MORTALIDAD, CR IANZA Y EL EXISTENCIA LISMO ÉPICO DE PIXAR
“TE VAS A MORIR”, me dijo mi hijo de tres años con toda calma, apenas levantando la vista de su cena. “Te vas a morir y…”, señaló a su madre con el tenedor “… tú igual”. Lo observamos mientras intentaba desentrañar su ensalada de col. “Y yo”, agregó luego de una pausa, con la boca llena, “yo también me voy a morir. También la bebé Leela. Todos se van a morir… y luego ya no va a haber nadie”. Masticó, tragó y agarró su vasito.
Ahora que lo recuerdo, no sé exactamente cuándo fue que a nuestro hijo le interesó la inevitable muerte de todos sus conocidos y seres queridos. A fin de cuentas, ha sido un año importante para la muerte. En el muro del jardín trasero, nuestros vecinos comparten a diario estadísticas de mortalidad o los más recientes efectos secundarios de la vacuna. Incluso si comentamos el clima con ellos, siempre es en el contexto de cómo afectará la diseminación de las partículas aéreas.
Y si les cuento que el primer amigo imaginario de mi hijo fue una rama a la que le puso “Coronavirus”, entonces entenderán lo lejos que ha llegado la situación. En medio del área de juegos, alzó a su amigo y gritó: “¡Tengo Coronavirus!”, lo que tuvo el glorioso efecto de que las demás familias mantuvieran una sana distancia. Sin embargo, no son los únicos motivos de su interés malsano. También nos podemos remontar a una tarde puntual de diciembre, cuando por fin cedimos y le dejamos ver su primer largometraje.
Habíamos logrado distraerlo con videos en YouTube, sobre todo el corto documental sobre una fábrica de papel de baño que terminó aprendiéndose de memoria, adquiriendo conocimiento detallado de cómo se aplasta la pulpa y se convierte en un “rollo madre” del tamaño de una paca de heno. Pero a medida que transcurría el encierro, necesitábamos distracciones más sustanciales, tiempos de duración más largos, finales más felices... Urgía Disney+.
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