lo mejor sería capaz de tocar la melodía de forma medio decente. En realidad, si se la hubiera preparado, no le habría resultado

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